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lunes, marzo 25, 2013

Ignacio García: La Caza Principal


LA CAZA PRINCIPAL
Ignacio García
 

En los momentos del Dadá en Paris, allá por los años 20’s, y el subsecuente Manifiesto de  André Breton, pocos adivinaban lo que se traían entre manos los signatarios de aquel documento (y otros). Y quienes sí lo intuían, los creyeron  locos pues afectaba intereses, no sólo artísticos sino de carácter económico y político. Como estos movimientos, de vez en cuando aparecen en la historia, los contestatarios simplemente no se arriman a la cultura oficial pues ya le saben los ademanes al Estado que financia la cultura oficialista.
La cultura y el arte en México es de carácter oficial –existen directores, secretarías y demás infraestructura para ello;  su montaje es pagado por los impuestos de todos a quienes Hacienda rasura de su salario cada quincena. De allí, los “expertos” economistas del Estado mexicano, crean un pastel y lo reparten en rebanadas (salud, seguridad, educación, etc.). Y, ya se sabe: al arte y la cultura, concebidos como un mal necesario, le corresponde casi siempre la menor de las tajadas. Irónicamente, de esa porción que corresponde a cada espacio artístico en el país,  se gasta más en administrar el dicho porcentaje, que en hacer arte y preservar cultura; los recursos destinados a este rubro, y bajo este agregado, son cada vez, más endémicos.

Si a ello añadimos que muchos de quienes dirigen el curso de este tópico, son todo menos artistas;  ya se podrá uno imaginar los resultados de la inversión. Y, obvio: como buenos burócratas dependientes de un Estado que para todo es corrupto, no falta la mano que empobrece aún más los destinos del quehacer artístico. Comenzando porque los directores de institutos, casas, posadas, cabañas, espacio-arte, biblioteca, o como se le dé en llamar, son nombrados, más que por su incuestionable figura intelectual, por el ser amigo, pariente o q-rida, de quien los nombra.
Yendo a lo  concreto, el IVEC ha tenido la “mala suerte” (rarísimas excepciones quitarían las comillas) de 25 años que no le han bastado para echar raíz y convertirse en bastión nacional, referencia geográfica, de la cultura veracruzana. Claro, los directores encargados del diseño cultural se toman del pelaje de la antigua y riquísima historia veracruzana para no pasar invisibles: somos el primer puerto de América, tenemos una riqueza inmensa en monumentos pre-hispánicos y coloniales, no nos faltan los fandangos, trovadores, cercanías con el Caribe, sones Montuno, el Carnaval “más alegre del mundo”, poetas y escritores famosos (Díaz Mirón, Bonifaz Nuño, Cuesta, el Vale Bejarano). De allí en fuera, 25 años han servido para demostrarle a la nación, o bien, que no hay nada nuevo bajo el sol en cuestiones de arte veracruzano, o que “di-a-tiro” a los artistas veracruzanos les falta talento debido a un raro predeterminismo geográfico.
Ya resulta cansancio proverbial los discursos de directores culturales de este edificio, que entran y salen: programas, renovaciones, promesas, cambios estructurales, bla, bla, bla… lo cual dura uno dos meses, y luego a dormir el sueño de los injustos: dos-tres numeritos  anuales, llenan el requisito del puesto y avalan el sueldo que se embolsa el susodicho. Para acabarla (proverbial también) no falta el nombramiento de amigos para hacerse cargo de tal eje, los sueldos absorben más y el recorte presupuestal prometido para la creación, se esfuma --a tal grado que quienes deseen presentar una obra literaria o artística deben llevar ahora su propio vino y bocadillos para sustituir la “marranilla” que antes ofrecía el propio instituto; además de conducirse con prisa en su evento, “pues se gasta mucha luz en climas e iluminación alterna”.
Para colmo, los pocos talentos que sí dan señal inequívoca de esforzado trabajo, y calidad en la medida del presupuesto otorgado, son “renunciados” por quítame estos pinceles. El caso Ivonne Moreno Uscanga, deja dudas de si fue su ineficacia como directora de Casa Principal, o un mero berrinche de quien puede y pudo hacerla a un lado, sobrevalorando un arranque de carácter, por sobre un espacio de los pocos que, se vio a lo largo de la gestión de la Mtra. Moreno Uscanga, funcionaban casi a rastras.
Por ello, por el testimonio fehaciente, el hecho público, la innegable labor difundida por prensa y TV, creo que ha sido más un ataque rabioso, un anticipado (que no falta) pretexto para imponer nuevo director o simplemente un montarse en su macho, lo que provocó la salida de Ivonne como directora: fue ahora ella, la Caza Principal del cazador mayor.
Tampoco se trata aquí de hacer una apología de Ivonne, quien, como todo ser humano, tiene defectos y virtudes, aliados y enemigos, simpatizantes de su labor y detractores del mismo. Tampoco se defiende la tesis de que ella es insustituible. Se maneja más bien cómo una decisión de poder puede echar por la borda no sólo la parte económica que desembolsó en los ingresos de la maestra; sino también  todo el tiempo transcurrido que equivale a experiencia adquirida, relaciones mediáticas, nexos con los artistas, aprendizaje administrativo y, en general, todo lo que involucra ser un buen director de cualquier espacio cultural. Pero, como eso no interesa, rápidamente la improvisación viene a llenar lo insustituible: simple teoría.
Puede haber muchos  pretextos y explicaciones del porqué Ivonne fue “renunciada”, pero lo que se ve, no se juzga. ¿Cómo le hacía la Mtra. Ivonne para cada semana (a veces 2 veces en la misma) tener un evento de interés para el público veracruzano? ¿Quién más que ella, privilegió el arte jarocho, jalapeño y demás sitios de nuestro Estado? Personalmente soy testigo de una agenda de trabajo adelantada hasta por tres meses antes de que uno pudiera tener un sitio en La Casa. Y no porque Ivonne no deseara tenernos allí; simplemente ya tenía programa para exposiciones, lecturas, charlas, conferencias. ¿Qué secreto le permitía mantener ese estado de cosas? Quién sabe. Ignoro de dónde le surgía esa capacidad para no dejar vacío un solo mes sin un acto de cultura.
Frente a esta actitud de trabajo bien planeado (que es la prioridad máxima en cualquier oficina de gobierno, pues lo demás debe manejarse  tras bambalinas), no cabe por ningún lado aquello de que  “Poder mata trabajo”. No obstante, en el IVEC, como es costumbre de la burocracia a la mexicana, esto ocurrió bajo las órdenes de un director (disculpen, soy muy malo para recordar nombres y apellidos aliados a la demagogia),  y ya no parece haber vuelta de hoja.  Lo que tenemos hoy por delante es que quien se sienta en  la silla de un poder efímero y pobretón, se convierte en un ejemplo irreflexivo de lo que la cultura y el arte no deben ni deberán ser jamás…pero lo es. Si a duras penas estos dos grandes temas sobreviven bajo asfixia, quítese lo irreflexivo y nos quedamos con la simple palabra  “cultura”, pero de dientes para afuera.

miércoles, marzo 20, 2013

Lourdes Franyuti: En gira


LOURDES FRANYUTI
 
EN GIRA
 
 
“yo seguiré perdido entre aviones,
entre canciones y carreteras
en la distancia no seré más tu parte incompleta”.
La Quinta Estación.
 
            Próximo destino: El Auditorio Hockey Club. Lima, Perú: Único concierto.
Desabrocho el cinturón de seguridad y espero a que los pasajeros, la mayoría de ellos, mis músicos, tomen su equipaje de mano para abandonar el avión. Un largo día, donde lo único relevante al parecer, es su noche de música. Me pregunto si este lugar me recibirá con alguna sorpresa, con alguna invitación distinta a la del canto y baile. Un operativo de seguridad es el que veo frente a mis ojos, nada nuevo, solo cambia el uniforme de los policías, así como el acento de sus palabras. 
            Llego al hotel donde me hospedo y subo a mi habitación. Saco el celular de mi bolsa y me recuesto en un sillón. Llamadas insistentes de un número en particular: el del hijo de un influyente político; insiste en invitarme a cenar después del concierto en su yate. Suena bien… no entiendo qué me pasa, en condiciones normales estaría ya respondiendo sus llamadas. Observo el celular, mientras me quedo dormida. 
            Tocan a la puerta, es el servicio a cuartos con el almuerzo y de postre, mi equipo de trabajo. Me preguntan si estoy cansada, si se me apetece un levantón para aguantar lo que viene: conferencia de prensa con medios y club de fans, prueba de sonido y el concierto por la noche. 
            No respondo, apenas si como algo de la mesa de servicio y tomo una ducha rápidamente. En escasos minutos me alisto y salimos rumbo al Hockey Club. Se dibuja en mi cara una sonrisa al ver largas filas esperando a que las puertas de acceso al Auditorio sean abiertas. Me bajan de la camioneta, ocultándome para no ser vista por el público impaciente. El celular sigue sonando y es la misma persona. Respondo para no desairarlo y acepto su invitación a cenar, mientras que camino hacia el camerino. 
            Rodeada siempre de gente, me topo con la más solitaria de las compañías: yo misma tratando de comprender cuándo dejaré de ser esa “ave de paso” con la que me etiquetan cada vez que salgo al escenario. Me veo bien de dama de compañía de los grandes empresarios, políticos y colegas artistas. Podría ponerme un disfraz maternal un período de nueve meses; sólo que no sé quién me vestiría; ningún hombre poseería la virtud de envolverme con caretas o antifaces. La fantasía que hago en mi mente se esfuma en el momento en que me llaman a ensayo. 
            La rueda de prensa se hace presente, medios publicitarios hacen su cometido, dos entrevistas en periódico y canal de televisión me exprimen por horas, hasta que se apagan las luces, indicándome que es el momento de tomarme un whisky en las rocas y salir al escenario sin más adrenalina que la de fortalecer mis piernas y hacer que suban las escaleras que llevan a la plataforma más alta. Aplausos y silbidos recorren mi alma, tomo el micrófono, dejo atrás mi melancolía y sonrío cantando mi repertorio por más de dos horas.
            El final de la historia es el de siempre: Al amanecer del día siguiente, fotografías en primera plana de todos los periódicos, notas en los noticieros y la cara de una famosa cantante reflejada en la ventanilla de un avión que sigue recorriendo grandes distancias, dejando el amor en distintas partes del mundo, viviendo a prisas y en tiempo presente… en gira.

Leonard Cohen: Poemas


LEONARD COHEN
 
POEMAS
 
Cielo
Los grandes pasan
pasan sin tocarse
pasan sin mirarse
cada uno sumido en el gozo
cada uno en su fuego
No tienen necesidad
el uno del otro
tienen la más profunda de las necesidades
Los grandes pasan

Registrados en algún cielo múltiple
grabados en alguna risa sin fin
pasan
como estrellas de diferentes estaciones
como meteoros de diferentes siglos

Fuego inalterado
por el fuego que pasa
risa inatacada
por el confort
se pasan los unos a los otros
sin tocarse sin mirarse
necesitando saber tan sólo
que los grandes pasan
 Destino

Quiero que tu cálido cuerpo desaparezca
educadamente y me deje solo en la bañera
porque quiero considerar mi destino.
¡Destino! ¿por qué me encuentras en esta bañera
ocioso, solo, sin lavar, sin siquiera
la intención de lavarme excepto en el último momento?
¿Por qué no me encuentras en lo alto de un poste de teléfonos,
reparando las líneas que van de ciudad a ciudad?
¿Por qué no me encuentras cabalgando a través de Cuba,
un hombre gigantesco con un machete rojo?
¿Por qué no me encuentras explicando máquinas
a pupilos poco privilegiados, españoles negroides,
contentos de que no sea un cursillo sobre escritura creativa?
Vuelve aquí pequeño y cálido cuerpo,
es la hora de otro día.
El destino ha huido y yo te elijo a ti
que me encontraste mirándote fijamente en un almacén
una tarde hace cuatro años
y has dormido conmigo desde entonces.
¿Qué te parecen mis ojos de pescador después de todo este tiempo?
¿Soy lo que esperabas?
¿Acaso estamos demasiado tiempo juntos?
¿Acaso se avergonzó el destino ante la doble toalla turca,
nuestro conocimiento de nuestras pieles,
nuestro amor que es proverbial en todo el bloque,
nuestro acuerdo de que en cuestiones espirituales
yo debo ser el Hombre del Destino
y tú la Mujer de la Casa?

miércoles, marzo 13, 2013

Gabriel Fuster: El hotel de los Corazones Rotos


EL HOTEL DE LOS CORAZONES ROTOS
Gabriel Fuster

“Necesito recuperar mi espacio, necesito tomarme un tiempo”, explico a Virginia Gil. Ella escucha absorta, como si estuviéramos hablando de Física aplicada y no relaciones humanas.

-¿Estás rompiendo conmigo? –interpela, alcanzando la embriaguez del asombro. La mano se apoya en el precipicio de la mesa para no caer dentro de la trituración del monstruo de la tristeza y empiece su masticación con la misma baba que apetece el cuero más duro, la piel imposible.
-Bonita, extrañaré tu sonrisa, pero extraño más la mía últimamente –repito, convertido en un suspiro.
-¿Cómo me puedes hacer esto?
-No lo sé
-Primero, no quieras cubrirte la cara con la sombra de tu mano. Yo rompí con un novio nomás porque me escribió un poema horrible.
-Esto, siento yo, es la respuesta correcta que no sea semejante al rencor, el ridículo o el remordimiento. Dime, ¿Cómo puede uno enojarse con tanta honestidad?
-Diablos, borra esa sonrisa de conductor de televisión, de niño autista. ¿Qué es lo que sientes?
-No siento nada. Si te cuento una historia es posible que asomen gusanos, por tanto estoy muerto.
-Estúpido, quiero soñar un mundo donde nunca hubieras existido. Estaría viviendo un mejor encuentro, ocupando un hueco de dos horas sin hacer nada.
-Bonita, nunca dejaremos de ser amigos.
-Esa es una mentira. Es algo que la gente dice para incluir la permanencia tras una separación. La amistad es más lasciva que el noviazgo mismo. Los recuerdos se hacen tus peores enemigos…
-El dinero es mi mejor amigo ahora
Virginia Gil no quiso interpretar mi respuesta.
Yo mismo abrí la puerta y volví a cerrarla, antes que el viento y la lluvia convirtieran el restaurante en un paisaje de catástrofe.
Lo que sigue podía haber sido cualquier cosa, pero nada tan prescindible como modificar el estado de privacidad de tu cuenta social. No, a partir que el corazón es roto tan someramente, todas las canciones cursis son sobre ti. Las chicas sufren sus lecciones con una caja de pañuelos desechables. Los chicos superan la vergüenza con una caja de pañuelos desechables y un frasco de crema para las manos.
El amor en los tiempos de embargo.
Por supuesto, los tiempos de cólera son nada comparado con la premonición de lo que iba a pasar a Virginia Gil, cuya juerga comenzó el momento que salimos a la calle. Estaba furiosa. Un camión urbano pasa de largo y levanta el peso de la luz en nuestras caras igual que el polvo salta de una alfombra a otra alfombra menor. Creyéndose un animal de músculos encordados y disparados, Virginia Gil corrió a mitad de la calle, tratando de alcanzar el vehículo. En el siguiente semáforo haciendo alto, Virginia Gil saltó al cofre del camión. Con su collar, con su mandíbula, volteados al aire, ella tomó uno de sus terriblemente esclavizadores zapatos de tacón y rompió el parabrisas de tres golpes, para acusar al chofer de egoísta, de burro estéril. Además de culparlo por el bombazo a la torre de Pemex, del fraude con tarjetas Monex, de la gripe aviar y pretender cobrar un peaje distinto al preestablecido, como si se tratase de su negocio.
En la prolongación de la Vía Venia, a la altura del puente peatonal, encontramos un grupo de vecinos con pancartas y los colores del devenir burócrata por el oeste, ocasionando que el tráfico se redujera a un cuello de botella. Virginia Gil bajó del camión y entreabre el paso con tacto secular, pateando culos, particularmente rompiendo el cerco con un preciso puñetazo al teclado de las encías, en el primer hijo de puta dentro de su campo visual. Había sido un hombre uniformado, pero mucho más arduo es encontrar hombres útiles. Quizás el mediocre hubiera elegido a la rubia de los pechos como melones para romper el círculo de la danza, pero Virginia debe ir a la consulta del ginecólogo con más frecuencia que al confesionario, declarando: “Mi nombre es L’amour de loin. ¿Y a usted, qué lo trae por acá?”
A estas alturas, la población corre la voz que se encuentra una defensora enardecida de la normalidad, como si toda la vida hubiera esperado declarar una ganadora del puesto disponible y gastara más tiempo buscando acomodamiento en el Hotel de los corazones rotos que viviendo los días que le tocaban. Virginia Gil emprende el desmantelamiento del lugar, al final de la calle de los llorosos. Su carrera como estrella del deseo, tan brillante y turgente dentro del amarillo en los escasos periódicos que circulan en el lugar y hacen comentarios sobre miedo y terror, pasa a enarbolar causas distintas. Por ejemplo, la concurrencia de empezar por un retroceso, señalando las actitudes al volante más estúpidas y comunes. Virginia Gil pinta nuevas marimbas en el cruce que sirve a una ciudad para interponerse entre el punto que estamos y el punto que queremos llegar. Ha sumado escaleras y espesuras hacia el mañana, luego la multitud agarra a estos infractores que gustan hablar al celular mientras conducen, estacionarse en doble fila o estacionarse en los espacios reservados a los discapacitados, y los amarran todos en un gran hato, junto con sus Blackberries y Tablets. Los empapan de keroseno y les prenden fuego en una enorme pira que se mira hasta Roma, pero al revés. La larga marcha se ladea para dejar pasar la hoguera, cantando fragmentos alternados de Evita y Les Miserables.
La llegada de Virginia Gil al Hotel de los corazones rotos ostenta el record olímpico en la caminadora eléctrica de CV Directo. Por suerte, el lobby es pequeño como la cabeza de un alfiler, a modo que el vaho de nuestra respiración deja una fina capa en el cristal. En un trazo, el botones dibuja un sol con el dedo. Debido a la hora, el comedor y el mostrador están cerrados. Los locales y oficinas están cerrados. Detrás de sus berrinches, Virginia Gil exige que varios percheros con sombreros de todos tamaños y colores le sean mostrados, pese que nunca ha tenido un muerto entre los brazos. El alojamiento está hasta el tope. Virginia Gil interroga a los solteros puntuales, buscando saber cuántos han agredido, burlado o ultrajado su palabra, sin prometer un desayuno siquiera. El que espera, el que no puede saltar, suda perplejo. Repentinamente, está en el piso de la biblioteca, en otra casa, con la mirada fija en la flecha anclada a una tabla  que divide cuatro colores en cuatro secciones marcadas: pie derecho, pie izquierdo, mano derecha y mano izquierda. Y repasando diferentes posturas sobre el tapete de plástico que se extiende en líneas de grandes círculos. Un chino empieza a ocupar la combinación de pies y manos sin detenerse. En otra partida, se le suman 34 chinos. En cinco partidas son un millón. Otro millón forma una retadora. La mayoría muere de asfixia, exceso de equipaje o agotamiento. Virginia gil desearía hacerse de los dados de diez cara para sumar ideas pecaminosas sobre la apariencia inocente de un juego y ser la primera en perder y el doctor le aplique el palpado de senos y golpeado de nalgas. Los minutos han pasado de manera insidiosa. La policía rodea el edificio, pretendiendo llevar a cabo un operativo que detenga a Virginia Gil, antes de que ella recurra al método de pago con gemas como rescate. Yo le suplico que se entregue a las autoridades, que piense en su madre, pero ella no es capaz de obedecer una orden directa, respondiendo: “Mi madre siempre se opuso a nuestro noviazgo, estúpido”. Yo caigo en cuenta de lo mucho que contrariado a la señora. Entonces, la animo a invadir la suite presidencial. Ella estaba muy resentida, queriendo aguantar la respiración. No es para más, el aire lleva consigo el polvo de todos los seres que han habitado la tierra. “Por favor, déjenme en paz. Tengo 32 años y caderas de 36 pulgadas y él único episodio de felicidad en la vida es el gran sabor de Coca-Cola. La depresión es la peor prisión, pues puedo escapar todas las veces, pero al final siempre vuelvo a mi celda de castigo cuando me entra el hambre. Al menos en el Cereso regional todos bailan al ritmo del rock de la cárcel”. Ella reclama. Yo no podía estar más de acuerdo y entonces escuché la voz de su madre hablando por un altoparlante, recitando: Actioni contrariam semper et æqualem esse reactionem". La experiencia se siente semejante a la poesía plagiada de Neruda o Ricardo Montaner al oído. 
-Quiere decir, "Para toda acción hay siempre una reacción opuesta e igual”. Son las palabras de la tercera ley de Newton sobre las fuerzas inculcadas del movimiento, de su tratado en latín intitulado “Axiomata leve leges motus” – la señora esclarece, sacando a todos los curiosos de su sopor. Y añade – Bebé, nosotras no creemos en berrinches. Tómate un té de tila y dale al libro un uso de papel de baño.
Virginia Gil empieza a negociar la liberación de su remordimiento.
Permanecer enamorado del ex, no significa que lo quieras todavía, sino que se te remueve dentro del estomago la idea de ignorar qué hiciste mal y algo hipócrita de rumiar, gajo a gajo.
El abrazo de bienvenida poco tuvo que ver con la escena de los grandes regresos, pero consumimos el tiempo. Ella comenzó el contoneo de un pequeño baile, bajo los términos de ser perturbado por los forcejeos en el siguiente minuto. Los soldados del III Batallón, la policía naval y el agrupamiento canino, la patrulla fronteriza y el agrupamiento de caballería, los reporteros y sus camarógrafos, los scouts de México, el destacamento de los guardias de seguridad privada, el delegado del SAT, los dobles de Elvis Presley. Todos se acercan a nosotros con la fuerza de la sangre golpeándoles las sienes, pero yo les marco un alto con la mano delante, diciendo: “Por favor, tengan un poco de respeto, ¿No se dan cuenta que se halla sentimentalmente inestable?”. Conformes, aprobando con una afable inclinación de cabeza, ellos retroceden tres pasos, excepto por la mesera del Pink Cadillac, quién saca el aerosol irritante de su bolso y nos lo echa en los ojos, gritando: “¡Yo soy la verdadera Virginia Gil!”.
Ya para entonces, el daño estaba hecho, pero no hubo lágrima. No hubo un escupitajo venenoso contra mis gafas de carey. No hubo una carrera loca y despeinada como si las calles le perteneciesen por despecho.
Virginia Gil pegó la espalda a su asiento y se abandonó a la sensación de alivio.
            All shook up
No he sabido una palabra de Virginia en meses, pero adivino que debe estar provista de algún tatuaje en el pubis que diga “Viva Las Vegas”, aunque siguiendo una inspección cuidadosa, dará la impresión inicial de haber sido hecho en un reclusorio. Por supuesto, cualquier paliza hubiera dado pie a que nos reconciliáramos en silencio, pero como Virginia Gil siempre lo supo, el tiempo cura el corazón de la persona que lastimaste un poco más tarde que lo que toma sanar tu cabeza y brazos y piernas rotos.
El amor es física aplicada, en definitiva.   

 

 

 

 

Ivonne Moreno Uscanga: La realidad Intolerable; Juan Vicente Melo


LA REALIDAD INTOLERABLE: Juan Vicente Melo
Ivonne Moreno Uscanga

Los escritores construyen y de- construyen la circunstancia, lo externo  y la interno, su propio universo, para comunicarse con la otredad, para redimirse, pero también para re-inventarse.
  Es  en este conjunto de  acciones, donde  nosotros los lectores-   polizontes creemos o queremos adherirnos a comprender lo estereotipado como realidad, nos guiamos en un texto, a través de los signos descritos  en él , para ascender al  camino de símbolos  de sus babélicas torres gráficas, y al unísono del escritor, poseer, articular o desarticular, entender a la realidad.
En el universo del escritor veracruzano Juan Vicente Melo, la circunstancia- realidad no  es solo el pretexto para plasmar un sinnúmero de desacatos humanos, sino para decantar   la  vida, hacer el trazo de un espacio de husos horarios sin minutos, sin segundos, horas inmóviles en las cuales las liturgias y los ritos, sean la  lírica  para crear y habitar una  ciudad perfecta, única, tal vez inexistente lo más parecido al Paraíso.

Luis Arturo Ramos cita en el brillante ensayo sobre el autor Melomanías:

…El universo de Melo se mueve a ritmo del rito. Los actos obligatoriamente reiterados, la circularidad del acontecimiento, la obsesión del lenguaje, son el pivote de un mundo aparentemente dinámico, pero paradójicamentecondenado a la inmovilidad de la repetición…

La lectura  y abordaje a la narrativa de Melo, no es fácil pero si fascinante. Todos o casi  todos y si no mentiríamos y no  seríamos mitómanos a lo Melo, quisiéramos vivir en otro y en una otredad conducente a comunión perfecta con el amor, con la dicha carnal,  terreno preciso y  pleno de ubicuidad,  todos aspiramos a ser merecedores  de la plenitud, fugitivos de la monotonía y  por supuesto de la soledad.

Los acordes gráficos de Melo,  ponderan una sinfonía de variados contrastes, las cuerdas tienden hacia las variaciones de identidad de sus personajes, pues  sus anhelos  y sueños se evaporan en pértigas de angustia, en tonos graves y agudos por lo ensimismados  de sus mundos reales e ideales.  En tal entramado lírico y místico, hay la intervención de de los  metales,   ellos anuncian el escandaloso estruendo de impotencia ,al no poder ser otro,  la presencia de las   percusiones son las fijaciones de escritor, añoranza de su infancia feliz, y también hay coros manifiestos en la piel de los hombres y mujeres de universo meloniano,  contenidos de material ingrávido como las alas de una mariposa en el verano, con fondo del Orfeo de Gluck.


Los acontecimientos y fábulas en Melo no se bordan en tela barata y descolorida, ello es una distinguida metáfora para subrayar la imposibilidad del diálogo, cuando la muerte es un recurso ante la incomprensión o  la alternativa del juego para solventar el amor: Y así , poder llamarse Alicia, Victoria Eugenia, María del Carmen, Bernardo, Enrique, Andrés, Estela, niño-tigre … cambiar el nombre y el sentido de los colores, el color y el nombre de los sentidos:
El tacto es rojo, la vista es azul, el olfato es verde, el oído es negro. De otra manera. No cielo, no sol, no fuego, no agua, no aire, no tierra. A fin de cuentas todo puede y debe llamarse Titina. Lomuerto lo vivo. Las fotografías y lo que sucederá mañana, mañanael primer día, el que sigue a la creación: La gaviota, Titina, la ciudad Titina. El amor Titina, Titina… ( El Verano de la Mariposa)
 En Melo,  la recurrencia a  lo emblemático, a  lo supremo de amor:  es Beatriz, a lo   mitológico es: Cihuatleotl u Onfanlia,  su obra es la partitura ofrendada a lo sacramental,  como el bautizo, para re-nombrase y pertenecer.
Los perfiles en la relatística de Juan Vicente, se  empatan a las rúbricas de la obstinación, del abismo,  situaciones extremas, vesánicas, umbrales de la única posibilidad de expiar las culpas como lo cita Rafael Antunez en el prólogo de estos  tres cuentos, limbo para escapar de la enrarecida, petrificada, asfixiante realidad habitada por sus personajes la cual es INTOLERABLE.
Es un acierto la re- edición antológica de Melo, nos proporciona un cálido recuerdo de su personalidad y guisa de vivir su mundo, de abrazar la brisa de su querido Veracruz, otrora su Paraíso, vínculo de trenes y credos falkunerianos, espejos de música donde Juan Vicente fue Hethcliff, obediente nocturno.