El dia del hiper-texto
Por Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
El miércoles pasado, como ya dije en el anterior apunte, asistí a una jornada sobre el libro de texto digital. Lo que más me sorprendió es que no se hablara de la diferencia entre el texto y el hipertexto, cuando sin tener clara la diferencia entre ambos tipos de escritura no se puede comprender el significado del libro digital.El texto, básicamente, es una escritura ordenada materialmente en un soporte de papel entre una portada y una contraportada. Formalmente el texto se organiza en una introducción, un nudo y un desenlace. Un texto es un objeto impreso cuya totalidad puede cabernos en el bolsillo de la americana. Lo abrimos por donde nos parece, ponemos marcas aquí y allá mientras lo vamos leyendo, escribimos anotaciones por los márgenes, subrayamos, etc. Pero lo importante es que cuando abrimos un libro se pone en marcha una serie de expectativas que se van realizando o defraudando, que nos permiten sospechar cómo debe continuar la lectura o volver atrás para confirmar o rehacer una determinada interpretación, etc. Con el mero hecho de tenerlo delante sabemos cuánto nos queda por leer. No es infrecuente que al volver a releerlo recordemos el lugar donde lo leímos por primera vez. Cuando terminamos de leer le buscamos un orden visual en nuestra biblioteca o, simplemente, nos desprendemos de él.El hipertexto es otra cosa, cualitativamente diferente. Las diferencias materiales son las más evidentes, pero son las formales las relevantes. En el hipertexto se rompe la estructura clásica de la introducción, el nudo y el desenlace, y, con ella, una determinada lógica lectora. El hipertexto no tiene límites. Cada enlace es una puerta abierta a mil caminos divergentes, que nos proporcionan otros textos, imágenes, vídeos... por los que transita ahora nuestra mirada, a veces sin saber exactamente lo que busca, sometida a multitud de estímulos y reclamos a los que no siempre somos capaces de volver. Uno puede saber dónde empieza a leer, pero nunca sabe exactamente donde acabará, por lo cual tampoco puede decir en qué punto exacto de la lectura se encuentra. Las expectativas que se generan con el hipertexto son, pues, peculiares, pero, en cualquier caso, en ellas la exigencia de coherencia interna no tiene mucho valor.El trato con el texto ha sido en Occidente la manera privilegiada de educación de la atención. Me refiero, claro, al texto exigente, aquel cuya comprensión requiere que pongamos algo de nuestra parte. Hay lecturas que son a la literatura lo que el chicle a la gastronomía. Entre ellas pondría la mayor parte de la llamada literatura infantil y juvenil, que divierte pero no forma, por eso en cuanto llegan a la adolescencia, nuestros niños dejan de leer. Simplemente no están capacitados para enfrentarse a un texto medianamente complejo. El esfuerzo de atención que les demanda su comprensión es para ellos excesivo. Nuestros niños y adolescentes pasan actualmente algo más de seis horas diarias frente a una pantalla (ordenador, tv, consola, móvil...), sometidos gozosamente a un ejercicio intensivo de dispersión de la atención. Lo importante para ellos no es la narración o la descripción, sino la intensidad de la emoción presente. Cuando lo que están haciendo deja de ser interesante, pasan a otra cosa. Viven en lo que podemos llamar un desarrollo zappista (de zapping) del interés. No les importa dónde están, sino la intensidad del momento.Nuestros niños y adolescentes están siendo educados intensivamente en el fomento de la atención superficial. Por eso para ellos el libro se está convirtiendo en un objeto cada vez más extraño. Para ellos está pensado el hipertexto.
Desde el blog del autor en FACTOR SERPIENTE
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