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miércoles, mayo 02, 2007

Ríos Alcocer: Alguien con quien hablar



Lo tenía al alcance de la bota, podía haberlo deshecho contra el piso de la celda, pero estaba tan solo que incluso aquella mínima y obscura presencia, era compañía.Venció la repugnancia inicial que le despertó el alacrán, éste entró por una grieta entre piso y muro en el rincón más negro de la celda y se plantó frente a Fabián en la única zona sobre la que incidía un rayo de sol.
El preso tenía ahora con quien hablar.

-¿Sabes dónde estamos?
El animal pareció prestar atención. Levantó las tenazas e irguió la cola.

-Es un antiguo fuerte español, de tiempos de la colonia, sólo una parte está en pié, menos de un tercio es habitable, ha sido cuartel, hospital, manicomio y recientemente, cárcel.
El alacrán se aproximó a Fabián y meneó la cabeza, como diciendo:

-No es posible.

-Sí, la improvisaron como prisión, ésta es la última celda del ala norte. Nos separan del resto del fuerte cien metros de ruinas, un largo pasillo semiderruido.

El alacrán caminó hacia la reja y pareció mirar en la dirección que Fabián señalaba, luego retornó al lado del preso y se quedó ahí quieto.

Llegó la noche, el alacrán se refugió en la grieta del muro y comenzó a estridular como grillo.
-Cri, cri, cantaba.

Fabián sintió que ya no estaba solo. Al día siguiente buscó a su alacrán, tenía que ponerle nombre. Lo llamó como quien la habla a un perro:

-Quisi, quisi, Pancho, ven acá.

Perezosamente, el alacrán surgió de su escondrijo y se acercó al prisionero. Quizá fuese su imaginación, pero Pancho había crecido, lo recordaba de un dedo de largo, hoy, bajo el rayo de luz que entraba a la celda, diría que medía lo doble.

En aquel momento, el carcelero hizo sonar las llaves y pasó bajo la reja un plato metálico conteniendo una papilla indescriptible y una lata con agua. El hambre fue más fuerte que el asco y comió toda su porción, el agua la escatimó, la iba bebiendo poco a poco para atemperar los calambres por falta de alimento, la papilla era del tamaño de un pan y la servían un día sí y otro no.

Después de comer, Fabián se sentó sobre el piso, bajo el rayo de sol y entró en desánimo.
-Voy a morirme aquí, olvidado, le dijo a Pancho. Éste se acercó tanto al preso, que Fabián extendió la mano y suavemente pasó su dedo índice sobre el quitinoso lomo del animal. Pancho respondió con aquel: cri, cri tranquilizador.

Los días fueron pasando menos amargos desde que Pancho acompañaba al prisionero, lo único inquietante, era que el arácnido crecía a ojos vistas y tanto que fue agrandando a golpe de tenazas la grieta por la cual se introducía a la celda.

Una madrugada fría de enero, Fabián se despertó en medio de fuertes sacudidas del piso. Los muros crujían con estrépito, acompañado todo esto por nubes de polvo que siguieron al derrumbe. Tras la reja de la celda ya no existía pasillo, sino un muro ciego. Un segundo temblor trepidó minutos después y las paredes se cuartearon amenazadoras. El hombre, aterrado, no atinaba a realizar ningún movimiento. De pronto sintió como lo sujetaban fuertemente y lo arrastraban hacia el fondo de la celda. Abrió los ojos y empavorecido vio a Pancho, quien literalmente lo llevaba en vilo hacia la grieta. Ésta se abría, enorme, de acuerdo con el nuevo tamaño del animal, ya equiparable al de Fabián.

El animal llevó al prisionero por la grieta entre piso y muro y luego a lo largo de un túnel irregular pero continuo. Entre el miedo por los terremotos que acababan de sucederse y el horror de constatar la talla monstruosa que tenía ahora el alacrán, el hombre cayó en un desmayo protector.

Cuando al fin recuperó el sentido, estaba tendido sobre la yerba a la entrada de una caverna desde cuyo interior, los grandes ojos del arácnido lo veían con fijeza.

Una mezcla de sentimientos encontrados rebulló en el espíritu de Fabián: el temor ante el aspecto de Pancho y la gratitud por haber sido rescatado del derrumbe y llevado a la libertad. Venció este último pensamiento, se levantó, fue hacia su alacrán, le palmeó la cabeza y se despidió del único amigo que tuvo en prisión.


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