LECCIÓN
DE COSAS
Lilia
Ramírez
Mi nieta mayorcita anda muy entusiasmada con
retomar la lectura después de algunos meses de sequía intelectual originada por
la poca motivación que inyecta en ella el programa escolar para cuarto grado de
primaria. Parece ser éste mera repetición de lo aprendido el ciclo anterior, por
lo cual su nivel de esfuerzo ha disminuido considerablemente. Sin embargo, a
estas alturas, ya rebasado el primer periodo de exámenes bimestrales, con una
bagatela de tiempo, sus calificaciones no fueron menores de 9 y 10. Como
pertenece a una familia de longevos, le es posible visitar a tres bisabuelos octogenarios
en sus propias casas. Para tal fin, sus padres la llevaron a donde ellos viven aprovechando
el puente de Día de Muertos. Fue así como un simpático personaje infantil, creado
en la década de los 50, se coló hasta el umbral de sus nueve años para renovar su
entusiasmo por la lectura. El
pequeño Nicolás junto con Lucky Luke, Axtérix el Galo, Oumpah-pah e Iznogud, son
los personajes más populares creados por René Goscinny, uno de los escritores
franceses de mayor éxito en todo el
mundo. De su obra, en conjunto, se han vendido más de 500 millones de libros traducidos a más de treinta
idiomas. Según Wikipedia: “En Francia, once
escuelas y colegios llevan su nombre, y algunas ciudades francesas, incluyendo
a París, tienen una calle llamada René Goscinny. Quizás el más
notable homenaje fue el cambio de nombre del Liceo Francés de Varsovia, a
"Liceo René Goscinny". En 1998, la palabra Goscinny fue incluida en el diccionario
Larousse. Desde 1986, se otorga anualmente el Premio
René Goscinny al guionista de
historietas más destacado del año.” El 5 de noviembre de 1977, hace exactamente treinta y
cinco años, este célebre guionista e ilustrador murió a
la edad de 51 años.
“Joaquín tiene problemas” es uno de los cinco libros de la serie “El
pequeño Nicolás”, ilustrado genialmente por Sempé, traducido por Esther Benítez
y editado por Alfaguara en 1985. Joaquín es un integrante de la pandilla de
Nicolás junto con Majencio, Jonás, Eudes, Rufo, Godofredo y Alcestes. La
maestra de todos ellos comienza el capítulo 10 diciéndoles: “Mañana tendremos
una lección de cosas muy especial; cada uno de vosotros tendrá que traer un
objeto, con preferencia un recuerdo de viaje. Comentaremos cada objeto, lo
estudiaremos, y cada uno de vosotros nos explicará su origen y los recuerdos
que le trae. Será, a la vez, una lección de cosas, una clase de geografía y un
ejercicio de redacción.”
Debo confesar que estas palabras detonaron en mí varias emociones,
sobre todo la frase “lección de cosas”. Se me ocurre que la razón puede deberse
a varias “cosas”: Primero. La certidumbre de que para mucha gente la palabra
“cosa” significa una buena parte del mundo circundante, por lo cual la usa con
frecuencia privándose de conocer otros términos de nuestro extenso vocabulario.
La pobreza de lenguaje que padecemos, induce a usar indiscriminadamente esta
palabreja de cuatro letras. Hay muchas frases hechas que brindan comodidad de
uso, pero que inhiben nuestra creatividad y riqueza lingüística. Observe cómo
podría ser sustituida la palabra “cosa” por el sustantivo propuesto entre
paréntesis, u otro que usted encuentre, en las siguientes expresiones: Te voy a
decir una “cosa” (secreto); venga, le voy a dar una “cosa” (premio, castigo,
regalo); traiga usted esa “cosa” (caja, silla, libro) aquí; daría cualquier
“cosa” (pertenencia) por verte; las “cosas” (malestares, sinsabores, incomodidades)
que uno tiene que soportar; qué “cosita” (mujer, persona, hermana, madre, hija)
tan linda eres.
Segundo. Soy una apasionada de los viajes. En casa tengo una
vitrina llena de pequeños objetos traídos de diversos sitios del país y del
mundo. Son boberías, quizá. Pero cada uno de ellos revive en mi ánimo una
historia particular, un momento, una persona, un paisaje, una sonrisa, una
experiencia compartida o solitaria. Conforman una piedra roseta solamente descifrada
por su dueña. Para muestra, un botón: poseo un pequeño alcatraz de cerámica,
que es un prendedor. Lo compré en un mercado de pulgas en Florencia, Italia, mi
ciudad favorita. Lo levanté del puesto atraída por su color lila, que también es
mi favorito. Al darle vuelta descubrí mis propias iniciales en breves letras
doradas: L.R. la vendedora me explicó que ella misma lo había hecho y que lo
había sellado con su nombre abreviado: Lauretta Rosenbergh.
Tercero. La frase evocó ejercicios diseñados por mí para
desarrollar a los alumnos de mis propias clases algunas habilidades como son el
trabajo en equipo, la propia construcción del conocimiento, el fomento en la
descripción de objetos, el ejercicio de la redacción, el desarrollo de la
observación. La lista aumenta cada vez que me lo propongo. La dinámica es muy
sencilla: escojo de mi vitrina un número de souvenirs igual al número de
equipos de trabajo y los guardo en una pequeña bolsa opaca. En el salón de
clases le pido a cada equipo sacar uno de estos objetos de la bolsita. Lo
observan por un minuto y después, cada equipo se da a la tarea de describirlo,
primero individualmente y después en colectivo. Deben realizar esta tarea por
escrito. Después, cada subgrupo da a conocer su trabajo al grupo además de
describir el proceso por el que ha alcanzado la conclusión final. De hoy en
adelante, a esta sencilla dinámica la identificaré con el gracioso nombre de
“Lección de cosas”.
liliaramirezdeoriza@hotmail.com
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