GRADO: PRIMARIA
La familia.
Cynthia Rosas Pegueros.
Todo niño necesita de amor, cariño, felicidad… pero la necesidad más grande es la familia.
Silvia era una niña de nueve años que no conocía estos sentimientos porque no tenía una familia, ya que sus padres fallecieron en un accidente; y al único que en verdad tenía era su tío paterno que vivía en el puerto de Veracruz con su esposa e hijos.
Silvia extrañaba los abrazos y besos que su madre le daba antes de dormir, su desayuno hecho con mucha delicadeza y amor, cada vez que se enfermaba o en los momentos más difíciles en su vida, ahí, a lado suyo, se encontraban sus padres, quiénes eran sus únicos amigos que sabía que la iban a querer a pesar de lo que pasara. Ella decidió irse del pueblo para poder vivir con su tío siempre y cuando ellos aceptaran, si no, podrían mandarla a un orfanato y Silvia no quería estar ahí.
Saliendo de su pueblo se encontró con un viejito que le preguntó: - ¿A dónde te diriges niñita si se pudiera decir?. Silvia contestó: -Me dirijo al puerto de Veracruz, el señor le respondió: -¿No crees que está muy lejos?. Son dos kilómetros, además, está peligroso el camino. –No importa, no tengo miedo porque llevo a mi perrita Kitty y sé que mis papás, que están en el cielo, me cuidan. Dijo Silvia.
-Si tú quieres, te puedo dar varios consejos para evitar uno que otro riesgo que te encuentres, pero cada consejo te costará una moneda.
-Está bien. Sólo quiero que me diga dos consejos porque no me quiero gastar las otras monedas, ya que las usaré para pagar el camión y la comida.
El primer consejo es: más vale camino real que por vereda, es decir, que aunque tengas prisa de llegar a un determinado lugar, evita usar atajos y el segundo es: ve, oye y calla, es decir, si ves o escuchas que están planeando algo inadecuado o están hablando cosas que no te interesan, sólo calla para que así te evites problemas.
Silvia le dio lo que correspondía al señor y así empezó su trayectoria; después de una larga hora se encontró con dos caminos: uno largo y uno corto, así que se decía: ¿por cuál camino me iré?. Y así estuvo bastante rato, hasta que pensó en el primer consejo y decidió irse por el camino largo. Minutos después se escucharon unos disparos de aquel camino corto. Silvia dijo: -¡Qué bueno que el señor me dio ese consejo, si no, qué nos hubiera pasado a Kitty y a mí.
Sólo nos falta una hora y llegamos, sabes, tengo hambre y el siguiente pueblo está a veinte minutos; Silvia siguió caminando cuando dice: - Shhhh!!!!. No ladres Kitty. Más adelante de nosotros están dos hombres, ¿serán malos?. Y si les pregunto, qué tal si ellos también se dirigen a la ciudad, ¿o no?, ¿qué hago?, y así se la pasó pensando, cuando empieza a recordar el segundo consejo que le dio el señor, así que mejor se quedó callada hasta que los hombres se detuvieron en un rancho. Silvia y su perrita comenzaron a correr hasta quedarse sin aliento, al fin llegaron al pueblito y se quedaron a comer.
¡Al fin llegamos!. Ahora sólo hay que comprar el boleto y esperar el camión, después de cinco minutos. ¡Levántate Kitty!. Allá viene el autobús. Silvia, por una parte quería seguir viviendo en su pueblo porque ahí estaban todos sus recuerdos. Luego de un buen largo camino llegaron, después tomaron otro carro para llegar a la casa de su tío. Al fin llegaron, tocó el timbre y le abrió la puerta su tía, esposa de Juan, su tío.
Llegó y saludó a todos, sentía pena porque jamás había estado en una casa tan elegante como ésa y se le podía notar en el rostro lo que sentía.
Le explicó todo a sus tíos y lo que pasaría si no se quedaran con ella. Juan y su esposa Jazmín lo pensaron y le dijeron que sería un honor recibirla como parte de esa familia. Silvia se hizo amiga de su hermana y su hermano postizo, por decirse así, porque si decimos hermanastra se escucharía feo.
Silvia compartía cuarto con Regina que tenía nueve años y Edgard de tan solo cinco añitos, tenía habitación aparte; hicieron el contrato con un abogado para que Silvia fuera identificada legalmente como una hija que viviría con esa familia.
La familia.
Cynthia Rosas Pegueros.
Todo niño necesita de amor, cariño, felicidad… pero la necesidad más grande es la familia.
Silvia era una niña de nueve años que no conocía estos sentimientos porque no tenía una familia, ya que sus padres fallecieron en un accidente; y al único que en verdad tenía era su tío paterno que vivía en el puerto de Veracruz con su esposa e hijos.
Silvia extrañaba los abrazos y besos que su madre le daba antes de dormir, su desayuno hecho con mucha delicadeza y amor, cada vez que se enfermaba o en los momentos más difíciles en su vida, ahí, a lado suyo, se encontraban sus padres, quiénes eran sus únicos amigos que sabía que la iban a querer a pesar de lo que pasara. Ella decidió irse del pueblo para poder vivir con su tío siempre y cuando ellos aceptaran, si no, podrían mandarla a un orfanato y Silvia no quería estar ahí.
Saliendo de su pueblo se encontró con un viejito que le preguntó: - ¿A dónde te diriges niñita si se pudiera decir?. Silvia contestó: -Me dirijo al puerto de Veracruz, el señor le respondió: -¿No crees que está muy lejos?. Son dos kilómetros, además, está peligroso el camino. –No importa, no tengo miedo porque llevo a mi perrita Kitty y sé que mis papás, que están en el cielo, me cuidan. Dijo Silvia.
-Si tú quieres, te puedo dar varios consejos para evitar uno que otro riesgo que te encuentres, pero cada consejo te costará una moneda.
-Está bien. Sólo quiero que me diga dos consejos porque no me quiero gastar las otras monedas, ya que las usaré para pagar el camión y la comida.
El primer consejo es: más vale camino real que por vereda, es decir, que aunque tengas prisa de llegar a un determinado lugar, evita usar atajos y el segundo es: ve, oye y calla, es decir, si ves o escuchas que están planeando algo inadecuado o están hablando cosas que no te interesan, sólo calla para que así te evites problemas.
Silvia le dio lo que correspondía al señor y así empezó su trayectoria; después de una larga hora se encontró con dos caminos: uno largo y uno corto, así que se decía: ¿por cuál camino me iré?. Y así estuvo bastante rato, hasta que pensó en el primer consejo y decidió irse por el camino largo. Minutos después se escucharon unos disparos de aquel camino corto. Silvia dijo: -¡Qué bueno que el señor me dio ese consejo, si no, qué nos hubiera pasado a Kitty y a mí.
Sólo nos falta una hora y llegamos, sabes, tengo hambre y el siguiente pueblo está a veinte minutos; Silvia siguió caminando cuando dice: - Shhhh!!!!. No ladres Kitty. Más adelante de nosotros están dos hombres, ¿serán malos?. Y si les pregunto, qué tal si ellos también se dirigen a la ciudad, ¿o no?, ¿qué hago?, y así se la pasó pensando, cuando empieza a recordar el segundo consejo que le dio el señor, así que mejor se quedó callada hasta que los hombres se detuvieron en un rancho. Silvia y su perrita comenzaron a correr hasta quedarse sin aliento, al fin llegaron al pueblito y se quedaron a comer.
¡Al fin llegamos!. Ahora sólo hay que comprar el boleto y esperar el camión, después de cinco minutos. ¡Levántate Kitty!. Allá viene el autobús. Silvia, por una parte quería seguir viviendo en su pueblo porque ahí estaban todos sus recuerdos. Luego de un buen largo camino llegaron, después tomaron otro carro para llegar a la casa de su tío. Al fin llegaron, tocó el timbre y le abrió la puerta su tía, esposa de Juan, su tío.
Llegó y saludó a todos, sentía pena porque jamás había estado en una casa tan elegante como ésa y se le podía notar en el rostro lo que sentía.
Le explicó todo a sus tíos y lo que pasaría si no se quedaran con ella. Juan y su esposa Jazmín lo pensaron y le dijeron que sería un honor recibirla como parte de esa familia. Silvia se hizo amiga de su hermana y su hermano postizo, por decirse así, porque si decimos hermanastra se escucharía feo.
Silvia compartía cuarto con Regina que tenía nueve años y Edgard de tan solo cinco añitos, tenía habitación aparte; hicieron el contrato con un abogado para que Silvia fuera identificada legalmente como una hija que viviría con esa familia.
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