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jueves, marzo 29, 2007

Luis Josué Martínez Rodríguez: TIYAT, una reflexión


Una reflexión del proyecto Tiyat
Comprender una cultura en la tierra
Luís Josué Martínez Rodríguez (*)

¿Cómo entender una cultura milenaria que nace y muere en la memoria? ¿Cómo adaptar nuestro nuevo horizonte cultural al pasado de palabra viva y piedra enterrada? ¿Cómo interpretar las arrugas de la piel y las grietas de los objetos? La cultura se mueve, cambia, se transforma a cada hora, pero también permanece, en el recuerdo, en la memoria de la palabra y de los objetos culturales. Entre la palabra y los objetos se construye la identidad de cada persona y, así, la identidad de cada pueblo. En la identidad hacemos de nuestra existencia una olla de barro llena de necesidad y libertad. Pero esta palabra y estos objetos no habitan en la nada, se encuentran en un tiempo y espacio que los resguarda definiéndolos. Tiempo y espacio, palabra y objeto, el juego de estos cuatro elementos nos conforman como individuos y en nuestra interacción como individuos nos proyectan como comunidad.

Hoy escribo de una comunidad en especial, la comunidad de creadores del Totonacapan reunida por el proyecto Tiyat (tierra) del Centro de las Artes Indígenas. Nacido de un proyecto educativo, la comunidad creadora realiza un proceso de investigación, experimentación y creación que parte de la necesidad de comprender su comunidad cultural para así revalorarla, y, para mi gusto, reconocerla. Comunidad amplia que se compone de artesanos, rezadores, danzantes, médicos regionales, músicos, hombres, mujeres y niños en general que conforman la región del norte del estado de Veracruz. Investigación, experimentación, creación son actividades que convergen para una sola tarea: comprender su entorno cultural y ambiental. Comprender no es acercarse al objeto de observación de una manera pasiva, comprender significa darle parte a este objeto como sujeto abierto a la comunicación. Para que haya un verdadero ejercicio de comprensión se debe entender que el otro, aquel que se intenta comprender, es un ente activo que habla, que dice algo, y en ese decir radica su importancia. En este sentido, la comprensión implica un diálogo, dos sujetos hablan, se comunican, encuentran algo en común para establecer una conversación que los lleve a una zona especial de rica convivencia. Para establecer este diálogo se debe establecer un código en común, pero este código debe ir más allá de la lengua, pues entre totonaco y español la complejidad de la traducción puede repeler la comunicación; por tanto, el código debe ser más abierto, entregado a la riqueza cultural. Dicho código será la instalación, lenguaje del arte contemporáneo occidental que se encuentra en el umbral de la escultura y la pintura, de la experiencia sensorial y conceptual. La instalación como lenguaje permite al creador conformar un espacio abierto al juego libre y espontáneo con el espectador, proporciona la experiencia vívida de la obra de arte, además de que se sitúa en un ambiente determinado para otorgarle un acento de significancia al mismo ambiente. El espacio es el mismo pero con la instalación dice algo más, y ese algo es la pregunta que cada espectador tiene que descifrar. Doce creadores, veintidós instalaciones, veintidós acentos del espacio natural de una comunidad abundante y expectante. Las instalaciones hablan de la tradición, de los rituales contemporáneos y del pasado, de las búsquedas espirituales, de las prácticas sociales. Las instalaciones hablan de la identidad, del juego creativo entre la piedra, la palabra, el tiempo y el espacio. En definitiva, las instalaciones hablan de la comprensión del vivir en una región particular.

Para establecer un diálogo, además del lenguaje, se debe establecer un canal, el espacio donde se transmitirá el lenguaje. El canal en los creadores del Totonacapan será la tierra. La tierra, pues es ahí donde nos entendemos, es ahí donde nacemos, actuamos y morimos. En la tierra, igual que en la piedra, igual que en la palabra. En la tierra, la instalación habla, ahí se propiciará la anhelante comprensión cultural. Tanto creadores como espectadores entenderán las grietas de la piel, las arrugas de la piedra. Se crearán espacios metafóricos y alegóricos donde la cultura totonaca, la presente y la pasada, cobrará fuerza, se mostrará en un imponente diálogo. Se levantarán altares en la tierra para conformar una nueva visión, atmósferas perecederas que, como el cielo, cambiarán de forma y color a través del paso del tiempo; que, como el hombre de barro, nacerán en la tierra y morirán en ella.

(*) Historiador de Arte

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