LA CARTA
Graciela Carrillo
Pensando en lo que haría en
el día, el susurro de una carta deslizándose por debajo de su puerta llamó su
atención. Se asomó a la ventana para ver quien la había dejado y alcanzó a ver
a un sujeto que vestía jeans y camisa azul, probablemente un mensajero, pues no
lo reconoció.
El sobre era blanco, sin
remitente, estaba dirigida a su nombre y dirección anotadas al frente. La abrió
sin mucho cuidado, pues le impacientó querer saber quien la enviaba. Estaba
escrita a mano, en tinta azul oscuro y con una letra un poco difícil de
entender. Sin embargo sí podía leerse más o menos rápido. Se reclinó en el sofá
de la sala y comenzó a leer. Conforme avanzaba en la lectura se iba enderezando
en su asiento. No podía creer lo que ahí decía. ¿Cómo había pasado eso? ¿Cómo
se había enterado? Seguramente fue en los días en que estuvo fuera de la
ciudad. No se habían visto desde entonces y no le había dado mucha importancia,
pues últimamente se frecuentaban menos que antes. Lo que decía la carta iba
cambiando de tono de párrafo en párrafo, comenzó en forma entrecortada, luego
se hizo más rápida y reclamante; al final se tornó amable.
A pesar de ello, su boca
comenzó a secarse y un sudor frío le humedeció el cuerpo; la incomodidad le
invadió. ¿Qué hacer? ¿Devolver la misiva? Eso traería problemas. Lo presentía.
Lo pensó mejor y decidió dejar las cosas como estaban. Se recostó de nuevo en
el sofá. Las lágrimas asomaron a sus ojos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario