¡HOLA MAMI!
Alicia Dorantes
Rabindranath Tagore
Querida Aimara:
Perdona que este día tome prestada una de las cartas de tu libro, pero la necesito. La necesito urgentemente para tratar de salvar las vidas de niños que por ser tan pequeños, parece que los Derechos Humanos, no se han percatado de su existencia silenciosa y mullida dentro del vientre materno. Te contaré, chiquilla, que desde que ésta tu abuela, tiene uso de razón, en casa le inculcaron el amor a la vida en cualquiera de sus formas, la obligación de defenderla y el derecho supremo a disfrutarla.
Al salir de casa, mis inolvidables maestros no hicieron otra cosa que ratificarme los valores morales con que mis padres me acunaron. Gracias a todos ellos me fue posible, llegado el momento, trasmitírselos a mis hijos. Luego de concluir las clases en las aulas de la Facultad de Medicina, siguió la vida hospitalaria; durante el internado de pregrado conocí el dolor humano cara a cara. Lidié con él y con su hermana mayor: la muerte. Fue durante el tiempo transcurrido en las salas de labor, en gineco-obstetricia, que tuve que asistir a un legrado y a otro y a otro más. Legrados mal practicados a diversas mujeres, en casas de las «comadronas» y en los que surgieron complicaciones, más de alguna, mortal. Las imágenes de los diminutos infantes en formación, masacrados de esa manera, viven en lo más profundo de mis recuerdos y sólo en ocasiones como ésta afloran, revolotean a mi alrededor y parecen decirme al oído: ¿recuerdas que prometiste defender a otros niños no deseados como nosotros? Y eso, me hace hablar en este día.
Andemos y desandemos el tiempo. Años atrás, durante un domingo familiar mientras perdía el tiempo en alguna vistosa tienda departamental, tuve una grata experiencia. Una amable señora me saludó y preguntó si la recordaba: olvidé su nombre, pero no su rostro, surgiendo entre ambas esa empatía que une a los seres humanos. Con pena confesé mi mala memoria. Acto seguido llamó a su hijo, un chico de quizá veinte años de edad, alto, espigado, alegre y guapo. Me lo presentó y le dijo algo así como que a mí me debía estar en ese momento, ahí… con vida. Claro que mintió. Nosotros los médicos no damos la vida. Nuestra misión es sólo cuidarla, preservarla, con amor y con ética. Al decir de la buena señora en algún momento defendí a ese niño, su hijo, ahora un joven de bien, que había sido sentenciado a muerte. A una muerte atroz e injusta: a un legrado uterino.
Durante mi vida hospitalaria tuve la fortuna de conocer a personas de extraordinaria valía; éticas a carta cabal. Mencionarlas sería elaborar una lista interminable quizá con muchas omisiones. Hoy viene a mi memoria una trabajadora social, alegre, simpática, pero sobre todo humana: la Sra. Enedina Tejeda. Ella me obsequió una carta. Era una supuesta carta escrita por un embrioncito a su madre; él, sentenciado a morir bajo la inhumana «cucharilla». De esafortunadamente extravié esa carta y ni Enedina, ni yo, la pudimos recuperar. Ojalá a tantos años de distancia, la Sra. Tejeda, lea este escrito que en parte trata de restituir al que ella me obsequió. Esta nueva misiva me ha llegado ahora a través de Internet; desconozco su autoría. En más o menos, relata: «Carta imaginaria escrita por un embrión, a su madre:
««Hola Mami: ¿Cómo estás? // Yo, muy bien, gracias. Hace apenas unos días me concebiste y hoy, vivo feliz en tu pancita. La verdad no te puedo explicar lo contento que estoy de saber que tú vas a ser mi mamá y sentir el amor con el que fui concebido... ¡Todo me dice que voy a ser el niño más feliz del mundo! // Mami: ha pasado ya un mes desde que comencé a vivir y comienzo a ver como mi cuerpecito va tomando forma, no digo que esté tan bonito como tú, pero dame una oportunidad y me pareceré a ti o a papá. Hay algo que me tiene preocupado... últimamente me he dado cuenta de que tu corazón tiene sombras y eso no te deja dormir. Se te pasará, mami, no te preocupes. // Mami: han transcurrido dos meses y medio y ya tengo brazos y manos, piernas y pies ¿sabes? en verdad tengo ganas de utilizarlas para jugar. Mamita dime qué te pasa: ¿Por qué lloras tanto en las noches? ¿Por qué papi y tú se gritan? ¿Ya no se quieren, ya no me quieren? Te prometo hacer lo posible para ser un niño bueno. // Mami: hoy cumplo tres meses, pero a ti, te siento cada vez más triste. No entiendo que sucede. Estoy confundido. Hoy fuimos con el doctor y te hizo una cita para mañana. Yo me siento muy bien... ¿acaso tú estás mal? // Mami ¿A dónde vamos? ¿Qué pasa mami, por qué lloras? Tranquila. Oye mami, no te acuestes apenas son las dos de la tarde, es muy temprano para irse a la cama, no tengo sueño, quiero seguir jugando ¡Ay, ay! ¿Qué hace ese tubo en mi casa? ¿Es un juguete nuevo? ¡Oigan! ¿Por qué me están succionando? ¡MAMI! ¡Esperen, me lastiman! ¡Esa es mi manita! ¿Señor, por qué me la arranca? ¡Ah Mami defiéndeme! Mamá... ayúdame ¿Qué no ves que todavía estoy muy chiquito y no lo puedo hacer solo? ¡Mami, mi pierna, me la están arrancando! Por favor diles que ya no sigan, te lo juro que ya me voy a portar bien, ya no te vuelvo a patear ¿Cómo es posible que un ser humano me pueda hacer esto? Mami, ya no puedo más... mami... mami... ayúdame... // Mami… han pasado veinte años desde aquel día... y donde estoy, observo cómo te duele la decisión que tomaste. Por favor, ya no llores, acuérdate que te quiero y aquí te espero con abrazos y besos. // Te quiere: tu bebé.»»
¿Doce semanas? ¡Doce semanas! ¿Quién es el ser humano llámese médico, abogado, magistrado o juez, para saber que hasta ese momento se puede interrumpir un embarazo, sin faltar a la ética? No quiero, ni puedo, ni tengo las bases necesarias para hablar desde el punto de vista religioso. No. Los credos religiosos que hacemos nuestros, son solamente eso: nuestros. Decía mi padre que Jehová, Jesús, Alá, Mahoma su profeta, Buda, etc., eran valiosos porque todos ellos nos legaron valores morales y normas de convivencia que a menudo olvidamos. Pasamos por alto. Por eso no toco el aspecto religioso, pero sí el médico. Sí el endocrinológico.
Sólo por citar: a las doce semanas de vida intrauterina el pequeño sentenciado a muerte, tiene ya integrado gran parte de su sistema endocrinológico: la unidad hipotálamo-hipófisis comienza a trabajar y a formar hormonas que van a activar a la glándula tiroides y ésta, responde sintetizando a su vez otras hormonas que estimulan el cuerpecito en formación: al sistema nervioso central, al cerebro, viéndose esto reflejado en la vida extrauterina en el coeficiente intelectual del pequeño: ¡a las doce semanas!… No quiero limitarme a expresar mi pensar como médico. No. Quiero hablar como mujer. Como la mujer cuya hijita, la más pequeña, murió tan pronto había nacido, sin que la haya conocido, ni dicho cuánto esperé por ella... más de treinta años han pasado desde este suceso y jamás lo he olvidado, ni creo poder hacerlo.
Mohandas Karamchand, Gandhi para el mundo, señaló: «Me parece tan claro como el día, que el aborto es un crimen». La Madre Teresa de Calcuta mencionaba: «El aborto mata la paz del mundo. Es su peor enemigo, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo ¿qué le impide matarme? ¿Qué le impide matarte? Ya no queda ningún impedimento». Sé, por experiencia profesional, que muchas madres que se han practicado un legrado, al correr de los años, durante la elaboración de su historia clínica, añoran al hijo exterminado. Un estudio médico con enfoque psicológico efectuado en mujeres que abortaron, menciona que entre el 75 al 85 % de ellas se arrepienten de haberlo hecho.
Me declaro apartidista. Me declaro profundamente feminista. A través del Amnistía internacional, he condenado el asesinato de Rachel Corrie, de las mujeres musulmanas lapidadas, ahorcadas… de las mujeres violadas, asesinadas en Juárez o en cualquier punto de Veracruz, México o el mundo. De todas las pequeñas Gabrielas Benitez Ibarra, Gaby, jalapeñas o universales… De las mujeres serranas, víctimas de hombres alcoholizados y sus hijitos hambrientos. Estoy consciente en que se debe proteger a la mujer, hoy y siempre, en cualquier etapa de su vida; de librarla de caer en manos de personas sin escrúpulos que las prostituyen, ya que por mucho tiempo esto es y ha sido un «negocio redituable». Pero no sólo proteger a la mujer, sino también al hombre, dotándolos desde pequeños de principios morales, de una educación sexual adecuada, y más tarde, de los medios que la ciencia médica pone, hoy día, a su alcance y servicio para evitar embarazos no deseados. Educación que debe iniciarse en casa, y continuar en el jardín de niños, en la primaria, y a lo largo de sus vidas. El filósofo griego, Pitágoras de Samos, dijo siglos atrás: «Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres».
Desafortunadamente en el último siglo les hemos robado la infancia e inocencia a nuestras niñas y niños, permitiéndoles que inicien su vida sexual cada vez de manera más temprana e irresponsable. Y no hablo sólo de protección contra los embarazos indeseados que interrumpen su proyecto de vida, sino de enfermedades de transmisión sexual: la sífilis, enfermedad re-emergente que va en alarmante ascenso; o de las infecciones por clamidias, o de la presencia del virus del papiloma humano primero y más tarde ¿por qué no un carcinoma cérvico-uterino? Me refiero asimismo al VIH-SIDA, a la hepatitis, entre otros muchos problemas. Pidamos, no ¡¡¡exijamos!!! a los organismos responsables prodigar y supervisar la Salud Reproductiva, que cumplan con lo estipulado. Cuidemos a nuestros pequeños, que son la esperanza única y maravillosa de que la vida continúe en el planeta Tierra.
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