Sobra decir que hay una diferencia abismal entre la oralidad y la escritura cuando se trata de un mismo acontecimiento. Es difícil imaginar las emociones que a través de sus gestos, su ritmo al hablar, el sitio desde el que habla, la circunstancia y el momento del relato, pudo haber transmitido Luis Alejandro Velasco, el sobreviviente del naufragio del Caldas. Esos momentos de transmisión oral, efímeros e irrepetibles, donde se hace el recuento de pasadas experiencias, son inaprensibles. Es allí donde encontramos la maestría y talento de García Márquez para, a través del texto, comunicarnos con una viva emoción los momentos acontecidos en un reporte de los hechos.
De tal dimensión es el relato, que el escritor logra capturar al lector y mostrarle, por medio de la anécdota de tan vasto panorama, los momentos de angustia del terrible naufragio, la soledad inmensa de las noches posteriores, y la indignación y la impotencia de no poder hacer nada contra el poder que trata de apropiarse de la tragedia para lograr ocultar las verdaderas causas de la catástrofe, intento que fracasa frente al reportaje de García Márquez.
El texto da cuenta, no sólo de la desventura personal del marinero Velasco, sino de la corrupción en el aparato de Estado. Es decir, el reportaje va mucho más allá de la anécdota del naufragio. El Relato de un Náufrago que realiza García Márquez, es un reportaje que no encuentra la frontera entre el periodismo y la literatura, ya que al utilizar recursos literarios como la descripción y la narración, lo hacen parecer más cercano a una novela, sin embargo, no por esto deja de ser un reportaje. Es una narración de hechos reales que no está exenta de una interpretación, que contiene una intención dramática que permite recrear los acontecimientos, según la sensibilidad del autor. Y gracias a esta sensibilidad, el lector se introduce en la historia viviendo las proezas tortuosas que sufrió el marinero Velasco y que permite, de igual manera, que el lector se involucre en el texto. Es un texto sin retórica, que no carga ninguna consigna ni abandera posición alguna.
No se trata de un texto político, sino de un drama social que al ser publicado por un diario de oposición, hizo temblar de rabia al gobierno, ya que quedó desnudo ante la opinión pública, dejando ver toda la corrupción que por detrás estaba. Tiene la virtud de reportar a la sociedad hechos que son de su interés, en diferentes dimensiones. Por un lado, las desgracias del infortunado marinero, su angustia, su soledad, es decir, el drama humano. Por otra parte, deja ver a partir de estos hechos, el modo de operar del gobierno y de las instituciones navales, tanto para cerrar negocios ilícitos como para encubrir los manejos indebidos que tuvieron como saldo la muerte de 8 marineros tripulantes del destructor Caldas. Es un texto que denuncia la opresión, la humillación y la corrupción que sufre el pueblo a manos de los gobernantes, lo hace relatando hechos concretos a partir del caso particular del marinero que sobrevivió a un naufragio de 10 días.
Años después, García Márquez, en su libro Vivir para contarla, hace un recuento de cómo se activó su “olfato periodístico”, luego de que el náufrago había sido víctima de un secuestro por parte del gobierno y cómo fueron controladas sus declaraciones ante la prensa. Sin embargo, cabe aclarar que no fueron cuestiones circunstanciales las que obligaron al autor, hasta entonces periodista, a escribir el reportaje y a hacerlo de una manera determinada. Los hechos eran ya noticia muerta y no tenían vestigio de actualidad cuando el reportaje fue realizado. El náufrago había sido acotado en sus declaraciones ante la prensa, erigido como héroe nacional y representante publicitario de una marca de tenis con los que supuestamente había sobrevivido al naufragio. Guillermo Cano, editor del diario “El Espectador”, logró comprar los derechos exclusivos de relato completo, después de que García Márquez había fracasado en un intento por conseguir una entrevista con el marinero Velasco.
Cano ordenó a García Márquez realizar el reportaje, quien ofendido y humillado aceptó “...sólo por obediencia laboral...”(2002: 564) advirtiendo que no lo firmaría él.
“Sin haberlo pensado, aquello fue una determinación casual pero certera para el reportaje, pues me obligaba a contarlo en primera persona del protagonista, con su modo propio y sus ideas personales, y firmado con su nombre. Así me preservaba de cualquier otro naufragio en tierra firme”
(Vivir para contarla, p564).
La noticia ya no era novedad, pero García Márquez tuvo que aceptar realizar el reportaje, lo hizo a regañadientes sin imaginar el éxito que tendría y las aventuras que le esperaban. El reportaje se publicó en entregas diarias, en un principio la extensión sería de catorce entregas, pero debido al éxito obtenido con la publicación se extendió a cincuenta.
El reportaje terminó de realizarse después de tres arduas semanas de entrevistas con el protagonista. “No usábamos grabadora. Estaban acabadas de inventar y las mejores eran tan grandes como una máquina de escribir, y el hilo magnético se embrollaba como dulce de cabello de ángel. La sola trascripción era una proeza” (2002: 565). No había tiempo que perder, no se podía dejar de lado aquel lenguaje efímero del na
García Márquez prefirió no gozar de las ventajas que ofrece el utilizar tecnologías novedosas como la grabadora, quería ver el rostro del entrevistado, las expresiones gestuales, sus movimientos, poner atención a las pausas y entonación de la voz al hablar. Ya que en sobradas ocasiones los gestos y actitudes dicen mucho más que las palabras. Este punto es de suma importancia para el periodista, porque así puede hacer un mejor sondeo de los datos que refiere el entrevistado a la hora de realizar una entrevista.
Las entrevistas resultaron ser muy productivas, Velasco contaba la historia capítulo por capítulo en forma lineal y García Márquez la redactaba por la noche para que la historia saliera en la publicación del diario en la tarde siguiente. El reportaje se publicó en entregas: “Cada capítulo que me contaba lo escribía yo en la noche y se publicaba en la tarde siguiente...” (2002: 565). Velasco tenía una facilidad extraordinaria de narrador, lo cual facilitó la redacción de las entregas.
Fueron condiciones extra literarias y extra periodísticas las que determinaron su extensión, García Márquez había calculado, en un principio, que la historia se contase en una edición de 14 entregas, pero la gran expectativa que generó en el diario, ocasionó que le pidieran alargar la historia a 50 capítulos. Finalmente, “se improvisó una junta de redacción, se estudiaron los detalles económicos, técnicos y periodísticos y se acordó un límite razonable de veinte capítulos. O sea: seis más de los previstos...”(2002: 568). Es interesante observar a detalle estas circunstancias bajo las cuales se realizó el reportaje, porque son exigencias propias del oficio de un periodista, la historia no terminaba en el capítulo 14, se tenía entonces que extender el número de entregas.
El texto no es simplemente una joya literaria nacida del genio e ingenio del autor, sino que se realizó bajo circunstancias y exigencias concretas, es decir, nace del oficio de un periodista. García Márquez hizo un reportaje utilizando recursos propios de la literatura, dándole cierta dramatización y un estilo narrativo aprovechando las capacidades del protagonista como narrador. Ordenó las ideas, las imágenes y los hechos, logró sistematizar las entregas, de tal modo que siempre mantuvo el suspenso y la tensión, que lograron mantener la expectativa del lector.
Fueron estos los elementos los que ayudaron a formular de una manera adecuada la estructura del texto:
“Los dos primeros días fueron difíciles, porque el naúfrago quería contar todo al mismo tiempo. Sin embargo, aprendió muy pronto por el orden y alcance de mis preguntas, y sobre todo por su propio instinto de narrador y su facilidad congénita para entender la carpintería del oficio” (2002: 566).
Fue gracias la capacidad narrativa del náufrago y el genio del autor que se logró escribir de una manera literaria el reportaje que denunciaba los procedimientos ilícitos de las fuerzas gubernamentales, en este caso concreto la Marina.
Los personajes que utiliza García Márquez para la construcción de su obra son prácticamente circunstanciales, es decir, dependen directamente de la ocasión en que ocurre el hecho que Velasco está narrando. Es por ello, que los personajes son prácticamente terciarios o secundarios, a excepción obviamente, del protagonista Luis Alejandro Velasco.
No se trata solamente de la entrevista, ni de transcribir lo que cuenta el entrevistado, sino también de cómo se ordenan las ideas, el orden y la secuencia de las mismas, lo que hace que este reportaje sea un magnífico texto.
El autor encuentra un tesoro en el propio personaje, más allá de lo que ha sufrido y enfrentado, hace una dramática experiencia, una nueva historia:
“Para preparar al lector antes de echarlo al agua decidimos empezar el relato por los dos últimos días del marino en Mobile. También acordamos no terminarlo en el momento de pisar tierra firme, sino cuando llegara a Cartagena ya aclamado por la muchedumbre, que era el punto en que los lectores podían seguir por su cuenta el hilo de la narración con los datos ya publicados” (2002: 566)
Es como la edición de una película, el ir ordenando las ideas según lo que se pretende decir y dar a conocer. No se relatan los hechos y ya, por atender a una falsa objetividad.
Los hechos se reinterpretan con el fin de darle una opción estética o formal para conseguir el objetivo de crear un nuevo relato que sea actual y no parezca el relato de un “refrito”, de una noticia vieja. Es por eso que el autor elige, escribir la narración en primera persona, el orden de la narración, la selección de las imágenes literarias que con tanta fuerza nos atrapan y nos hacen revivir junto con el náufrago su desdicha, la generación de una tensión dramática que proporciona interés al relato de los hechos.
Obviamente todo esto implica una gran habilidad en el uso del leguaje oral y escrito en el mensaje que el escritor-autor-periodista, sobre todo, quiere transmitir a su público. Un gran oficio de redacción y sobretodo, un gran talento narrativo.
Bibliografía
García Márquez, G. (1965): El relato de un náufrago, Tusquets, España, 89pp.
García Márquez, G. (2002): Vivir para contarla. Diana, México, 579pp.
García Márquez, G. (2002): Vivir para contarla. Diana, México, 579pp.
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