Las
voces de Juana*
Alicia Dorantes
La locura es un don que sólo los locos disfrutan
Autor
desconocido.
La epopeya de Jeanne
d'Arc, la Doncella de Orleans, trancurrió entre el 15 de
abril de 1429, fecha en la que fue colocada al frente de un ejército del delfín
Carlos, el 23 de mayo de 1430: el funesto día en que fuera herida, capturada, vendida
a los ingleses, y el 30 de mayo de 1431, cuando, declarada hereje, es condenada
a morir en la hoguera... tenía escasos 19 años de edad.
Muchos
son los misterios que rodean la vida de la santa francesa; a la Juana de Arco,
virgen y mártir, quien condujo a los ejércitos galos contra los ingleses durante
una parte de la “Guerra de los Cien años”, nombre con que se conoce a las batallas
que Inglaterra libró por el trono francés, interrumpidas por treguas y tratados
de paz, que se dieron entre 1337 a1453.
Conocí
la historia de Juana, siendo una adolescente y, desde esa fecha la admiré. Me
conmovió. Juana: una joven campesina, analfabeta y humilde, que lideró los
ejércitos galos siendo sus victorias militares, fundamentales en el triunfo de
Francia ¿Qué impulsó a una adolescente, rural a vestirse como hombre y comandar
un ejército? Según ella, fueron voces divinas que le indicaron lo qué tenía que
hacer. La joven declaró haber visto al Arcángel San Miguel, a Santa Catalina y
a Santa Margarita, cuando tenía 13 años y agregó que sus voces le indicaban que
debía llevar una vida casta y piadosa.
«Más
tarde las voces volverían a comunicarse con Juana y esta vez le traían un
mensaje poco ortodoxo para su condición: dirigir al ejército francés para
liberar a Francia y coronar al delfín Carlos, primogénito del rey Carlos VI de
Francia, en la Catedral de Reims. Ambas cosas se cumplieron. Antes de alistarse
señaló que necesitaba una espada que
tenía cinco cruces en su hoja, misma que estaba enterrada detrás del altar de
la Iglesia de Santa Catalina de Fierbois.»
Al
paso de las batallas, fue capturada y entregada a los ingleses, ante la
pasividad del monarca francés. Fue procesada por la “Santa” Inquisición y
condenada por hereje y bruja a morir en la hoguera, hecho que se consumó el día
3l de mayo de 143l. Pasaron siglos antes que Juana fuera beatificada y
finalmente canonizada en el año 1920 por el Papa Benedicto XV.
¿Realmente
Juana escuchaba las voces divinas, o rayaba en la locura? Muchos psiquiatras de
uno y otro lado de las fronteras galas han intentado dar una explicación científica
a las visiones de la santa, aunque la brevedad de su vida y la lejanía en el
tiempo transcurrido, lo dificultan, por no
decir que impiden elaborar diagnósticos.
En
el siglo XIX, Brierre de Boismont, médico francés consagrado a la medicina
mental, habló de “alucinaciones fisiológicas”. Un siglo más tarde, el
psiquiatra alemán Karl Kleist decía que había personalidades especiales que
tenían tendencia a las alucinaciones y, según el escritor irlandés Bernard Shaw,
Santa Juana pertenecería a esta clase de personas. ¿Ciencia o misticismo? ¿Santidad
o locura? Hasta el momento nadie puede dar una respuesta clara.
Hay
quien cree que Juana sufría de algún grado de esquizofrenia, que era obsesiva y
tenía problemas mentales acompañados de alucinaciones; creía fielmente en lo
que sentía y pensaba. Fue una mujer valiente, decidida, fiel a sus principios y,
más aún, traicionada por su propio país, el cual fue incapaz de defenderla y
rescatarla, siendo que ella había salvado a Francia. Ahora… a siglos de su
horrenda muerte, ha sido canonizada. Es santa y patrona de los franceses, pero para
muchos, su historia refleja más que santidad, demencia. Ella, conducida por su
pasión, transgredió su espíritu de supervivencia: prefirió morir en la hoguera,
que retractarse y rechazar la existencia de sus voces.
Ahora
bien, este fue y sigue siendo, un mundo infinitamente ingrato con las mujeres.
Siempre coartando su libertad. Confinándolas a ámbitos tan estrechos como una
burka o la jaula de un ratón de laboratorio. En 1430, Christine de Pisan (Pisa)
dejó escrita la frase más terrible que puede decir una mujer. Dirigiéndose a
Dios, le preguntaba: “¿Por qué, Señor, me has dado un cuerpo de mujer…?”.
Sentía que era totalmente marginada por serlo. Nadie la tomaba en serio. En lo
personal, sigo admirando a las mujeres que se atreven a romper esos barrotes
que las separan de una vida normal y libre; de un universo inmenso, pleno de
pasión y mil cosas por descubrir y conquistar.
Hoy
día, deben haber millones de Juana de Arco reprimidas por ataduras ficticias,
inventadas por esos mismos religiosos cínicos que, de manera contemplativa, se
maravillaban de las palabras de esa pequeña mujer, quien pasó de ser una simple
aldeana a una de las representantes del género femenino más admirables de la
historia.
Me
pregunto: ¿dónde acaba la cordura y principia la locura? Hay quien dice: «La
frontera, creo yo, está en la riqueza y en el talento. Si eres rico nunca serás
loco: cuando mucho serás un excéntrico. Y si tienes talento, te conviertes en
un genio». Dalí tenía las cuatro cosas: personalidad, locura, talento y riqueza.
A través de la historia se han considerado “locos” a personajes que obviamente,
no lo eran, como el mismo Galileo. Otros, estoy segura que lo fueron: es más,
creo que necesitaban camisa de fuerza;
sólo por citar: Napoleón, Hitler, Franco, Mussolini, Stalin y muchos, muchos
más.
Hay
quien dice que loco es el que trata de detener un tanque de guerra con su
indefenso cuerpo, como lo hiciera aquel valeroso joven, el día 4 de junio de
1989 en la plaza de Tian'anmen, en Běijīng, China, o la misma Rachel Corrie, quien
el 16 de marzo de 2003, durante una protesta contra la demolición de casas
palestinas por parte de las Fuerzas de Defensa Israelíes en la Franja de Gaza,
intentó detener un bulldozer Caterpillar D9 en Rafah. Pero hay quien dice que
los locos son los que manejan ese tanque y no lo detienen… o quienes ordenan la
marcha del tanque. En lo personal, apoyo a quienes tratan de detener el tanque.
Cuando
en 1430 Juana, herida, fue capturada y vendida a los ingleses, estos últimos
retomaron la acusación hecha por los soldados ingleses, lo que les permitió
abrir un proceso que no tenía nada que ver con la Iglesia católica, más bien
era político. Los ingleses se aseguraron del apoyo de sus aliados franceses, en
particular de la Universidad de París, que declaró a Juana “idólatra invocadora
de demonios, cismática, apóstata, errada en materia de fe”. La conducción del
proceso fue dirigida por el obispo Pierre Cauchon y a Juana se le condenó a
morir en la hoguera, en la vieja plaza del mercado de Ruan, el 30 de mayo de
1431.
«Hoy
día, los psicólogos hablan de “estados transitorios alterados de conciencia”. Se
dice que no tiene por qué ser esquizoide necesariamente. Creo que la situación
política de Francia en el s. XV era endiabladamente compleja: había una gran
contradicción en el sistema feudal. Las
herencias dieron a los reyes ingleses una primacía francesa que se parecía más
a un estado de ocupación que a un pacto de vasallaje, por otra parte absurdo:
un rey (inglés) debía ser vasallo de otro rey (francés).
Finalmente,
las actas de aquel proceso impío están totalmente manipuladas, por lo que no se
sabe qué concluir. La iglesia oficialmente la ha reconocido como santa,
desautorizando tales actas.
(*) A
raíz de haber publicado el anterior artículo acerca de la vida de Juana de
Arco, me llegaron varios correos preguntándome ¿Qué creía acerca de la voces
que Juana decía escuchar? Me di entonces
a la tarea de buscar algo al respecto; estas líneas son el producto de esa
infructuosa búsqueda.
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