Nadie estaría dispuesto para una segunda mano de mitos y mitotes, excepto por los niños que se traen y nos vuelven a la infancia.
-Michael Jackson sí quiere a todas sus admiradoras -comenté una noche a la hora de cenar -pero siempre conserva un sentimiento especial para aquellas que comen su chayote.
Su fiel devota se tragó mi historia fácilmente, además del chayote.
-¿Sabes por qué Michael Jackson ahora es blanquito? -dije al siguiente día en el desayuno -¡pues porque toma grandes cantidades de leche!
Su fan de escasos seis años me muestra una enorme sonrisa entornada de bigote líquido. El problema posterior es qué demasiado énfasis sobre Michael Jackson también ejerce una presión invulnerable en contra de mí.
-Papá, si sabes tanto de Michael Jackson...¿por qué no me llevas a su casa?
-Me gustaría, pero lo malo es que él vive en Estados Unidos...
-¡Pues vamos en el coche!
-¿Y qué le vas a decir cuando lo veas?...¿Gracias por ayudarme a conocer los chayotes?
-No, yo creo que me desmayaría...
-Bueno, no quisiera que te pasara eso...
-Es un decir, papá...no me desmayaría de deveras, pero sí me pondría loquita.
-Tampoco me basta. Yo quiero que mantengas todo tu sano juicio para que, cuando pasen de moda sus discos, te comas tus chayotes...
Tengo el uso del cinturón, pero mi papá tampoco me pegó. Como el agresivo abogado que solía ser, él se levantaba de la mesa y decía con sutileza draconiana: “¿No te vas a comer ese bisteck de hígado? ¡Muy bien, en este instante le voy a hablar a Donato Meza, a la Inspección de policía, para que mande unas patrullas por ti!”. Al ver girar el disco del teléfono, ya me imaginaba la escena inmediata: varias patrullas rodeando la casa y un oficial indicando con un alto parlante, “¡Niño, sal con las manos en alto!”. Este tormento mental terminó, el mismo día que me compuse de valor y contesté: “¡Beat it!”.
La dialéctica, aún repetida como disco rayado, nunca será verdad.
(tomado del libro GOO GOO GOO JOB, a modo de homenaje)
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