EL LIBRO VERDE DEL
CHE
(Con Prólogo de Paco Ignacio Taibo II)
Por Roberto Blaga
En un verdadero cruce de autorías,
trabajos y mezcla de géneros literarios, Paco Ignacio Taibo II ha prologado
para nosotros un libro de poemas de título El
Cuaderno Verde del Che, que no es sino una especie de antología de poesías
que el mismo Ernesto Guevara transcribió a mano y contiene versos de los que se
supone eran sus poetas favoritos(1)
En octubre de 1967, fecha de la
captura del Che en Bolivia, antes de
asesinarlo, los esbirros de la CIA vaciaron su mochila; sólo hallaron unas
cuantas cosas: 12 rollos de película, unos mapas corregidos con lápices de
colores, dos agendas, que luego se confirmaría eran su Diario de 1966-67 y un
cuaderno verde al que no le dieron mayor importancia los halcones del Pentágono.
Paco Ignacio Taibo II consigna que el Diario del Che apareció un día en Cuba
(luego se supo cómo), desde donde se
hizo una edición millonaria del libro bajo el título “El Diario del Che en
Bolivia”. A mitad de los 80´s el Diario vuelve
a ser noticia: la famosa casa de remate inglesa Shoteby’s anuncia que subastaría el Diario con
un monto inicial de 250 mil libras esterlinas.
Pero ¿y el otro cuaderno con pastas
verdes? Era una libreta de poemas escritos a mano, sólo que esta vez, los textos
no eran de la autoría de Ernesto Guevara. Eran una serie de poesías de
los poetas favoritos del Che pero sin el nombre de ellos a la cabeza del poema.
¿Sabía el Che de memoria a quién pertenecía cada poema?
Paco Ignacio Taibo II afirma,
igualmente, que el Che era un lector voraz. “Serán Pablo Neruda, y Las flores del mal de Baudelaire,
curiosamente leído en francés, los inicios de sus amores. A los 15 años se
encuentra con Verlaine, Antonio Machado. Y paralelamente el descubrimiento de
Gandhi, que lo emociona profundamente, sus amigos lo recuerdan recitando a
Neruda, pero también a poetas españoles: ‘Era
mentira/ y mentira convertida en verdad triste,/ que sus pisadas se oyeron/ en
un Madrid que ya no existe’”. Adelaida March, su compañera, recordaría: “Leía a todas horas, en cada momento que
tuviera libre, entre una reunión y otra, cuando iba de un lugar a otro”
EL CHE POETA
Quien lee poesía, raramente escapa de
la tentación de hacer sus propios intentos, ya sea en narrativa o en el mismo
género poético. El Che no escapó a ello. Pocos son los poemas que de él se
conocen, como este de 1955 que dice:
“El
mar me llama con su amistosa mano/ mi prado –un continente-/ se desenrosca suave
e indeleble como una campanada en el crepúsculo”.
En
otro, el Che se refiere a su compromiso revolucionario:
“Y
si en el camino se interpone el hierro/ pedimos un sudario de cubanas lágrimas/
para que se cubran los guerrilleros huesos/ en el tránsito de la historia
americana/ Nada más”.
Como él consideraba sus versos apenas un
pasa-tiempo y desahogo a sus demonios interiores, Guevara nunca publicó sus
poemas, y cuando alguien lo hizo por él, se enojó seriamente.
LA HECHURA DEL LIBRO
A Paco Ignacio Taibo II, le llegaron,
sorpresivamente, unas copias de las hojas de aquella carpeta verde. Su trabajo
no sólo fue prologar el libro, y ya. Consistió en analizar cada poema contenido
en las fotocopias y poner a cada uno el nombre de su autor. Fue un trabajo
arduo, en que se combinó conocimiento previo, investigación, deducción y muchas
noches de desvelo y cansancio. Los poetas incluidos en este libro son Pablo
Neruda, César Vallejo, Nicolás Guillén y León Felipe.
Taibo II, respetó el orden en que los
poemas se hallaron en el cuaderno. Para finalizar su Prólogo, el autor de
novela negra apunta: “Los tres poetas que le sobrevivieron, sin saber que
acompañaban al Che en su mochila en la última batalla, se despidieron de él
escribiendo:
Los
que vivimos esta historia
esta
muerte y resurrección de nuestra esperanza enlatada
los
que escogimos el combate
y
vimos crecer las banderas
supimos
que los más callados
fueron
nuestros únicos héroes.
(Pablo Neruda en: Fin del mundo)
No
porque hayas caído
tu
voz es menos alta
Un
caballo de fuego
sostiene
tu escultura guerrillera
entre
el viento y las nubes de la sierra
(Nicolás Guillén en: Che comandante)
León Felipe, en el poema que le dedica
hablando del relincho de Rocinante, el tan querido por el Che caballo del
Quijote, diría: Siempre fuiste un
condotiero apostólico y evangélico y un niño atleta y valiente que sabías dar
el salto mortal.
(1) El Cuaderno Verde del Che (Pablo Neruda, León Felipe,
Nicolás Guillén, César Vallejo). Prólogo de Paco Ignacio Taibo II, Seix Barral,
México, 2007.
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