En el prodigio insondable de materializar el sueño, su sueño (¿de diván?), aquel hombre en ese preciso instante de regresión se halló mucho más convencido que nunca, en cuanto a que la realidad del subconsciente no era tan precaria y frágil cual una gigantesca pompa de jabón, como se le creía. Y así, estimado el asunto por su cuenta, es que perseveraba consistentemente en la búsqueda del logro; objetivarlo era su sueño. Mas, cuando despertó, el Dr. Sigmund Freud ya no se encontraba ahí… Y, ahora (no sin sobresaltos) finalmente descubría, lo corroboraba –de tan irónicamente manera—que él era el auténtico, el verdadero Sigmund Freud ya psicoanalizado.
De Sobredosis de sueño (s)
(De muy lejana –por tan profundo y perezoso tema—su aparición)
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