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viernes, agosto 14, 2009

Gabriel Fuster: CISSALDIA



CISSALDIA

La mirada puesta dentro del telescopio, mi asombro sufre tremenda aberración focal entre los vidrios de las lentes. Ante mí, en la constelación de Virgo, orbitando alrededor de una estrella enana amarilla de tipo espectral G2, se hallaba un planeta. Más no cualquier planeta, sino un cuerpo sideral conteniendo océanos y bloques continentales y polos árticos exactamente como la tierra. Entonces vino la revelación. Este planeta no se parecía a la tierra, sino que era una exacta réplica del mismo. Estaba conmovido. Quiero decir, que un planeta, digamos de sal, digamos de sol, se convirtiera en agreste copia, en el triste calco de los que no tienen más escalera que la nervadura de sus observatorios, necesariamente repercute el bisiesto de una duda. ¿Estaría igualmente habitado? ¿Ocurrirá un mismo almanaque de logros y vigilias? Vuelvo a mirar el objetivo. Comparo la quietud que precede al oxidado fulgor de la atmosfera. La atmosfera, más que un recipiente de gases que soportan la vida, es un escudo protector contra los impactos de enorme energía que provocan los objetos errantes que se desgajan del terrible vacío. En esta ocasión, descubro que estoy equivocado. De acuerdo a mis cálculos, el planeta entero apenas mide un metro de diámetro y gira veinte veces más aprisa sobre su propio eje. Se trataba del mismo mundo, pero en miniatura. Me dejo caer en mi sillón, frotándome los ojos. Reviso mis cálculos, la escala es 1 a 12,756. Eratóstenes de Cirene usó un gnomon para arrojar la sombra de la recta que abre la desproporción para entender el amor, con admirable precisión. Lo cierto es que tan necio es aceptar el razonamiento probable que nos procura el matemático, como pedir pruebas científicas al retórico. Por si fuera poco, tengo una imagen invertida, pero eso no menoscaba mi entusiasmo. En todo caso, ¿Cómo debía llamar a este planeta? ¿Arreit? Por supuesto que no. Entonces, tengo otra ocurrencia, ¿Qué tal si nosotros somos la copia y no al revés? Las posibilidades eran fantásticas, pero al pasar el pañuelo descubro que todo se trata de una mota de polvo sobre el ocular. Oh, decepción. Me hallo en esta postura imaginativa de Horton cuando escucho la voz de mi ayudante: Profesor Lippershey, despierte. Salgo de mi somnolencia y descubro que todo fue un mal sueño. Un sueño que gira a una tasa que varía dependiendo del ángulo de declinación lúdica con respecto al cenit de la memoria. Me he quedado dormido sobre la montura del instrumento.
-Hola Lorena, respondo
-No se preocupe, profesor. Los que duermen, atraviesan la noche sin saberlo.
-No creerías el sueño que me acaba de suceder: soñé que había descubierto un planeta semejante a nuestra tierra.
-¿Tierra? ¿Qué tierra?
-Nuestro mundo, la Tierra
-Nuestro mundo se llama Cissaldia, profesor.
Me quedo de una pieza. ¿Qué diablos sucede aquí? Mirando sus ojos sonrientes, caigo en la razón del por qué se parecen tanto un boxeador y un telescopio. Muy simple, ambos ven estrellas.
-Perdón, linda, estaba pensando en otro planeta.
Ansioso, ajusto la rótula hacia el siguiente cuadrante. Preguntándome no menos que Heinrich Olbers, que otras maravillas esperaban por mí, dentro de esa noche de cúmulos, nebulosas y galaxias brillantes.

3 comentarios:

Lourdes dijo...

Me hubiera gustado conocer a los habitantes del planeta espejo. Realmente hubiera sido una réplica de mí misma, (si es que me hubiera encontrado). Ojalá y pudieras seguir observando por el telescopio para llegar al final de la historia... Cissaldia.

Saludos. Lourdes Franyuti.

Anónimo dijo...

Si Lourdes, asi es Cissaldia...un espejo de polvera. Gracias por tu lectura y tu comentarios. Saludos

GF

Anónimo dijo...

Hola, me gustó mucho tu texto y me resulta muy interesante vernos en un planeta espejo y poder encontrarnos a nosotros mismos como comentan anteriormente.
Me gustaría mucho ponerme en contacto contigo, te dejo mi correo luz10_bs@hotmail.com, espero poder platicar. Gracias
Saludos. Luz del Carmen Valenzuela Reyes