Entre el ver y el escuchar un concierto
No sé si tenga más que ver con las trampas de la memoria o el simple acto de gozar para reconocer en ella una experiencia que -al cabo de los años- cuando trato conducir y dar sentido a lo que escribo, se revela sonriendo. Y en verdad, no es un juego argumental sino más bien el lugar a donde se remiten los recuerdos cuando quiero reconocer la primera vez que escuché un concierto en vivo. Sí, según yo, fue de la mano de las Estrellas de Fania.
Eran tiempos de adolescencia, de aquellos días cuando un año demoraba tanto, por una simple razón: alcanzar el final tenía más que ver con la suma de los días y no tanto por las quincenas, como solemos hacerlo en la edad adulta. Quizá también porque fue uno de los pocos «Día último» cuando en casa vimos despuntar el amanecer en medio de la bullanga provocada por una canción que se repitió hasta el hartazgo: Bemba colorá, interpretada por Celia Cruz en aquel viejo acetato llamado Fania all Star live at Yankee Stadium (producido por Jerry Masucci y Larry Harlow), y a través del cual no sólo vivíamos el acto regocijante del baile (aun cuando debo decir que para aquel entonces sólo veía), también solíamos recrearnos en una atmósfera sonora capaz de desbordar la imaginación para trasladarse hasta allá y ser parte de esa comunión musical.
No quedaba de otra, alcanzar a esos artistas sólo era posible vía aquellos discos, junto a los cuales se experimentaba un tipo de viaje que iba del simple escucha a la definición de un tipo que aprendió a conducirse por caminos diferentes. Pues bien, tras el camino andado y otros senderos recorridos, la apropiación de tales propuestas discográficas nos llevan hasta el presente, especialmente a la manufactura de un texto que busca decir algo más del último disco de concierto que hemos adquirido.
Y es que es fácil reconocer en el mercado musical una importante cantidad de material puesto a la orden del consumidor: de los Tigres del Norte a Miguel Bosé, muchos años antes, tuvieron que pasar los llamados discos «En vivo», los Unplugged o «En directo» de FANIA o de SAR all Star, de Celia Cruz, de Gilberto Santa Rosa, de Víctor Manuel (en el caso de la música salsa), hasta dar con las producciones de Juan Gabriel, Hernaldo Zúñiga, Mijares, Yuri, Sentidos opuestos, Vicente Fernández, Arjona, José Luis Perales, Roberto Carlos, el TRI, Shakira; así como los de Sabina, Miguel Ríos, Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel, Ismael Serrano, Luis Eduardo Aute, Silvia Rodríguez, Alberto Cortés, entre muchos otros que desconozco pero que andan circulando por allí.
Sin duda, todos juntos han contribuido a generar una experiencia diferente en el escucha, pues si bien nunca será lo mismo estar «en vivo y en directo», también es cierto que a través de la imaginación un CD o el DVD, pueden trasladarnos a ese acto casi litúrgico en el que termina un concierto, enriqueciendo la experiencia interactiva cuando exploramos en el contenido del combo: detrás de cámaras, documentales, entrevistas, el concierto mismo, la galería de fotos y demás materiales extras que llevan al escucha o fanático a resignificar el uso de tales materiales. Y es que un tanto también para evitar la piratería, muchos cantantes y productores han decidido sacar al mercado una versión económica y otra en versión combo, incorporando además de un Cd, un DVD que permite la presentación de ese material extra.
En el caso personal, lo placentero, lo lúdico y lo académico son experiencias en tránsito que vienen acompañando el gusto por adquirir material original, en especial de este tipo; pues si bien es cierto el acceso a música bajada de Internet o adquirida en el mercado pirata tiene sus cosas buenas, sigo necesitando otros datos que allí no están contenidos.
Es un poco lo que ha ocurrido con la última entrega de Ismael Serrano, Un lugar soñado, un concierto que, en el marco de su pasada gira internacional, realizara en Buenos Aires, Argentina. A pocos años de haber sacado al mercado su «En directo» Principio de incertidumbre, muestra no sólo una inspiración madura, sino también da la oportunidad al escucha para deleitarse en versiones en vivo de canciones que no había cantando entonces, pero sobre todo, a diferencia de muchos otros discos similares, también presenta los interludios, las improvisaciones, el diálogo con sus músicos y demás formas de interacción que tuvo a lo largo del recital. El concepto deviene distinto, emotivo, provocador, aleccionador de lo que puede ser un acto generoso para con sus fans: allí el auditorio, después el acercamiento a una guitarra que es limpiada, para instantes después escuchar los primeros acordes, mientras en segundo plano una ola de aplausos acompaña el preludio de ese encuentro musical. De allí no hay corte alguno, el concierto se presenta íntegro.
Y es que en esta obra audiovisual, en audio vienen 20 interpretaciones del concierto, mientras que en el DVD vienen también 20 pero además lo que llama «Bises», ese plus climático que alcanza los grados más altos con «Papá cuéntame otra vez» y «Ya nada es lo que era», para terminar sumando las 27 interpretaciones que contuvo el recital.
De tal manera, tras poco más de 3 horas de concierto uno termina convencido que estuvo allí, aún en medio de la ausencia, pues cada ocasión que escuchamos el CD o cuando nos dejamos atrapar por el DVD, la imaginación reinventa los instantes. La otra parte la hace Ismael Serrano, privilegiado de habitar la orilla de quien escribe, por lo que hace las veces de un hombre sabedor que otro mundo es posible, por lo que alcanzarlo depende de la comunión y la imaginación. Y allí alcanzamos a llegar como sus escuchas.
No sé si tenga más que ver con las trampas de la memoria o el simple acto de gozar para reconocer en ella una experiencia que -al cabo de los años- cuando trato conducir y dar sentido a lo que escribo, se revela sonriendo. Y en verdad, no es un juego argumental sino más bien el lugar a donde se remiten los recuerdos cuando quiero reconocer la primera vez que escuché un concierto en vivo. Sí, según yo, fue de la mano de las Estrellas de Fania.
Eran tiempos de adolescencia, de aquellos días cuando un año demoraba tanto, por una simple razón: alcanzar el final tenía más que ver con la suma de los días y no tanto por las quincenas, como solemos hacerlo en la edad adulta. Quizá también porque fue uno de los pocos «Día último» cuando en casa vimos despuntar el amanecer en medio de la bullanga provocada por una canción que se repitió hasta el hartazgo: Bemba colorá, interpretada por Celia Cruz en aquel viejo acetato llamado Fania all Star live at Yankee Stadium (producido por Jerry Masucci y Larry Harlow), y a través del cual no sólo vivíamos el acto regocijante del baile (aun cuando debo decir que para aquel entonces sólo veía), también solíamos recrearnos en una atmósfera sonora capaz de desbordar la imaginación para trasladarse hasta allá y ser parte de esa comunión musical.
No quedaba de otra, alcanzar a esos artistas sólo era posible vía aquellos discos, junto a los cuales se experimentaba un tipo de viaje que iba del simple escucha a la definición de un tipo que aprendió a conducirse por caminos diferentes. Pues bien, tras el camino andado y otros senderos recorridos, la apropiación de tales propuestas discográficas nos llevan hasta el presente, especialmente a la manufactura de un texto que busca decir algo más del último disco de concierto que hemos adquirido.
Y es que es fácil reconocer en el mercado musical una importante cantidad de material puesto a la orden del consumidor: de los Tigres del Norte a Miguel Bosé, muchos años antes, tuvieron que pasar los llamados discos «En vivo», los Unplugged o «En directo» de FANIA o de SAR all Star, de Celia Cruz, de Gilberto Santa Rosa, de Víctor Manuel (en el caso de la música salsa), hasta dar con las producciones de Juan Gabriel, Hernaldo Zúñiga, Mijares, Yuri, Sentidos opuestos, Vicente Fernández, Arjona, José Luis Perales, Roberto Carlos, el TRI, Shakira; así como los de Sabina, Miguel Ríos, Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel, Ismael Serrano, Luis Eduardo Aute, Silvia Rodríguez, Alberto Cortés, entre muchos otros que desconozco pero que andan circulando por allí.
Sin duda, todos juntos han contribuido a generar una experiencia diferente en el escucha, pues si bien nunca será lo mismo estar «en vivo y en directo», también es cierto que a través de la imaginación un CD o el DVD, pueden trasladarnos a ese acto casi litúrgico en el que termina un concierto, enriqueciendo la experiencia interactiva cuando exploramos en el contenido del combo: detrás de cámaras, documentales, entrevistas, el concierto mismo, la galería de fotos y demás materiales extras que llevan al escucha o fanático a resignificar el uso de tales materiales. Y es que un tanto también para evitar la piratería, muchos cantantes y productores han decidido sacar al mercado una versión económica y otra en versión combo, incorporando además de un Cd, un DVD que permite la presentación de ese material extra.
En el caso personal, lo placentero, lo lúdico y lo académico son experiencias en tránsito que vienen acompañando el gusto por adquirir material original, en especial de este tipo; pues si bien es cierto el acceso a música bajada de Internet o adquirida en el mercado pirata tiene sus cosas buenas, sigo necesitando otros datos que allí no están contenidos.
Es un poco lo que ha ocurrido con la última entrega de Ismael Serrano, Un lugar soñado, un concierto que, en el marco de su pasada gira internacional, realizara en Buenos Aires, Argentina. A pocos años de haber sacado al mercado su «En directo» Principio de incertidumbre, muestra no sólo una inspiración madura, sino también da la oportunidad al escucha para deleitarse en versiones en vivo de canciones que no había cantando entonces, pero sobre todo, a diferencia de muchos otros discos similares, también presenta los interludios, las improvisaciones, el diálogo con sus músicos y demás formas de interacción que tuvo a lo largo del recital. El concepto deviene distinto, emotivo, provocador, aleccionador de lo que puede ser un acto generoso para con sus fans: allí el auditorio, después el acercamiento a una guitarra que es limpiada, para instantes después escuchar los primeros acordes, mientras en segundo plano una ola de aplausos acompaña el preludio de ese encuentro musical. De allí no hay corte alguno, el concierto se presenta íntegro.
Y es que en esta obra audiovisual, en audio vienen 20 interpretaciones del concierto, mientras que en el DVD vienen también 20 pero además lo que llama «Bises», ese plus climático que alcanza los grados más altos con «Papá cuéntame otra vez» y «Ya nada es lo que era», para terminar sumando las 27 interpretaciones que contuvo el recital.
De tal manera, tras poco más de 3 horas de concierto uno termina convencido que estuvo allí, aún en medio de la ausencia, pues cada ocasión que escuchamos el CD o cuando nos dejamos atrapar por el DVD, la imaginación reinventa los instantes. La otra parte la hace Ismael Serrano, privilegiado de habitar la orilla de quien escribe, por lo que hace las veces de un hombre sabedor que otro mundo es posible, por lo que alcanzarlo depende de la comunión y la imaginación. Y allí alcanzamos a llegar como sus escuchas.
2 comentarios:
...y es que escuchar un concierto implica no sólo el oído sino la piel misma junto a las miles de otras pieles, los olores, la luz...qué bueno que nombras a Ismael Serrano a quién recientemente me recomendó un amigo y del cual encontré "Si se callase el ruido", donde ensaya todo tipo de recursos como bien dices y atrapa definitivamente, por lo menos a mí. Pero temo que por mi parte, un concierto en vivo, especialmente si es de un artista muy significativo (me pasó con Joan Manuel Serrat en el Zócalo de la Ciudad de México) no tuvo ninguna comparación con cualquier long play, cd o dvd de él mismo que hubiese escuchado previamente. Cantar a coro sus canciones de siempre, con aquellos miles que nos reunimos en esa plancha de asfalto (después de esperar toda la mañana y escuchar el ensayo de sus músicos) es una experiencia única, jamás podré volver a vivirla aunque fuera al Auditorio a ver a ese mismo artista. Algo similar me ocurrió en otro concierto de Tania Libertad en el Teatro de la Reforma cantando con la sinfónica Himno al Amor (que Edith Piaf hizo famoso)...la resonancia que nos hizo vibrar aquella noche nada que ver con el cd que después compré. Faltaba todo lo que había estado ahí por un momento, "en vivo". Y ese otro en el Parque de la Bombilla, donde habita un árbol de ginko muy famoso, con Eugenia León, tampoco puedo compararlo con sus discos aunque sean muy buenos. O el de Cecilia Toussain en el Centro de Tlalpan o no vamos más lejos, la música de los afrocaribeños junto al Malecón, o los fandangos en Tlacotalpan, o en el IVEC o en el Exconvento de Churubusco. O los mantras de los monjes budistas en el Metropolitan. O el concierto de música celta en un café del puerto que ya no existe, o aquella gaita tocada por un español junto al malecón en Gotemburgo...o esa noche a la orilla de la playa con una guitarra común y corriente improvisando, cada quién por turno alguna melodía. Aquí me detengo, sin duda trataré de conseguir ese cd de Ismael Serrano que tanto alabas, esperando tercamente, encontrar en los "records" esa vida que sólo puede existir en lo vivo. Saludos...
Creo que es verdad, escuchar en vivo no es lo mismo que prender la imaginación através de un disco...
es cómo cuando se escucha a una orquesta sinfónica en el teatro, entre trombones y cornos, violines, esa personalidad que definitivamente impone y debilita, que nos envuelve, nos seduce y nos hace parte de la obra...
adoro un concierto en vivo de orquesta porque aparte de sentir, es cómo si pudiésemos estar aún más de cerca con una interpretación a cien voces, la vivimos, somos de ella, dormimos en ella..
"¿puedo ser de ti?" decimos al disfrutar... no nos responde, pero su esplendor en fortíssimos, en pianos y apasionattos nos acogen con una bella respuesta: "tan sólo relaja y escucha...vive, sé"
Lorenza A.
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