Gata a media luna
Te enciendes en tus intimidantes ojos:
delicado y frágil acecho.
Te haces violenta
en el suave movimiento
con que te acercas y me embistes.
Roja es la lujuria
con la que sobre mí te deshaces.
Con heridas y marcas
de tus uñas y dientes me revives.
Luego
te apagas en la respiración
que, ahogándote,
busca mis manos,
para suspenderte en ese rito lento
que ofrecen tus caderas.
Te desdoblas,
te unes al palpitar
donde el mundo se ensancha y revienta.
Tus ojos se cierran y te pierdes;
entonces siento celos
porque pienso que más que mi amante,
te gusta ser amante de la mujer en celo
en la que mi voz te convierte,
que te gusta escucharte romper entre gemidos,
el espejo de la luna.
Siento celos porque pienso
que más que mi amante
te gusta ser víctima de ti, de tu hambre,
que te deleitas en la belleza que te da
el estar llena de ansias.
Yo sé, que más que mi amante
te gusta ser amante de la mujer
que en la oscuridad eres
-gata a media luna-
lo sé cuando me miras
resbalando tu lengua entre tus labios
y repasas y lames
de tu propia humedad
y repasas y lames
de tu propio deseo.
Connie…
…no quisiera importunarte con poemas
que para tu piel son incomprensibles,
no quiero hablarte de poesía.
¡Basta ya de amor retórico,
de metáforas rojas queriendo alcanzar el orgasmo!
Ya entendí que el amor no es palabra
que se gasta en cuatro letras,
tampoco un verso pegajoso
en la enferma lengua de un poeta.
Ya sé, es más sencillo,
es cuestión de cuerpos
desvaneciéndose entre sudor y carne,
es el instinto animal de evaporarse
aguantar el grito
para no romper el muro de jadeos
que sostiene al espasmo,
es romperlo con el temblor de unir las piernas, los labios
para apresurar la humedad de la muerte
que escurre y nos ahoga.
Pero todo esto tú ya lo sabes,
soy yo quien lo ignoró
hasta el día en que mis dedos
empujaron con torpeza
la oscuridad para hallarte. Te toqué,
supe de aquel secreto tibio
que excita a la sangre.
¡Descubrieron mis manos
que el poema es la alegoría más triste a la carne!
Otra vez soy yo Connie,
sólo quiero contarte
que el amor nada tiene que ver con esto que escribo,
es algo más fácil:
pedirle a la razón que calle,
es callarla mordiendo tus labios
y enterrarle a tu espalda mis uñas.
El amor es lugar común, es sencillo:
estar desnudas a media noche
sintiendo el palpitar de nuestros cuerpos
sobre unas sábanas mojadas,
enredarnos en la oscuridad
disfrutando la humedad que nos inunda
y escuchar entre los murmullos de la luna
cómo la razón sigue gimiendo.
Te enciendes en tus intimidantes ojos:
delicado y frágil acecho.
Te haces violenta
en el suave movimiento
con que te acercas y me embistes.
Roja es la lujuria
con la que sobre mí te deshaces.
Con heridas y marcas
de tus uñas y dientes me revives.
Luego
te apagas en la respiración
que, ahogándote,
busca mis manos,
para suspenderte en ese rito lento
que ofrecen tus caderas.
Te desdoblas,
te unes al palpitar
donde el mundo se ensancha y revienta.
Tus ojos se cierran y te pierdes;
entonces siento celos
porque pienso que más que mi amante,
te gusta ser amante de la mujer en celo
en la que mi voz te convierte,
que te gusta escucharte romper entre gemidos,
el espejo de la luna.
Siento celos porque pienso
que más que mi amante
te gusta ser víctima de ti, de tu hambre,
que te deleitas en la belleza que te da
el estar llena de ansias.
Yo sé, que más que mi amante
te gusta ser amante de la mujer
que en la oscuridad eres
-gata a media luna-
lo sé cuando me miras
resbalando tu lengua entre tus labios
y repasas y lames
de tu propia humedad
y repasas y lames
de tu propio deseo.
Connie…
…no quisiera importunarte con poemas
que para tu piel son incomprensibles,
no quiero hablarte de poesía.
¡Basta ya de amor retórico,
de metáforas rojas queriendo alcanzar el orgasmo!
Ya entendí que el amor no es palabra
que se gasta en cuatro letras,
tampoco un verso pegajoso
en la enferma lengua de un poeta.
Ya sé, es más sencillo,
es cuestión de cuerpos
desvaneciéndose entre sudor y carne,
es el instinto animal de evaporarse
aguantar el grito
para no romper el muro de jadeos
que sostiene al espasmo,
es romperlo con el temblor de unir las piernas, los labios
para apresurar la humedad de la muerte
que escurre y nos ahoga.
Pero todo esto tú ya lo sabes,
soy yo quien lo ignoró
hasta el día en que mis dedos
empujaron con torpeza
la oscuridad para hallarte. Te toqué,
supe de aquel secreto tibio
que excita a la sangre.
¡Descubrieron mis manos
que el poema es la alegoría más triste a la carne!
Otra vez soy yo Connie,
sólo quiero contarte
que el amor nada tiene que ver con esto que escribo,
es algo más fácil:
pedirle a la razón que calle,
es callarla mordiendo tus labios
y enterrarle a tu espalda mis uñas.
El amor es lugar común, es sencillo:
estar desnudas a media noche
sintiendo el palpitar de nuestros cuerpos
sobre unas sábanas mojadas,
enredarnos en la oscuridad
disfrutando la humedad que nos inunda
y escuchar entre los murmullos de la luna
cómo la razón sigue gimiendo.
1 comentario:
Saludos poeta. Es necesario leerte más seguido para recibir la energía, pensamiento y acción de la nueva generación a la quie perteneces y que nos da luz en el camino.Manolo Salinas.
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