ARTE Y MESTER
Por: Alejandro Hernández López
“Un guión pusilánime con actuaciones histéricas de sus protagonistas”
Como en un juego de espejos fuimos transportados a la otra orilla. Marchamos obedientes a casa y, entonces, muchos miramos televisión más de lo acostumbrado, lo volvimos motivo de profunda curiosidad. Quizá también con felipe todo ocurre simultáneamente pero no nos damos cuenta.
Creemos y con firmeza en “la última información oficial”. Esta calavera es una figura en miniatura de azúcar que se acostumbra colocar en los altares del Día de Muertos. Y reconocemos que todo se nos ha vuelto simple alucinación.
Atiborrados como estamos de información ni cuenta nos damos, que no es crisis la palabra que más pronunciamos los mexicanos. Apenas algunos vislumbramos la utilización del poder destructor del viento empleando metáforas y mensajes para ilustrarnos el extremo de una enfermedad, el miedo.
Nuestro pensamiento da maromas, nuestros sentidos tienen vértigo, las calles muestran colocados sus cubrebocas. El aire pesa y apenas rasguña el pavimento, no quiere caminar. Que nadie se mueva, porque ha llegado el momento de estar quietos.
En México todo es realidad, tiempo inalcanzable, callejero y aún revestido de solemnidad. Palabras en el viento que forman muchas expresiones. Uno camina en las calles topándose constantes invitaciones para acatar las recomendaciones sanitarias. Respetable y necesario. Nos ruegan la calma, a pesar de que unos van y otros vienen.
Estamos hablando de un virus que se manifiesta en la multiplicidad, según los dos hombres de televisa por la televisión: “No es de extrañar, tampoco peligroso, entonces, sólo raya en la proliferación del negocio de los cubrebocas azules”.
Puerco, cerdo, cochino y marrano… de cuatro carnes y ninguna fue, no fue nadie. Nuca ocurrió lo que pasó y menos fue una gloria. Yo no fui, tú no fuiste, ellos tampoco. Y no sé nada. Lo que antes era, ahora no es.
Una curiosa tradición, una sorpresa por lo insólito. En México el color es mexicano y corresponde a nuestra cultura por antonomasia. Las tonalidades grises / negras que amenazan nuestro entorno no empañaran el asfalto, la tierra, los jardines, las flores.
La sirena cubre su boca. Exposición de cubrirse el rostro para mirar desde otro ángulo y en la verdad de no saberse menoscabado, tampoco sentirse parte de esa industria con fuerza en el dramatismo y entrega a domicilio.
Las escamas de la sirena son de radiante lentejuela, parece su cola un televisor, es muy brillante. Nuestra mirada queda atrapada como también sería atrapada con una muestra de “arquitectura efímera”. En este reparto no existen personajes místicos, empleamos virus, evitando dobles de cine.
Por: Alejandro Hernández López
“Un guión pusilánime con actuaciones histéricas de sus protagonistas”
Como en un juego de espejos fuimos transportados a la otra orilla. Marchamos obedientes a casa y, entonces, muchos miramos televisión más de lo acostumbrado, lo volvimos motivo de profunda curiosidad. Quizá también con felipe todo ocurre simultáneamente pero no nos damos cuenta.
Creemos y con firmeza en “la última información oficial”. Esta calavera es una figura en miniatura de azúcar que se acostumbra colocar en los altares del Día de Muertos. Y reconocemos que todo se nos ha vuelto simple alucinación.
Atiborrados como estamos de información ni cuenta nos damos, que no es crisis la palabra que más pronunciamos los mexicanos. Apenas algunos vislumbramos la utilización del poder destructor del viento empleando metáforas y mensajes para ilustrarnos el extremo de una enfermedad, el miedo.
Nuestro pensamiento da maromas, nuestros sentidos tienen vértigo, las calles muestran colocados sus cubrebocas. El aire pesa y apenas rasguña el pavimento, no quiere caminar. Que nadie se mueva, porque ha llegado el momento de estar quietos.
En México todo es realidad, tiempo inalcanzable, callejero y aún revestido de solemnidad. Palabras en el viento que forman muchas expresiones. Uno camina en las calles topándose constantes invitaciones para acatar las recomendaciones sanitarias. Respetable y necesario. Nos ruegan la calma, a pesar de que unos van y otros vienen.
Estamos hablando de un virus que se manifiesta en la multiplicidad, según los dos hombres de televisa por la televisión: “No es de extrañar, tampoco peligroso, entonces, sólo raya en la proliferación del negocio de los cubrebocas azules”.
Puerco, cerdo, cochino y marrano… de cuatro carnes y ninguna fue, no fue nadie. Nuca ocurrió lo que pasó y menos fue una gloria. Yo no fui, tú no fuiste, ellos tampoco. Y no sé nada. Lo que antes era, ahora no es.
Una curiosa tradición, una sorpresa por lo insólito. En México el color es mexicano y corresponde a nuestra cultura por antonomasia. Las tonalidades grises / negras que amenazan nuestro entorno no empañaran el asfalto, la tierra, los jardines, las flores.
La sirena cubre su boca. Exposición de cubrirse el rostro para mirar desde otro ángulo y en la verdad de no saberse menoscabado, tampoco sentirse parte de esa industria con fuerza en el dramatismo y entrega a domicilio.
Las escamas de la sirena son de radiante lentejuela, parece su cola un televisor, es muy brillante. Nuestra mirada queda atrapada como también sería atrapada con una muestra de “arquitectura efímera”. En este reparto no existen personajes místicos, empleamos virus, evitando dobles de cine.
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