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lunes, julio 09, 2012

Lourdes Franyuti: Semana sin lunes


Semana sin lunes
Lourdes Franyuti 

           
Otro día que desprendo del almanaque. Un día largo y gris, de ésos que se pasan despacio, desayunando, comiendo y cenando frente al ordenador; esperando a que las manecillas del reloj le ganen la carrera al tiempo. Interminables trazos por realizar, y mi mente divagando en cómo continuar con el anteproyecto de diseño para el que me han contratado.

Supongo que el día de hoy no es un buen día para trabajar; ya lo he arrancado de mi vista… Es lunes y la cabeza me estalla. Pudiera ser que una cargada taza de café ayude en la contienda. Conecto la cafetera y sigo esperando a que el tiempo me ayude a atrapar alguna idea. Abro el cajón de mi escritorio para buscar una libreta de notas y lo primero que hallo es un cubo de rubik que mi hijo ha dejado olvidado.

Lo observo con detenimiento y recuerdo cómo jugaba yo con él cuando era niño; le llamaba el cubo mágico: un rompecabezas tridimensional totalmente revuelto. Las seis caras que lo conforman me hacen recordar mi creatividad en este momento: todo un desastre en cuanto a esquinas, posiciones lineales, formas de cruz…Analizando la problemática del cubo, imagino las diferentes rotaciones, variaciones y posibilidades en cambios de colores.

Regreso a la computadora. Ahora tengo el plano a medias y el cubo frente a mis ojos. Le doy vueltas y detecto cuatro esquinas en color azul. Alzo mi vista al plano y me percato que las pegatinas azules y esquinadas coinciden con las cuatro esquinas del espacio escénico del teatro que proyecto. Las despego y las coloco sobre el ordenador.

Mi mente selecciona imágenes, medidas, espacio para butacas, con los colores del cubo, mismos que sigo despegando y colocando en la pantalla. Todo es más claro ahora y comienzo a separar las secciones del plano por colores. Las horas pasan y el trabajo se va completando. Miro el cubo y se ha quedado con solo cinco pegatinas formando una “L”.

Sin darme cuenta, se ha hecho tarde; ya casi termina este día. Despego las pegatinas de la pantalla para regresarlas al cubo, mismo que he ordenado en simetría y color. Volteo a la computadora y distingo el plano exactamente igual a como estaba en la mañana, sin modificación alguna. La alarma del reloj suena recordándome la hora. Ha iniciado el día martes. Al parecer, todo lo sucedido ayer se ha perdido; como si el almanaque con todo y su santoral me gritara desde el muro donde está colgado, que ésta será una corta e improductiva semana sin lunes.


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