PADRE
Alicia Dorantes
He dejado padre mío,
sobre tu pétreo sepulcrodos insulsos libros,
que ayer escribí;
los dejé sin forro,
sin pasta,
con las hojas blancasexpuestas al viento,
caladas por lluvia,
besadas por el sol.
Y me han llamado tonta
por así dejarlos…mas no supe cómo
enviarte mis palabras
hasta donde tú estás.
Le he pedido al viento
que te cuente suave, suave y dulcemente
de tus niños enfermos,
sus madres marchitas,
la pobreza que taladra
y de un mundo desigual,
enormemente injusto.
He rogado a la lluvia
disuelva mis palabraspara que así,
mezcladas
con la tierra que te abraza,
se cuelen en silencio hasta
donde tú estás…
esa tierra negra
que amaste,
y a la que te entregaste
de verdad…
El sol refulgente
del universo parteMe ha prometido
penetrar sus rayos
luminosos y ardientes
y llevarte con ellos
mi mensaje de amor.
Aun cuando todo esto
resulte innecesario:
sé bien padre querido
que desde que partiste,
tu espíritu me toca…
Y si guardo silencio
escucho tu risa,
sonora,
vivaracha,
alegre como un niño,
sé entonces padre mío
que nunca te has marchado
y así puedo encontrarte
en la noche más negra,
en la luz de la estrella,
en el cáliz profundo
de las azucenas
y los alcatraces
o en el canto sonoro
del pardo cenzontle…
Quédate ahí,
saberlo es mi consuelo
¡No te marches por favor!
El mundo, hoy más que nunca
necesita de hombres
y mujeres buenas,
honrados,
decentes
a carta cabal…
No te marches padre,
háblame en la aurora
o en el rojo ocaso,
que dormida o despierta
escucho tu voz…
No te vayas padre…
Espera,
que quizá muy pronto,
partamos los dos…
OTOÑO de 2011
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