ADIOS, QUERIDO RODRIGO
Ivonne Moreno Uscanga
El reloj marca lentamente, las casi doce del día, debemos precisar las casi doce de un caluroso mediodía. Ingreso al portal de un café muy referenciado en el puerto, precisamente por su nombre y percibo un toldo, este cubre el sonar de la Marimba La Sirenita, cuyos integrantes tocan un escandaloso bolero. Diviso en una mesa, a un hombre, está inquieto, le pide de manera insistente al mesero, le señale si ya llegó por quién espera, me acerco y le comento, ¿pasa algo Rodrigo? Soy Ivonne... sonríe con el gusto de saludar a vieja conocida y empieza su pregón, olvidando su espera... y entonces cambia su discurso, e improvisa un jocoso saludo-pregón, impregnado de cálidos versos, porque Gutiérrez Castellanos, la vida fue eso, un puñado de décimas al unísono de la brisa del Papalopan.
Con esas décimas celebró a sus amigos, su vivir a través de picantes anécdotas, a Tlacotalpan ya todo lo circundante. Todos recordaremos así a Rodrigo, algarabía y frescura de una cepa de hombres de la Cuenca, en peligro de extinción.
En noches bohemias de la Casita Blanca por años, Rodrigo tuvo participaciones memorables. La misma bohemia, aliciente de Guillermo Salamanca, de Guillermo Cházaro y de los hermanos Moreno, de cantantes como las Ruiz Pazos, de otros decimistas como Félix Martínez, Zenén Ceferino, Patricio Hidalgo entre otros, fueron las coordenadas de inspiración y regocijo de Rodrigo, epítome de la poesía popular veracruzana.
Hoy la tradición sotaventina y fandango están tristes. Le hace falta la algarabía de un voz versadora de Rodrigo, otrora fundador del grupo Siquisirí, colaborador del periódico Notiver e incasable promotor cultural de la música y la vena sincrética de nuestra cultura, libre y soberana como los aires de sus ríos.
Rodrigo Gutiérrez Castellanos te llevaremos en grato recuerdo, acariciando el verso detrás de una cuerda de arpa, alzando sombreros hacia el cielo.
Estamos en el balcón, donde Agustín Lara
Soñó, con un nido de amor frente a borrachas palmeras
Donde Rodrigo también cantó a sus amigos, bohemios
De corazón y de prosapia romántica
Cuya vida se avocó a cantar a Tlacotalpan.
Hoy un jilguero calló, pero queda la constancia
De Gutiérrez Castellanos como eterno improvisador
De las noches de licor, cuerdas, zapateado y mulatas.
Ivonne Moreno Uscanga
El reloj marca lentamente, las casi doce del día, debemos precisar las casi doce de un caluroso mediodía. Ingreso al portal de un café muy referenciado en el puerto, precisamente por su nombre y percibo un toldo, este cubre el sonar de la Marimba La Sirenita, cuyos integrantes tocan un escandaloso bolero. Diviso en una mesa, a un hombre, está inquieto, le pide de manera insistente al mesero, le señale si ya llegó por quién espera, me acerco y le comento, ¿pasa algo Rodrigo? Soy Ivonne... sonríe con el gusto de saludar a vieja conocida y empieza su pregón, olvidando su espera... y entonces cambia su discurso, e improvisa un jocoso saludo-pregón, impregnado de cálidos versos, porque Gutiérrez Castellanos, la vida fue eso, un puñado de décimas al unísono de la brisa del Papalopan.
Con esas décimas celebró a sus amigos, su vivir a través de picantes anécdotas, a Tlacotalpan ya todo lo circundante. Todos recordaremos así a Rodrigo, algarabía y frescura de una cepa de hombres de la Cuenca, en peligro de extinción.
En noches bohemias de la Casita Blanca por años, Rodrigo tuvo participaciones memorables. La misma bohemia, aliciente de Guillermo Salamanca, de Guillermo Cházaro y de los hermanos Moreno, de cantantes como las Ruiz Pazos, de otros decimistas como Félix Martínez, Zenén Ceferino, Patricio Hidalgo entre otros, fueron las coordenadas de inspiración y regocijo de Rodrigo, epítome de la poesía popular veracruzana.
Hoy la tradición sotaventina y fandango están tristes. Le hace falta la algarabía de un voz versadora de Rodrigo, otrora fundador del grupo Siquisirí, colaborador del periódico Notiver e incasable promotor cultural de la música y la vena sincrética de nuestra cultura, libre y soberana como los aires de sus ríos.
Rodrigo Gutiérrez Castellanos te llevaremos en grato recuerdo, acariciando el verso detrás de una cuerda de arpa, alzando sombreros hacia el cielo.
Estamos en el balcón, donde Agustín Lara
Soñó, con un nido de amor frente a borrachas palmeras
Donde Rodrigo también cantó a sus amigos, bohemios
De corazón y de prosapia romántica
Cuya vida se avocó a cantar a Tlacotalpan.
Hoy un jilguero calló, pero queda la constancia
De Gutiérrez Castellanos como eterno improvisador
De las noches de licor, cuerdas, zapateado y mulatas.
1 comentario:
Ay, Dios mío!!!
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