POEMAS*
Lilia Jiménez
Sembrar en la neblina
Del mar, no vengo.
Playas navegadas no recuerdo
carezco del rumor del agua
entre sirenas deshojadas.
entre sirenas deshojadas.
Ignoro los toboganes de sal y nácar.
Del humo, no vengo.
Del humo, no vengo.
Más allá de los ojos del jacal
las manos de las milpas
otras niñeces ruecan
y no me dicen nada.
las manos de las milpas
otras niñeces ruecan
y no me dicen nada.
De una urbe vengo.
Sus fábricas rasgan
el alma de papel de la caña
con rugido hambriento.
Condena sin rúbrica del obrero.
En ella se descarrila Centro América
ciega turba que persigue
la inasible luz de los túneles.
Su ira la apacigua el sereno
que tañe las campanas
mientras alegres niñas
perfuman Santa María, El Carmen,
La Concordia, Los Dolores.
Sus jardines albergan
gallinitas ciegas y obsidianas
vítreo corazón del Citlaltépetl
dormido repertorio de gloxíneas
estrellas pulverizadas…
neblina.
De esa ciudad vengo.
CON EL CANTAR DE LAS CIGARRAS
Negawakuba nembutsu wo nake natsu no semi
(si estás rezando reza al Buda Amida cigarra de verano)
Issa Kobayashi
Era ella toda una sensatez
y yo, un esparto rudo, una cueva, un monte
aquella torre con sus matacanes.
La pureza de su escote
despejaba la perfecta silueta
de sus senos
que competían
con el verdor de los olivos
y la luz de la comarca.
Mi piel bajo su piel:
ramilletes de lavanda.
Heráldica bordada
con el cantar de las cigarras
en aquella tarde lila
al sur de Francia.
NIEVA EN BEIJING
Coloridos cometas aguijonean
las briznas de hielo de una ventana
vestida de gris estepario
color de pueblo.
Abajo, espantapájaros
en alpargatas
equilibran en dos ruedas
la angostura de los empedrados.
Sobre la resina de la mesita nocturna
se incrusta el palpitar
de un crisantemo de jade blanco.
Rojo, rojo, rojo, duerme el gong.
Oro, oro, oro, sueña el farol.
Mientras rehago mi maleta
el cielo se ensarta
en las agujas
de pagodas ensombrecidas
por las alas sin plumas
del ave fénix.
Nieva en Beijing.
* Tomados de su libro EL ALMA DE LA CAÑA (Más que un gemido)
1 comentario:
qué buena poesía, un deleite y un estupor me queda, así de sencillo. Gracias por publicarla
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