De Toros y Toreros
Carlos Cano:
Fotografía
Daniel Noriega:
Pintura
Moisés Avendaño:
Escultura
Por Ivonne
Moreno Uscanga
Los patrones culturales
fundamentados en ritos y celebraciones son múltiples en cuanto a la riqueza de
prácticas y polisemia de contenidos. Los toros fueron dentro de varias etnias
del Mediterráneo, como la cretense y la ibérica, manifestaciones de tributo y de
ideología alusiva a la fuerza. Esta como ablución a la naturaleza , así como pasión
en lo referente a sexualidad humana, convergente con los dioses.
La mitología griega se
encargó de tejer una de las más vesánicas historias acerca de la existencia de
un hombre-toro, el MINOTAURO. Quimera producto de las relaciones amorosas entre
Pasifae y un toro blanco enviado a la misma por Poseidón, como trama seductiva y de castigo a Minos rey
de Creta, quién lo encerró en un laberinto creado por Dédalo.
Cada nueve años siete
jóvenes y siete doncellas se entregaban al Minotauro en señal de saciedad,
hasta la aparición de Teseo, cuya protección otorgada por Ariadna, a través de
una bola de cordel, amparó al héroe para el exterminio de lo simbolizado:
brutalidad y los bajos instintos en el género humano.
Otro aspecto también de la
historiografía micénica ubica al toro en estigma de lucha y vigorosidad. El
arte de la isla de Creta muestra en hermosos murales a mujeres-toreras, con los
senos desnudos, en acciones lúdicas plasmadas de un fuerte erotismo. Asimismo
los ibéricos realzan en imponentes esculturas de piedras, donde los toros se
tornan en esa pendiente de rudeza y valor. Años posteriores al cristianismo
conceptualizarán al toro alado como emblema del apóstol Lucas y el siglo XVIII,
la costumbre de la rejonería y la fiesta brava en España cimientan los inicios
de la tauromaquia. Pretexto plástico para el genio universal Francisco Goya,
aragonés inmortalizador de la eclosión de las luces y el enfrentamiento entre
el toro y el hombre como un acto cruento de dolor, sangre y muerte.
Pablo Picasso avala en su
vasta producción artística al toro como el cruce entre las crisis interiores
del hombre: la idiosincrasia y lo inteligible buscando resolver en la
inmediatez de la piel y los sentidos a la ponderación de la creatividad humana.
De este modo hallamos los antecedentes de un animal cuya caracterización
cristaliza en una dicotomía existencial, la de la fantasía plástica y la de la
conservación y protección de su especie. En la primera categoría, se plasma el
ingenio y dinamismo de 3 propuestas de realizadores plásticos veracruzanos cuya
composición en técnicas distintas nos posibilitan a reencontrarnos con ese
pasado mágico, hoy exhibido para ustedes en el 25 aniversario del IVEC:
Carlos
Cano:
su lente y propuesta resultan tendientes a la tecnología por un lado y la candidez
de lo figurativo por otro. Sin descuidar su objetivo por lo “grato” y tocado
por la columna ancestral de Veracruz, se asoma a vetas perpendiculares de la
cotidianeidad, sin soslayar la cultura local: la belleza de la entidad y su
gente. No obstante en ésta ocasión, hace un paréntesis plástico y aborda al
toro en primer plano, importándole la fauna como sentencia de vida. Carlos Cano
expone la grafía del animal, por la gala de su condición. En sus composiciones,
la demostración de los campos ópticos giran por medio del imponente animal,
algunas veces brioso, otras muerto, otras como moderno torero- minotauro, en su
propuesta se lee, “sin toro no hay corrida, ni poesía ni tarde, ni plaza”.
Daniel
Noriega, resulta más apegado a la transición mítica hombre-toro.
Su discurso es pendular entre la tendencia híbrida, no obstante la figura
predomina ante lo abstracto. Para el pintor la singularidad del sentir bravío,
es contienda implicada en la jerga y contacto de dos fuerzas: el animal y el observador. La propuesta de Noriega se enviste
de una tregua suspicaz, polivalente a la tipología taurina, pero siempre impregnada
de cierta lascivia, con coyunturas de repliegues sensuales y deseosos, sus
enunciados plásticos cargados de consecuencias carnales instintivas son
espacios aprovechables para su imaginación con las cuales él podrá desplazar
por medio de empastes y oleos, propósitos de enorme ímpetu. Los amarillos,
negros, grises, rojos para Noriega son las recurrencias a una latencia: la
líbido ante la razón. La composición de Noriega sin embargo no está exenta de
la religiosidad de la ronda del torero, antes de enfrentarse contra el toro,
santiguarse antes de salir para cerrar el rito: brindarse a la muerte, con
pasional cordura.
Moisés
Avendaño, presenta el conjunto de obra más conciliador, de la cual
controversia: toro-fiesta de luces, decrepitud-gloria, sufrimiento-clímax, tan
celebrada en sociedades como la española y la nuestra. La carga emotiva de
Avendaño se centra en el sello particular de su personalidad: la constancia. La
tenacidad en la obra del escultor es loable y se comprende en lenguaje notorio
de la materia prima con al cual se connota, la madera. La propuesta de Moisés
además de sutil es vertiginosa. El trabajo de la talla y los golpes del marro,
distinguen la mesura de un expositor preocupado por la ubicuidad.
Avendaño también juega con los terrenos figurativos y
abstractos en la medida de la concatenación de su objeto plástico, en este caso
la liturgia del hombre y el toro, la plaza y la ululación del público sediento
de espectáculo y simultáneamente ignorante de lo verdaderamente vencedor.
Avendaño se entrega en un proceso de prestidigitador, pone balanza a las faenas
del torero, las verónicas, las bullangueras, los volapiés, los pases a
elegancia de buenos capotes para exteriorizar, en rimas de alto lirismo y
gubia, enunciados de alto impacto propositivo.
El acercamiento al universo
de la tauromaquia por parte de Carlos Cano, Daniel Noriega y Moisés Avendaño es
original y valida desde la perspectiva de su fundamentación plástica,
metodológica y documental. Los tres toman en cuenta los factores indispensables
para invitarnos a la fotografía, pintura y escultura con la finalidad de
incluirnos como degustadores y parte de
su lúdica, al incluirse ellos mismos como toreros, como si se mimetizaran en las
elegías y versos de Federico García Lorca; en la prosa de Ernest Hemingway y en
la música de Agustín Lara.
Cano-Noriega – Avendaño ayer
: Al toro por los cuernos ,
hoy DE TOROS Y TOREROS
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