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viernes, septiembre 28, 2012

Roberto Blaga: Vladimir Maiakovski, el poema como un adiós



El 14 de abril de 1930, a las 10:15 de la mañana Vladimir Maiakovski se pegó un tiro en el callejón de Lubianski con el revólver que le había servido doce años antes para su papel en la película "No nací para el dinero".

Militante bolchevique, a los 13 años lo detienen por vez acusado de formar parte de la imprenta clandestina del Partido Comunista. Luego, será detenido otras dos veces, la última en 1909 por organizar una fuga de mujeres encarceladas, por lo que cumple un año de prisión: tenía 17 años.

Su vida y obra es más que ejemplar, en un artista que se rebela a las ataduras de cualquier régimen pueda imponer a la creación.

Antes de suicidarse, ecribe:

¡A todos!
No se culpe a nadie de mi muerte y, por favor,
nada de chismes. Lili ámame.
Camarada gobierno, mi familia es: Lili Brik, mi madre, mis hermanas y Verónica Vitaldovna Polonskaya.
Si se ocupan de asegurarles una existencia decente, gracias.
Por favor den los poemas inconclusos a los Brik,
ellos los entenderán.
Como quien dice
la historia ha terminado.
El barco del amor
se ha estrellado
contra la vida cotidiana
Y estamos a mano
tú y yo
Entonces ¿para qué
reprocharnos mutuamente
por dolores y daños y golpes recibidos?

Nota: Mucho más del poeta y dramaturgo en: http://www.taringa.net/posts/arte/3728859/Vladimir-Maiakovski_-biografia-y-poemas.html

He aquí otro de sus poemas:


Y DE TODOS MODOS
 
La calle se ha hundido como la nariz de un sifilítico.
El río es voluptuosidad que se prolonga en saliva.
Lanzando su ropa interior hasta la última hoja
los jardines yacen derrengados obscenamente en junio.
Salgo a la plaza,
me pongo en la cabeza
la calle ardiente, como una peluca roja.
Los peatones me eluden con temor: en mi boca
agita las piernas un grito a medio masticar.
Pero no oiré un reproche, no escucharé ladridos,
y habrá flores a mis pies como a los de un profeta,
porque ustedes, narices hundidas, lo saben muy bien:
yo soy su poeta.
¡Vuestro juicio final me da tanto miedo como una taberna!
Pero tan sólo a mí, a través de edificios en llamas,
me sacarán en andas las prostitutas como a efigie sagrada,
y me mostrarán a Dios en su descargo.
¡Y Dios llorará leyendo mi brevísimo libro!
Hecho de temblores en compactado ovillo, no de palabras;
y echará a correr por el cielo estrechando mis versos
y los recitará a sus amigos conteniendo el aliento.
1914

Ivonne Moreno Uscanga: NI MODO, AQUI NOS TOCO VIVIR


Jan Charles Guisado, Ivonne Moreno e Ignacio García
 
NI MODO ESTA VIDA NOS TOCÓ VIVIR:   
NOVELA DE JOAN CHARLES GUISADO
Ivonne Moreno Uscanga

 Texto leído en la presentación del libro del escritor catalán Joan Charles Guisado, en el que participararon, además de la autora,  la Mtra. Ursula Ramos e Ignacio García

Tras la lectura en los diarios y reportes de páginas web acerca de la lacerante violencia en nuestro país a causa del azote social del narcotráfico, e indignarnos, nos viene  bien,   de manera inmediata, situar dicha aberración  dentro de una atmósfera  novelesca,   pues así   reubicamos al relato como esa constante de actualización en  la trama narrativa .
A pesar de tener importantes referentes en este género: Federico Campbell, Arturo Pérez Reverte, Elmer Mendoza, Francisco Martín Moreno y  Ricardo Ravelo, la huellas del hampa ligada a los carteles de la drogas, parecieran tomar distintos parámetros cuando de exponer sus lastres se trata.
Los científicos sociales del siglo XX preocupados por darle un marco teórico a los estragos de la miseria contemplan la desigualdad como mal endémico de los sistemas totalitarios.
  Los primeros análisis estuvieron asociados con los preceptos de Malhus , Darwin y la ley de capilaridad social,  así se justificó la lucha humana por la supervivencia ,  en la actualidad, recrudecida, pues no se trata solo de sobrevivir, sino    de sojuzgar, mutilar y a veces matar por matar.
Foucault, lo vislumbró con  su radiografía del poder, Bordieu con su enfoque, estudia  al detrito social a causa de las rapaces hegemonías y en América Latina teóricos como   González Casanova, Bartra, Cardoso entre otros diagnosticaron a la miseria y desarticulación de clases social como detonante de la depauperización.
  Podamos dar hermenéutica entre principios antropológicos y políticos  a los actuales episodios del relato,  y agregar sentadas las bases  al periodismo, p como abrevadero   importante en las tendencias híbridas de la narrativa contemporánea.
Joan Charles Guisado no ajeno a este parámetro de declive axiológico se une a la forma de novelar a las voces enajenadas y dolientes.
Sus tiempos se cruzan entre  un pasado recurrente y  días comunes sin visos de futuro.  El panorama de la historia Ni modo esta vida nos tocó vivir, se soporta en una infancia truncada por la desesperanza y la extrema pobreza o tal vez debíamos decir,  de niños miserables  con   sueños rotos, y algunos dulces recuerdos, como aliento y cobija de sus ilusiones.  Seres mutilados anímicamente, sin   la certeza de convertirse en adultos realizados,  y uno de tales desencantos  estriba en quedarse sin regalos  las noches de Reyes Magos.
Los personajes de la novela de Guisado, hacen alarde de su jerga como mecanismo de defensa ante su medio. El discurso de La Flaca, el Negro, El Mocos, son el eco de los seres humanos marginados por  los  entuertos de intereses manipuladores  y de esquemas de gobierno arbitrarios, élites explotadoras centradas en  materialismos amorales y monetarios, así como  también  a la falta de cohesión e integridad  de  diversas conciencias sociales, a veces conformes y resignadas a los designios de otredades, ajenas a ellas.
No escandaliza la novela de  Guisado, al contrario nos despierta, pues nos ubica   en otros episodios del arte. En pintura  contemporánea  con Daniel Mendoza, discurso plástico exhibido en Casa Principal hace unos años   y más atrás, nos empata  a cineastas en México  como  Luis Buñuel y Los Olvidados  debido al tratamiento de  los escarnios de la miseria y su consecuencias funestas, no obstante lo crítico, en La narrativa de Guisado, es arrastrar dicha problemática hasta el extremo de mermar los códigos más elementales de ética.
Las guerras, el poder,  la ignominia de la aniquilación del hombre por el mismo hombre como sentencia de Hobbes nos convierte por debajo de los lobos, especie estereotipada en salvajismo depredador. Con su novela Guisado se estaciona de nueva cuenta en paradigma de lo execrable donde las luces como en el citado filme de Buñuel ,nos adentran a nuevas  estéticas, La estética del Horror, descrita  por medio del relato, la investigación y el testimonio,  luego entonces, a lo Guisado ¡ Viva la narrativa¡

Naguib Mahfuz: UNA FOTOGRAFÍA ANTIGUA


 
UNA FOTOGRAFÍA ANTIGUA

Naguib Mahfuz

 Una idea, relampagueando de improviso, anunció el fin de su incertidumbre. Surgió cuando sus ojos tropezaron con una vieja fotografía escolar. Estaba preocupado por lo difícil que le resultaba encontrar algo original para la revista: el deber del periodista, la obligación de aportar cotidianamente novedades. Y de pronto le vino la inspiración. La foto llevaba colgada en el mismo sitio, en el cuarto de estar, más de treinta años; discreta, muda, difusa ya. Mas ahora parecía tener algo que decir.

Se concentró en la foto, apenas alterada por el paso del tiempo: su orla de Bachillerato en Letras, Instituto de Enseñanza Media de Giza, año 1928 ¿Cómo enfocar periodísticamente estos rostros juveniles?... ¿"Educación y vida"?... ¿"1928 y 1960"?... prometedor punto de partida, pero ¿cómo conseguir datos que sirvan de base a un buen artículo?

¡Cuántos años sin echar una mirada a aquella foto! ¡Cuántas cosas presentes en ella se fueron para no volver! ¡Aquellos tarbuses! ¡Aquellos profesores ingleses y franceses!

Una simple mirada le bastaba para recordar a cada uno, aunque hubiera olvidado sus nombres, y aunque desconociera el curso de su vida por completo: ninguno mantenía en la actualidad contacto con él, ni siquiera aquel chico inquieto que fue vecino suyo durante mucho tiempo.

Procedió a examinar los rostros despacio, comenzando por los de la fila superior. Pasó de largo dos que no le sonaban para detenerse en el que fue el as del equipo de fútbol y que encontró la muerte en un partido entre el Giza y otro instituto... Inolvidable accidente... se diría que su suerte está expresa de algún modo en la foto: ojos de brillo agresivo, arrogante, torcida la boca en un rictus de sonrisa...; hoy es sólo polvo.

Continuó su recorrido de rostro en rostro, hasta pararse en otro, rectangular, vigoroso... recordó la actitud del dueño de aquel rostro, en la escalera de la Secretaría de la Escuela, pronunciando un inflamado discurso con el que pretendía que se sumasen a una manifestación de protesta por el Estatuto del 28 de febrero.

Al lado, uno de aire distinguido que delataba la clase a la que pertenecía; en seguida le vino a la memoria su apellido, al-Mawardi, y lo anotó en su agenda. Seguro que le sería fácil dar con él, porque había sido una personalidad destacada en la política de hacía diez años. Será el primero a investigar.

Sus ojos continuaron deslizándose por los rostros sin que ninguno le dijera nada, hasta llegar a uno difícil de olvidar; fue el símbolo del alumno sobresaliente, con todo el poder de fascinación que esto tiene, el primero de la clase, el número uno siempre, el mejor del Instituto... ¡al-Aurafli!; ¡además de su fama le había quedado en la cabeza aquel raro apellido suyo! Había destacado en la Facultad de Derecho y había sido nombrado en seguida Fiscal de Distrito; por aquel entonces tal nombramiento fue sonado. No tendrá dificultades en dar con él dirigiéndose al Ministerio de Justicia Será el segundo eslabón de su artículo; al-Aurafli después de al-Mawardi.

Un nuevo rostro se destacó desafiante. Era de sangriento recuerdo: una pelea en el patio de la Escuela; del motivo no puede acordarse en absoluto.

Siguió pasando caras, calladas como piedras, hasta llegar a la provocativa fisonomía de su antiguo vecino Hamid Zahrán, hoy director de la Compañía La Pirámide Escalonada. Esbozó una sonrisa fría. He aquí a una figura de actualidad. Recordaba claramente cómo había dejado los estudios al suspender la Reválida, y que, con la enseñanza media solamente, se había incorporado al Ministerio de la Guerra. Había seguido en contacto con él hasta hacía diez años, cuando dejó de vivir en Abu Judà, al empezar a dedicarse al periodismo. Supo después que había renunciado a su empleo estatal para ocupar el puesto de secretario del director de La Pirámide Escalonada, y que más adelante había heredado el cargo de director con un sueldo de quinientas libras mensuales. Un verdadero milagro, si no se piensa en su locura o en su misma estupidez, de la que no le cabe la menor duda. De todos modos será un elemento significativo para su reportaje, que confía en que será de mucha calidad: dependerá más de su análisis que de las entrevistas con los anónimos personajes, ya que no importarán las individualidades, sino sus posiciones sociales. En fin, mejor será que deje las consideraciones hasta que tenga reunido todo el material.

Empezó por concertar una entrevista con Abbás al-Mawardi en su finca de Qulyub, tras informarse en el despacho que éste mantenía en la Plaza del Azhar, de que ahora residía allí. A la hora en punto cruzaba el paseo de entrada flanqueando por macetas de flores que llegaban hasta el recibidor. Era un artístico palacete de dos pisos rodeado por un parque, de dos feddans de extensión, plantado de mangós, naranjos y limoneros, emparrados; innumerables arriates en forma de cuadrados, círculos y triángulos; flores, maleza y arroyos. Y él allí, de pie, como un gigante, en medio de los campos que se extendían hasta el horizonte, se vio dominado por el silencio, la calma, la armonía. Creyó ver a lo lejos, en los bancales, cuerpos inclinados que parecían perdidos entre los sembrados y el espacio.

Abbás al-Mawardi le recibió luciendo una abba holgada, con su cara llena, sonrosada, pelo brillante en retirada sobre la gran cabeza redonda; su corpulencia le hacía muy semejante a una estatua tapada antes de su inauguración. Abbás le miró sonriente, con cierta expectación mezclada de cautela y curiosidad, dándole la bienvenida:
-¡Bienvenido, señor Husayn Mansur!
Se estrecharon las manos, se sentaron y añadió:
-Sigo tu actividad periodística con verdadero interés; siempre que leo algo tuyo, recuerdo que fuimos compañeros de Instituto, aunque no nos hayamos vuelto a ver desde que salimos de Giza.
Husayn replicó sonriendo:

-Nos vimos una vez de pasada en el Parlamento, allá por el cincuenta o el cincuenta y uno.
Frunció el entrecejo:
-¿Sí...?
Se entregaron durante un buen rato a los recuerdos del Instituto, hasta que Husayn le descubrió el objeto de su visita; entonces Abbás dijo cortante:
-¿No te parece mejor dejarme en paz...?
Pero Husayn le atajó con mucho ánimo:
-No estoy de acuerdo contigo; se trata de un estudio que será la primera piedra para reconstruir la trayectoria de toda una generación. Desde luego, no publicaré nada explícitamente a ti referido, sin haberlo sometido antes a su aprobación. Palabra de honor. Es más, acaso ni siquiera necesite mencionar ningún nombre.
No se negó, pero tampoco pareció muy contento. Su rostro era un enigma, hasta el punto de que Husayn Mansur se preguntaba con angustia qué podía pasarle, ¿le ha dolido este encuentro con todos los recuerdos que ha provocado? Aunque hoy sea rico, ayer fue millonario, sin duda, y su estrella política estaba en alza. Ganó honestamente las elecciones... en todas las hablillas se le nombraba como candidato al Ministerio a finales de 1950...
-Resido aquí habitualmente, por eso mi hijo, el que está en edad universitaria, vive en El Cairo con mi hermana. Yo no salgo de aquí casi nunca.
Los frenos de su lengua se habían relajado y confirmó extensamente que sí llevaba en persona la explotación de su tierra, utilizando las más modernas técnicas agrícolas. Habló de que le interesaba sobremanera la cría de ganado y aves de corral; de que para los ratos de ocio se había preparado una buena biblioteca, y de que había elegido como deporte y afición la equitación, en fin, que había creado un pequeño reino y que podía prescindir de los demás; más aún... ¡deseaba pasar allí la vida, sin salir de los limites de su propiedad!
Luego el periodista aludió a los campesinos de sus tierras.

-¡Yo soy un labrador más!, como lo fue mi padre. No me avergüenza trabajar con ellos, ¡son buena gente!
Husayn suscitó otra cuestión:
-¿No te has presentado como candidato por la Unión Nacional?
Pero su interlocutor sorteó la respuesta con habilidad:
-Muchos me lo han propuesto, pero aquí soy feliz.
Husayn imaginó aquella vida, medio salvaje, medio refinada, que ofrecía tantas compensaciones: la noche, la luna, el bar americano, el toque rústico...
-¿Y tus amigos de antes?
-¡Ah, esos! Los íntimos pasan en casa el fin de semana. De los demás no sé nada.
Rehusó seguir hablando de asuntos generales, y Husayn no insistió:
-¿No te apetece a veces ir al cine, por ejemplo?

-Tengo sala de proyección aquí, ¡sí!, ya ves que no me falta de nada.
Le alargó la foto escolar por si le sonaba alguno de los que había en ella. La examinó sonriendo. Al poco señaló su rostro:
-Alí Sulaymán, alcanzado por una bala en el pecho en tiempos de Sidqi. Después que se graduó se incorporó al Cuerpo Diplomático. Ha sido depuesto cuando la purga ministerial.

Husayn señaló la imagen de Hamid Zahrán. Al-Mawardi negó con la cabeza. Husayn le explicó:
-Es Hamid Zahrán, director de una Compañía, quinientas libras al mes.
Las cejas de su interlocutor dibujaron un ¿"de verdad"?; sus ojos brillaron entre escépticos y perplejos. El periodista dio por terminada la conversación.
En el Ministerio de Justicia encontró al que fuera primero de la clase, el señor Ibrahim al-Aurafli, Juez de Causas Criminales. Esperó ante el Juzgado hasta que el otro salió seguido de un ujier que corrió por un taxi. Husayn se acercó sonriente a al-Aurafli que le miró desorientado. De improviso le reconoció y le tendió la mano. Husayn le contó su propósito en líneas generales y al-Aurafli le invitó a comer en su casa. El taxi les llevó a la calle Maher. Entraron en un piso confortable, pero corriente en definitiva, cosa que sorprendió a Husayn, pero cuando se sentaron a la mesa ocho niños, de edades parecidas, poco más o menos, se le fue la sorpresa.

-Tu actividad periodística llama la atención, de verdad.
Le dio las gracias mientras echaba una mirada furtiva a su cuerpo enjuto y a sus ojos brillantes y cansados. ¡Qué buena vida se dio en la Escuela gracias a la fama de su extraordinaria valía!, y hoy no le conoce nadie fuera del Juzgado.
Cuando le pidió que hablara con detalle de su trabajo, al-Aurafli contestó vivamente: "Mi trabajo no tiene nada que ver con la Prensa... Cuando era Fiscal de Distrito, con motivo de un caso sonado, los periódicos quisieron sacarme a la luz, pero yo me negué. La fama no debe significar nada para un juez, pues los acusados, o son inocentes a los que se debe respetar, o desgraciados culpables a los que no hay por qué darles publicidad".
Husayn dijo muy seguro de sí:
-No temas a la Prensa, estoy solamente haciendo un estudio sobre Educación y Vida; si quieres, significaré tu nombre con una letra y puede ser que prescinda hasta de eso.
-Mejor será. Pero ¿qué estás buscando concretamente?
Le miró con ojo periodístico mientras tomaban café en el salón solos. De los niños no quedaba más que un murmullo que de vez en cuando traspasaba la puerta cerrada.
-Quiero saber tu opinión sobre nuestra generación y la actual, los problemas a los que tuviste que enfrentarte, la filosofía de tu trabajo y de tu vida.
Habló lentamente, con un resquicio de vergüenza. Se inclinaba a la generación pasada, como individualidades, y a la actual como filosofía. Parecía encantado con su profesión y la bendecía, a pesar de la continua entrega que reclama. Empezó a contar luego casos extraños que le habían surgido.
-Siempre fuiste el primero de todos nosotros.
-Y el primero en Bachillerato de todo el país.
Husayn pensó un poco y luego dijo:
-Se te ve satisfecho a pesar de todo.
-¿A pesar de qué?
Dijo con elegancia:
-Quien juzga la muerte de un ser humano...
Le interrumpió decidido:

-Mientras tenga la conciencia tranquila, no sabré qué es angustia.
-La verdad es que tu temple no es cosa corriente.
Rió a carcajadas:
-¡Considérame un sufí si quieres!
Los ojos de Husayn acusaron la sorpresa y se animó a indagar más sobre el particular. Pero el otro estaba arrepentido de lo que se le había escapado y se negó a añadir una sola palabra al respecto.
-Parece que vuestro trabajo es difícil.
-Nuestra vida transcurre entre legajos de problemas.
Daba la impresión de trabajar demasiado, como cuando era estudiante. ¡Vida recogida, lucha continua, ocho hijos y... Sufismo!
A pesar de todo, los funcionarios ven en la Justicia el Jardín del Edén.
Sonrió:
-¡Sí, el Paraíso es nuestro!
Le enseñó la foto escolar. La miró con interés. Husayn señaló a Hamid Zahrán:
-¿Recuerdas a éste?
-Ni lo más mínimo.
-Es Hamid Zahrán, uno de los que no consiguieron terminar el Bachillerato; ahora es director de una Compañía, gana quinientas al mes, ¿lo sabías?
Le miró como hubiese mirado un platillo volante. Husayn dijo:
-Creí que la noticia dejaría frío a un sufí como tú...
Se echaron a reír.
Le preguntó a continuación si recordaba a alguno de los de la foto. La recorrió con la mirada, posando luego el dedo sobre un rostro de la segunda fila: "Muhammad Abd al-Salam, escribiente de la Fiscalía, trabajó conmigo al principio en Abu Tig. Ahora no sé nada de él".
Husayn logró enterarse de que Muhammad Abd al-Salam trabajaba ahora en al-Minya y tuvo que trasladarse a al-Minya para encontrar a Muhammad Abd al-Salam en su último trabajo. Abd al-Salam le dio la impresión de tener, por lo menos, diez años más de los que en realidad tenía. Captó en su aspecto descuidado, su pelo blanco, revuelto, y sus encías melladas, un cierto aire de ruina. El buen hombre ni se acordaba de él, ni le convencieron sus pretensiones, hasta que le mostró la antigua fotografía. Se sentaron en el recibidor. Era un piso antiguo, lleno de críos.
-No reconozco a ninguno de los de la foto, llevo mucho tiempo sin parar en ningún sitio a causa de mi empleo.
A Husayn le dio un vuelvo el corazón, sintió una compasión y un respeto profundos por aquel hombre. Le preguntó cuál era su categoría como funcionario...
-Quinta desde hace un año. ¡Apunte usted eso! sería estupendo que publicase una foto de mi familia: ¡seis hijas y cuatro hijos! ¿Qué le parece?..., o mucho me equivoco o Dios le ha enviado aquí para sacarme de apuros.
Le prometió que intentaría hacer algo y condujo la conversación a los recuerdos del pasado; pero antes de entrar en materia tuvo que tomar buena nota de la familia. Señaló la imagen de Hamid Zahrán:
-Este compañero nuestro gana quinientas libras al mes.
La noticia le causó una enorme impresión; palideció:
-¿Qué hace?
-Es Director de una Compañía.
-¡¡Pero un Ministro no saca ni la mitad!!
-Son cosas distintas.
-¡¿Cómo y en qué las puede gastar?!
Husayn sonrió; la respuesta sobraba.
-¿Qué título tiene?

-Enseñanza media.

-¡Vaya! ¿Es una broma?

-De ninguna manera, un título no lo es todo.

-Entonces, ¿qué?, explícame cómo puede un hombre lograr esa oportunidad. ¡Está en la misma fila que yo en la foto!, dime, ¿cómo lo ha logrado?
Contestó conciliador:
-A veces interviene un factor llamado suerte.
El otro sacudió la cabeza con pena y dijo muy convencido:
-No existe en nuestro país, en justicia, un trabajo que merezca tal sueldo... y si lo hay, ¿por qué no llegamos a la Luna?
Husayn rió:
-De todos modos estáis mejor que millones y millones.
Protestó:
-¿Millones?, sí, lo sé, pero la cuestión es Hamid Zahrán.
Husayn no tuvo la menor dificultad en concertar una entrevista con su antiguo vecino Hamid Zahrán. Pero la Compañía no era un lugar apropiado para charlar como viejos amigos y le invitó a ir a su domicilio, en el Doqqi. Husayn contempló admirado el chalet, el edificio rodeado de árboles... y se acordó del palacete de Abbás al-Mawardi en la finca de Qulyub: admirable arquitectura, jardines frondosos, indicios de vivir bien... ¿Cómo será ahora su antiguo vecino?, de él no le queda más que la sensación de un cuerpo desmedrado y un rostro enfermizo... una sonrisa burlesca... recuerdos que de ninguna manera armonizan con este chalet ostentoso. ¡Que Dios tenga en su gloria los días de antaño, Hamid!, aquellos días en que te las ingeniabas para rapacear un céntimo y no lo soltabas luego aunque se pregonara a tambor. ¡Ojalá no nos hubiera separado el tiempo para poder analizar, codo con codo, la sucesión de seísmos humanos!
-¡Caramba, Husayn, cómo estás! ¿Dónde te has metido estos últimos años?
Su aspecto era tan impecable como el de su casa. Los esplendores del salón encandilaban la mirada... oros, espejos, obras de arte. El dueño aparecía joven, vigoroso, lleno de energías.
-Protesto de que vengas a verme por un motivo preciso. Estás en tu casa... espero que me felicitarás...
Se sentía molesto, pero contestó, muy a tono:
-No tengo excusa, discúlpame.
Hamid rió satisfecho. Se sumergieron en recuerdos largo rato; luego, Husayn puso manos a la obra. Evitó tocar temas que pudieran molestar al otro o fueran demasiado íntimos... la conversación se redujo a comentar el éxito, cómo lo logró, su manera de dirigir la Compañía... las opiniones que tenía sobre su generación, etc...
-Me ligaban al Director anterior relaciones profesionales, anteriores a su nombramiento de Director de la Compañía, y me nombró Secretario suyo, luego Jefe de su despacho; me eligió porque éramos antiguos conocidos...
(¡Antiguos conocidos! La realidad es que en la casa donde vivías antes habías puesto un salón de juego al que invitabas a tus jefes más destacados. No eres más que un oportunista hábil.)
-Aprendí todo, lo grande y lo menudo, trabajando de secretario suyo. Me relacioné con todos los que tenían algo que ver con la Compañía...
-Ahí está la diferencia entre el secretario torpe y el habilidoso...
-Mi jefe, el Director, me eligió para desempeñar su cargo cuando se marchó al extranjero...
-¡Bien por el nombramiento!... ¿Qué planes tienes para el futuro?
Se abandonó a la conversación y dio detalladas explicaciones. El periodista recogió un amplio resumen de lo que decía; mientras, podía observarle de cerca y grabar en la memoria sus ademanes y sus pausas. Cuando acabó la entrevista, se levantó Zahrán, dirigiéndose al interior de la casa:
-Ahora aguarda, voy a presentarte a mi mujer...
¡Fayqa... la antigua vecina! ¡Al fin ha conseguido vivir en la cumbre! Zahrán se casó con ella estando aún en el Bachillerato. Todos habían sido vecinos. El padre de ella, Amm Salama, era conductor de tranvías; le recordaba perfectamente. ¿Cómo se sentiría en semejante chalet?
Hamid Zahrán volvió, precedido de una deslumbrante joven de veinte años, rostro moreno, entre Oriente y Occidente... ¡nueva esposa!

Hechas las presentaciones, la conversación se desarrolló en inglés casi todo el tiempo. El rostro de Zahrán desbordaba satisfacción. ¿Dónde podría estar la otra? ¿Habría muerto? ¿Se habrían divorciado? Hay que aclarar este punto para que la imagen de Zahrán quede completa.
Del chalet se fue a la calleja al-Karmani, cerca de Bab al-Saria, donde vivía antes Amm Salama. A la entrada de la calleja preguntó por él y se enteró de que había muerto algunos años antes y de que su hija Fayqa había puesto una tienda, un estanquillo con venta de caramelos en los bajos de su casa. Se acercó emocionado, no quería que ella le viera antes que él a ella... Estaba sentada detrás del mostrador y no alcanzó a ver más que su cara y su cuello... fumaba un cigarrillo y su rostro, lo mismo que el de Abd al-Salam, el escribiente de al-Minya, le dio la impresión de pertenecer a una persona diez años mayor. Parecía acobardada y abandonada a su destino. Recordó que había sido un deleite para la vista, y que había estado llena de vitalidad y esperanza. Sintió que lo más noble de su alma le dedicaba una elegía de admiración.

Se fue de la calleja al-Karmani emocionado y triste. Pasó revista a los materiales que había conseguido, los sopesó en un análisis primario, y se preguntó:

-¿Qué conclusiones sacar de esta vieja fotografía?

 


 

lunes, septiembre 24, 2012

Lourdes Franyuti: Vino Tinto


 
Vino tinto

Lourdes Franyuti.

 
                  Tinto el vino y de gran reserva. Copa y decantador que invitan, más que al placer, al gusto de disfrutar un sabor dulce y seco. El Pacífico es la combinación perfecta para descansar este fin de semana largo y caluroso. Sentada debajo de la palapa, admiro la cadencia con que rompen las olas en la playa, con un escenario de medio sol desdibujándose lentamente dentro del mar. Escucho a lo lejos música algo extraña, rítmica y sensual. Algún evento se realiza en las terrazas del hotel donde estoy hospedada.
                   El camarero toma el decantador y sirve la tercera copa de vino, colocando ante mí, una ensalada de camarones típica de la región. La palapa es perfecta para admirar el atardecer: dos camastros y una mesa central que invita al descanso, a la meditación y al deseo.
                   El traje de baño que llevo puesto se conserva aún húmedo. Hace unas horas jugueteaba con el agua salada y la espuma. El océano cobra a los bañistas la ocupación de su espacio, ofreciendo a su vez, fuerza, marea alta y respeto a quién desafía su ímpetu. Distingo en la playa la silueta de un hombre alto y corpulento. Me reincorporo en el camastro y dudo si es quién imagino. Desde aquí podría jurar que se trata de Emilio. Lleno mi copa con el dulce vino y lo sigo, mojando y enterrando mis pies en la arena. Mi corazón se acelera a medida que apresuro el paso. Dos años se han cumplido ya desde la fecha del divorcio. Me resistía a firmar; indirectamente fui yo la culpable del rompimiento. El trabajo no permitió dedicarle mi vida entera.
                   Lo abordo y me sonríe… No puedo expresar palabra alguna. Sólo es mi embelesamiento el que salta y él lo percibe. Me vuelve a sonreír y sigue su camino. Es impresionante el parecido que guarda con Emilio. Tomo el vino de un jalón y regreso a la palapa absorta en mis pensamientos. La luna es quién manda ahora. Su poder se refleja en el mar y me invita a seguir su estela. Sirvo más vino, coloco la copa sobre la arena y me quito el blusón, lo aviento en el camastro y a su vez, levanto mi copa. Camino hacia la orilla y me meto al mar. Aprecio el tamaño de las olas por la blancura de la espuma.
                   El agua me tapa el cuerpo hasta la cintura; siento una fuerza brutal en mi espalda. Son las olas que rompen y hacen vibrar cada célula de mi cuerpo. La copa sigue en mi mano; al parecer se ha mezclado el vino con agua de sal. No me sabe ya tan dulce. Un relajamiento invade mi ser; el traje de baño se desata debido al golpeteo de las olas. No me doy cuenta que ya no lo traigo puesto. Estoy desnuda y mi único cómplice es el cielo estrellado. Lo miro y el recuerdo de Emilio renace en mí: su olor, su ardiente voz y sus brazos fuertes apretándome hacia él, haciéndome suya, llegando al éxtasis del deseo más puro que puede existir entre un hombre y una mujer. Acaricio mi cintura llegando más abajo. Parezco una marioneta colgada de una constelación. El cielo sigue estrellado y no da lugar a formación de nubarrones. Es pleno verano y la temperatura rebasa los cuarenta grados.
                  Una ola choca intempestivamente contra mi espalda; hace que pierda el equilibrio. Suelto la copa y trato de nadar hacia la orilla. Ahora distingo la espuma en color rojo intenso, simulando pasión y erotismo. Volteo y encuentro la copa en la orilla. La recojo llena de espuma de mar, la llevo a mis labios y disfruto el dulce, seco y enigmático sabor de vino tinto.

 

                  

Mario Benedetti: Los ángeles no tienen sexo



LOS ANGELES NO TIENEN SEXO
Mario Benedetti


Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor, quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.

Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.

Así, cada vez que Angel y Angela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.

Y si Angel, para abrir el fuego, dice: "Semilla", Angela, para atizarlo, responde: "Surco". El dice: "Alud" y ella, tiernamente: "Abismo".

Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.

Angel dice: "Madero". Y Angela: "Caverna".

Aletean por ahí un Angel de la Guarda, misógino y silente, y un Angel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.

El dice: "Manantial". Y ella: "Cuenca".

Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.

Angel dice: "Estoque", y Angela, radiante: "Herida". El dice: "Tañido", y ella: "Rebato".

Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.

 

Octavio Paz: Poemas de Amor


 
P O E M A S
Octavio Paz
 
 
Más Allá del Amor

 

Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.

Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.

Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.

Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.

 

PALPAR


Mis manos
abren las cortinas de tu ser
te visten con otra desnudez
descubren los cuerpos de tu cuerpo
Mis manos
inventan otro cuerpo a tu cuerpo.

 
Dos Cuerpos

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.

Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.