CISNE NEGRO:
EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA
DE HÉCTOR OCHOA Y ARISSA HUERTA
Ivonne Moreno Uscanga
La recurrencia
y la hibridez en el arte son importantes para retomar
la polivalencia de los discursos visuales. Este fue el caso de hace tres
años del filme El Cisne Negro, de Darren Arofsky, protagonizada por Natalie Portman.
Debido al
éxito de la película, la magia de la coreografía de Tchaikowski vuelve a
nuestros sentidos con nuevos bríos. A pesar de la vigencia del ballet El Lago
de los Cisnes por estar continuamente en carteleras mundiales y en nuestro país en el Bosque de Chapultepec, no deja de
atraparnos la trama del popular cuento,
donde el bien y el mal están envueltos de magia y excelente música.
No obstante
es importante aclarar la libre adaptación de la película de Aronofsky,para realizar el guión. En el
original ballet, no hay un cisne negro,
sino la simulación de la protagónica Odette (hechizada junto con otras
doncellas en el lago de un bosque) cuando el malvado mago Rothbart, crea la
ilusión óptica de Odine y la suplanta, para confundir al príncipe Sigfrido,
enamorado de una mujer encantada como cisne.
Estética y
psicológicamente el público salimos ganando con la nueva versión, pues se nos muestra la belleza maniquea por parte
del lado oscuro de una mujer por alcanzar la perfección. Se conforma así, a la danza como el
motor de nuevas creaciones artísticas, cine, adaptaciones coreográficas
y fotografías, pues la trama de El Cisne
Negro sigue subyugando mentes como la de Arissa Huerta y Héctor Ochoa quienes
hoy nos abren con su trabajo
fotográfico, la ruta de la fantasía hilvanada
con los deslices de la obsesión.
Arrisa ha
distinguido su propuesta en la fotografía con una amplia variedad. Empieza con
la geografía veracruzana para perfilarse después a las experiencias de
fotógrafa peregrina, atrapando el encanto de lagos, cascadas, montañas y
senderos verdes y agrestes, en instantes donde la naturaleza se conjuga entre
la aparente quietud de atardeceres y el
ojo avisor de las intromisiones de la cámara, hoy la inquieta realizadora, se
vuelca a la mujer, a la danza y los bemoles del cuerpo y el deseo, constante
donde la sagacidad de Héctor Ochoa, así
como de maquillistas y bailarinas se funden
en exquisita complicidad.
De este modo
la intervención de la técnica
fotográfica de Héctor, afianza los
recovecos de la psique femenina, cuando captura y obtura, los anhelos y metas esquizoides de
mujeres-cisnes, tornados en ansiedad y
fijación. A guisa de los instintos del malvado
Rothbart. Ochoa- Huerta revelan en
contubernio con el ballet, las fortalezas del discurso fotográfico en constante
caza de los seres humanos y sus vicisitudes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario