Productiva sesión de trabajo
Primer Encuentro Nacional de Escritores en Orizaba: una reunión privada con las puertas abiertas a todo mundo.
Para entender lo anotado arriba hay que reflexionar.
Se trató de un encuentro de ochenta personas que viven en un país enorme y que requirió de dos o más meses de trabajo: hacer una lista de invitados y comunicarse con ellos, imprimir trípticos, carpetas, hojas, carteles, diplomas, coordinar una exhibición y venta de libros imposibles de conocer de otra manera, recibir a los invitados, hacerlos sentir como en su casa, tener café listo mañana y tarde, y más.
En realidad para un encuentro así se requiere media vida, o más, porque no es cierto que una amistad prospere a través de una invitación envarada: se necesitan alambiques especiales para almas y espíritus. Se necesita de un Islasáinz.
Es decir, un encuentro de escritores parece fiesta pero es sobre todo una jornada de trabajo, que en este caso duró más de tres días, del jueves 24 al domingo 27. Y allí está el corazón generoso de quien discurrió tal enormidad: Mario Islasáinz, poeta de Orizaba y promotor de la literatura mexicana.
Generoso porque invitó a sus amigos de Yucatán, Nuevo León, Guadalajara, etc., etc., todo México, y les ofreció un lugar, el Museo de Arte de Orizaba, y el tiempo para que se encontraran con sus colegas desconocidos. Un encuentro de amistad y trabajo.
De amistad porque compartieron alimentos, transportes, lecturas y conversaciones sin fin. De trabajo porque durante veinte horas, más o menos, escucharon a escritores de todas las edades (entre los veinte y los setenta años), además de leer sus propias obras.
Una reunión de ingenieros o de médicos tiene una importancia similar, pues ellos también se reúnen para planear un futuro mejor.
Encuentro histórico, por lo tanto.
Es posible que un poema se vuelva canción, que un cuento se vuelva película, que una novela se vuelva telenovela (¡no lo creo; los “escritores” de telenovelas no son escritores!). Entonces habrá gente que pague por un disco, por un boleto de cine, o por someterse a decenas de anuncios.
Quizás no pase nada de esto y muchos escritores muramos como José María Facha, poeta erótico de hace cien años, de quien habló Ignacio Betancourt el viernes 25: desconocidos o censurados.
Sabemos que la gente está ocupada trabajando, ¿por qué ir a una reunión de escritores? Sabemos que esa gente no tiene tiempo de leer, ¿por qué se asomaría a ver los libros que trajeron ochenta visitantes?
Hay que decirle a la gente que no entró al Museo dos cosas: que las puertas estaban abiertas y que había sillas disponibles. Porque la reunión no era secreta ni clandestina. Los escritores convocados en Orizaba son parte de quienes están construyendo la historia literaria del México de hoy, la que van a tener que estudiar los niños y jóvenes dentro de medio siglo, o más. Y la gente que no quiso entrar y atestiguar el trabajo de ochenta escritores se perdió de un pedazo de la historia de Orizaba y México, así, nada más, como otros pudieron haberse perdido la construcción de la autopista que usamos miles de personas, o la cirugía que pudo salvar a un enfermo desahuciado.
Para que la literatura exista basta un escritor y un lector, o un escucha. En Orizaba hubo ochenta, o más, escritores y lectores. La patria literaria está a salvo, tuvo una reunión histórica en mayo. Allá los que se quedaron afuera por su gusto. Yo, adentro, me divertí, preocupé, cansé, aburrí, aplaudí, sorprendí, gocé como en los mejores momentos de mi vida, por lo que le agradezco a Mario Islasáinz el trabajo de veinte, treinta, no sé cuántos años amando y ayudando a divulgar la literatura en México.
Por último, reconozcamos a los escritores, que recibieron la invitación de Mario y pagaron pasajes para llegar a Orizaba, en avión, en autobús, en automóvil, a pie si son de Orizaba; que dejaron sus ocupaciones y asistieron a encontrarse con sus colegas, con quienes trabajaron por una sola causa: la vida y la literatura.
Mi conclusión: los encuentros evitan la trampa de los concursos, donde lo importante es cerrar rápido la puerta, donde sólo uno cabe, y la trampa de la publicidad, donde se paga por parecer el único.
Primer Encuentro Nacional de Escritores en Orizaba: una reunión privada con las puertas abiertas a todo mundo.
Para entender lo anotado arriba hay que reflexionar.
Se trató de un encuentro de ochenta personas que viven en un país enorme y que requirió de dos o más meses de trabajo: hacer una lista de invitados y comunicarse con ellos, imprimir trípticos, carpetas, hojas, carteles, diplomas, coordinar una exhibición y venta de libros imposibles de conocer de otra manera, recibir a los invitados, hacerlos sentir como en su casa, tener café listo mañana y tarde, y más.
En realidad para un encuentro así se requiere media vida, o más, porque no es cierto que una amistad prospere a través de una invitación envarada: se necesitan alambiques especiales para almas y espíritus. Se necesita de un Islasáinz.
Es decir, un encuentro de escritores parece fiesta pero es sobre todo una jornada de trabajo, que en este caso duró más de tres días, del jueves 24 al domingo 27. Y allí está el corazón generoso de quien discurrió tal enormidad: Mario Islasáinz, poeta de Orizaba y promotor de la literatura mexicana.
Generoso porque invitó a sus amigos de Yucatán, Nuevo León, Guadalajara, etc., etc., todo México, y les ofreció un lugar, el Museo de Arte de Orizaba, y el tiempo para que se encontraran con sus colegas desconocidos. Un encuentro de amistad y trabajo.
De amistad porque compartieron alimentos, transportes, lecturas y conversaciones sin fin. De trabajo porque durante veinte horas, más o menos, escucharon a escritores de todas las edades (entre los veinte y los setenta años), además de leer sus propias obras.
Una reunión de ingenieros o de médicos tiene una importancia similar, pues ellos también se reúnen para planear un futuro mejor.
Encuentro histórico, por lo tanto.
Es posible que un poema se vuelva canción, que un cuento se vuelva película, que una novela se vuelva telenovela (¡no lo creo; los “escritores” de telenovelas no son escritores!). Entonces habrá gente que pague por un disco, por un boleto de cine, o por someterse a decenas de anuncios.
Quizás no pase nada de esto y muchos escritores muramos como José María Facha, poeta erótico de hace cien años, de quien habló Ignacio Betancourt el viernes 25: desconocidos o censurados.
Sabemos que la gente está ocupada trabajando, ¿por qué ir a una reunión de escritores? Sabemos que esa gente no tiene tiempo de leer, ¿por qué se asomaría a ver los libros que trajeron ochenta visitantes?
Hay que decirle a la gente que no entró al Museo dos cosas: que las puertas estaban abiertas y que había sillas disponibles. Porque la reunión no era secreta ni clandestina. Los escritores convocados en Orizaba son parte de quienes están construyendo la historia literaria del México de hoy, la que van a tener que estudiar los niños y jóvenes dentro de medio siglo, o más. Y la gente que no quiso entrar y atestiguar el trabajo de ochenta escritores se perdió de un pedazo de la historia de Orizaba y México, así, nada más, como otros pudieron haberse perdido la construcción de la autopista que usamos miles de personas, o la cirugía que pudo salvar a un enfermo desahuciado.
Para que la literatura exista basta un escritor y un lector, o un escucha. En Orizaba hubo ochenta, o más, escritores y lectores. La patria literaria está a salvo, tuvo una reunión histórica en mayo. Allá los que se quedaron afuera por su gusto. Yo, adentro, me divertí, preocupé, cansé, aburrí, aplaudí, sorprendí, gocé como en los mejores momentos de mi vida, por lo que le agradezco a Mario Islasáinz el trabajo de veinte, treinta, no sé cuántos años amando y ayudando a divulgar la literatura en México.
Por último, reconozcamos a los escritores, que recibieron la invitación de Mario y pagaron pasajes para llegar a Orizaba, en avión, en autobús, en automóvil, a pie si son de Orizaba; que dejaron sus ocupaciones y asistieron a encontrarse con sus colegas, con quienes trabajaron por una sola causa: la vida y la literatura.
Mi conclusión: los encuentros evitan la trampa de los concursos, donde lo importante es cerrar rápido la puerta, donde sólo uno cabe, y la trampa de la publicidad, donde se paga por parecer el único.
2 comentarios:
Debe de haber estado muy bien, estoy de acuerdo contigo. Pena que no me enteré, y creo que como yo habrá varios. Admiro la obra de Mario Isla Sainz cómo poeta y promotor, aunque no tengo el honor de conocerlo personalmente.
Excelente artículo Jaime, mejor no lo pudiste haber descrito.
Felicidades!!
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