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martes, agosto 10, 2010

Carolina Cruz: Ignacio García "Los Elementos del Reino"

Los Elementos del reino
Libro de Ignacio García
Carolina Cruz

La búsqueda de la palabra como complemento existencial ha sido la obsesión que ha marcado la obra poética de Ignacio García, uno de los escritores más completos y destacados del puerto de Veracruz y si a ello aludo es porque hay que reconocer que es además un excelente ensayista, aunque su legado principal es sin duda, la poesía.
Luego de una larga trayectoria en creación, y de publicar al menos unas 20 plaquettes artesanales (de tiraje clandestino, decía mi querido Juan Vicente Melo), la Editora del Gobierno del estado, a cargo del Dr. Félix Báez, reconoció en Ignacio la voz de quizás el poeta más representativo del puerto y publicó el libro “Los elementos del reino”, que reúne obra reciente.
Aunque en “Los elementos del reino” podemos encontrar esas recurrentes de Ignacio a la eterna reyerta con la palabra esquiva, con la pluma, el papel; la presencia del mar que todo lo sacia, la música (blues y jazz), la luz (“La luz es el instante donde uno se abandona para escribir”); en el libro se vislumbra claramente otra de sus constantes: la presencia de Dios, lo que viene a colocar al poeta, entre los pocos mexicanos que trabajan la poesía religiosa, junto a Javier Sicilia y Oscar Wong.
Aunque decir poesía es ya referirse a lo sagrado (cuando la poesía es tomada como aliento de vida, medicina espiritual), en los Elementos Ignacio plasma su experiencia mística, ora en la poesía, alude a la voz interna que llama a la reflexión y a la comunión con la divinidad, quien quiera que ésta sea, dónde uno la encuentre.
En la primera parte de libro, reconocemos la obra y sus constantes. En “Sesión de blues” un homenaje a la música de Charlie Parker, los títulos de los poemas corresponden a los nombres de algunas de sus canciones, nos queda en la boca el aliento de ese sax y la memoria de las dolientes historias. El tema le sirve de excusa para retomar en “Bird of Paradise” a Octavio Paz y parafraseando su famoso poema “Las Palabras”, donde el Poeta se desespera ante ellas y aconseja: “¡Dales vuelta!, cógelas del rabo (chillen, putas)”, Ignacio le escribe, a ella, la palabra:

Me conmueve su transparencia
su vastedad y su inteligencia de niña
Sabe mi nombre
y de mi asombro por ella
y de la sed y deseo que su cuerpo despierta
Yo me resisto, la dejo que chille,
aunque muy bien sé que todavía
nadie la toca.

Tanto en “A las puertas del Jijiin”, como en “Ryoanji” (ambos templos budistas), la “Zen(da) Interior”, y en “Cuatro instantes con “Zhu Zheqin”, Ignacio García ahonda, se esparce en otro elemento del reino: la calma interior, el nirvana: “(…) "en nosotros el infinito avanza a empujones/y nunca termina por quedarse”, o leemos: “y mi paso que nunca va más lejos del primero de mis pasos”, en contraposición a esa inútil insistencia del ser humano de buscar la calma en la marejada.
Podríamos decir que juntas, las cuatro secciones, son el intento que hace el poeta por abandonar la palabra y alcanzar, sin ella, un estado de silencio con un sonido puro. Una búsqueda de la sublimación interna, ese lapso posible demostrado por el Buddha (ahora tan de moda en occidente); cuya doctrina señala la aniquilación del deseo, la eliminación del egocentrismo condicionado por la pasión, la ignorancia, el odio.
En el poema “Punto de Satori”, encontramos una muestra de ese reclamo del elevado estado espiritual:

Entre juncos y estanques
peces y lianas, arena y luz
la respiración alcanza
altos grados de quietud:
el cerebro es un cristal
sin domo ni perfil
Un alto rumor
sin truenos ni relámpagos
llega y se instala
como un cordero sin voz
Lo absoluto tiene que ver
con este instante
que nadie
percibe.

En la segunda parte del libro, “Si al fuego entra la llama”, reconocemos la voz del poeta y sus constantes: la comparación entre el amor y la escritura; el (beso)verso perdido; el apremio por el olvido; la des-hilación y la desilusión ("hebra y amor no parecen tener puntas”), el peso de la tinta en la piel, el desencuentro, la sílaba desnuda, el canto a la mujer amada… todo envuelto en una flama que igual se enciende, es ceniza o no consigue nada.
Las dos últimas partes que componen el libro: “Teorema” y el “Eje en la flama” el poeta plasma la búsqueda del amor a la Palabra; que toma forma de mujer. Una mujer evasiva, rejega, a veces inatrapable.
En palabras del propio Ignacio García, en los “Elementos del reino” el poeta enfrenta el reto de buscar a la palabra/mujer “y cuando la tiene a mano decirle todas sus pasiones humanas, como se las diría a la mujer de sus sueños". Los Elementos, es un largo período de espera a que ella, la Palabra-mujer aparezca y lo transforme a uno, lo posea y sacuda (lo seduzca ¿por qué no?), al grado de no saber el poeta si fue él quien escribió esos versos o ese Otro del que hablan Borges, Breton y tantos otros”.
Así, junto a todo esto el elemento más importante de todo es, por supuesto, la Palabra, más una poesía a la que Ignacio, siempre se inclinó: la sustancia espiritual y la inquietud mística, la búsqueda de Dios a través del verbo, de la mujer, de la música, de la poesía misma. Si bien la temática no cambia a través de su obra, sí hallamos a un poeta más profundo, más reflexivo, más comprensivo de las pasiones humanas.

1 comentario:

cristina caballero dijo...

hace un buen rato que no ando por acá, pero siempre es bueno tener una página amiga a donde una acude y la encuentras ahí, con toda su generosidad. Celebro, es evidente, el libro publicado al Maestro Ignacio. Ojalá que pueda en algún momento, conseguir ese libro que se antoja imprescindible, a la luz del texto de Carolina y claro, con los fragmentos luminosos de poesía del Maestro. Hasta otro momento, por acá vuelvo