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lunes, marzo 25, 2013

Ignacio García: La Caza Principal


LA CAZA PRINCIPAL
Ignacio García
 

En los momentos del Dadá en Paris, allá por los años 20’s, y el subsecuente Manifiesto de  André Breton, pocos adivinaban lo que se traían entre manos los signatarios de aquel documento (y otros). Y quienes sí lo intuían, los creyeron  locos pues afectaba intereses, no sólo artísticos sino de carácter económico y político. Como estos movimientos, de vez en cuando aparecen en la historia, los contestatarios simplemente no se arriman a la cultura oficial pues ya le saben los ademanes al Estado que financia la cultura oficialista.
La cultura y el arte en México es de carácter oficial –existen directores, secretarías y demás infraestructura para ello;  su montaje es pagado por los impuestos de todos a quienes Hacienda rasura de su salario cada quincena. De allí, los “expertos” economistas del Estado mexicano, crean un pastel y lo reparten en rebanadas (salud, seguridad, educación, etc.). Y, ya se sabe: al arte y la cultura, concebidos como un mal necesario, le corresponde casi siempre la menor de las tajadas. Irónicamente, de esa porción que corresponde a cada espacio artístico en el país,  se gasta más en administrar el dicho porcentaje, que en hacer arte y preservar cultura; los recursos destinados a este rubro, y bajo este agregado, son cada vez, más endémicos.

Si a ello añadimos que muchos de quienes dirigen el curso de este tópico, son todo menos artistas;  ya se podrá uno imaginar los resultados de la inversión. Y, obvio: como buenos burócratas dependientes de un Estado que para todo es corrupto, no falta la mano que empobrece aún más los destinos del quehacer artístico. Comenzando porque los directores de institutos, casas, posadas, cabañas, espacio-arte, biblioteca, o como se le dé en llamar, son nombrados, más que por su incuestionable figura intelectual, por el ser amigo, pariente o q-rida, de quien los nombra.
Yendo a lo  concreto, el IVEC ha tenido la “mala suerte” (rarísimas excepciones quitarían las comillas) de 25 años que no le han bastado para echar raíz y convertirse en bastión nacional, referencia geográfica, de la cultura veracruzana. Claro, los directores encargados del diseño cultural se toman del pelaje de la antigua y riquísima historia veracruzana para no pasar invisibles: somos el primer puerto de América, tenemos una riqueza inmensa en monumentos pre-hispánicos y coloniales, no nos faltan los fandangos, trovadores, cercanías con el Caribe, sones Montuno, el Carnaval “más alegre del mundo”, poetas y escritores famosos (Díaz Mirón, Bonifaz Nuño, Cuesta, el Vale Bejarano). De allí en fuera, 25 años han servido para demostrarle a la nación, o bien, que no hay nada nuevo bajo el sol en cuestiones de arte veracruzano, o que “di-a-tiro” a los artistas veracruzanos les falta talento debido a un raro predeterminismo geográfico.
Ya resulta cansancio proverbial los discursos de directores culturales de este edificio, que entran y salen: programas, renovaciones, promesas, cambios estructurales, bla, bla, bla… lo cual dura uno dos meses, y luego a dormir el sueño de los injustos: dos-tres numeritos  anuales, llenan el requisito del puesto y avalan el sueldo que se embolsa el susodicho. Para acabarla (proverbial también) no falta el nombramiento de amigos para hacerse cargo de tal eje, los sueldos absorben más y el recorte presupuestal prometido para la creación, se esfuma --a tal grado que quienes deseen presentar una obra literaria o artística deben llevar ahora su propio vino y bocadillos para sustituir la “marranilla” que antes ofrecía el propio instituto; además de conducirse con prisa en su evento, “pues se gasta mucha luz en climas e iluminación alterna”.
Para colmo, los pocos talentos que sí dan señal inequívoca de esforzado trabajo, y calidad en la medida del presupuesto otorgado, son “renunciados” por quítame estos pinceles. El caso Ivonne Moreno Uscanga, deja dudas de si fue su ineficacia como directora de Casa Principal, o un mero berrinche de quien puede y pudo hacerla a un lado, sobrevalorando un arranque de carácter, por sobre un espacio de los pocos que, se vio a lo largo de la gestión de la Mtra. Moreno Uscanga, funcionaban casi a rastras.
Por ello, por el testimonio fehaciente, el hecho público, la innegable labor difundida por prensa y TV, creo que ha sido más un ataque rabioso, un anticipado (que no falta) pretexto para imponer nuevo director o simplemente un montarse en su macho, lo que provocó la salida de Ivonne como directora: fue ahora ella, la Caza Principal del cazador mayor.
Tampoco se trata aquí de hacer una apología de Ivonne, quien, como todo ser humano, tiene defectos y virtudes, aliados y enemigos, simpatizantes de su labor y detractores del mismo. Tampoco se defiende la tesis de que ella es insustituible. Se maneja más bien cómo una decisión de poder puede echar por la borda no sólo la parte económica que desembolsó en los ingresos de la maestra; sino también  todo el tiempo transcurrido que equivale a experiencia adquirida, relaciones mediáticas, nexos con los artistas, aprendizaje administrativo y, en general, todo lo que involucra ser un buen director de cualquier espacio cultural. Pero, como eso no interesa, rápidamente la improvisación viene a llenar lo insustituible: simple teoría.
Puede haber muchos  pretextos y explicaciones del porqué Ivonne fue “renunciada”, pero lo que se ve, no se juzga. ¿Cómo le hacía la Mtra. Ivonne para cada semana (a veces 2 veces en la misma) tener un evento de interés para el público veracruzano? ¿Quién más que ella, privilegió el arte jarocho, jalapeño y demás sitios de nuestro Estado? Personalmente soy testigo de una agenda de trabajo adelantada hasta por tres meses antes de que uno pudiera tener un sitio en La Casa. Y no porque Ivonne no deseara tenernos allí; simplemente ya tenía programa para exposiciones, lecturas, charlas, conferencias. ¿Qué secreto le permitía mantener ese estado de cosas? Quién sabe. Ignoro de dónde le surgía esa capacidad para no dejar vacío un solo mes sin un acto de cultura.
Frente a esta actitud de trabajo bien planeado (que es la prioridad máxima en cualquier oficina de gobierno, pues lo demás debe manejarse  tras bambalinas), no cabe por ningún lado aquello de que  “Poder mata trabajo”. No obstante, en el IVEC, como es costumbre de la burocracia a la mexicana, esto ocurrió bajo las órdenes de un director (disculpen, soy muy malo para recordar nombres y apellidos aliados a la demagogia),  y ya no parece haber vuelta de hoja.  Lo que tenemos hoy por delante es que quien se sienta en  la silla de un poder efímero y pobretón, se convierte en un ejemplo irreflexivo de lo que la cultura y el arte no deben ni deberán ser jamás…pero lo es. Si a duras penas estos dos grandes temas sobreviven bajo asfixia, quítese lo irreflexivo y nos quedamos con la simple palabra  “cultura”, pero de dientes para afuera.

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