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sábado, junio 22, 2013

Huri Barjau M.

En la imagen: Obra de la autora de estos poemas en cuyo cuerpo se halla escrito "Como si fuéramos un barquito de papel. En el Universo el sol, el sol que todo lo dora, le prende fuego, lo convierte en humo, en humos de la tarde ". Conclusión de la idea genérica de siete cuadros que se exhiben en el restaurante Casa Mediterráneo todo el mes de junio. Está usted invitado.
 

Huri Barjau M.
POEMAS


Algo se ha caído


No entiendo
La rabia matutina
Algo se ha caído, No comprendo

Que asalta de improviso
Pateo ese algo, desventuras,
Nostalgias, expectativas

El lápiz que se cayó
De andar buscando
Llegó solo, hago lo mío

En mi oficio empecinado
Camino a la vejez
Y no voy sola, la muchedumbre,
Conocida y los amigos me acompañan

Con la boca apretada
Murmullo entre los dientes
De mi amiga

La confesión de un matrimonio
Que asegura su soledad acompañada
Contrasta con la convicción de Susy

Que propone que amar es lo importante

Agua envenenada

No te entiendo, es una raza         
El lugar de los traidores
Que se observa en la rutina

No te entiendo, es un amigo 
Que da palmadas por el frente
Y te despide con una maldición
A la vuelta de la esquina

No te entiendo es un paisaje
Tan tranquilo,  de  sueños
Y su reflejo podría devorarte al instante  

No te entiendo es una mujer
Que critica a otra  y la invita después
Para que  ocupe  la cabecera del convivio
No te entiendo es la maldad humana
Que agazapada en cualquier hombre,
Mata,  degolla, apedrea  
Adula solicito, da la mano, se muestra atento 
 Después, ofrece su agua envenenada . 

lunes, junio 17, 2013

Jorge Luis Borges: Acerca de mis cuentos



ACERCA DE MIS CUENTOS
Jorge Luis Borges

Acaban de informarme que voy a hablar sobre mis cuentos. Ustedes quizás los conozcan mejor que yo, ya que yo los he escrito una vez y he tratado de olvidarlos, para no desanimarme he pasado a otros; en cambio tal vez alguno de ustedes haya leído algún cuento mío, digamos, un par de veces, cosa que no me ha ocurrido a mí. Pero creo que podemos hablar sobre mis cuentos, si les parece que merecen atención. Voy a tratar de recordar alguno y luego me gustaría conversar con ustedes que, posiblemente, o sin posiblemente, sin adverbio, pueden enseñarme muchas cosas, ya que yo no creo, contrariamente a la teoría de Edgar Allan Poe, que el arte, la operación de escribir, sea una operación intelectual. Yo creo que es mejor que el escritor intervenga lo menos posible en su obra. Esto puede parecer asombroso; sin embargo, no lo es, en todo caso se trata curiosamente de la doctrina clásica.
Lo vemos en la primera línea -yo no sé griego- de la Iliada de Homero, que leemos en la versión tan censurada de Hermosilla: "Canta, Musa, la cólera de Aquiles". Es decir, Homero, o los griegos que llamamos Homero, sabía, sabían, que el poeta no es el cantor, que el poeta (el prosista, da lo mismo) es simplemente el amanuense de algo que ignora y que en su mitología se llamaba la Musa. En cambio los hebreos prefirieron hablar del espíritu, y nuestra psicología contemporánea, que no adolece de excesiva belleza, de la subconsciencia, el inconsciente colectivo, o algo así. Pero en fin, lo importante es el hecho de que el escritor es un amanuense, él recibe algo y trata de comunicarlo, lo que recibe no son exactamente ciertas palabras en un cierto orden, como querían los hebreos, que pensaban que cada sílaba del texto había sido prefijada. No, nosotros creemos en algo mucho más vago que eso, pero en cualquier caso en recibir algo.
EL ZAHIR
Voy a tratar entonces de recordar un cuento mío. Estaba dudando mientras me traían y me acordé de un cuento que no sé si ustedes han leído; se llama El Zahir. Voy a recordar cómo llegué yo a la concepción de ese cuento. Uso la palabra «cuento» entre comillas ya que no sé si lo es o qué es, pero, en fin, el tema de los géneros es lo de menos. Croce creía que no hay géneros; yo creo que sí, que los hay en el sentido de que hay una expectativa en el lector. Si una persona lee un cuento, lo lee de un modo distinto de su modo de leer cuando busca un artículo en una enciclopedia o cuando lee una novela, o cuando lee un poema. Los textos pueden no ser distintos pero cambian según el lector, según la expectativa. Quien lee un cuento sabe o espera leer algo que lo distraiga de su vida cotidiana, que lo haga entrar en un mundo no diré fantástico -muy ambiciosa es la palabra- pero sí ligeramente distinto del mundo de las experiencias comunes.
Ahora llego a El Zahir y, ya que estamos entre amigos, voy a contarles cómo se me ocurrió ese cuento. No recuerdo la fecha en la que escribí ese cuento, sé que yo era director de la Biblioteca Nacional, que está situada en el Sur de Buenos Aires, cerca de la iglesia de La Concepción; conozco bien ese barrio. Mi punto de partida fue una palabra, una palabra que usamos casi todos los días sin darnos cuenta de lo misterioso que hay en ella (salvo que todas las palabras son misteriosas): pensé en la palabra inolvidable, unforgetable en inglés. Me detuve, no sé por qué, ya que había oído esa palabra miles de veces, casi no pasa un día en que no la oiga; pensé qué raro sería si hubiera algo que realmente no pudiéramos olvidar. Qué raro sería si hubiera, en lo que llamamos realidad, una cosa, un objeto -¿por qué, no?- que fuera realmente inolvidable.
Ese fue mi punto de partida, bastante abstracto y pobre; pensar en el posible sentido de esa palabra oída, leída, literalmente in-olvidable, inolvidable, unforgetable, unvergasselich, inouviable. Es una consideración bastante pobre, como ustedes han visto. Enseguida pensé que si hay algo inolvidable, ese algo debe ser común, ya que si tuviéramos una quimera por ejemplo, un monstruo con tres cabezas, (una cabeza creo que de cabra, otra de serpiente, otra creo que de perro, no estoy seguro), lo recordaríamos ciertamente. De modo que no habría ninguna gracia en un cuento con un minotauro, con una quimera, con un unicornio inolvidable; no, tenía que ser algo muy común. Al pensar en ese algo común pensé, creo que inmediatamente, en una moneda, ya que se acuñan miles y miles y miles de monedas todas exactamente iguales. Todas con la efigie de la libertad, o con un escudo o con ciertas palabras convencionales. Qué raro sería si hubiera una moneda, una moneda perdida entre esos millones de monedas, que fuera inolvidable. Y pensé en una moneda que ahora ha desaparecido, una moneda de veinte centavos, una moneda igual a las otras, igual a la moneda de cinco o a la de diez, un poco más grande; qué raro si entre los millones, literalmente, de monedas acuñadas por el Estado, por uno de los centenares de Estados, hubiera una que fuera inolvidable. De ahí surgió la idea: una inolvidable moneda de veinte centavos. No sé si existen aún, si los numismáticos las coleccionan, si tienen algún valor, pero en fin, no pensé en eso en aquel tiempo. Pensé en una moneda que para los fines de mi cuento tenía que ser inolvidable; es decir: una persona que la viera no podría pensar en otra cosa.
Luego me encontré ante la segunda o tercera dificultad... he perdido la cuenta. ¿Por qué esa moneda iba a ser inolvidable? El lector no acepta la idea, yo tenía que preparar la inolvidabilidad de mi moneda y para eso convenía suponer un estado emocional en quien la ve, había que insinuar la locura, ya que el tema de mi cuento es un tema que se parece a la locura o a la obsesión. Entonces pensé, como pensó Edgar Allan Poe cuando escribió su justamente famoso poema El Cuervo, en la muerte hermosa. Poe se preguntó a quién podía impresionar la muerte de esa mujer, y dedujo que tenía que impresionarle a alguien que estuviese enamorado de ella. De ahí llegué a la idea de una mujer, de quien yo estoy enamorado, que muere, y yo estoy desesperado.

UNA MUJER POCO MEMORABLE
En ese punto hubiera sido fácil, quizás demasiado fácil, que esa mujer fuera como la perdida Leonor de Poe. Pero no decidí mostrar a esa mujer de un modo satírico, mostrar el amor de quien no olvidará la moneda de veinte centavos como un poco ridículo; todos los amores lo son para quien los ve desde afuera.
Entonces, en lugar de hablar de la belleza del love splendor, la convertí en una mujer bastante trivial, un poco ridícula, venida a menos, tampoco demasiado linda. Imaginé esa situación que se da muchas veces: un hombre enamorado de una mujer, que sabe por un lado que no puede vivir sin ella y al mismo tiempo sabe que esa mujer no es especialmente memorable, digamos, para su madre, para sus primas, para la mucama, para la costurera, para las amigas; sin embargo, para él, esa persona es única.
Eso me lleva a otra idea, la idea de que quizás toda persona sea única, y que nosotros no veamos lo único de esa persona que habla en favor de ella. Yo he pensado alguna vez que esto se da en todo, si no fijémonos que en la Naturaleza, o en Dios (Deus sirve Natura, decía Spinoza) lo importante es la cantidad y no la calidad. Por qué no suponer entonces que hay algo, no sólo en cada ser humano sino en cada hoja, en cada hormiga, único, que por eso Dios o la Naturaleza crea millones de hormigas; aunque decir millones de hormigas es falso, no hay millones de hormigas, hay millones de seres muy diferentes, pero la diferencia es tan sutil que nosotros los vemos como iguales.
Entonces, ¿qué es estar enamorado? Estar enamorado es percibir lo que de único hay en cada persona, eso único que no puede comunicarse salvo por medio de hipérboles o de metáforas. Entonces por qué no suponer que esa mujer, un poco ridícula para todos, poco ridícula para quien está enamorado de ella, esa mujer muere. Y luego tenemos el velorio. Yo elegí el lugar del velorio, elegí la esquina, pensé en la Iglesia de la Concepción, una iglesia no demasiado famosa ni demasiado patética, y luego al hombre que después del velorio va a tomar un guindado a un almacén. Paga, en el cambio le dan una moneda y él distingue en seguida que hay algo en ella -hice que fuera rayada para distinguirla de las otras. Él ve la moneda, está muy emocionado por la muerte de la mujer, pero al verla ya empieza a olvidarse de ella, empieza a pensar en la moneda. Ya tenemos el objeto mágico para el cuento. Luego vienen los subterfugios del narrador para librarse de esa que él sabe que es una obsesión. Hay diversos subterfugios: uno de ellos es perder la moneda. La lleva, entonces, a otro almacén que queda un poco lejos, la entrega en el cambio, trata de no fijarse en qué esquina está ese almacén, pero eso no sirve para nada porque él sigue pensando en la moneda.
Luego llega a extremos un poco absurdos. Por ejemplo, compra una libra esterlina con San Jorge y el dragón, la examina con una lupa, trata de pensar en ella y olvidarse de la moneda de veinte centavos ya perdida para siempre, pero no logra hacerlo. Hacia el final del cuento el hombre va enloqueciendo pero piensa que esa misma obsesión puede salvarlo. Es decir, habrá un momento en el cual el universo habrá desaparecido, el universo será esa moneda de veinte centavos. Entonces él -aquí produje un pequeño efecto literario- él, Borges, estará loco, no sabrá que es Borges. Ya no será otra cosa que el espectador de esa perdida moneda inolvidable. Y concluí con esta frase debidamente literaria, es decir, falsa: "Quizás detrás de la moneda esté Dios". Es decir, si uno ve una sola cosa, esa cosa única es absoluta. Hay otros episodios que he olvidado, quizás alguno de ustedes los recuerde. Al final, él no puede dormir, sueña con la moneda, no puede leer, la moneda se interpone entre el texto y él casi no puede hablar sino de un modo mecánico, porque realmente está pensando en la moneda, así concluye el cuento.

EL LIBRO DE ARENA
Bien, ese cuento pertenece a una serie de cuentos, en la que hay objetos mágicos que parecen preciosos al principio y luego son maldiciones, sucede que están cargados de horror. Recuerdo otro cuento que esencialmente es el mismo y que está en mi mejor libro, si es que yo puedo hablar de mejores libros, El libro de arena. Ya el título es mejor que El Zahir, creo que zahir quiere decir algo así como maravilloso, excepcional. En este caso, pensé antes que nada en el título: El libro de arena, un libro imposible, ya que no puede haber libros de arena, se disgregarían. Lo llamé El libro de arena porque consta de un número infinito de páginas. El libro tiene el número de la arena, o más que el presumible número de la arena. Un hombre adquiere ese libro y, como tiene un número infinito de páginas, no puede abrirse dos veces en la misma.
Este libro podría haber sido un gran libro, de aspecto ilustre; pero la misma idea que me llevó a una moneda de veinte centavos en el primer cuento, me condujo a un libro mal impreso, con torpes ilustraciones y escrito en un idioma desconocido. Necesitaba eso para el prestigio del libro, y lo llamé Holy Writ -escritura sagrada-, la escritura sagrada de una religión desconocida. El hombre lo adquiere, piensa que tiene un libro único, pero luego advierte lo terrible de un libro sin primera página (ya que si hubiera una primera página habría una última). En cualquier parte en la que él abra el libro, habrá siempre algunas páginas entre aquélla en la que él abre y la tapa. El libro no tiene nada de particular, pero acaba por infundirle horror y él opta por perderlo y lo hace en la Biblioteca Nacional. Elegí ese lugar en especial porque conozco bien la Biblioteca.
Así, tenemos el mismo argumento: un objeto mágico que realmente encierra horror.
Pero antes yo había escrito otro cuento titulado "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius". Tlön, no se sabe a qué idioma corresponde. Posiblemente a una lengua germánica. Uqbar surgiere algo arábigo, algo asiático. Y luego, dos palabras claramente latinas: Orbis Tertius, mundo tercero. La idea era distinta, la idea es la de un libro que modifique el mundo.
Yo he sido siempre lector de enciclopedias, creo que es uno de los géneros literarios que prefiero porque de algún modo ofrece todo de manera sorprendente. Recuerdo que solía concurrir a la Biblioteca Nacional con mi padre; yo era demasiado tímido para pedir un libro, entonces sacaba un volumen de los anaqueles, lo abría y leía. Encontré una vieja edición de la Enciclopedia Británica, una edición muy superior a las actuales ya que estaba concebida como libro de lectura y no de consulta, era una serie de largas monografías. Recuerdo una noche especialmente afortunada en la que busqué el volumen que corresponde a la D-L, y leí un artículo sobre los druidas, antiguos sacerdotes de los celtas, que creían -según César- en la transmigración (puede haber un error de parte de César). Leí otro artículo sobre los Drusos del Asia Menor, que también creen en la transmigración. Luego pensé en un rasgo no indigno de Kafka: Dios sabe que esos Drusos son muy pocos, que los asedian sus vecinos, pero al mismo tiempo creen que hay una vasta población de Drusos en la China y creen, como los Druidas, en la transmigración. Eso lo encontré en aquella edición, creo que el año 1910, y luego en la de 1911 no encontré ese párrafo, que posiblemente soñé; aunque creo recordar aún la frase Chinese druses -Drusos Chinos- y un artículo sobre Dryden, que habla de toda la triste variedad del infierno, sobre el cual ha escrito un excelente libro el poeta Eliot; eso me fue dado en una noche.
Y como siempre he sido lector de enciclopedias, reflexioné -esa reflexión es trivial también, pero no importa, para mí fue inspiradora- que las enciclopedias que yo había leído se refieren a nuestro planeta, a los otros, a los diversos idiomas, a sus diversas literaturas, a las diversas filosofías, a los diversos hechos que configuran lo que se llama el mundo físico. ¿Por qué no suponer una enciclopedia de un mundo imaginario?

UNA ENCICLOPEDIA IMAGINARIA
Esa enciclopedia tendría el rigor que no tiene lo que llamamos realidad. Dijo Chesterton que es natural que lo real sea más extraño que lo imaginado, ya que lo imaginado procede de nosotros, mientras que lo real procede de una imaginación infinita, la de Dios. Bueno, vamos a suponer la enciclopedia de un mundo imaginario. Ese mundo imaginario, su historia, sus matemáticas, sus religiones, las herejías de esas religiones, sus lenguas, las gramáticas y filosofías de esas lenguas, todo, todo eso va a ser más ordenado, es decir, más aceptable para la imaginación que el mundo real en el que estamos tan perdidos, del que podemos pensar que es un laberinto, un caos. Podemos imaginar, entonces, la enciclopedia de ese mundo, o esos tres mundos que se llaman, en tres etapas sucesivas, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. No sé cuántos ejemplares eran, digamos treinta ejemplares de ese volumen que, leído y releído, acaba por suplantar la realidad; ya que la historia que narra es más aceptable que la historia real que no entendemos, su filosofía corresponde a la filosofía que podemos admitir fácilmente y comprender: el idealismo de Hume, de los hindúes, de Schopenhauer, de Berkley, de Spinoza. Supongamos que esa enciclopedia funde el mundo cotidiano y lo reemplaza. Entonces, una vez escrito el cuento, aquella misma idea de un objeto mágico que modifica la realidad lleva a una especie de locura; una vez escrito el cuento pensé: "¿qué es lo que realmente ha ocurrido?" Ya que, qué sería del mundo actual sin los diversos libros sagrados, sin los diversos libros de filosofía. Ese fue uno de los primeros cuentos que escribí. Ustedes observarán que esos tres cuentos de apariencia tan distinta, "Tlön, Uqbar; Orbis Tertius", "El Zahir" y "El libro de arena", son esencialmente el mismo: un objeto mágico intercalado en lo que se llama mundo real. Quizás piensen que yo haya elegido mal, quizás haya otros que les interesen más. Veamos por lo tanto otro cuento:
"Utopía de un hombre que está cansado". Esa utopía de un hombre que está cansado es realmente mi utopía. Creo que adolecemos de muchos errores: uno de ellos es la fama. No hay ninguna razón para que un hombre sea famoso. Para ese cuento yo imagino una longevidad muy superior a la actual. Bernard Shaw creía que convendría vivir 300 años para llegar a ser adulto. Quizás la cifra sea escasa; no recuerdo cuál he fijado en ese cuento: lo escribí hace muchos años. Supongo primero un mundo que no esté parcelado en naciones como ahora, un mundo que haya llegado a un idioma común . Vacilé entre el esperanto u otro idioma neutral y luego pensé en el latín. Todos sentíamos la nostalgia del latín, las perdidas declinaciones, la brevedad del latín. Me acuerdo de una frase muy linda de Browning que habla de ello: «Latin, marble's lenguaje» -latín, idioma del mármol. Lo que se dice en latín parece, efectivamente, grabado en el mármol de un modo bastante lapidario. Pensé en un hombre que vive mucho tiempo, que llega a saber todo lo que quiere saber, que ha descubierto su especialidad y se dedica a ella, que sabe que los hombres y mujeres en su vida pueden ser innumerables, pero se retira a la soledad. Se dedica a su arte, que puede ser la ciencia o cualquiera de las artes actuales. En el cuento se trata de un pintor. Él vive solitariamente, pinta, sabe que es absurdo dejar una obra de arte a la realidad, ya que no hay ninguna razón para que cada uno sea su propio Velásquez, su propio Shakespeare, su propio Shopenhauer. Entonces llega un momento en el que desea destruir todo lo que ha hecho. Él no tiene nombre: los nombres sirven para distinguir a unos hombres de otros, pero él vive solo. Llega un momento en que cree que es conveniente morir. Se dirige a un pequeño establecimiento donde se administra el suicidio y quema toda su obra. No hay razón para que el pasado nos abrume, ya que cada uno puede y debe bastarse. Para que ese cuento fuese contado hacía falta una persona del presente; esa persona es el narrador. El hombre aquél le regala uno de sus cuadros al narrador, quien regresa al tiempo actual (creo que es contemporáneo nuestro). Aquí recordé dos hermosas fantasías, una de Wells y otra de Coleridge. La de Wells está en el cuento titulado "The Time Machine" -"La máquina del tiempo"-, donde el narrador viaja a un porvenir muy remoto, y de ese porvenir trae una flor, una flor marchita; al regresar él esa flor no ha florecido aún . La otra es una frase, una sentencia perdida de Coleridge que está en sus cuadernos, que no se publicaron nunca hasta después de su muerte y dice simplemente: "Si alguien atravesara el paraíso y le dieran como prueba de su pasaje por el paraíso una flor y se despertara con esa flor en la mano, entonces, ¿qué?"
Eso es todo, yo concluí de ese modo: el hombre vuelve al presente y trae consigo un cuadro del porvenir, un cuadro que no ha sido pintado aún. Ese cuento es un cuento triste, como lo indica su título: Utopía de un hombre que está cansado.


Jorge Luis Borges: El Milagro Secreto



EL MILAGRO SECRETO
JORGE LUIS BORGES

Y Dios lo hizo morir durante cien años y luego
lo animó y le dijo:
-¿Cuánto tiempo has estado aquí?
-Un día o parte de un día, respondió.


Alcorán, II, 261.



La noche del catorce de marzo de 1939, en un departamento de la Zeltnergasse de Praga, Jaromir Hladík, autor de la inconclusa tragedia Los enemigos, de una Vindicación de la eternidad y de un examen de las indirectas fuentes judías de Jakob Boehme, soñó con un largo ajedrez. No lo disputaban dos individuos sino dos familias ilustres; la partida había sido entablada hace muchos siglos; nadie era capaz de nombrar el olvidado premio, pero se murmuraba que era enorme y quizá infinito; las piezas y el tablero estaban en una torre secreta; Jaromir (en el sueño) era el primogénito de una de las familias hostiles; en los relojes resonaba la hora de la impostergable jugada; el soñador corría por las arenas de un desierto lluvioso y no lograba recordar las figuras ni las leyes del ajedrez. En ese punto, se despertó. Cesaron los estruendos de la lluvia y de los terribles relojes. Un ruido acompasado y unánime, cortado por algunas voces de mando, subía de la Zeltnergasse. Era el amanecer, las blindadas vanguardias del Tercer Reich
entraban en Praga.
El diecinueve, las autoridades recibieron una denuncia; el mismo diecinueve, al atardecer, Jaromir Hladík fue arrestado. Lo condujeron a un cuartel aséptico y blanco, en la ribera opuesta del Moldau. No pudo levantar uno solo de los cargos de la Gestapo: su apellido materno era Jaroslavski, su sangre era judía, su estudio sobre Boehme era judaizante, su firma delataba el censo final de una protesta contra el Anschluss. En 1928, había traducido el Sepher Yezirah para la editorial Hermann Barsdorf; el efusivo catálogo de esa casa había exagerado comercialmente el renombre del traductor; ese catálogo fue hojeado por Julius Rothe, uno de los jefes en cuyas manos estaba la suerte de Hladík. No hay hombre que, fuera de su especialidad, no sea crédulo; dos o tres adjetivos en letra gótica bastaron para que Julius Rothe admitiera la preeminencia de Hladík y dispusiera que lo condenaran a muerte, pour encourager les autres. Se fijó el día veintinueve de marzo, a las nueve a.m. Esa demora (cuya importancia apreciará después el
lector) se debía al deseo administrativo de obrar impersonal y pausadamente, como los vegetales y los planetas.
El primer sentimiento de Hladík fue de mero terror. Pensó que no lo hubieran arredrado la horca, la decapitación o el degüello, pero que morir fusilado era intolerable. En vano se redijo que el acto puro y general de morir era lo temible, no las circunstancias concretas. No se cansaba de imaginar esas circunstancias: absurdamente procuraba agotar todas las variaciones. Anticipaba infinitamente el proceso, desde el insomne amanecer hasta la misteriosa descarga. Antes del día prefijado por Julius Rothe, murió centenares de muertes, en patios cuyas formas y cuyos ángulos fatigaban la geometría, ametrallado por soldados variables, en número cambiante, que a veces lo ultimaban desde lejos; otras, desde muy cerca. Afrontaba con verdadero temor (quizá con verdadero coraje) esas ejecuciones imaginarias; cada simulacro duraba unos pocos segundos; cerrado el círculo, Jaromir interminablemente volvía a las trémulas vísperas de su muerte. Luego reflexionó que la realidad no suele coincidir con las previsiones; con lógica perversa infirió que prever un detalle circunstancial es impedir que éste suceda. Fiel a esa débil magia, inventaba, para que no sucedieran, rasgos atroces; naturalmente, acabó por temer que esos rasgos fueran proféticos. Miserable en la noche, procuraba afirmarse de algún modo en la sustancia fugitiva del tiempo. Sabía que éste se precipitaba hacia el alba del día veintinueve; razonaba en voz alta: Ahora estoy en la noche del veintidós; mientras dure esta noche (y seis noches más) soy invulnerable, inmortal. Pensaba que las noches de sueño eran piletas hondas y oscuras en las que podía sumergirse. A veces anhelaba con impaciencia la definitiva descarga, que lo redimiría, mal o bien, de su vana tarea de imaginar. El veintiocho, cuando el último ocaso reverberaba en los altos barrotes, lo desvió de esas consideraciones abyectas la imagen de su drama Los enemigos.
Hladík había rebasado los cuarenta años. Fuera de algunas amistades y de muchas costumbres, el problemático ejercicio de la literatura constituía su vida; como todo escritor, medía las virtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pedía que los otros lo midieran por lo que vislumbraba o planeaba. Todos los libros que había dado a la estampa le infundían un complejo arrepentimiento. En sus exámenes de la obra de Boehme, de Abnesra y de Flood, había intervenido esencialmente la mera aplicación; en su traducción del Sepher Yezirah, la negligencia, la fatiga y la conjetura. Juzgaba menos deficiente, tal vez, la Vindicación de la eternidad: el primer volumen historia las diversas eternidades que han ideado los hombres, desde el inmóvil Ser de Parménides hasta el pasado modificable de Hinton; el segundo niega (con Francis Bradley) que todos los hechos del universo integran una serie temporal. Arguye que no es infinita la cifra de las posibles experiencias del hombre y que basta una sola "repetición" para demostrar
que el tiempo es una falacia... Desdichadamente, no son menos falaces los argumentos que demuestran esa falacia; Hladík solía recorrerlos con cierta desdeñosa perplejidad. También había redactado una serie de poemas expresionistas; éstos, para confusión del poeta, figuraron en una antología de 1924 y no hubo antología posterior que no los heredara. De todo ese pasado equívoco y lánguido quería redimirse Hladík con el drama en verso Los enemigos. (Hladík preconizaba el verso, porque impide que los espectadores olviden la irrealidad, que es condición del arte.)
Este drama observaba las unidades de tiempo, de lugar y de acción; transcurría en Hradcany, en la biblioteca del barón de Roemerstadt, en una de las últimas tardes del siglo diecinueve. En la primera escena del primer acto, un desconocido visita a Roemerstadt. (Un reloj da las siete, una vehemencia de último sol exalta los cristales, el aire trae una arrebatada y reconocible música húngara.) A esta visita siguen otras; Roemerstadt no conoce las personas que lo importunan, pero tiene la incómoda impresión de haberlos visto ya, tal vez en un sueño. Todos exageradamente lo halagan, pero es notorio-primero para los espectadores del drama, luego para el mismo barón- que son enemigos secretos, conjurados para perderlo. Roemerstadt logra detener o burlar sus complejas intrigas; en el diálogo, aluden a su novia, Julia de Weidenau, y a un tal Jaroslav Kubin, que alguna vez la importunó con su amor. Éste, ahora, se ha enloquecido y cree ser Roemerstadt... Los peligros arrecian; Roemerstadt, al cabo del segundo acto, se ve en la obligación de matar a un conspirador. Empieza el tercer acto, el último. Crecen gradualmente las incoherencias: vuelven actores que parecían descartados ya de la trama; vuelve, por un instante, el hombre matado por Roemerstadt.
Alguien hace notar que no ha atardecido: el reloj da las siete, en los altos cristales reverbera el sol occidental, el aire trae la arrebatada música húngara. Aparece el primer interlocutor y repite las palabras que pronunció en la primera escena del primer acto. Roemerstadt le habla sin asombro; el espectador entiende que Roemerstadt es el miserable Jaroslav Kubin. El drama no ha ocurrido: es el delirio circular que interminablemente vive y revive Kubin.
Nunca se había preguntado Hladík si esa tragicomedia de errores era baladí o admirable, rigurosa o casual. En el argumento que he bosquejado intuía la invención más apta para disimular sus defectos y para ejercitar sus felicidades, la posibilidad de rescatar (de manera simbólica) lo fundamental de su vida. Había terminado ya el primer acto y alguna escena del tercero; el carácter métrico de la obra le permitía examinarla continuamente, rectificando los hexámetros, sin el manuscrito a la vista. Pensó que aun le faltaban dos actos y que muy pronto iba a morir. Habló con Dios en la oscuridad. Si de algún modo existo, si no soy una de tus repeticiones y erratas, existo como autor de Los enemigos. Para llevar a término ese drama, que puede justificarme y justificarte, requiero un año más. Otórgame esos días, Tú de Quien son los siglos y el tiempo. Era la última noche, la más atroz, pero diez minutos después el sueño lo anegó como un agua oscura.
Hacia el alba, soñó que se había ocultado en una de las naves de la biblioteca del Clementinum. Un bibliotecario de gafas negras le preguntó: ¿Qué busca? Hladík le replicó: Busco a Dios. El bibliotecario le dijo: Dios está en una de las letras de una de las páginas de uno de los cuatrocientos mil tomos del Clementinum. Mis padres y los padres de mis Padres han buscado esa letra; yo me he quedado ciego, buscándola. Se quito las gafas y Hladík vio los ojos, que estaban muertos. Un lector entró a devolver un atlas. Este atlas es inútil, dijo, y se lo dio a Hladík. Éste lo abrió al azar. Vio un mapa de la India, vertiginoso. Bruscamente seguro, tocó una de las mínimas letras. Una voz ubicua le dijo: El tiempo de tu labor ha sido otorgado. Aquí Hladík se despertó.
Recordó que los sueños de los hombres pertenecen a Dios y que Maimónides ha escrito que son divinas las palabras de un sueño, cuando son distintas y claras y no se puede ver quien las dijo. Se vistió; dos soldados entraron en la celda y le ordenaron que los siguiera.
Del otro lado de la puerta, Hladík había previsto un laberinto de galerías, escaleras y pabellones. La realidad fue menos rica: bajaron a un traspatio por una sola escalera de fierro. Varios soldados-alguno de uniforme desabrochado-revisaban una motocicleta y la discutían. El sargento miró el reloj: eran las ocho y cuarenta y cuatro minutos. Había que esperar que dieran las nueve. Hladík, más insignificante que desdichado, se sentó en un montón de leña. Advirtió que los ojos de los soldados rehuían los suyos. Para aliviar la espera, el sargento le entregó un cigarrillo. Hladík no fumaba; lo aceptó por cortesía o por humildad. Al encenderlo, vio que le temblaban las manos. El día se nubló; los soldados hablaban en voz baja como si él ya estuviera muerto. Vanamente, procuró recordar a la mujer cuyo símbolo era Julia de Weidenau...
El piquete se formó, se cuadró. Hladík, de pie contra la pared del cuartel, esperó la descarga. Alguien temió que la pared quedara maculada de sangre; entonces le ordenaron al reo que avanzara unos pasos. Hladík, absurdamente, recordó las vacilaciones preliminares de los fotógrafos. Una pesada gota de lluvia rozó una de las sienes de Hladík y rodó lentamente por su mejilla; el sargento vociferó la orden final.
El universo físico se detuvo.
Las armas convergían sobre Hladík, pero los hombres que iban a matarlo estaban inmóviles. El brazo del sargento eternizaba un ademán inconcluso. En una baldosa del patio una abeja proyectaba una sombra fija. El viento había cesado, como en un cuadro. Hladík ensayó un grito, una sílaba, la torsión de una mano. Comprendió que estaba paralizado. No le llegaba ni el más tenue rumor del impedido mundo. Pensó estoy en el infierno, estoy muerto. Pensó estoy loco. Pensó el tiempo se ha detenido. Luego reflexionó que en tal caso, también se hubiera detenido su pensamiento. Quiso ponerlo a prueba: repitió (sin mover los labios) la misteriosa cuarta égloga de Virgilio. Imaginó que los ya remotos soldados compartían su angustia: anheló comunicarse con ellos. Le asombró no sentir ninguna fatiga, ni siquiera el vértigo de su larga inmovilidad. Durmió, al cabo de un plazo indeterminado. Al despertar, el
mundo seguía inmóvil y sordo. En su mejilla perduraba la gota de agua; en el patio, la sombra de la abeja; el humo del cigarrillo que había tirado no acababa nunca de dispersarse. Otro "día" pasó, antes que Hladík entendiera.
Un año entero había solicitado de Dios para terminar su labor: un año le otorgaba su omnipotencia. Dios operaba para él un milagro secreto: lo mataría el plomo alemán, en la hora determinada, pero en su mente un año transcurría entre la orden y la ejecución de la orden. De la perplejidad pasó al estupor, del estupor a la resignación, de la resignación a la súbita gratitud.
No disponía de otro documento que la memoria; el aprendizaje de cada hexámetro que agregaba le impuso un afortunado rigor que no sospechan quienes aventuran y olvidan párrafos interinos y vagos. No trabajó para la posteridad ni aun para Dios, de cuyas preferencias literarias poco sabía. Minucioso, inmóvil, secreto, urdió en el tiempo su alto laberinto invisible. Rehizo el tercer acto dos veces. Borró algún símbolo demasiado evidente: las repetidas campanadas, la música. Ninguna circunstancia lo importunaba. Omitió, abrevió, amplificó; en algún caso, optó por la versión primitiva. Llegó a querer el patio, el cuartel; uno de los rostros que lo enfrentaban modificó su concepción del carácter de Roemerstadt. Descubrió que las arduas cacofonías que alarmaron tanto a Flaubert son meras supersticiones visuales: debilidades y molestias de la palabra escrita, no de la palabra sonora... Dio término a su drama: no le faltaba ya resolver sino un solo epíteto. Lo encontró; la gota de agua resbaló en su mejilla. Inició un grito enloquecido, movió la cara, la cuádruple descarga lo derribó.
Jaromir Hladík murió el veintinueve de marzo, a las nueve y dos minutos de la mañana.

1943

Jorge Luis Borges: POEMAS



EL ENAMORADO

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.

Debo fingir que en el pasado fueron
Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.

Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.

Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.


EL TRISTE

Ahí está lo que fue: la terca espada
del sajón y su métrica de hierro,
los mares y las islas del destierro
del hijo de Laertes, la dorada
luna del persa y los sin fin jardines
de la filosofía y de la historia,
el oro sepulcral de la memoria
y en la sombra el olor de los jazmines.
Y nada de eso importa. El resignado
ejercicio del verso no te salva
ni las aguas del sueño ni la estrella
que en la arrasada noche olvida el alba.
Una sola mujer es tu cuidado,
igual a las demás, pero que es ella.


LO PERDIDO


¿Dónde estará mi vida, la que pudo 
haber sido y no fue, la venturosa 
o la de triste horror, esa otra cosa 
que pudo ser la espada o el escudo 

y que no fue? ¿Dónde estará el perdido 
antepasado persa o el noruego, 
dónde el azar de no quedarme ciego, 
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido 

de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura 
noche que al rudo labrador confía 
el iletrado y laborioso día, 

según lo quiere la literatura? 
Pienso también en esa compañera 
que me esperaba, y que tal vez me espera.

viernes, junio 07, 2013

Roland Barthes: Astrología



ASTROLOGÍA
Roland Barthes

 
Según parece, en Francia el presupuesto anual de la "brujería" es de alrededor de trescientos mil millones de francos. Vale la pena, por ejemplo, echar un vistazo, sobre la semana astrológica de un semanario como Elle. Contrariamente a lo que se podría esperar, allí no se encuentra ningún mundo onírico, sino más bien una descripción estrechamente realista de un medio social preciso: el de las lectoras de la revista. Dicho de otro modo, la astrología —al menos en este caso— no es en absoluto apertura al ensueño, sino puro espejo, pura institución de la realidad.

Los rubros principales del destino (la suerte, el mundo exterior, el hogar, el corazón) reproducen escrupulosamente el ritmo total de la vida laboriosa. La unidad de esa vida es la semana, durante la cual, la "suerte" elige un día o dos.

Aquí la "suerte" es la parte reservada de la interioridad, del humor; es el signo vivido de la duración, la única categoría a través de la que se expresa y se libera el tiempo subjetivo. En lo demás, los astros no conocen otra cosa que un empleo del tiempo: el mundo exterior es el horario profesional, los seis días de la semana, las siete horas diarias de oficina o de tienda. El hogar, es la comida de la noche, el breve tiempo de velada antes de acostarse. El corazón es la cita a la salida del trabajo o la aventura del domingo. Pero entre estos "dominios", ninguna comunicación: nada que, de un horario al otro, pueda sugerir la idea de una alineación total; las prisiones son contiguas, se turnan pero no se contaminan. Los astros jamás postulan subversión del orden, sino que influyen en la semana respetuosos de la situación social y de los horarios patronales. 

Para la astrología el "trabajo" es el de empleadas, de dactilógrafas o de vendedoras: el microgrupo que rodea a la lectora resulta fatalmente el de la oficina o la tienda. Las variaciones impuestas, o más bien propuestas por los astros (pues esta astrología es teológicamente prudente, no excluye el libre albedrío), son débiles, jamás tienden a trastornar una vida. El peso del destino se ejerce únicamente sobre el gusto por el trabajo, el nerviosismo o la tranquilidad, la perseverancia o el abandono, los pequeños desplazamientos, las promociones indefinidas, la acritud o complicidad en las relaciones con los colegas y, sobre todo, la fatiga, ya que los astros prescriben con mucha insistencia y cordura dormir más, siempre más.

 

El hogar está dominado por problemas de humor, de hostilidad o de confianza del medio; con frecuencia se trata de un hogar de mujeres, donde las relaciones más importantes son las de madre e hija. La casa pequeñoburguesa aparece presente con toda fidelidad, con visitas de la "familia" diferenciada, por otra parte, de los "parientes políticos", a los que los astros no parecen tener en muy alta estima. Este ambiente es casi exclusivamente familiar y existen pocas alusiones a los amigos. El mundo pequeñoburgués está esencialmente constituido por parientes y colegas, no produce verdaderas crisis de relación, sólo pequeños enfrentamientos de humor y de vanidad. El amor es el del correo sentimental; es un "dominio" totalmente separado: los "problemas" sentimentales. Pero al igual que una transacción comercial, el amor conoce "comienzos prometedores", "errores de cálculo" y "mala elección". En este terreno la desdicha tiene escasa amplitud: en tal semana un cortejo de admiradores menos numeroso, una indiscreción, celos sin fundamento. El cielo sentimental sólo se abre en toda su dimensión frente a la "solución tan anhelada", el matrimonio, que, una vez más, es necesario que sea "conveniente". 

El único rasgo que idealiza ese pequeño mundo astral, muy concreto por otra parte, es el hecho de que jamás aparece el dinero. La humanidad astrológica se desliza sobre su salario mensual; el salario es lo que es, jamás se habla de él puesto que permite la "vida". Vida que los astros se encargan de describir, mucho más que de predecir; raramente se arriesga algo sobre el porvenir y la predicción siempre está neutralizada por el balanceo de los posibles: si hay fracasos, serán poco importantes; si hay rostros ensombrecidos, el buen humor de la lectora los alegrará; las relaciones fastidiosas resultarán útiles, etc. Y si su estado general debe mejorar, será como consecuencia de un tratamiento que usted habrá seguido, o quizás también gracias a la ausencia de todo tratamiento (sic). 

Los astros son morales, aceptan dejarse influir por la virtud: el ánimo, la paciencia, el buen humor, el control de sí, son requisitos permanentes frente a desengaños tímidamente anunciados. Y lo paradójico es que este universo del puro determinismo de pronto es domeñado por la libertad del carácter; la astrología es, ante todo, una escuela de voluntad. A pesar de todo, aunque las salidas propuestas sean pura mistificación, aunque se escamoteen los problemas de conducta, la astrología sigue siendo institución de lo real ante la conciencia de sus lectoras. No es vía de evasión, sino evidencia realista de las condiciones de. vida de la empleada, de la vendedora. 

Si no parece implicar ninguna compensación onírica, ¿para qué puede servir esta pura descripción? Sirve para exorcizar lo real, nombrándolo. En este sentido, la astrología se ubica entre los intentos de semialienación (o de semiliberación) que tienen por función objetivar lo real sin llegar a desmistificarlo. Otra de esas tentativas nominalistas es bien conocida: la literatura, que en sus formas degradadas no va más allá de contar lo vivido: astrología y literatura tienen la misma tarea como institución "retrasada" con respecto a lo real: la astrología es la literatura del mundo pequeñoburgués.

 

 

En Mitologías

Traducción: Héctor Schmucler

Imagen: Henri Cartier-Bresso

Vicente Fitta Cárdenas: POEMAS

VICENTE FITTA CÁRDENAS
(POEMAS)

DE LA E a LA H

Entre letras va mi barca
Flotando va el sentimiento
Galano se halla el momento
Historia que deja marca
Intangible como el viento.


IMÀGENES TRAS LA LETRA




Entre gritos de alegría
De los niños que hacen fiesta
Va inundando la floresta
De perfumes, de armonía.
Desde que comienza el día
De mil colores se esmera
Ha terminado la espera
El frío ha quedado atrás
Y llegó sin más ni más
La florida primavera
 




Tras la sombra de la duda
Que confunde y obsesiona
Voy buscando mi camino
Entre escombros del pasado
Acaso será mi destino
El vivir aprisionado
De un amor
Apasionado.
 
 

Interior dilema de existir
Existencia que plantea una duda
Duda que remite al ser
Ser para poder sentir
Sentir aquello que da vida
Vida que permite la razón
Razón que guía el pensamiento
Pensares desde mis adentros.

 
 
 
 
 

jueves, junio 06, 2013

Henri Michaux: La carta


Les escribo de un país en otro tiempo claro. Les escribo del país del manto y la sombra. vivimos desde hace mucho, vivimos en la Torre del pabellón a media asta. ¡Ah, verano! Verano envenenado. Y desde entonces el mismo día siempre, el día del recuerdo incrustrado...

El pez fuera del agua piensa en el agua todo lo que puede. Todo lo que puede, ¿no es natural? En lo alto de una cuesta se recibe una lanzada de pica. En seguida, toda una vida cambia. Un instante echa abajo la puerta del Templo.

Nos consultamos entre nosotros. Ya no sabemos. Nadie sabe más que el otro, nadie sabe. Aquel, perturbado. El otro confundido. Todos, desamparados. La calma se ha ido. La sabiduría no dura el tiempo de una inspiración. Dime, ¿quién si recibe tres flechazos en la mejilla se presentará con un aire desenvuelto?

La muerte se apoderó de algunos. La prisión, el destierro, el hambre, la miseria se encargaron de los otros. Nos atraversaron grandes sables de escalofrío, lo abyecto y lo solapado después nos atravesaron.

¿Quién en nuestra tierra recibe todavía el beso de la alegría hasta el fondo del corazón? // La unión del yo y el vino es un poema. La unión del yo y la mujer es un poema. la unión del cielo y la tierra es un poema pero el poema que nosotros hemos oído ha paralizado nuestro entendimiento.

En la pena demasiado grande nuestro canto no pudo proferirse. Detenido el arte de huella de jade. Las nubes pasan, las nubes de contorno de rocas,las nubes de contorno de duraznos; nosotros, parecidos a las nubes, pasamos repletos de las vanas potencias del dolor.

Ya no amamos al día. Aúlla. Ya no amamos la noche, atormentada por los cuidados. Mil voces para hundirnos. Ninguna voz para sostenernos. Nuestra piel se fatiga de nuestra cara descolorida.

El acontecimiento es grande. También la noche es grande perp ¿qué puede hacer? Mil astros de la noche no iluminan un solo lecho. Los que sabían ya no saben. Saltan con el tren, ruedan con la rueda.

"¿Quedarse uno en uno mismo?" ¡No lo sueñes! La casa del solitario no existe en la isla de los papagayos. En la caída se mostró la maldad. El puro no es puro. Muestra lo que tiene de obstinado, de rencoroso. Algunos se manifiestan en el chillido. Otros en lo esquivo. la grandeza no se manifiesta.

Ardor en secreto, adiós a la verdad, silencio de la baldosa, grito del apuñalado,la conjunción del reposo helado y los sentimientos quemantes ha sido nuestra conjunción y nuestra ruta la ruta del perro perplejo.
No nos reconocimos en el silencio, no nos reconocimos en el aullido, ni en nuestras grutas, ni en los gestos de los extraños. A nuestro alrededor el campo indiferente y el cielo sin intenciones.

Nos hemos mirado en el espejo de la muerte. Nos hemos mirado en el espejo del sello insultado, la sangre que corre, el impulso decapitado, nos hemos mirado en el espejo tiznado de la afrenta.
Hemos regresado a las fuentes verdosas.

Ivonne Moreno Uscanga: EL PASEO SUTIL DE UNA LIBÉLULA EN BARCO


EL PASEO SUTIL DE UNA LIBÉLULA EN BARCO…
GALA DE DOS PINCELES:
HURÍ BARJAU E HILDA VERDE

Ivonne Moreno Uscanga


Al estar frente a un trabajo plástico la automatización nos lleva a mirar. Con el ojo conectado a las emociones, la aceptación o rechazo suelen ser acciones casi inmediatas, no obstante ante cualquiera de las dos, debemos añadir reflexión.

Cuando dos discursos visuales nos acercan a un respiro, a un esparcimiento, a la naturaleza y a la revaloración poética ante una atmósfera viciada y plagada de contaminantes, por distintas causas, la temática exquisita y colorido se agradecen y por ende la aceptación de los mismos nos remiten a patrones paisajísticos y estéticos de diversa índole.

Hurí Barjau vuelve y nos envuelve en el sortilegio del trópico y la exuberancia. Tabasco se presenta en su obra, como rosario de cuentas verde-agua. Cada uno de sus motivos están suspendidos en el pretérito glorioso de los mayas, pisan fuerte en suelo de tierra mojada y canto de pájaro a bolas de fuego, recordándonos el Junio de los versos de Pellicer y la caricia candente de la brisa del Grijalva, sintaxis compositiva al mismo tiempo frágil como alas de libélula.

Aferrada también a este insecto emblemático Hilda Verde, permea en su más reciente obra un código detallado de colores, una aventura hacia un jardín personal al cual hoy, nos deja entrar. Hilda ha superado sus propias expectativas en la pintura, no nada más expone sino urga en el espacio donde los creadores entran en plena comunión consigo misma y con los demás, argumentando a seres alados: mariposas, ángeles y libélulas, prólogo de fábula de un figurativismo sutil puente entre lo real- maravilloso y lo artesanal.



Hurí- Hilda, Barjau- Verde hoy, subidas en un barco-velero, escriben una égloga a los fundamentos de la libertad y del amor, entrada a la puerta del erotismo a guisa AkiroYosano:

Viniste al fin y por eso dejé ir a las libélulas

Que conservaba cautivas entre mis cinco dedos

Este atardecer de otoño…..

Solo agregaríamos…en las dos manos, manos de mujeres artistas, este instante cálido de verano.


Con tales antecedentes recibimos a Hurí Barjau y Hilda Verde, realizadoras plásticas ruidosas, pues le dan mucho sonido y color a las H de sus nombres.

Hurí Barjau trabajadora incansable en el terreno artístico ha expuesto en las galerías del INBA, en Casa de Cultura de Veracruz, Puebla, Villahermosa, Tlaxcala y Guadalajara y en el extranjero en Servia, Holanda, Alemania y en Huesca España.

Hurí también impartió clases de pintura en la Universidad Villa Rica, ahora del Valle de México.

Ella describe esta obra como mujer y vuelo, avivados en fuego y color…elementos cuyo periplo inicia en un barco de papel, trashumante, intencionado a dejar estelas matutinas como himno al sol en su proa y huellas de pasión en su popa en el ocaso.

Hilda Verde cuenta con 14 4xposiciones en su currículo plástico, donde hay colectivas e individuales: WTC en la zona conurbada, en los municipios de Alvarado, Veracruz en los circuitos de galerías Ivec y en los estados de Puebla y Tlaxcala.

Respecto a lo más reciente de su obra, Hilda, comenta: Los morados y los lilas manifiestan nostalgias y trasmutaciones y con los verdes y turquesas, esperanzas, sueños y anhelos, todo ello dirigido no solo a la vista del espectador, sino a su ánimo.

Hurí- Hilda, Barjau- Verde nos asoman a nuevas connotaciones del color, tal como lo hiciera en literatura Elena Garro, en su fantástico cuento SEMANA DE COLORES:



Domingo: rojo oscuro pues Lujuria y Largueza

Lunes: Azul: gula y humildad

Martes: Amarillo, abstinencia y avaricia

Miércoles: Verde, envidia y paciencia

Jueves: Anaranjado: cólera y malestar

Viernes: Morado: orgullo y diligencia

Sábado: Rosa, la pereza

Pero ellas, agregan a los colores, alas transparentes como las libélulas…..











domingo, junio 02, 2013

Alicia Dorantes: Sobre la matanza de Ballenas


Un magnate, comida para perros y matanza de ballenas
Alicia Dorantes‏

Sólo después de que el último árbol sea cortado.
 Sólo después de que el último río sea envenenado.
Sólo después de que el último pez sea apresado.
 Sólo entonces sabrás que el dinero no se puede comer.
 Profecía india

 

Más que en ningún otro momento de la historia, la humanidad se halla en una encrucijada.
Un camino conduce a la desesperación absoluta; el otro, a la extinción total.
Quiera Dios que tengamos la sabiduría de elegir correctamente.

Woody Allen

 

Tiempo atrás, visitamos Brasil. Entre las increíblemente bellas playas Río de Janeiro, existe una recóndita y misteriosa. La llaman la “Playa Roja”. La conocí durante un admirable atardecer tropical, en que el sol, casi oculto, teñía al cielo, al mar, al mundo, con un tinte rojo... rojo como la sangre. Pensé simplista y románticamente que éste maravilloso tono crepuscular, era lo que habría bautizado a la playa. Estaba equivocada. El guía, nos comentó con un dejo de vergüenza humana, que “fue precisamente ese color de la sangre de cientos de ballenas ahí sacrificadas, la que bautizó el lugar”. Ahora, he recibido un nuevo correo electrónico. Me lo envía Avaaz, y dice textualmente:

«Queridos amigos y amigas: En Islandia, un hombre está a punto de empezar una nueva cacería de ballenas con arpones, para trocearlas (partirlas en trozos) después, y enviar su carne a Japón ¡para producir comida para perros!

La mejor manera de impedir esta masacre es señalar con el dedo al Primer Ministro Holandés, que está permitiendo el tráfico de carne de ballena a través del puerto de Rotterdam, para que rechace estos sangrientos cargamentos. Si los cazadores de ballenas no pueden vender su carne, podemos frenar la caza antes de que empiece. En pocos días se pondrán manos a la obra. Firma ahora y díselo a todos tus conocidos.

¿Cuáles son las ballenas de aleta*? son unas gigantescas y mágicas criaturas marinas, pero que en pocos días, un magnate islandés y su grupo de amigotes se lanzarán a masacrar más de 180 ejemplares de esta especie que está en peligro de extinción. Se trata de su hobby veraniego: cazarlas con arpón y después a través de Holanda, enviar su carne a Japón para que se convierta en comida para perros.

Pero aún hay una posibilidad de evitar la carnicería antes de que empiece, ya que no es posible atracar en cualquier parte del mundo, un barco lleno de cadáveres de ballenas capturadas ilegalmente. Alemania y Finlandia se han negado a permitir este comercio vergonzoso. Ahora Holanda se ha convertido en la pieza clave. Son conocidos por tratar de mantener su reputación como país respetuoso con el medioambiente, y desean con todas sus fuerzas que este comercio sangriento no acapare las portadas de todo el mundo. Pero si lanzamos la voz de alarma y pedimos que las autoridades holandesas impidan que la carne de ballena se transfiera desde su puerto, podemos evitar la masacre!

Tenemos que actuar ya. Los barcos balleneros están preparados para zarpar en pocos días. Firma ahora y dile a todo el mundo que se una a esta acción. Construyamos una campaña de un millón de firmas para el Primer Ministro holandés, Mark Rutte, advirtiéndole que crearemos una verdadera tormenta mediática, colocando figuras de ballenas gigantes enfrente de su oficina a menos que se niegue a autorizar el tránsito desde los muelles holandeses.

Estas majestuosas criaturas son el segundo animal más grande de la tierra. Pueden crecer hasta alcanzar el tamaño de tres autobuses y se deslizan a través del agua a la velocidad del rayo. Su increíble mezcla de elegancia, velocidad y potencia les ha valido el apodo de “galgos marinos”.

Desgraciadamente, balleneros como Kristjan Loftsson, han masacrado cientos de miles, y más del 70% de la población global ha sido borrada del mapa. Desde que se aplicaron las prohibiciones decretadas por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas y la Comisión Internacional Ballenera, su población se ha incrementado significativamente. Ahora podemos ayudarlas si evitamos que sean masacradas para alimentar a los perros japoneses.

Conseguir que Holanda se niegue a permitir que el sanguinario cargamento de Loftsson haga escala en Rotterdam es la mejor manera de impedir que la caza siga adelante, dado que sentará un precedente para el resto de puertos europeos. Hasta la fecha, Holanda le ha permitido seguir con la matanza impunemente. Expongámosles a la opinión pública y frenemos la carnicería. Firma la petición y compártela con todo el mundo: paremos la matanza antes de que el primer arpón alcance a una ballena.

Los miembros de Avaaz han conseguido grandes éxitos batallando para proteger la biodiversidad, desde la oposición al comercio con marfil tpmado de rinocerontes y elefantes, hasta la prohibición de los pesticidas que están acabando con las abejas. En 2010 nuestra comunidad jugó un rol central consiguiendo que la moratoria sobre pesca comercial ballenera permaneciera intacta. Paremos esta horrible cacería en nuestra búsqueda por un mundo más humano. Con esperanza, firman:

 Pascal, Lisa, Oliver, Alice, Ricken, Allison, David, Alaphia y todo el equipo de Avaaz.

http://www.avaaz.org/es/days_to_stop_the_whale_slaughter_global/?bGHloab&v=25286

PD. ¡Muchas campañas de Avaaz son creadas por miembros de nuestra comunidad! Empieza una ahora y consigue cambiar la realidad a nivel local, nacional o global en cualquier asunto: http://www.avaaz.org/es/petition/start_a_petition/?bgMYedb&v=25181

Más Informacion: Polémica en Japón por comida de mascotas de carne de ballena (BBC): http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2013/05/130529_ultnot_japon_polemica_comida_mascotas_men.shtml. Carne de ballena enlatada para perros a la venta en Japón (El País):

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2006/02/10/actualidad/1139526005_850215.html

Sacrificarán casi 200 ballenas para convertirlas en comida para perros (Telesur):


Intencionalmente he dejado las direcciones a las cuales puedes dirigir tu SOS para salvar animales inocentes, que ningún mal hacen a nadie y que de no parar esta cruel masacre, en poco tiempo habrán desaparecido de la faz de la tierra, igual que como lo han hecho, en los últimos diez años:

1.- El pájaro carpintero imperial, originario de México y el sur de Estados Unidos.

2.- El tigre de la isla de Java.

3.- La rana de Australia, que era el único animal conocido capaz de incubar sus huevos en su estómago. El descubrimiento de esta especie de rana que criaba a sus hijos dentro de su estómago, asombró al mundo de la ciencia. Cuando la hembra fue encontrada en 1973 al sureste de Queensland, Australia, se observó que ella daba a luz crías vivas por su boca. Se extingió en 1980.

4.- El tigre del Caspio, Originario de Medio Irak, Iran, Afganistan y Asia Central. Su área de distribución original abarcaba la península de Anatolia, el Cáucaso, el Kurdistán, norte de Irak e Irán, Afganistán y gran parte de Asia Central hasta Mongolia. Se extinguió en 1980.

5.-El coquí dorado Originario de Puerto Rico, fue descubierto y descrito por primera vez en el año 1976. Se incluyó en la lista de especies en peligro de extinción en el 1977. Era la única especie de rana en el Nuevo Mundo que era ovovivípara, esto es, que pare las crías vivas. Los huevos se desarrollaban dentro del oviducto de la hembra, hasta que luego las ranitas ya formadas emergen de la abertura genital (cloaca).

6.- El pato de las marianas, ubicadas en Oceania y desaárecido en 1981.

7.- El jambato negro, que habitaba n los bosques ahora talado de ecuadro. Desapareció en 1988.

8.- El sapo dorado: originario de Costa Rica y desaparecido desde 1989.

9.- El bucardo, Originario de España y Portugal. El día 5 de enero del año 2000 murió el último bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica) que vivía en España. Esta subespecie de cabra montés ibérica, estaba en peligro de extinción desde principios del siglo XX, debido sobre todo a la caza excesiva. Junto con el Mueyu o cabra montés portuguesa (Capra pyrenaica lusitanica),
que se extinguió en 1892, es una de las dos subespecies de cabra montés que ha sido exterminadas
10.- El delfin de rio chino o baiji, cuyo fin se ha atribuido a la sobrepesca, a la construcción de represas, a la degradación ambiental y a las colisiones de embarcaciones con estos animales. Se extingió en el 2006. Sí, en los últimos l0 años, l0 especies de aninales se han extinguido. Trabajemos por conservar las que aún nos quedan.  que se extinguió en 1892, es una de las dos subespecies de cabra montés que ha sido exterminadas. Trabajemos por conservar las que aún nos quedan.