Foto: Heroína, de Viviana Alcohón
Rehacer el silencio
Te quise desde aquél día cuando nos entregamos
al oficio de mirarnos por detrás de los hombros.
Yo era una niña, regresaba de misa
cuando apareciste, ráfaga de aromas,
fuiste una visión inaudita del tiempo y el espacio
en unos ojos grandes repletos de candor.
Ibas de largo, sin mirar siquiera
mi vestidito rosa ni mis zapatos blancos.
No digas que no recuerdas ese olor a campanas,
ese sabor a tierra fértil de mi vientre virgen
a tus manos estoicas
que desdibujaron y dibujaron mi cuerpo
con un antojo neutral.
¿Recuerdas que la felicidad existía?
El miedo era una cucharada de sopa
en las manos de un héroe bebé,
no valían en tus uñas los secretos de la luz,
no cuando pretendías una sombra y dibujabas una rosa,
una rosa y una nube son patrimonios similares
en tierras de la ilusión.
Estuvimos previstos desde la disposición de las estrellas,
la perfecta sincronía de tu cuerpo no fue casual,
las manos en que guardabas cada secreto de mi dominio
te dirán siempre cuál camino es correcto hacia la nada
porque tendrás un hijo y le pondrás por nombre vanidad,
él reinventará con palabras la humedad y las siluetas,
el vértigo de la pérdida será sólo una broma de verano,
la distancia será un callejón de días y nada más,
el amor dejará de ser ese hombrecito circunspecto
para desdoblarse de sus ropajes de mito,
saldrá corriendo a la calle de la mano de tu hijo,
vendrás descalzo al mar a mediodía
mirarás desde la ventana de la esperanza,
sentirás aún el aliento tibio de la mujer que amaste,
quedará la sombra, el recuerdo volverá la espalda
en busca de otras tierras donde calar su higo.
El sonido del silencio recobrará su sutil forma
de lágrima salada y tumultuosa
y en medio de una calle, del ruido de la mansa muchedumbre
que jamás conoció las espinas del amor ligero,
volarás con las palabras de humo
escritas sobre tu espalda
veinte años atrás.
Votos prenupciales
I
Desperté y miré hacia fuera de la ventana.
Me enderecé y quedaba sólo un pino contra el cielo.
Pude estar en cualquier sitio,
la casa de mi papá donde siempre veía el tren,
el campamento de la secundaria,
la habitación de una universidad a la que no asistí nunca,
quizá sería mi próxima ventana.
Me levanté, caminé la casa esperando encontrarte,
quería hurgar en mi nostalgia del próximo año sin ti,
quería encontrar buenos motivos para imaginarte peleando,
para odiarte por adelantado, huirte,
llegué a la casa de repente y te vi tumbado sobre el sofá,
salvado, en la abulia sin nombre de los treinta años.
Miré esos ojos cansados que no he visto nunca,
me embebí con la misma angustia de estos días.
Tus ojos son más que ese par de charcos de piedad y lujuria
y todo el amor que me desconecta la piel del ego,
tus ojos serán los que me salven del civilizado instinto
de criar bien a nuestros hijos,
serán los que me cundan de no dormir sin cansancio
y sufrir por las ganas de sufrir,
tus ojos llenarán los espacios vacíos
desde el primer día hasta el penúltimo
y cuando estemos a punto de morir,
me devolverás a la inanimidad en que transité todos mis siglos,
cerrarás los ojos para que conciba, de nuevo, el mundo sin ti.
II
No quiero que me cures de dormir sobre laureles blancos,
y cuando diga que un foco es una pupila lo aceptarás,
y cuando decida hundirme en los colores de tu voz
cantarás,
y cuando quieras que no haga algo me contendré de gritarte,
saldré a la calle y pelearemos sin hablarnos,
no quiero esperarte sentada en una pila de cerezas
ni levantarme a las cinco para hacerte el pan,
no quiero la civilización como inquilina en el asilo del miedo
y aunque esta imagen ya alguien la escribió antes,
recuerda que tendrás un hijo y le pondrás por nombre vanidad.
Tal vez dentro de cinco años descubras
que me contengo de quererte y me fijes precio,
esperaré comprador sentadita en el mercado, hasta que vuelvas
y me lleves a tu cuarto con los brazos atados.
Me mostrarás que una guitarra puede devolver las ganas de morir,
me mostrarás que quise entrar a la adultez esa noche de sábado
cuando dijiste cásate y puse mi mano derecha,
me mostrarás que te amo porque siempre tienes las manos abiertas
y el corazón sin pose,
que en tu vientre caben todos los juegos de Dios,
y puede asir una nostalgia o una ilusión sin que se mezclen,
y recordaré que prometí librarte de eufemismos
todos los días de mi vida.
III
Hablemos del día de mañana.
Una bandada de palomas contra la bahía esquelética,
la Puerta del Sol o Montmartre,
la playa del Art Deco o el Parque Güell,
la ciudad del humo infinito o el puerto de las estatuas de arena.
¿Cómo transitarnos al futuro si tenemos las manos atadas por el amor?
¿Cómo perder el tiempo con besos o sueños callejeros?
La ciudad del hombre es su cuerpo repleto de estacas,
el vientre rellenable con flores blancas
la ilusión rellenable con ojos fundidos sobre un papel.
Podría esperarte medio siglo con sólo tener tus ojos,
eso es mañana, eso es librarte de mí sin atarme las pezuñas
y olvidarte que he sido pájaro en caza permanente de sonrisas,
hablemos de vestidos de colores y madrinas y caudillos,
hablemos de despertar sin recordar el sitio
pero jamás olvidar el olor,
hablemos de votar anualmente por el mejor de la pareja,
y emular sonrisas en este jarabe de dos eternamente reciclable,
quiero que la piel se te entuma cuando hagamos el amor
y te recoja en la morgue,
que tengamos un hijo y seas egoísta y no me mires,
hablemos de seguir humanos a pesar de los años y el amor,
hablemos de la miseria y seguiremos adelante,
hablemos de los amantes que regresan a ser nada
y serlo todo, a estar felices en la intranquilidad más absoluta,
cuando dejes de ser ese misterio que te viste
olvidaré que fuiste mi amante preferido,
siempre hay algún alter ego en busca de un par de piernas
para beber el futuro de un tajo.
Te quise desde aquél día cuando nos entregamos
al oficio de mirarnos por detrás de los hombros.
Yo era una niña, regresaba de misa
cuando apareciste, ráfaga de aromas,
fuiste una visión inaudita del tiempo y el espacio
en unos ojos grandes repletos de candor.
Ibas de largo, sin mirar siquiera
mi vestidito rosa ni mis zapatos blancos.
No digas que no recuerdas ese olor a campanas,
ese sabor a tierra fértil de mi vientre virgen
a tus manos estoicas
que desdibujaron y dibujaron mi cuerpo
con un antojo neutral.
¿Recuerdas que la felicidad existía?
El miedo era una cucharada de sopa
en las manos de un héroe bebé,
no valían en tus uñas los secretos de la luz,
no cuando pretendías una sombra y dibujabas una rosa,
una rosa y una nube son patrimonios similares
en tierras de la ilusión.
Estuvimos previstos desde la disposición de las estrellas,
la perfecta sincronía de tu cuerpo no fue casual,
las manos en que guardabas cada secreto de mi dominio
te dirán siempre cuál camino es correcto hacia la nada
porque tendrás un hijo y le pondrás por nombre vanidad,
él reinventará con palabras la humedad y las siluetas,
el vértigo de la pérdida será sólo una broma de verano,
la distancia será un callejón de días y nada más,
el amor dejará de ser ese hombrecito circunspecto
para desdoblarse de sus ropajes de mito,
saldrá corriendo a la calle de la mano de tu hijo,
vendrás descalzo al mar a mediodía
mirarás desde la ventana de la esperanza,
sentirás aún el aliento tibio de la mujer que amaste,
quedará la sombra, el recuerdo volverá la espalda
en busca de otras tierras donde calar su higo.
El sonido del silencio recobrará su sutil forma
de lágrima salada y tumultuosa
y en medio de una calle, del ruido de la mansa muchedumbre
que jamás conoció las espinas del amor ligero,
volarás con las palabras de humo
escritas sobre tu espalda
veinte años atrás.
Votos prenupciales
I
Desperté y miré hacia fuera de la ventana.
Me enderecé y quedaba sólo un pino contra el cielo.
Pude estar en cualquier sitio,
la casa de mi papá donde siempre veía el tren,
el campamento de la secundaria,
la habitación de una universidad a la que no asistí nunca,
quizá sería mi próxima ventana.
Me levanté, caminé la casa esperando encontrarte,
quería hurgar en mi nostalgia del próximo año sin ti,
quería encontrar buenos motivos para imaginarte peleando,
para odiarte por adelantado, huirte,
llegué a la casa de repente y te vi tumbado sobre el sofá,
salvado, en la abulia sin nombre de los treinta años.
Miré esos ojos cansados que no he visto nunca,
me embebí con la misma angustia de estos días.
Tus ojos son más que ese par de charcos de piedad y lujuria
y todo el amor que me desconecta la piel del ego,
tus ojos serán los que me salven del civilizado instinto
de criar bien a nuestros hijos,
serán los que me cundan de no dormir sin cansancio
y sufrir por las ganas de sufrir,
tus ojos llenarán los espacios vacíos
desde el primer día hasta el penúltimo
y cuando estemos a punto de morir,
me devolverás a la inanimidad en que transité todos mis siglos,
cerrarás los ojos para que conciba, de nuevo, el mundo sin ti.
II
No quiero que me cures de dormir sobre laureles blancos,
y cuando diga que un foco es una pupila lo aceptarás,
y cuando decida hundirme en los colores de tu voz
cantarás,
y cuando quieras que no haga algo me contendré de gritarte,
saldré a la calle y pelearemos sin hablarnos,
no quiero esperarte sentada en una pila de cerezas
ni levantarme a las cinco para hacerte el pan,
no quiero la civilización como inquilina en el asilo del miedo
y aunque esta imagen ya alguien la escribió antes,
recuerda que tendrás un hijo y le pondrás por nombre vanidad.
Tal vez dentro de cinco años descubras
que me contengo de quererte y me fijes precio,
esperaré comprador sentadita en el mercado, hasta que vuelvas
y me lleves a tu cuarto con los brazos atados.
Me mostrarás que una guitarra puede devolver las ganas de morir,
me mostrarás que quise entrar a la adultez esa noche de sábado
cuando dijiste cásate y puse mi mano derecha,
me mostrarás que te amo porque siempre tienes las manos abiertas
y el corazón sin pose,
que en tu vientre caben todos los juegos de Dios,
y puede asir una nostalgia o una ilusión sin que se mezclen,
y recordaré que prometí librarte de eufemismos
todos los días de mi vida.
III
Hablemos del día de mañana.
Una bandada de palomas contra la bahía esquelética,
la Puerta del Sol o Montmartre,
la playa del Art Deco o el Parque Güell,
la ciudad del humo infinito o el puerto de las estatuas de arena.
¿Cómo transitarnos al futuro si tenemos las manos atadas por el amor?
¿Cómo perder el tiempo con besos o sueños callejeros?
La ciudad del hombre es su cuerpo repleto de estacas,
el vientre rellenable con flores blancas
la ilusión rellenable con ojos fundidos sobre un papel.
Podría esperarte medio siglo con sólo tener tus ojos,
eso es mañana, eso es librarte de mí sin atarme las pezuñas
y olvidarte que he sido pájaro en caza permanente de sonrisas,
hablemos de vestidos de colores y madrinas y caudillos,
hablemos de despertar sin recordar el sitio
pero jamás olvidar el olor,
hablemos de votar anualmente por el mejor de la pareja,
y emular sonrisas en este jarabe de dos eternamente reciclable,
quiero que la piel se te entuma cuando hagamos el amor
y te recoja en la morgue,
que tengamos un hijo y seas egoísta y no me mires,
hablemos de seguir humanos a pesar de los años y el amor,
hablemos de la miseria y seguiremos adelante,
hablemos de los amantes que regresan a ser nada
y serlo todo, a estar felices en la intranquilidad más absoluta,
cuando dejes de ser ese misterio que te viste
olvidaré que fuiste mi amante preferido,
siempre hay algún alter ego en busca de un par de piernas
para beber el futuro de un tajo.