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lunes, agosto 01, 2011

Lourdes Franyuti: Página en blanco

Página en blanco.

Lourdes Franyuti

He querido iniciar la primera página del libro que me propuse terminar a finales de este año. No he podido siquiera empezar. La idea central la tengo bien definida desde hace días, pero aún no encuentro las palabras acertadas para el primer párrafo. Podría empezar describiendo el ambiente, narrando las características particulares del lugar o bien, dándole la pauta al lector acerca de la época en que se desarrollará la historia.


Esta vez, mi idea es dejarme llevar por las sensaciones, alegrías o conflictos que se internarán en la mente de mi personaje principal. Me interesa saber qué piensa, por qué se atemoriza o cuál es la razón de su angustia. Podría contar la vida de alguna mujer dedicada a la vida política, religiosa, la rutina tal vez de trabajar en un hospital, banco o juzgado. Si bien es cierto que la mujer ha destacado en el ámbito profesional, hay muchas otras que han dejado su alma en las labores domésticas, altruistas o simplemente han dedicado su existencia a brillar en sociedad.

Abro mi paraguas y camino bajo la lluvia, tengo que cruzar la avenida principal hasta la puerta de la Biblioteca Pública. Me detengo y veo una silueta un tanto vaga… No logro distinguirla bien por la caída tan fuerte y cerrada del agua. Apenas si me doy cuenta, de que es la única persona parada sobre la acera. Un viento recio arranca de sus manos dos objetos; acomoda su paraguas, se agacha para recogerlos, pero no puede tomarlos con sus manos. Al parecer, han seguido el curso del canal y flotan con la corriente. La sombra en cuestión corre a lado de ellos y por más que se esfuerza por agarrarlos, los objetos se les escapan de sus dedos.

Sigo observando la escena desde el otro lado de la avenida y voy corriendo de igual manera para ayudar a detener los objetos. En este momento chocan bruscamente contra una tapa de registro de luz, y quedan atrapados en una rejilla contigua. Ahora que estoy más cerca, distingo que se trata de una muchacha recogiendo dos libros; se siente sofocada por pelear con las gotas intensas, impregnadas en su rostro. Trato de cruzar de nueva cuenta la calle, pero un automóvil pasa a gran velocidad junto a mí, que empapa completamente mi vestido. Sacudo el lodo que ha dejado sobre mis piernas y volteo a ver a la mujer. Se ha refugiado en el techo de un ventanal. Los libros los ha colocado sobre el aluminio que detiene el cristal.

Cierro mi paraguas y me dirijo a ella dando grandes saltos. Al abordarla, me mira con extrañeza y me obsequia los dos libros. Bajo la mirada hacia ellos y aprecio que son un diccionario y un libro finamente empastado, mojados y casi inservibles. Abro la primera página del libro y me sorprendo al percatarme de que está totalmente en blanco. Supongo que el agua borró todo lo escrito en ella. Me froto los ojos y veo mi reflejo en el ventanal. Allí no había más mujer que yo misma, tratando de decidir entre aguacero, nubarrones grises y melancolía, ser o no ser la protagonista de mi propia historia.

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