ASTROLOGÍA
ROLAND BARTHES
Según parece, en
Francia el presupuesto anual de la "brujería" es de alrededor de
trescientos mil millones de francos. Vale la pena, por ejemplo, echar un
vistazo, sobre la semana astrológica de un semanario como Elle.
Contrariamente a lo que se podría esperar, allí no se encuentra ningún mundo
onírico, sino más bien una descripción estrechamente realista de un medio
social preciso: el de las lectoras de la revista. Dicho de otro modo, la
astrología —al menos en este caso— no es en absoluto apertura al ensueño, sino
puro espejo, pura institución de la realidad.
Los rubros
principales del destino (la suerte, el mundo exterior, el hogar, el corazón)
reproducen escrupulosamente el ritmo total de la vida laboriosa. La unidad de
esa vida es la semana, durante la cual, la "suerte" elige un día o
dos.
Aquí la
"suerte" es la parte reservada de la interioridad, del humor; es el
signo vivido de la duración, la única categoría a través de la que se expresa y
se libera el tiempo subjetivo. En lo demás, los astros no conocen otra cosa que
un empleo del tiempo: el mundo exterior es el horario
profesional, los seis días de la semana, las siete horas diarias de oficina o
de tienda. El hogar, es la comida de la noche, el breve tiempo de
velada antes de acostarse. El corazón es la cita a la salida
del trabajo o la aventura del domingo. Pero entre estos "dominios",
ninguna comunicación: nada que, de un horario al otro, pueda sugerir la idea de
una alineación total; las prisiones son contiguas, se turnan pero no se
contaminan. Los astros jamás postulan subversión del orden, sino que influyen
en la semana respetuosos de la situación social y de los horarios patronales.
Para la astrología el
"trabajo" es el de empleadas, de dactilógrafas o de vendedoras: el
microgrupo que rodea a la lectora resulta fatalmente el de la oficina o la
tienda. Las variaciones impuestas, o más bien propuestas por los astros (pues
esta astrología es teológicamente prudente, no excluye el libre albedrío), son
débiles, jamás tienden a trastornar una vida. El peso del destino se ejerce
únicamente sobre el gusto por el trabajo, el nerviosismo o la tranquilidad, la
perseverancia o el abandono, los pequeños desplazamientos, las promociones
indefinidas, la acritud o complicidad en las relaciones con los colegas y,
sobre todo, la fatiga, ya que los astros prescriben con mucha insistencia y
cordura dormir más, siempre más.
El hogar está
dominado por problemas de humor, de hostilidad o de confianza del medio; con
frecuencia se trata de un hogar de mujeres, donde las relaciones más
importantes son las de madre e hija. La casa pequeñoburguesa aparece presente
con toda fidelidad, con visitas de la "familia" diferenciada, por
otra parte, de los "parientes políticos", a los que los astros no
parecen tener en muy alta estima. Este ambiente es casi exclusivamente familiar
y existen pocas alusiones a los amigos. El mundo pequeñoburgués está esencialmente
constituido por parientes y colegas, no produce verdaderas crisis de relación,
sólo pequeños enfrentamientos de humor y de vanidad. El amor es el del correo
sentimental; es un "dominio" totalmente separado: los
"problemas" sentimentales. Pero al igual que una transacción
comercial, el amor conoce "comienzos prometedores", "errores de
cálculo" y "mala elección". En este terreno la desdicha tiene
escasa amplitud: en tal semana un cortejo de admiradores menos numeroso, una
indiscreción, celos sin fundamento. El cielo sentimental sólo se abre en toda
su dimensión frente a la "solución tan anhelada", el matrimonio, que,
una vez más, es necesario que sea "conveniente".
El único rasgo que
idealiza ese pequeño mundo astral, muy concreto por otra parte, es el hecho de que
jamás aparece el dinero. La humanidad astrológica se desliza sobre su salario
mensual; el salario es lo que es, jamás se habla de él puesto que permite la
"vida". Vida que los astros se encargan de describir, mucho más que
de predecir; raramente se arriesga algo sobre el porvenir y la predicción
siempre está neutralizada por el balanceo de los posibles: si hay fracasos,
serán poco importantes; si hay rostros ensombrecidos, el buen humor de la
lectora los alegrará; las relaciones fastidiosas resultarán útiles, etc. Y si
su estado general debe mejorar, será como consecuencia de un tratamiento que
usted habrá seguido, o quizás también gracias a la ausencia de todo tratamiento
(sic).
Los astros son
morales, aceptan dejarse influir por la virtud: el ánimo, la paciencia, el buen
humor, el control de sí, son requisitos permanentes frente a desengaños
tímidamente anunciados. Y lo paradójico es que este universo del puro
determinismo de pronto es domeñado por la libertad del carácter; la astrología
es, ante todo, una escuela de voluntad. A pesar de todo, aunque las salidas
propuestas sean pura mistificación, aunque se escamoteen los problemas de
conducta, la astrología sigue siendo institución de lo real ante la conciencia
de sus lectoras. No es vía de evasión, sino evidencia realista de las
condiciones de. vida de la empleada, de la vendedora.
Si no parece implicar
ninguna compensación onírica, ¿para qué puede servir esta pura descripción?
Sirve para exorcizar lo real, nombrándolo. En este sentido, la astrología se
ubica entre los intentos de semialienación (o de semiliberación) que tienen por
función objetivar lo real sin llegar a desmistificarlo. Otra de esas tentativas
nominalistas es bien conocida: la literatura, que en sus formas degradadas no
va más allá de contar lo vivido: astrología y literatura tienen la misma tarea
como institución "retrasada" con respecto a lo real: la astrología es
la literatura del mundo pequeñoburgués.
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