CÓMO COMPRAR CAZUELAS
Lilia Ramírez
Todos los seres humanos, grandes y pequeños, famosos y anónimos, alcaldes y tenderos, gordos y flacos, a diario toman múltiples decisiones porque se enfrentan a situaciones que les obligan a escoger un curso de acción entre cuando menos, dos (a veces entre más). Hay que aclarar que cuando hay una sola opción, no se puede hablar de escoger y tampoco de decidir. Algunas decisiones son simples y rutinarias (qué ropa ponerse, qué desayunar, a qué hora levantarse), pero hay otras, menos ordinarias, que pueden presentarse pocas veces en la vida (hacerse una cirugía, casarse, divorciarse, qué carrera estudiar, donde comprar casa, aceptar un empleo en otro país, emprender un negocio). Las decisiones trascendentales empiezan cuando se advierte que algo anda mal, y se desea que mejore; o cuando algo que funciona a un nivel aceptable, se visualiza que puede mejorar. Además de por reflexiones propias, la motivación al cambio puede surgir (o ser impuesta) desde fuera, debido a las acciones de terceros (amigos, gobernantes, profesores, familiares), o fenómenos atmosféricos (un terremoto, un huracán, un deslave).
Cuantas veces no ha escuchado en el televisor: “decídase ya y compre el auto sutano o fulano”. No comprar es tan válido como hacerle caso a los publicitarios. Tomar una decisión es escoger un curso de acción que acerque a aquello que se desea lograr. Por ello es muy importante estar seguro de saber qué se desea, de otra manera, existe confusión y se dificulta el proceso, además, nunca se sabría si se consigue o no. Por otro lado, es muy importante distinguir entre una buena decisión y un buen resultado, pues puede darse la casualidad de obtener un buen resultado por coincidencia (azar) y eso no califica a nadie como buen decisor. También puede hacerse una elección de forma acertada y no obtener el resultado apetecido, ya que el azar (incertidumbre, en términos matemáticos) tiene efectos en la toma de cierto tipo de decisiones. Un ejemplo de decisión cotidiana bajo incertidumbre se da cuando un individuo ha decidido comprar un pequeño paquete de papas fritas (la marca no es tema del ejemplo). La motivación para hacerlo pudo surgir por dos causas: simplemente deleitarse, o matar el hambre. ¿Y qué pasa una vez que la bolsa ha sido abierta? Dos cosas diferentes: la primera, que las papitas estén enteras, crujientes, con un buen sabor y el sujeto coma una tras otra sin dejar ninguna. En este caso, (independientemente de la motivación inicial), el resultado es satisfactorio; la segunda, que sucedan una o más de las siguientes desagradables cosas: que estén rotas, quemadas, saladas, ácidas o muy picosas. En este caso, obviamente, el sentimiento que se genera en el decisor, es de decepción, sin embargo, si se han comprado para mitigar el hambre, ésta se quita, aun cuando no se pueda disfrutar el sabor, por lo que el resultado es satisfactorio para esta necesidad. De aquí se deducen los siguientes elementos presentes en todo proceso de decisión: el curso de acción (comprar una bolsa de papas fritas); el resultado obtenido (papas quemadas/ papas doradas); la sensación de haber satisfecho o no la necesidad que impulsó a comprar la botana. En este tipo de decisiones, el azar siempre actúa y no se pueden garantizar buenos resultados, aunque sí se puede incrementar el número de veces que se consigan. Para incrementar la obtención de buenos resultados, es necesario dedicar suficiente tiempo a pensar en todos los elementos implicados en el proceso de selección. Se requiere dedicarle tiempo. Una amiga mía, quien enviudó muy joven, cuando volvió a casarse me dijo:-Lo pensé menos tiempo que el que más tarde gasté en comprar una cazuela-. Me contó la anécdota: Estaba en un puesto evaluando cuál sería la mejor cazuela para mole. Tomé tanto tiempo en decidir, que el vendedor perdió la paciencia y me espetó: decídase ya, ni que estuviera decidiendo casarse por segunda vez. Entonces me di cuenta, dijo riendo, que no había dedicado mucho tiempo para contestar la segunda propuesta de matrimonio.
Ser un científico de las decisiones significa ser más eficiente en aprender de lo que pasa alrededor. Implica darse cuenta de qué se conoce y qué se ignora, y actuar sabiendo que la visión del futuro siempre es incompleta, imperfecta e incierta. En el caso de la compra de la cazuela, sería conveniente prestar atención a los siguientes puntos: en primer lugar, cuál es el uso que se le dará. Suponiendo que es para preparar mole para cincuenta personas, y que se cocerá al carbón sobre un anafre, entonces será importante prestar atención al tamaño, al espesor, a la estabilidad y el diámetro (por la comodidad para agarrarla por las asas), también es conveniente revisar la uniformidad del barnizado (por el tema de la toxicidad). Poner atención al conjunto de estas características, influirá en el grado de satisfacción que se alcanzará una vez que entre en uso. Retomando el asunto de la bolsa de papas fritas, el azar siempre hace su trabajo y es recomendable estar atento, preguntar, informarse, antes de elegir. De esta manera, junto con un objetivo claro, se reduce considerablemente la probabilidad de sentir que no se ha conseguido lo que se desea.
jueves, mayo 20, 2010
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