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martes, marzo 27, 2007

Juan José Barrientos: Algo más que boleros


Como asesor del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Fernando del Paso le propuso a Rafael Tovar en 1993 que publicara una colección de “memorias habladas” o “vidas contadas” de algunos mexicanos notables por sus aportaciones a la cultura, cada una de las cuales se escribiría a partir de una serie de entrevistas realizadas por alguien “a la altura del proyecto”, quien se encargaría de editar las transcripciones. En otras palabras, el entrevistador y sus preguntas y comentarios desaparecerían con objeto de entregarle al lector un relato autobiográfico; el mismo Del Paso se encargó de entrevistar no menos de cuarenta veces a Juan José Arreola y de esas conversaciones salieron unas treinta y cinco horas de grabación acerca de una parte de la vida de Arreola que abarca desde 1920 hasta el año de 1947, poco después de su regreso de París. Así, se gestó Memoria y olvido, un libro publicado en 1994 que se acaba de reimprimir. La calle de los Sueños: Vida y Obra de Mario Ruiz Armengol* se basa también en una serie de entrevistas al compositor, pero el periodista Carlos Díaz Barriga no supo limitarse a editarlas y las convirtió en una biografía, que la verdad deja mucho que desear, a pesar del material excelente.


De acuerdo con el autor de esta biografía, “la obra para piano que ha escrito Mario Ruiz Armengol, junto a la de Manuel M. Ponce y Carlos Chávez, …es, en la materia, la contribución más importante en…desde México”, pero apenas menciona en otra parte que “A partir de su Sonata y de una Introducción y el Estudio No. 1—sobre el acorde de séptima --, surgirían Quintas, Preludio triste y cuatro consecuencias, Soliloquio, Nocturno a Ponce, Corolario, Mazurka y Minueto, tres valses, la Danza española para cuatro manos, Crepuscular, la Suite para Quinteto de Metales, la Romanza para cello y piano y la Romanza amorosa para violín y piano, treinta y tres piezas infantiles y un scherzo”. No fecha y tampoco nos aclara cómo se gestaron esas obras – ni las 19 danzas cubanas y las reflexiones--, como hace con algunas canciones escritas en los primeros tiempos.


El libro se basa supuestamente en “Muchas horas de conversación con el maestro” que le permitieron al reportero obtener no sólo información sobre su carrera, sino también sobre algunos detalles de su vida privada que ignoraban incluso los amigos de Mayito, como señala Vicente Garrido en su “A manera de prólogo”. Sin embargo, es obvio que no hablaron largo y tendido y que el reportero hubiera podido aprovechar la oportunidad para tratar más detenidamente algunos temas; además, el libro se pudo haber enriquecido con las contribuciones de otras personas, como sus hijos, de quien apenas se mencionan las fechas de nacimiento, y las hermanas, que sólo al final se aclara que eran tres y cantaban como integrantes del Trío Armengol, para no hablar de otras personas como Alejandro Corona o la viuda de Manolo Fábregas, con quien Mayito colaboró dirigiendo la orquesta en “Mi bella dama”, “El violinista en el tejado” y “El hombre de la Mancha” y que en 1955 le pidió una canción que interpretada por Pedro Vargas sería la música de fondo de una película dirigida por Juan Bustillo Oro, “Del brazo y por la calle”.


En general, esta biografía es una success story a la mexicana en la que primero nos remontamos a la niñez del protagonista y a su decisiva relación con su padre, “un músico de oficio”, y un piano Hamilton, que aquél mandó traer de la capital al puerto de Veracruz y en el que Mayito a los ocho años logró tocar “las pelonas”, acontecimiento que marca el nacimiento de un sueño, que el protagonista buscará, como a su viejo, en los cabaretuchos y teatros de la capital. No faltan, claro, el encuentro con Eros, representado por Virginia, una niña de catorce años, que trabajaba en el “Garibaldi”, y a la que asesorado por su progenitor un día le dijo “Que dice mi papá que si quieres ser mi novia”. Tampoco, la oportunidad que se le presenta al protagonista cuando en 1932 – a los dieciocho años – se presentó formalmente en “La Hora Azul”, el muy escuchado programa que conducía Pedro de Lille en la XEW, pues de ahí en adelante acompañaría a “los más importantes cantantes de la radio y además participaría en otros programas estelares como “H-Steel”, donde pasaría 6 años al lado del Panzón Panseco. Después, alternaría su trabajo en la radio con empleos en las orquestas que animaban los centros nocturnos capitalinos hasta que llegó a tener la suya propia: la Orquesta de Mario Ruiz Armengol. Además, hacía arreglos musicales y componía boleros y así vinieron los discos y la fama. También, otras mujeres y problemas.


Como suele ocurrir en este tipo de biografías, en el momento en que el protagonista se acerca a la realización de sus sueños, aparece otra mujer, atraída por su éxito, que lo aleja de su compañera, de su primer amor, y más tarde el protagonista pierde a sus seres queridos y se da cuenta demasiado tarde de su valor. Primero, el padre muere, víctima de cirrosis, y luego muere también Virginia, de pena, porque ya la había abandonado. Hay luego culpa y remordimiento …El protagonista desciende por el camino del alcohol y por un momento parece a punto de perderlo todo. Sin embargo, se salva. En cierto momento, decide someterse a un tratamiento y logra desintoxicarse. Desafortunadamente, en esta escueta biografía el personaje de la otra apenas aparece bosquejado; únicamente, se la menciona como “una cantante y modelo” que a principios de los años sesenta tendría unos veintiséis años y en este libro no aparece ni siquiera una foto suya, únicamente las de Virginia, como si Mario Ruiz Armengol hubiera querido olvidarla por completo.


Díaz Barriga anota que “en toda esta década [del 60], la canción romántica pasó para Ruiz Armengol a segundo plano” y que “Tras la creación de 22 piezas para arpa y diversos estudios” pasó a componer “piezas para piano, de la envergadura de “Las frías montañas” – escrita en Takoma, un congelado paraíso el extremo noroeste de los Estados Unidos, cerca de Canadá”. Qué hacía Mario Ruiz Armengol en esa región, no se dice, pero podemos imaginar que ahí lo llevó la otra, pues era gringa.


Tal vez lo salva su vocación, porque en esa loca carrera en busca de “huesos” de repente se le ocurre tratar de hacer algo más que boleros. Así, “entre 1960 y 1970 había disminuido su creación de música popular en la medida en que se había concentrado ya en la producción de obra clásica”.


Díaz Barriga señala que Mayito “poseía una capacidad de armonizar que se salía de lo que en aquella época pegaba” y que su música no fue del todo comprendida por la mayoría de los productores, dada una simple y sencilla razón: era muy fina. Y no era comercial”. El caso es que Ruiz Armengol se fue acercando a otro tipo de compositores y “desde 1936 tomó clases con José Rolón” y después durante la filmación de “San Francisco de Asís” conoció al organista de catedral, quien le presentó a Manuel M. Ponce, y, aunque no llegó a tomar clases con éste, ese encuentro de algún modo lo estimuló. Así, en 1946 comenzó a estudiar, como alumno del maestro Joaquín Amparán, las obras de Chopin, Debussy, Bach … y Schumann, cuya sonata en sol menor nunca pudo interpretar a satisfacción. En 1948, empezó a estudiar armonía moderna con Rodolfo Halfter y más tarde se acercó también a Carlos Chávez, que lo mandó con Blas Galindo…Así llegó un momento en que Ruiz Galindo sabía muy bien lo que quería. El “Huapango” de Moncayo no le pareció sino “un arreglito muy grandote de los temas veracruzanos, Balajú, el Gavilán y el Siquisirí”, pero Díaz Barriga no explica por qué Mayito se puso a componer sus Danzas cubanas ni mucho menos qué tienen éstas que no tenga el “Huapango”. De acuerdo con el propio Ruiz Armengol, “Se toman los danzones cubanos de principio de siglo, que ejecutaba Antonio María Romeu, los mejores pregones veracruzanos, a Stravinsky, a Debussy, al jazz de Teddy Wilson, a Duke Ellington, los pones en una licuadora y debo salir yo”. Obviamente, haría falta un musicólogo para explicarnos esto, pero Díaz Barriga ni siquiera lo intenta; ni siquiera anota que Teddy Wilson era el pianista de Benny Goodman y el más importante de la época del swing . Mucho menos que “sus primeras grabaciones revelan un estilo percusivo a base de una sola nota repetida y atrevidos staccatos” ni que “cuando empezó a tocar con Benny Goodman había confeccionado un lenguaje característico a base de legatos que le serviría el resto de su carrera” y que “se basaba en el empleo de décimas por grado conjunto interpretadas con la mano izquierda”, además de que “enfatizando la voz de tenor y omitiendo a menudo la fundamental hasta el final de la frase lograba un gran refinamiento armónico y un interés contrapuntístico”, mientras que “Para la mano derecha, adaptó el estilo trompetístico de Hine tocando fragmentos melódicos en octavas, a menudo separados por silencios y haciendo rápidas variaciones con pasajes de acordes arpegiados. Usaba todo el espectro del piano, cambiando a menudo de textura o de registro para subrayar las divisiones formales. Su estilo equilibrado y discreto y sus texturas transparentes resultan especialmente evidentes en sus grabaciones como solista de fines de los treinta, que le sirvieron de modelo a incontables pianistas de los últimos años de la época del swing”.


De cualquier modo, hay que agradecerle al Gobierno del Estado de Veracruz que haya publicado esta biografía de Mario Ruiz Armengol. También la reimpresión, aunque ya se agotó, de las 18 Danzas cubanas revisadas por Alejandro Corona y que con las 31 Piezas infantiles publicadas por la Universidad Veracruzana en 1986 son la única parte de la obra del compositor que se ha rescatado, pues el resto sólo se consigue en ediciones caseras. Lástima que la publicación de esta biografía no se haya aprovechado para promover la venta de los tres discos que ha grabado Alejandro Corona y el que hicieron sus alumnos, para no hablar de los discos en que Gustavo Rivero Weber y Claudia Corona interpretan obras de Mario Ruiz Armengol, pues se hubieran podido hacer paquetes con algunos de ellos y la biografía, para no hablar de las partituras.

*La calle de los sueños: Vida y obra de Mario Ruiz Armengol (México: Panorama, 2002)
(Per aspera ad astra)

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