DANIEL
NORIEGA: MARINERO DE TRES PUERTOS:
MÚSICA,
GASTRONOMÍA Y PINTURA.
Directora Casa
Principal-IVEC
La semblanza tipológica
artística de Daniel Noriega se asocia
con tres amarres:
El primer nudo tiene relación con la
música. En su juventud, Daniel se inclinó a las armonías y a las cuerdas,
siguiendo la inquietud por la estridencia
sonora, formó junto con sus hermanos, un grupo de rock, en los años
ochenta. Sendero cuya bifurcación lo
condujo a desarrollar su personalidad
extrovertida para el contacto humano, los negocios y más tarde hacia las artes plásticas en
distintas direcciones.
El segundo nudo lo establece con la
gastronomía. Daniel como buen sibarita,
crea líneas convergentes entre el placer de la degustación culinaria, los
buenos vinos y las bebidas exóticas con
los placeres de la vista. “De la vista nacen los amores” es una sentencia en
una de las etapas compositivas y visuales de Daniel Noriega, quien hace de la
plástica también una extensión de la tarea
divulgación artística.
Su tercer nudo, es el concatenado a
la pintura y como ya mencionamos a la difusión. Formado con Bernardo González
Peña y en Talleres Plásticos de Casa Principal como el de Oscar Gutman,
Patricia Soriano y Alberto Castro Leñero. Daniel fue también, junto con Columba Vertiz , Adolfina Paredes y Néstor Andrade ,un promotor cultural.
Portocultura, asociación de la
cual el formó parte, obtuvo significativos logros en el ámbito local,
tales como la presentación de escritores como Federico Campbell, Elena
Poniatoswka, obra y testimonio de
los pintores Juan Soriano y Nahum Zenil
y una
chala con el rockero Alex Lora, entre otros.
De este modo, Noriega, compagina sus
intereses, y se ancla a tres puertos: es
empresario, es mecenas para el ámbito cultural en el puerto de Veracruz y pinta.
Sobre su trayectoria en las artes
plásticas, mucho pareciera lo hiciera sobre instintos, no obstante su
sensibilidad le permite asociarse otros terrenos compositivos donde el volumen,
la tercera dimensión y la fotografía le han
permitido crecimiento y madurez, tal como queda manifiesto en su trabajo
colectivo con Moisés Avendaño y Carlos Cano.
Su
evolución hoy, como realizador
plástico, la percibimos, si comparamos su primera etapa, donde lo figurativo,
dejaba ver un buen dibujo pero cierta timidez por el riesgo al color
(Mujeres Indígenas) con sus formatos de gran tamaño donde la texturas juegan un
papel predominante: Los Cristos y María Magdalena, mujer yuxtapuesta entre la fe y el desacato:
…mujeres con labios pintados de
carmín, mujeres a quienes las distingue su melena encabritada, mujeres que se
abren camino a trompicones…mujeres que no logran corregirse a sí mismas…mujeres
que aman a los hombres mas que a sí mismas y mujeres que aman a los hombres
aunque nunca demasiado…mujeres que envejecen sin compañía…mujeres como
ellas…mujeres como yo… ( Jorge Volpi, La
Tejedora de Sombras)
La pintura para Daniel Noriega no es propiamente es la catarsis a sus
inquietudes personales o un diván de sueños
recuperables. Daniel miente y fantasea con sus figuras, animales y fondos. Los
disfraza y les pone detalles irónicos con la consigna previa de no tomarse en serio, ni siquiera él.
No tenemos, como receptores, la certeza de aproximarnos a lo expuesto,
pero sí a sus cavilaciones, rasgo permisible a definir:
…sólo en un ámbito, el del arte, se
ha conservado la omnipotencia de los pensamientos…únicamente en él sucede
todavía que un hombre devorado por sus deseos proceda a crear algo semejante a
la satisfacción de estos deseos y que ese jugar provoque- merced a la ilusión
artística. Unos efectos como si fuera algo real y objetivo… ( Freud Tótem y Tabú).
De este modo, la obra de Daniel tiene
una intencionalidad lúdica, atada a sus
anhelos más íntimos o tal vez a la
conjunción de sus más caros intereses: los placeres hedónicos de un ser muy apegado a lo humano.
En apariencia, Daniel Noriega tiene una diversidad en sus
tópicos plásticos, los espectadores pueden dejarse engañar por hecho y el contexto de estar en una retrospectiva del pintor, pero pendientes,
puede no ser así, la polivalencia de su
obra, pone en disyuntiva las tendencias del veracruzano, pues sus composiciones equidistan
en dos vertientes: lo sagrado (
Nazarenos, María de Magdala, San Sebastián) y lo profano (toros, árboles, autorretratos
) todos unidos por delgado hilo del
culto y lo mítico.
Noriega es uno de los claros
representantes de la plástica en Veracruz, ávido de bañarse en las aguas multiculturales
del Golfo de México.
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