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martes, diciembre 10, 2013

Alicia Dorantes: Madiba





Madiba

Aprendí que el valor no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él.
Un hombre  valiente no es aquel que  no siente miedo,
sino aquel que se sobrepone a él.

Nunca, nunca, nunca más, debería ocurrir que en esta tierra hermosa
experimente la opresión de una persona por otra.

Nelson Mandela

Escuché hablar de Nelson Mandela hace muchos, muchos años… tal vez gracias a las lecturas que los domingos, al caer la tarde, nos hacía mi madre… allá, en el espacioso corredor de la vieja casona que cobijó mi infancia xalapeña, en la paz y el silencio de esos años, silencio apenas roto por el trino de las aves que anidaban en las copas altas de los árboles del Parque de los Berros. Así nació mi afición por la lectura. Cuando ella, terminaba sus muchas labores domésticas autoimpuestas, seleccionaba una obra y nos la leía.

Así también conocí a Sir Arthur Conan Doyle, escritor y médico, quien por poco tiempo ejerció la medicina. Su primer trabajo destacado  ̶ literario, no científico ̶  fue “Un estudio en escarlata”, en donde aparece por primera vez su personaje mas conocido: Sherlok Holmes, héroe basado en uno de sus profesores de la universidad, quien tenía la habilidad para el razonamiento deductivo: el Dr. Joseph Bell. Entonces, decidió dedicarle más tiempo a cosas más “importantes”, como eran sus cuentos y novelas, dejando prácticamente la medicina a un lado. En 1900, escribió un artículo: “La guerra en el sur de África: causas y desarrollo”, en el que “justifica” la participación de Inglaterra en aquel territorio. Artículo que agradó a la corona británica, no así a los países amantes de la libertad. Quizá fue este hecho, lo que le ganó el nombramiento de Caballero del Imperio Británico, otorgándole en 1902, el título de Sir… Pero como bien dice Eduardo Galeano en su libro “El derecho de soñar”: “Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos”.

En el año 2009, se estrenó una excelente película llamada: Invictus, donde se narra el drama deportivo durante la Copa Mundial de Rugby de 1995, en Sudáfrica. Estuvo dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Morgan Freeman, en el papel de Mandela y Matt Damon, en el de Francois Pienaar, el capitán de los Springboks. La historia se basa en el libro de John Carlin: “Nelson Mandela y el juego que cambió a una nación”. La cinta trata sobre los acontecimientos luego del desmantelamiento del sistema segregacionista del apartheid. El nombre Invictus deriva del latín: invicto o invencible, y es el título de un poema del inglés William Ernest Henley.

Para quienes nacieron en las últimas décadas del siglo XX, diré dos palabras acerca de lo que fue “el apartheid” una vergüenza más, para los seres pensantes del planeta Tierra, resultado de un fenómeno de segregación racial en Sudáfrica implantado por colonizadores holandeses, los bóers. Símbolo de discriminación política, económica, social y racial, llamado así porque “apartheid” significa “segregación”. El sistema de esta brutal represión se basaba en la división de los diferentes grupos raciales para promover el desarrollo. Las cabezas del movimiento fueron obviamente blancas, e implantaron leyes que cubrían, en general, todos los aspectos sociales, luego de hacer una clasificación racial de acuerdo a la apariencia, a la aceptación social o a la ascendencia de las personas. Este sistema produjo revoluciones y resistencias por parte de los ciudadanos negros del país: los dueños originales del continente ¿Por qué la rebeldía del pueblo?

Expongo algunos aspectos de tan crueles leyes: 1. Los negros no podían ocupar posiciones en el gobierno y no podían votar excepto en algunas elecciones aisladas para instituciones segregadas. 2. No podían habilitar negocios o ejercer prácticas profesionales en las áreas asignadas específicamente para los blancos. 3. El transporte público era totalmente segregado. 4. No les estaba permitido entrar en zonas asignadas para población blanca, a menos que tuvieran un pase. Los blancos también tenían que portar un pase para entrar en las zonas asignadas a los negros. 5. Edificios públicos tales como juzgados u oficinas de correos, disponían de accesos diferentes para blancos y negros. 6. Las áreas establecidas para los negros raramente tenían electricidad o agua. 7. Los hospitales también eran diferentes: bien equipados los de los blancos, carentes de todo, los de los negros. 8. En 1970, la educación de un niño negro costaba el 10% de la correspondiente a un blanco. La educación superior era prohibitiva para los negros. 9. El ingreso mínimo para el pago de impuestos era de 360 rands –moneda local ̶  para los negros y mucho más alto para los blancos: unos 750 rand. Y había muchas más… En este estado de cosas, surge Rolihlahla, “Nelson Mandela” o, Madiba, sobrenombre que le ponen los ancianos de su tribu; algunos otros lo llaman “mkhulu”, “abuelo”.

Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Qunu, poblado de apenas 300 habitantes. Renunciando a su derecho hereditario a ser jefe de una tribu xosa, Mandela estudió y se tituló como abogado, en 1942. En 1994 se convirtió en el primer presidente de Sudáfrica elegido dentro de la democracia. Suena fácil para quienes desconocen esta historia de heroísmo y dignidad. En sus años mozos, fue un importante activista en contra del apartheid, por lo que se le encarceló en la prisión de Robben Island, en una celda estrecha y oscura, durante 27 años, siendo liberado hasta 1990. Profundamente pacifista, admirador de Gandhi, recurrió inicialmente a la resistencia armada como una “última alternativa”. En 1993 a Mandela y al presidente De Klerk se les concedió justificadamente, el premio Nobel de la Paz.

El excelente actor y ahora magnífico director de cine Clint Eastwood, dice: “Pensé que era una historia perfecta para el mundo de hoy. Necesitamos que se difunda la creatividad de este hombre. Ojalá que nuestro presidente, cualquiera que sea, pudiera ser tan creativo y tan capaz de pensar fuera de lo establecido.” La película gira alrededor de Mandela y de cómo el día 24 de junio de 1995 pasó a la historia como “el año en que Sudáfrica obtuvo el título de rugby”, trofeo que terminaría por unir en una sola voz una nación multicultural, por siempre dividida.

De acuerdo con Jhon Carlin, cineasta, actor, productor, y escritor de la novela que dio pie a la película Invictus, entiende que no se trata sencillamente de una cuestión moral, ya que “Madiba, hizo de la generosidad y el perdón, sus armas políticas para alcanzar los objetivos a los que había dedicado su vida: la liberación de su pueblo, la democracia y la paz en Sudáfrica. Hubiera sido muy fácil optar por el otro camino: matarlos a todos, acabar con ellos, pero tuvo una visión global de un pueblo viviendo en una especie de armonía, ¡y es asombroso!: lo logró”. Agrega Eastwood, a quien se considera como “el último clásico del cine norteamericano”: “Si alguien nació para interpretar a Nelson Mandela se llama Morgan Freeman. Tiene la misma aura cuando entra en una habitación. Seduce de la misma forma a la gente. Y es difícil estar a la altura de Nelson Mandela. No se puede recurrir a un actor normal y corriente. Freeman sabe cómo decir la verdad. Tiene una voz magnífica y una presencia grandiosa”. El otro actor que eligió Eastwood para Invictus, fue Matt Damon, quien encarnara a la estrella sudafricana de rugby Francois Pienaar. Mandela se apoya en Pienaar para que, a través de ese deporte se logre la reconciliación entre blancos y negros. En una parte de la película, poco antes de celebrarse el campeonato, Pienaar, capitán del equipo de rugby es invitado a visitar la prisión de Robben Island. Pide ver la celda “del presidente”; estando dentro, cierra la puerta… Lo imagina preso, repitiendo una a una de las palabras de su poema favorito, escrito por: William Ernest Henley, que dice:

En medio de la noche que me cubre, /  Negra como el abismo de polo a polo, / Agradezco a cualquier dios que pudiera existir / Por mi alma inconquistable./ En las feroces garras de las circunstancias / No me he lamentado ni he llorado./ Bajo los golpes del azar / Mi cabeza sangra, pero no se doblega. / Más allá de este lugar de ira y lágrimas. / Se acerca inminente el Horror de la sombra, / Y aun así la amenaza de los años / Me encuentra y me encontrará sin miedo. / No importa cuán estrecha sea la puerta, / Cuán cargada de castigos la sentencia. / Soy el amo de mi destino: / Soy el capitán de mi alma.

Pienaar  ̶ Matt Damon  ̶  conmovido, expresa: “Sigue pareciéndome asombroso. Todavía no me hago a la idea. No parece posible dentro de la naturaleza humana. No parece posible que uno esté encerrado en la cárcel 27 años y salga y no diga: “¡al diablo con todo el mundo! Voy a hacerlo. Tengo el poder”. Pero él, sale dispuesto a perdonar… En ese 2009, a título personal a Clint Eastwood, el director, a Morgan Freeman, actor principal y a Matt Damon, actor de reparto, les concedí la estatuilla dorada: el Óscar.

¿Y el verdadero Mandela? Después de haber recibido una centena de premios, Mandela, el prisionero número 466/64, se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid dentro y fuera de su país, una figura legendaria que representó la falta de libertad no sólo de todos los hombres negros sudafricanos, sino del mundo entero. Luego de dejar la presidencia, se retiró de la actividad política, pero permaneció en la escena pública y defendía causas como los derechos humanos, la paz mundial y la lucha contra el sida. La decisión surgió de su tragedia vivida: el único hijo que sobrevivió, Makgatho Mandela, murió de sida a los 55 años, en 2005. Fue en la prisión donde contrajo la tuberculosis. El día 8 de junio, cayó con una neumonía que a sus 95 años, habría de ponerlo al borde de la muerte.

Días atrás, Makaziwe, la hija mayor de Mandela, dijo en una entrevista concedida a una cadena de televisión pública: “Tata (“papá”, en zulú) todavía está con nosotros. Muy fuerte, muy valiente incluso, a falta de una palabra mejor, en su lecho de muerte. Creo que todavía nos está dando lecciones. Lecciones de paciencia, de amor, de tolerancia”. Pero días más tarde, el 5 de diciembre  “mkhulu”, “el abuelo”, como solían llamarle sus allegados, nos ha dejado. Ha marchado hacia un mundo mejor, donde no existen ni apartheid, ni horrendas cárceles como la el Robben Island. Un mundo maravilloso en donde se encontrará a gusto con un Gandhi, con Teresa de Calcuta y otros muchos héroes del pensamiento y del humanismo. Descansa “Mkhulu”, “Madiba”, y gracias por todo lo que en vida hiciste por tu gente… y por la gente del mundo entero.

Alicia Dorantes adorantesc@hotmail.com.

viernes, noviembre 08, 2013

Albert Camus - Centenario de su nacimiento


El mito de Sísifo
Albert Camus
13 Nov. 1913 - 13-Nov-2013


Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.
Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le convirtieron en un trabajador inútil en los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló sus secretos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Éste, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestes.
Por ello le castigaron enviándole al infierno. Homero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de manos de su vencedor. Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. le ordenó que arrojara su cuerpo sin sepultura en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver este mundo, a gustar del agua y el sol, de las piedras cálidas y el mar, ya no quiso volver a la sombra infernal.
Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron para nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses. Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por la fuerza, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es en tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. no se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces como la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volverla a subir hacia las cimas, y baja de nuevo a la llanura. Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra.
Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. Si este mito es trágico, lo es porque su protagonista tiene conciencia.
¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito?. El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo.
Pero no es trágico sino en los raros momentos en se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no venza con el desprecio.
Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de mas. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la dicha se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poderla sobrellevar. Son nuestras noches de Getsemaní.
Sin embargo, las verdades aplastantes perecen al ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desesperada: «A pesar de tantas pruebas, mi edad avanzada y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien». El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievsky, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroismo moderno. No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la dicha. «¿Cómo? ¿Por caminos tan estrechos...?». Pero no hay más que un mundo. La dicha y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. «Juzgo que todo está bien», dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo y limitado del hombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos.
En el universo vuelto de pronto a su silencio se alzan las mil vocecitas maravillosas de la tierra. Lamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por el, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.
Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.

Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.

martes, octubre 29, 2013

PASCAL QUIGNARD: DE LOS LAZOS ENTRE EL SONIDO Y LA NOCHE


PASCAL QUIGNARD

DE LOS LAZOS ENTRE EL SONIDO Y LA NOCHE

Ocurre que se dude de la audición sombría. Ocurre que las quimeras de un mundo amniótico, acuático, ensordecido, alejado, nos parezcan antecedentes litigiosos. Ocurre también que tengamos la viva sensación de recordarlos. Pero la remembranza es una narración, como el relato que trae el sueño: aquella narración o este relato aportan de tal modo consigo que con fundamento recelamos de nosotros mismos. Solo somos un conflicto de relatos, respaldado por un nombre.

¿Puédese hallar en la historia una prueba que confirme este tormento de la audiencia oscura y que al mismo tiempo esté libre de toda presuposición?

Esa prueba existe.

Carece de sentido. Es la más insólita de las pruebas, la de extensión más inaprehensible, y se sitúa precisamente en la fuente temporal de la especificación de la especie: en la lenta desincronización que ocurrió en la prehistoria.

*

Hace veinte mil años ocurrió el milenio en que los hombres, provistos de antorchas poco humosas (elaboradas a partir de la grasa de las presas muertas, y desolladas antes de curtir sus pieles), penetraron espacios completamente entenebrecidos dispersos en los flancos de acantilados y en cavernas de las montañas. Valiéndose de esas antorchas decoraron, con grandes figuras animales monocromas o bicolores, vastas salas condenadas hasta entonces a la noche perpetua.

*

¿Por qué el nacimiento del arte está enlazado a una expedición subterránea?

¿Por qué el arte fue y es una aventura sombría?

¿Por qué el arte visual (al menos el arte visible en la oscuridad a la luz temblorosa de una antorcha de grasa) presenta un vínculo con los sueños, que también son visiones nocturnae?

Transcurrieron veintiún mil años: a fines del siglo diecinueve la humanidad acudió en masa a sepultarse y apretujarse en las oscuras salas de cinematografía.

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¿Por qué numerosos muertos, hasta del Mesolítico, fueron hallados con los miembros recogidos sobre sí mismos, ligados con nervios de renos muertos, en posición fetal, con la cabeza entre las rodillas, en forma de huevos cubiertos de ocre rojo envueltos en los cueros de animales decapitados y cosidos? ¿Por qué las primeras representaciones humanas son quiméricas{1}, y mezclan animalidad y humanidad, hombres-bisontes, chamanes cantores con cabezas de animal?

¿Por qué esos ciervos con sus cornamentas, representados mientras braman? ¿Por qué esos machos cabríos representados al momento del celo y del temblor vocal? (Tragódia, en griego, y de manera todavía explícita para un griego moderno, dice el canto del macho cabrío). ¿Por qué esos leones con las fauces abiertas y rugientes?

¿Acaso aquellas primeras imágenes figuran la música?

¿Estaban aquellos "visionarios" -chamanes y soñadores de noche cavernosa, primeros pintores a fresca- particularmente interesados en el cambio de voz de los animales de cuernos y voces mudadizas? Más precisamente: ¿en la muda de los jóvenes en la edad del cambio de su cuerpo y de su voz, en la edad del mudarse el niño en hombre, es decir en la edad de su iniciación en los arcanos de los cazadores (es decir en los secretos de los hombres-animales) y en el lenguaje secreto de las fieras que perseguían, de las que se alimentaban y con cuya piel se vestían?

El cuerno del íbice, el del toro, el del reno ¿permiten vislumbrar el instrumento que sirve para beber su sangre y repartida luego de la muerte sacrificial, el licor fermentado que inspira visión y danza mimética, el sonido de su llamada?

¿Cantaban aquellos hombres al pintar, como hacen los Bushmen de Australia? (Del mismo modo, en las leyendas acerca del gran pintor griego Parrhasios{2} éste aparece cantando.)

¿Por qué todos los santuarios inventariados empiezan donde la luz del día y la claridad astral cesan de ser perceptibles, donde las tinieblas y la profundidad recóndita de la tierra reinan sin reservas?

¿Por qué había que ocultar las imágenes (que no son imágenes, que cada vez fueron visiones, phantasmata que sólo se entreveían gracias a la luz temblorosa que reposaba en la grasa del animal abatido) en lo oculto de la tierra? ¿Por qué escariar luego lo mostrado? ¿Por qué horadar con flechas lo representado, igual que en los juegos de pelota o de dardos de las fiestas tradicionales y feriantes? ¿Como otros tantos San Sebastián?

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André Leroi-Gourhan, en Prehistoria del arte, reunió la interrogante en una sola fórmula: ¿por qué el pensamiento de los cazadores de bisontes y caballos se "enterró" cuando se retiraron los glaciares?

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Presento la conjetura propia de este breve tratado en la forma siguiente: esas cavernas no son santuarios de imágenes.

Sostengo que las grutas paleolíticas son instrumentos de música cuyas paredes fueron decoradas.

Son resonadores nocturnos que fueron pintados de un modo nada panorámico: se los pintó en lo invisible. Son cámaras de eco, y el eco determinó la elección de las paredes decoradas. El eco es el lugar del doble sonoro (del mismo modo que la máscara es el lugar del doble visible: máscaras de bisonte, máscaras de ciervo, máscaras de ave de presa de pico curvo, maniquí del hombre-bisonte). El hombre-ciervo representado al fondo del agujero sin salida de la gruta de Trois-Fréres sostiene un arco. No distinguiré el arma de caza de la primera lira, así como tampoco distinguí a Apolo arquero de Apolo citarista.

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Las pinturas rupestres empiezan donde se dej a de ver la mano desplegada delante del rostro.

Donde se ve el color negro.

El eco es el guía y el referente en la oscuridad silenciosa donde penetran y donde buscan imágenes.

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El eco es la voz de lo invisible. Durante el día los vivos no ven a los muertos. Pero los ven en la noche, en los sueños. En el eco el emisor es inhallable. Lo visible y lo audible juegan a las escondidas.

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Los primeros hombres pintaron sus visiones nocturnae siguiendo las propiedades acústicas de algunas paredes. En las grutas de Ariége los pintores chamanes paleolíticos representan los rugidos justo delante de las fauces o el morro de las fieras, en forma de trazos agrupados. Aquellas marcas, incluso incisiones, son su rugido. Pintaron también a los chamanes enmascarados, con sus señuelos o sus arcos. La resonancia, en el gran santuario resonador, se vinculó con las apariciones tras los cortinajes de estalagmitas.

A la luz de la antorcha de grasa, que descubría una por una las epifanías bestiales rodeadas de penumbra, respondían las músicas de los litófonos de calcita.

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En Malta, en la gruta de Hipogeo{3}, hay una cavidad resonante tallada por mano de hombre. Tiene una frecuencia de noventa hertz, cuya amplificación resulta aterradora si las voces emitidas son graves.

R. Murray Shafer recensó en sus libros todos los zigurats, templos, criptas y catedrales con eco, con reverberación, con laberinto polifónico.

El eco engendra el misterio del mundo alter ego.

Lucrecio decía sencillamente que todo espacio de ecos es un templo.

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En mil setecientos setenta y seis, Vivant Denon visita el antro de ecos de la Sibila y anota en su diario de viaje: "No hay resonancia más delicada. Quizás es el objeto sonoro más bello que existe".

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En la gruta de Trois- Fréres, el chamán con cuernos de reno, con orejas de reno, con cola de caballo y patas de león, tiene ojos de búho: son los ojos de los predadores de oído. De los cavernícolas.

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Los Aranda dicen alkneraka para el verbo nacer: hacerse-ojos.

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País-sin-retorno era el nombre que daban los antiguos habitantes de Sumeria al lugar donde van los muertos.

Los textos sumerios describen así el País-sin-retorno: los alientos de los muertos sobreviven difícilmente, dormidos, terrosos, cubiertos de plumas, tan desdichados como los "pájaros nocturnos que habitan las cavernas".

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Isis, cuando regaló a los primeros egipcios el modelo del lamento, dice en su lamentación que cuando los ojos no ven los ojos desean.

El cántico puntualiza, en detrimento del lenguaje, que la voz que llama a los muertos no logra hacerse oír por ellos. La voz sólo los nombra. Sólo puede llamar al dolor a aquellas que están privadas del que amaron.

El mito dice que cuando Isis comenzó su primer lamento -la lamentación sobre el cadáver de Osiris castrado y cuyo sexo se había perdido-, en ese preciso instante, murió el hijo de la reina de Byblos.

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La primera narración figurativa fue pintada al fondo de un pozo situado al fondo de una caverna completamente oscura. Es un hombre itifálico muriendo de espaldas, un bisonte que lo ataca, destripado por un venablo, un cayado coronado por una cabeza de pájaro de pico curvo.

La última religión que persiste en el espacio donde vivo representa a un hombre que muere.

Está dicho en el Nuevo Testamento que Cristo recibió la palmada con los ojos vendados. Todo Dios sangra en la sombra.

Dios sólo sangra en la audición y en la noche. Fuera de la noche o de las grutas, resplandece.

Isaac ya no puede ver. Está en su noche. Jacob dice: "No te traje un cordero desgarrado por las fieras".

Jacob no trajo un cordero desgarrado por los animales feroces, pero con él cubrió sus brazos.

Isaac lo palpa y dice: "La voz es de Jacob, pero los brazos son de Esaú", y lo bendice.

Piensa: "La voz todavía no muda y sin embargo el cuerpo es velludo".

*

De niño, cantaba. Adolescente, igual que todo adolescente, mi voz se quebró. Pero pervivió, sofocada y perdida. Me sumergí apasionadamente en la música instrumental. Hay un lazo directo entre la música y el cambio de voz. Las mujeres nacen y mueren en un soprano que parece indestructible. Su voz es un reino. Los hombres pierden sus voces de niño. A los trece años enronquecen, cacarean, balan. Es curioso que nuestro idioma diga todavía que cacarean o balan. Los hombres se incluyen entre los animales cuya voz se quiebra. En la especie, conforman la especie de los cantos a dos voces.

Es posible definidos desde la pubertad: humanos a quienes la voz abandonó cual una muda.

Para la voz masculina, la niñez, el no-lenguaje, la relación con la madre y con su agua oscura con tabique del amnios, luego la obediente elaboración de las primeras emociones y finalmente la voz infantil que atrae al lenguaje materno, son la piel de una serpiente.

Entonces o bien los hombres cercenan las bolsas testiculares e interrumpen la muda: es la voz infantil para siempre. Son los castrados.

O bien los hombres componen con la voz perdida. Son los compositores. Recomponen como pueden un territorio sonoro que no muda, inmóvil.

O también los humanos suplen con instrumentos el desmayo corporal y el abandono sonoro en que los hundió su voz enronquecida.

Recobran así los registros agudos, a la vez pueriles y maternales, de la emoción naciente, de la patria sonora.

Se los llama virtuosos.

*

Se puede definir la castración humana como la domesticación neolítica de la voz. Domesticación intraespecífica, en boga desde la época neolítica hasta fines del siglo dieciocho europeo. Remite a los subterráneos de circuncisión de las grutas chamánicas donde morir a la infancia y renacer mudado en hombre-animal, en cazador, eran una sola y pareja metamorfosis.

*

En la gruta de Hipogeo, las voces de las mujeres y los niños no consiguen que retumbe el instrumento de piedra, pues la frecuencia aguda de sus voces no estremece la resonancia rocosa.

Sólo los jóvenes que mudaron hacen retumbar la gruta de Hipogeo.

Cambiar de voz, morir y renacer: el viaje funerario o nocturnal y la iniciación juvenil son indisociables. Propp decía que todos los relatos maravillosos del mundo narraban ese viaje de iniciación: regresar barbudo y ronco.

¿Qué es un héroe? Ni un viviente ni un muerto. Es un chamán que penetra en el otro mundo y regresa.

Un mudado.

Es volver a salir de la caverna, del hocico animal que engulle, despedaza, hiende y regurgita en la luz solar.

*

Desde que emergimos en la zoología, tres millones de años nos separan de las armas y los utensilios tallados en piedra. Después cuarenta mil años de prehistoria. En fin, nueve mil años de historia, que no es otra que la guerra infinita. Los hombres, al finalizar la prehistoria y nacer el neolítico, desgarraron el tiempo hasta premeditar el año y trataron a las plantas, los animales y los hombres como si fueran criadores. Sacrificaron las primicias de las plantas, los recién nacidos de los rebaños y de los suyos: castraron.

Osiris es desgarrado y emasculado. Su sexo perdido es el decimocuarto trozo de su cuerpo. Durante las procesiones en su honor, las mujeres músicas entonaban sus cánticos moviendo con hilos las marionetas obscenas del Dios. Attis arranca su pene bajo un pino y asperja la tierra con sangre. Tamborines, címbalos, flautas y cornos acompañan el ritual. Estos cánticos de los sacerdotes eunucos de Attis tuvieron inmenso renombre en todo Oriente. Marsias el músico, después de recoger la flauta desechada por Atenea, fue atado a un pino, emasculado y después desollado{3}.

En la época histórica, los griegos iban a ver su piel en Celéne, en una gruta al pie de la ciudadela. Decían que aún se estremecía, por poco que el auleta tocara bien su flauta. Orfeo es emasculado y desgarrado. Se enlazan la música, la voz maravillosa, la voz domesticada y la castración.

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La muerte tiene hambre. Pero la muerte es ciega. Caneca nox.

Noche negra quiere decir noche ciega, que no ve.

Cuando es de noche los muertos solo pueden reconocer por la voz.

En la noche la detección es acústica. Al fondo de las grutas, en el silencio absoluto y nocturno del fondo de las grutas, los cortinajes de calcita blanca y dorada están quebrados a la altura de un hombre.

En época prehistórica se transportaba fuera de las grutas las estalagmitas y las estalactitas rotas. Son fetiches.

*

El geógrafo griego Estrabón señala que al fondo de la gruta de Corycia, a doscientos pies de la entrada, bajo el surtir de las estalactitas, allí donde brota el manantial subterráneo para desaparecer enseguida por la fisura, rugiendo en la oscuridad más completa, los hombres piadosos de Grecia escuchaban címbalos que tocaban las manos de Zeus.

Estrabón agrega que otros griegos, en el primer siglo antes de Cristo, aseveraban que se trataba del entrechocar de las mandíbulas de Tifón, ladrón de nervios de oso.

*

En el decimoctavo siglo de nuestra era, Jan de l'Ors (Juan del Oso) ata sólidamente la soga bajo sus brazos. Baja al fondo del pozo. El agujero se hunde verticalmente en la tierra; él no percibe el fondo. Las paredes son viscosas y algunos murciélagos huyen sigilosamente en la oscuridad. El descenso dura tres días plenos.

Al cabo del tercer día, su báculo de cuarenta quintales topa el fondo de la tierra. Jan de l'Ors se libera de la soga. Da algunos pasos en la inmensa caverna donde acaba de llegar.

Una gran pila de huesos cubre el suelo. Camina en medio de los cráneos.

Entra en un castillo en medio de la gruta. Camina, pero sus pasos ya no resuenan.

Jan arroja su cayado de cuarenta quintales en el suelo de mármol: el ruido es de pluma de pájaro que cae en la nieve.

Jan de l'Ors comprende enseguida que este castillo es la morada donde los sonidos no pueden nacer.

Alza la mirada hacia un gato gigantesco tallado en calcita, en vidrio luminoso, en cristal. En la frente del gato inmenso un carbunclo resplandece en la oscuridad. Por doquier hay árboles cargados de manzanas de oro que rodean una fontana muda: el agua brota y cae sin que nadie lo escuche.

Sentada en el borde de la fontana, una joven, bella como la aurora, peina su cabellera con un creciente de luna.

Jan de l'Ors se aproxima pero ella no lo ve. Los ojos de la joven maravillosa siguen irresistiblemente clavados en los fuegos del carbunclo que hechiza el lugar.

Jan quiere hablarle: plantea su pregunta. Pero su pregunta no resuena.

"La mujer está embrujada -piensa Jan de l'Ors- y voy a enloquecer es este silencio de muerte."

Entonces Jan alza su cayado de cuarenta quintales, lo blande y asesta un fuerte golpe en la cabeza del gran gato de cristal. Todas las estalactitas se quiebran y emiten el canto más bello del mundo. La fontana murmura. Las losas resuenan. Las hojas susurran en los ramajes de los árboles. Las voces hablan.


Notas

[1] Quimera quiere decir "cabra". Según Hornero, la Quimera era un animal solemne, con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente; echaba fuego por la boca y la mató Belerofonte, hijo de Glauco, cumpliendo el presagio de los dioses. La Teogonia de Hesíodo la describe con tres cabezas, y así está figurada en el famoso bronce de Arezzo, que data del siglo V. Se halló una Quimera grabada en las paredes de un templo hitita de Carquemis. (N. del T.)

[2] Los antiguos decían que el pintor Parrhasios de Efesos había inventado la pornographia alrededor de -410, en Atenas. Pornographia dice literalmente pintura-de-prostituida. (N. del T.)

[3] Hipogeo es una bóveda subterránea donde los antiguos depositaban los cadáveres. (N. del T.)



El odio a la música, diez pequeños tratados, Cuarto tratado
Traducción:  Pierre Jacomet
Imagen: © Marianne Rosenstiehl/Sygma/Corbis