TLEN KECTOBA MOYOLOSLI
(saludo náhuatl)
Uno desea conservar en su memoria, muy dentro del corazón, los fugaces momentos en que comulgamos con el universo. Ese instante mágico, donde los sonidos armonizan y las imágenes llenan los espacios.
Allá, en un lugar amurallado por tan hermosa y retorcida cabellera, cuyo verdor tiñe el paisaje y roza por instantes el cielo…Allí en un lugar llamado San José Independencia, Zongolica, en el estado de Veracruz, fuimos testigos de un sublime concierto. Cincuenta y dos jóvenes adolescentes, cada uno orgulloso portador de su raza y fiel aprendiz de su instrumento.
Espectadores de primera fila. Nuestros rostros se inclinaron para recibir el honor y la belleza ensartados en coronas y collares. Regalo invaluable, ensueño de nuestras pupilas, naturaleza tejida por diestras manos. El Xochigoscatl fue tan sólo el principio de un idilio con la creación, de un reencuentro con nuestra esencia.
Cada integrante ocupó su lugar, un pupitre desvencijado, parte fundamental del exiguo mobiliario escolar. Modestos, gustosamente aliñados, deseosos de realizar lo tantas veces ensayado. Fijos los ojos en la nota. Fija la mirada en su adalid. De fondo…Inigualable paisaje. Bella y radiante naturaleza a nuestros pies. Nerviosos, atentos, no podían ni querían desafanarse de su encomienda:
Actuar, tocar como lo han aprendido desde hace 3 años. Así, algunos visitantes nos dimos cita en aquel rincón del mundo, en aquel Edén escondido entre las montañas…para escucharlos y para enseguida… admirarlos.
Guitarras, flautas, melódicas, manos párvulas e impetuoso aliento dando origen a tan especial concierto, a tan especial momento que uniéndome a la voz del papá de César “…Nunca lo dejaré de olvidar”.
Uno de los motivos de nuestra visita fue extenderles una invitación para presentarse en nuestro querido Puerto de Veracruz. Demonos la oportunidad de admirar algo más que un “pequeño” grupo musical, para que ese día, respondiendo a su saludo tlen kektoba moyolosli (¿cómo está tu corazón?) , el nuestro … se regocije.
(saludo náhuatl)
Uno desea conservar en su memoria, muy dentro del corazón, los fugaces momentos en que comulgamos con el universo. Ese instante mágico, donde los sonidos armonizan y las imágenes llenan los espacios.
Allá, en un lugar amurallado por tan hermosa y retorcida cabellera, cuyo verdor tiñe el paisaje y roza por instantes el cielo…Allí en un lugar llamado San José Independencia, Zongolica, en el estado de Veracruz, fuimos testigos de un sublime concierto. Cincuenta y dos jóvenes adolescentes, cada uno orgulloso portador de su raza y fiel aprendiz de su instrumento.
Espectadores de primera fila. Nuestros rostros se inclinaron para recibir el honor y la belleza ensartados en coronas y collares. Regalo invaluable, ensueño de nuestras pupilas, naturaleza tejida por diestras manos. El Xochigoscatl fue tan sólo el principio de un idilio con la creación, de un reencuentro con nuestra esencia.
Cada integrante ocupó su lugar, un pupitre desvencijado, parte fundamental del exiguo mobiliario escolar. Modestos, gustosamente aliñados, deseosos de realizar lo tantas veces ensayado. Fijos los ojos en la nota. Fija la mirada en su adalid. De fondo…Inigualable paisaje. Bella y radiante naturaleza a nuestros pies. Nerviosos, atentos, no podían ni querían desafanarse de su encomienda:
Actuar, tocar como lo han aprendido desde hace 3 años. Así, algunos visitantes nos dimos cita en aquel rincón del mundo, en aquel Edén escondido entre las montañas…para escucharlos y para enseguida… admirarlos.
Guitarras, flautas, melódicas, manos párvulas e impetuoso aliento dando origen a tan especial concierto, a tan especial momento que uniéndome a la voz del papá de César “…Nunca lo dejaré de olvidar”.
Uno de los motivos de nuestra visita fue extenderles una invitación para presentarse en nuestro querido Puerto de Veracruz. Demonos la oportunidad de admirar algo más que un “pequeño” grupo musical, para que ese día, respondiendo a su saludo tlen kektoba moyolosli (¿cómo está tu corazón?) , el nuestro … se regocije.
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