Los tristes colores de la primavera
Alicia Dorantes
La primavera es como un espejo, sólo
que el mío tiene una esquina rota.
Mario
Benedetti
Primavera
recién nacida, hoy te envuelves en pañales de contaminación.
Hemos salido de viaje. Huimos del turismo que en los
días “Sacros” abarrotan Veracruz. Sí, huimos de su mundanal barrullo; de las
pilas de basura que nos heredan; de su música estridente; de sus cantinas
ambulantes y sus ríos de alcohol; de su violencia in crescendo.
Tomamos la nueva carretera que conduce a la Capital
del país: ayer la Gran Tenochtitlan, hoy la ciudad de México. Sólo que nuestro
destino era Tlaxcala. Abandonamos la carretera que cruza Xalapa; y olvidamos
también la que serpenteando las cumbres de Maltrata nos pasea por los volcanes mexicanos:
el Pico de Orizaba, en náhuatl Citlaltépetl: el cerro de la estrella, la
Malinche, el Popocatépetl: “la montaña que humea”, y el Iztaccíhuatl “la novia
blanca del Popocatépetl”… el viejo Goyo, el Goyo rezongón. Ahora tomamos una
nueva y excelente carretera que se desliza sin sentir, en medio de ambos
caminos.
Es una hermosa autopista: nos muestra a la derecha, poblados
como Xilotepec, Chiconquiaco, Coacoatzintla y más allá, Naolinco y sus
cascadas. El espectáculo es inmejorable… cuando lo percibimos de lejos, porque
cuando nos acercamos a él, la vista duele. Duele porque el verde primavera ha
mutado al café de la sequía; de la sequía extrema; de la que acerca a la muerte
la tierra de hoy, de sus cultivos, de su ganado, pronto, muy pronto. Los verdes
pinos que un día vistieron el paisaje, han sido y siguen siendo talados. Desaparecieron…
El genio del mal, los arrancó, al igual que los encinos que alimentaron a los
ciervos, ayer existentes…
Las milpas antes frondosas coronadas por doradas
espigas, son sólo remedos del ayer. Su tamaño se redujo a la mitad, y todas sin
excepción, abortaron a sus hijuelos: los deliciosos elotes o el dorado maíz,
alimento ancestral de nuestro pueblo.
Los zacatales del camino, primero verdes y floridos,
se tornaron solamente verdes, más tarde de color café… Hoy, son negros como el
humo, como fuego consumido ¿por qué? Porque sucumbieron a un incendio tras
otro.
Sí. Todo lo que ayer fue verde vida, hoy está quemado.
Muerto. Sobreviven algunos magueyes, más grises que verdes y de secos cogollos.
La faz de la tierra duele. Duele su sequía; sus muchas heridas: las cuarteaduras.
Es una tierra agonizante por falta de agua, de cuidado… De amor.
El aire despiadado juega en la planicie formando uno,
tres, diez o veinte remolinos con la tierra suelta de la superficie.
En las orilla de la carretera, de vez en vez, nace
algún cardo blanquecino ¿Símbolo de esperanza? o quizá una aurea margaritilla
remembranza de alegrías pasadas… pero pinos, cipreses, y ocotes… esos… son cada
día menos…Cada día más ralos.
Los colores de esta primavera, son diferentes a los
colores que tuvieron las primaveras de mi muy remota infancia... cuyos matices eran símbolos de vida
Alicia Dorantes
1-lV-2013