Foto: Robert Maplethorpe: No era sólo un alcatraz
Texto leído con motivo de la presentación del libro ESTACIONES de Peniley Ramírez el pasado 8 de marzo de 2007 en la Fototeca de la Ciudad.
Nadie puede saltar sobre su propia sombra
Proverbio alemán
Qué difícil a estas horas escribir un poema
decir algo, cualquier cosa, decir nada.
José Roberto Pulido
She is anyway
Lennon and McCartney
¿Cuántos apuestan hoy por un futuro poético? ¿Cuánto estamos dispuestos a poner sobre la mesa, en desafío y reto, para empujar una expresión que nos trascienda, que nos alimente y nos permita ese ángulo de percepción que sólo se obtiene, como bien recuerda Ignacio García citando a Freud, a partir de la poesía.
He preferido preguntar antes que pretender un análisis o un abordamiento desde mi subjetividad. La poesía no se escribe pensando en la Semántica, en la teoría literaria. A veces ni siquiera se escribe pensando. La poesía, como en este caso, se escribe con las llagas abiertas y las puntas de los nervios a flor de piel. De otra manera no vale la pena. No sirve.
Algunos de los presentes saben que en este terreno tengo pocas certezas y muchas dudas. Por eso siempre pregunto y busco entender qué mecanismos se activan para que alguien, ajeno a nosotros, nos diga con precisión, a veces con dolorosa precisión, lo que nosotros mismos sentimos. Peni me mostró, no hace mucho, las tripas de un reportaje que escribía como tarea escolar, cuyo tema central era la vigencia de la poesía entre las generaciones contemporáneas. Confieso que, como muchos, mantengo una especie de triste resignación a que esta forma de conocimiento esté siendo cada vez más reducida a pequeñas cofradías, grupos de jóvenes desconectados (unplugged), comunidades que reciclan penas, alegrías y quejas. Pero esa percepción ha recibido una rotunda respuesta y me encuentro con Estaciones, una obra personalísima, atractiva, insinuante y, sobre todo, provocadora. Exactamente como la personalidad de quien la escribe.
No puedo menos que recomendar su lectura. Pedirles que se asomen a este mundo y se intriguen, como yo, frente a un lenguaje poderoso, frente a figuras renovadas y un conjunto de sensaciones que recorren el espectro completo de lo humano. Si lo hacen, verán al final que las preguntas irremediablemente surgen de la lectura. Ahora planteo algunas de ellas, con la esperanza de que, algún día, cuando la animosidad que hoy me lleva a ver con ojos amorosos a Peni, nos permita una búsqueda simultánea de respuestas. Un encuentro de dudas resueltas y, por lo tanto, desechables. Para pasar a lo que sigue en la vida.
¿Quién que la conozca, puede imaginar a Peni, en el tráfago cotidiano de su eterna confrontación intelectual, en su retadora exigencia crítica, en su obsesión por la trascendencia, quién puede, digo, imaginarla encerrada en las líneas de La espera:
Quiero ser pan,
migaja, sueño, algo.
Quiero que esto de vivir tenga sentido, sirva.
¿Sirve de algo, Peni, condenar desde la banqueta la arrogancia sobre seis cilindros? Fashion Week trasluce una arrogancia sobre otra: la certeza de que el futuro está en tus manos, en esa bola de cristal que anuncia, definitiva y certeramente:
Naciste bebé, como todos,
pero tus sábanas de seda
quisieron tu cerebro virgen.
...
Todos los años son agujas
y el tiempo teje su mejor telar.
¿En qué hilo de herrumbre
te habrás convertido
canosa, arrugada, inútil?
¿Vale la pena, Peni, el reclamo doloroso? ¿Cura algo? ¿Duele menos? Tu Carta, con destinatario explícito, recoge los espasmos que recorren el cuerpo frente al abandono, frente a la partida. La poesía que muestra las entrañas, la expresión que no deja dudas sobre el fondo del aliento que la anima, suele pasar por alto que el sufrimiento que se comparte no sólo no se aleja o no se remedia. Contamina. Trasmina y penetra en el lector. No vivo tu experiencia pero siento lo que significa y la traduzco. Sufro entonces.
Proverbio alemán
Qué difícil a estas horas escribir un poema
decir algo, cualquier cosa, decir nada.
José Roberto Pulido
She is anyway
Lennon and McCartney
¿Cuántos apuestan hoy por un futuro poético? ¿Cuánto estamos dispuestos a poner sobre la mesa, en desafío y reto, para empujar una expresión que nos trascienda, que nos alimente y nos permita ese ángulo de percepción que sólo se obtiene, como bien recuerda Ignacio García citando a Freud, a partir de la poesía.
He preferido preguntar antes que pretender un análisis o un abordamiento desde mi subjetividad. La poesía no se escribe pensando en la Semántica, en la teoría literaria. A veces ni siquiera se escribe pensando. La poesía, como en este caso, se escribe con las llagas abiertas y las puntas de los nervios a flor de piel. De otra manera no vale la pena. No sirve.
Algunos de los presentes saben que en este terreno tengo pocas certezas y muchas dudas. Por eso siempre pregunto y busco entender qué mecanismos se activan para que alguien, ajeno a nosotros, nos diga con precisión, a veces con dolorosa precisión, lo que nosotros mismos sentimos. Peni me mostró, no hace mucho, las tripas de un reportaje que escribía como tarea escolar, cuyo tema central era la vigencia de la poesía entre las generaciones contemporáneas. Confieso que, como muchos, mantengo una especie de triste resignación a que esta forma de conocimiento esté siendo cada vez más reducida a pequeñas cofradías, grupos de jóvenes desconectados (unplugged), comunidades que reciclan penas, alegrías y quejas. Pero esa percepción ha recibido una rotunda respuesta y me encuentro con Estaciones, una obra personalísima, atractiva, insinuante y, sobre todo, provocadora. Exactamente como la personalidad de quien la escribe.
No puedo menos que recomendar su lectura. Pedirles que se asomen a este mundo y se intriguen, como yo, frente a un lenguaje poderoso, frente a figuras renovadas y un conjunto de sensaciones que recorren el espectro completo de lo humano. Si lo hacen, verán al final que las preguntas irremediablemente surgen de la lectura. Ahora planteo algunas de ellas, con la esperanza de que, algún día, cuando la animosidad que hoy me lleva a ver con ojos amorosos a Peni, nos permita una búsqueda simultánea de respuestas. Un encuentro de dudas resueltas y, por lo tanto, desechables. Para pasar a lo que sigue en la vida.
¿Quién que la conozca, puede imaginar a Peni, en el tráfago cotidiano de su eterna confrontación intelectual, en su retadora exigencia crítica, en su obsesión por la trascendencia, quién puede, digo, imaginarla encerrada en las líneas de La espera:
Quiero ser pan,
migaja, sueño, algo.
Quiero que esto de vivir tenga sentido, sirva.
¿Sirve de algo, Peni, condenar desde la banqueta la arrogancia sobre seis cilindros? Fashion Week trasluce una arrogancia sobre otra: la certeza de que el futuro está en tus manos, en esa bola de cristal que anuncia, definitiva y certeramente:
Naciste bebé, como todos,
pero tus sábanas de seda
quisieron tu cerebro virgen.
...
Todos los años son agujas
y el tiempo teje su mejor telar.
¿En qué hilo de herrumbre
te habrás convertido
canosa, arrugada, inútil?
¿Vale la pena, Peni, el reclamo doloroso? ¿Cura algo? ¿Duele menos? Tu Carta, con destinatario explícito, recoge los espasmos que recorren el cuerpo frente al abandono, frente a la partida. La poesía que muestra las entrañas, la expresión que no deja dudas sobre el fondo del aliento que la anima, suele pasar por alto que el sufrimiento que se comparte no sólo no se aleja o no se remedia. Contamina. Trasmina y penetra en el lector. No vivo tu experiencia pero siento lo que significa y la traduzco. Sufro entonces.
no puedo permitirme abandonarte
y me duele tu falta
y tu presencia huele a barro abandonado
En Atlántida también sufrimos contigo:
tu ausencia es una condecoración a lo inútil
una puta que revierte el ánimo de cara a la pared
me golpea
estoy sangrando, sangrando
toda la noche y todo el día.
O en Carta Última:
Ahora me regalas el invierno,
colección de refugios.
Qué pena. Ahora también es nuestra. ¿Cuál es nuestra culpa, Peni? ¿Cómo sabes, además, lo que nos pasa a todos? ¿Cuándo fue que, sin advertirlo, entraste a nuestra vida a escudriñar en nuestros sentimientos, los desnudaste y ahora los expones ante nuestros propios ojos?
¿De qué manera concilias, después del zarpazo al ego y al alma, estas líneas con, por ejemplo, las de Octubre?
Las escrituras evangélicas de tu cuerpo
mosquean mi descanso.
(soy antecedente).
Las escrituras de tu cuerpo vuelven,
y vuelven,
y redoblan su esfuerzo calvo
cuelgan el ánimo
ahumado,
salado, en venta:
tienda donde mi muerte espera.
Tu regreso de espiga vuelve aplastado,
estoy abierta,
estoy echada sobre un árbol inflamado,
estoy siendo un hada
borracha comestible
para la conmiseración, lista
Sí, la perspectiva cambia, la nostalgia toma forma de esperanza y algo de revancha. Pero sigo preguntándome ¿cómo te enteraste de esta mi intimidad?
Una curiosidad: el hilo aparece recurrente en varios de tus poemas. No veo una vocación de hilandera y me pregunto: ¿qué tejerías si, por azares del destino, la vida te confinara a un espacio con sólo agujas y estambres? ¿Sostendrías entonces que la adultez es una gruta y hemos perdido el hilo? ¿Harías tu propio muñeco desarmable para deshilacharlo una y otra vez, sólo porque el sufrimiento permite la certidumbre de la vida? ¿Serías Penélope y arrojarías al paso del tren tus creaciones, para desandar más fácilmente el camino?
Tomo una de tus propias preguntas: ¿Dónde comienza el olvido a volverse acento? ¿Ese es un deslinde definitivo, Peni? Si la mirada crítica ha alcanzado lo suficiente como para poner en duda los mitos y las leyendas, ¿qué sigue? Había olvidado, porque se acumularon en un cajón del museo de las certezas ideológicas, cómo suena la poesía militante. Había terminado por creer que la militancia era sólo política. Hoy sé, después de Estaciones, que se puede militar en otros ámbitos. El amor es uno de ellos y de él se desprenden muchas consecuencias que regresan nuestros juicios a sus niveles originales para poder hablar, como tú, sobre una huida o un estancamiento con la misma quietud ensimismada.
Todo sea para no dar la espalda a Ezra Pound, para quien la poesía es algo como arrojar un puñado de pétalos de rosa al Gran Cañón, y quedarse atentos para escuchar el estruendo de su caída.
¿No sería mejor que el mundo siguiera su curso sin nosotros? ¿Sin nuestras preocupaciones y nuestros reclamos? ¿No sería preferible esconder la satisfacción de entender, para que los seres simples tengan la oportunidad de sostener su ánimo?
¿Sirve de algo, Peni, la poesía?
1 comentario:
y de que serviria no hacerlo...que pasaria con los reclamos internos...¿donde se acumulan?...la explosion no se haria esperar...no soy Peni...tal vez no merezca mi insolente escritura...
Publicar un comentario