Grávidas antorchas de rocío
fluye un equinoccio incierto
vibra la campana
allá en lo alto pestañea
aleteo del rumor
que cruza por mi cuerpo macilento
cuatro esferas puestas
en la mesa de esta cena
negro oráculo
perpetuamente me enceguece
plata y obsidiana
filos que penetran
alcanfor de lo sin Nombre
la sonrisa de mi madre
joven
niña grande
arregla frascos amarillos
en sueños organiza mi cocina
el mago
con la luz que siempre lo rodea
lee un libro eterno
salgo cada noche
a contemplar el mundo
escucho
las grúas deslizan sus rumores
advertencias de peligro
estamos trabajando
¿para cuándo se ha pactado
mi último segundo
en la curva de las hojas?
necios faros
traspasan con su gélido camino
danza circular
incierto calor de las mañanas
esta nueva muerte de los hombres
máscara de tela desechable
persigue el aire de ese mar ausente
coloca mis plegarias
en pequeñas mariposas invisibles
sé que en ellas
se ahoga el oro
de un país sin sombras
el plácido rugir de mis arterias
ayer
sábado plomizo
esa media luna
preñada cuando Ícaro caía
ha vuelto a nacer en mis oídos
curó ladina
miradas de amapolas ciegas
late aún
me dice ella
naveguemos rumbo al centro
de otra nave
poderoso sortilegio
te ha dejado el Tiempo
mientras una sola espina
cruce nuestros hombros vagabundos
alguien nos dará venenos digeribles
otros vengarán heridas que no existen
ella
que sostiene mis espaldas
él
con su voz de antigua cueva
nada más me falta ahora
vivo en medio del desierto
conquisté
al fin
el Paraíso
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