Duplicado de Llave
Lourdes Franyuti
“…Y
cada vez más tú, y cada vez más yo, sin rastro de nosotros”.
Joaquín
Sabina.
Dos llaves que abren una
cerradura; una cerradura que al parecer se cerró, seguido de un portazo
doloroso y abrumador. Sentada al pie de las escaleras observo y escucho las
desentonadas manecillas del reloj. Van tan aprisa y tan despacio que el ritmo
va olvidándose entre tanto silencio. Me pregunto desde cuándo empecé a comparar
el silencio con el olvido. Supongo que fue desde ayer, que olvidé cerrar la
puerta con fragilidad y delicadeza.
Sólo dos llaves abren la
puerta: Un amor sin consuelo y otro que ha buscado consuelo al salir por la
misma. Me anima la idea de saber que algún día se abrirá y que el olvido sólo
será un recuerdo. Sin parpadear, observo cómo se va apagando el fuego de la
chimenea; se va consumiendo lentamente llevándose consigo cada instante de
dicha.
Percibo la compañía de alguien; podría
decir que se trata de un ser inexistente con vida robada. Juraría que ha estado
aquí desde hace un buen tiempo, contemplándome, haciendo que este momento sea
más triste y difícil. Siento cómo me toma de la mano y me lleva al estudio
donde cada noche trabajo hasta tarde, haciendo estimaciones, contratos y
reportes estadísticos. Su mirada se ilumina, al igual que la lámpara que
enciendo sobre mi escritorio. Ahora que estoy sola, adivino de quién se trata:
el fantasma de la rutina, o bien, el dios del hastío. Es indistinto el nombre
que le dé… Lo culpo de romper mi estabilidad, mi armonía, mi paz… en dos
palabras: mi matrimonio.
Saco del cajón un llavero. Todas las
llaves están desacomodadas. Algunas son inservibles: no abren ninguna chapa,
por lo que quito de la argolla del llavero cada llave. Sólo me quedo con una:
la que abre la puerta que cerré ayer. Me pregunto qué hice mal; cuándo dejé
entrar al mencionado fantasma. Se instaló en esta casa sin invitación apoderándose
de mis ilusiones, de mi alegría y de mi corazón. Quizás a éste último lo haya
guardado él, en algún lugar bajo llave.
Lo he buscado debajo de
las sábanas de mi cama, no pude hallarlo; pudiera estar en la chimenea,
esperando a convertirse en cenizas, tampoco se encuentra allí; sin embargo me
queda la esperanza de saber que lo tiene alguien fuera de esta casa dispuesto a entregármelo… De repente, mis
pensamientos se borran al escuchar el sonido del teléfono.
El fantasma guardián
cumple su misión contestándolo y colocándolo justo en mis manos para que inicie
la conversación con mi jefe: Me indica que es imprescindible presentarme en la
oficina. Cuelgo, tomo la llave y me dirijo a las escaleras, sentándome en el
primer escalón de las mismas. Me atemoriza salir de la casa y cierro los ojos.
Al abrirlos me encuentro con el fantasma de la rutina tratando de abrir la
puerta…
Lo observo y arrojo mi
llave al fuego de la chimenea, mientras que de mis ojos brotan lágrimas
amargas, esperando a que la puerta únicamente sea abierta con el duplicado de
llave.
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