jueves, febrero 05, 2009
Roberto Blaga: Javier Sicilia, Premio Aguascalientes, 2009
Esta vez, el Premio de Poesía Aguascalientes, no ha quedado desierto (como de-cierto quedó en el 2008). El escritor católico Javier Sicilia ha sido designado ganador del concurso con su libro Tríptico del Desierto. El jurado estuvio integrado por Francisco Hernández, María Baranda y Vicente de Aguinaga (quienes también obtuvieron esa presea); el director del Instituto Cultural de Aguascalientes, Víctor Manuel González Esparza, y la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes, Enzia Verduchi.
Sicilia Zardain nació en la Ciudad de México en 1956. Radicado actualmente en Cuernavaca, Morelos, es autor de los poemarios Permanencia en los puertos (1982), La presencia desierta (1986), Oro (1990), Trinidad (1992), Vigilias (1994), de la novela El reflejo de lo oscuro (1997) y del ensayo Poesía y espíritu (1998).
Mis recuerdos de la presencia poética de Sicilia datan de la fecha en la que, de vez en cuando, VUELTA (la revista de Octavio Paz) lo editaba por ahí; además de un ensayo de Jesús Gómez, en donde, de forma certera éste apunta: “La obra poética de Javier Sicilia en general (como lo establece la presente reunión de toda su producción en este género) se caracteriza por ir contra la corriente dominante: en un tiempo en que se acentúa el descrédito de la práctica cristiana católica y en que la expresión lírica en formas métricas está en franco desuso, el poeta hace profesión de fe de ambos recursos y los enarbola a partir de una convicción íntima y rotunda. Cierto es que (como lo describe fielmente el cúmulo de imágenes que emplea) no parte del vacío dentro de semejante empresa, ya que en su periplo encuentra muchos asideros, tanto en la tradición teológica como en la poética. Más aún: es el reconocimiento de una vasta tradición y su conexión con la misma lo que podría representar el mayor riesgo, esto es, realizar una paráfrasis de los autores que en este sentido lo anteceden”
Detrás de la poesía de Sicilia (un poeta fiel y vertical en sus convicciones) se hallan Manuel Ponce, Concha Urquiza, Dolores Castro, Alejandro Avilés; además de sus pacíficas lecturas (obvias) de la Biblia y el Cantar de los Cantares, o fray Miguel de Guevara, san Juan de la Cruz, Manuel Ponce, Alfredo R. Placencia y, claro, san Juan de la Cruz.
En un tiempo donde la mentira y lo más atroz del hombre ya es tomado en nuestro país como lo “natural” del individuo, la poesía (y ahora el reconocimiento a Sicilia) viene a ser como un remanso, un retiro y un respiro que enseña el otro lado de la moneda: el hecho de que el hombre es el único animal que puede tender hacia una ética elevada que la que lo sostiene, o hundirse en la más vergonzosa de las morales; así sea que vaya a misa, se persigne o se llame Caballero de Cristo. En palabras de Javier, él lo pone así:
“Soy poeta de una sola obsesión: Dios en el alma humana; este poemario recrea el conflicto de un alma frente al misterio de Dios en un mundo roto, en una tierra baldía, que veló el misterio que sólo la poesía puede descubrir”, así describe Javier Sicilia (1956) a Tríptico del desierto, obra con la que obtuvo ayer el Premio de Poesía Aguascalientes 2009.
“Siempre he creído que la poesía es una forma de la oración. Todos los salmos son poemas. Los poetas mismos son profetas; éstos no son aquellos que predicen el futuro, sino quienes le devuelven su sentido original a lo que se está extraviando en la cultura. En un mundo tan sin sentido como el que estamos viviendo, el poeta permite encontrar ese sentido”
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