Semana sin lunes
Lourdes Franyuti
Otro día que desprendo del almanaque. Un
día largo y gris, de ésos que se pasan despacio, desayunando, comiendo y
cenando frente al ordenador; esperando a que las manecillas del reloj le ganen
la carrera al tiempo. Interminables trazos por realizar, y mi mente divagando
en cómo continuar con el anteproyecto de diseño para el que me han contratado.
Supongo que el día de hoy no es un buen
día para trabajar; ya lo he arrancado de mi vista… Es lunes y la cabeza me
estalla. Pudiera ser que una cargada taza de café ayude en la contienda.
Conecto la cafetera y sigo esperando a que el tiempo me ayude a atrapar alguna
idea. Abro el cajón de mi escritorio para buscar una libreta de notas y lo
primero que hallo es un cubo de rubik que mi hijo ha dejado olvidado.
Lo observo con detenimiento y recuerdo
cómo jugaba yo con él cuando era niño; le llamaba el cubo mágico: un
rompecabezas tridimensional totalmente revuelto. Las seis caras que lo
conforman me hacen recordar mi creatividad en este momento: todo un desastre en
cuanto a esquinas, posiciones lineales, formas de cruz…Analizando la
problemática del cubo, imagino las diferentes rotaciones, variaciones y
posibilidades en cambios de colores.
Regreso a la
computadora. Ahora tengo el plano a medias y el cubo frente a mis ojos. Le doy
vueltas y detecto cuatro esquinas en color azul. Alzo mi vista al plano y me
percato que las pegatinas azules y esquinadas coinciden con las cuatro esquinas
del espacio escénico del teatro que proyecto. Las despego y las coloco sobre el
ordenador.
Mi mente selecciona
imágenes, medidas, espacio para butacas, con los colores del cubo, mismos que
sigo despegando y colocando en la pantalla. Todo es más claro ahora y comienzo
a separar las secciones del plano por colores. Las horas pasan y el trabajo se
va completando. Miro el cubo y se ha quedado con solo cinco pegatinas formando
una “L”.
Sin darme cuenta, se ha hecho tarde; ya
casi termina este día. Despego las pegatinas de la pantalla para regresarlas al
cubo, mismo que he ordenado en simetría y color. Volteo a la computadora y
distingo el plano exactamente igual a como estaba en la mañana, sin
modificación alguna. La alarma del reloj suena recordándome la hora. Ha
iniciado el día martes. Al parecer, todo lo sucedido ayer se ha perdido; como
si el almanaque con todo y su santoral me gritara desde el muro donde está
colgado, que ésta será una corta e improductiva semana sin lunes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario