jueves, octubre 28, 2010
LOS ELEMENTOS DEL REINO - 28-10-2010
Paul Johnson: Bailando al borde del abismo

Gabriel García Márquez: Fragmento de su último libro

Ignacio García; Veinte teoremas de amor...
martes, octubre 26, 2010
Raúl Rivero: Palabras en reposo

Palabras en reposo
Raúl Rivero
Alí Chumacero arma sus poemas como los niños descubren los mensajes de los rompecabezas. Pieza a pieza, palabra a palabra, con cuidado para que la rama de un árbol no se salga por una esquina y que los leves ríos de los paisajes rurales no vayan a pasar sobre el columpio del patio y por encima de las nubes redondas, vírgenes y blancas.
Es un señor de la síntesis y el buril. La emoción de su poesía tiene un orden (y una locura), un cauce (y un delirio), que el poeta ha dispuesto con firmeza infantil para que el lector no pierda ni un detalle del sentimiento. Para que no le sobre un chispazo a las piezas que el poeta no quiere que deslumbren.Quiere que iluminen.
En eso ha pasado 90 años. Nació en Acaponeta, Nayarid, en 1918.El verano pasado, México entero celebró su cumpleaños, él se dejó querer, los quiso más a todos, pero salió ileso de las celebraciones y siguió en la vejez lúcida y creativa de quien viene de regreso de estos oficios: editor, tipógrafo y maestro.
Chumacero vive desde los años 30 en Ciudad de México donde fundó, junto a otros escritores, la revista Tierra Nueva. Es uno de los editores históricos del Fondo de Cultura Económica y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1964.
Entre sus hazañas de medio siglo de editor de grandes figuras de la literatura mexicana, se recuerda su episodio con Juan Rulfo, citado hace unos meses en esta columna. Según Chumacero, el autor de El llano en llamas no le aceptó la proposición de cambiar dos palabras; transigió con una sola. «Lo que sí le quité», dijo Chumacero, «fueron las comas que Rulfo ponía como si le estuviera echando maíz a las gallinas, además de algunos guiones de diálogos que no estaban en su lugar.»
Los tres libros de poesía que le han dado a Chumacero una papeleta para salvarse del olvido son estos: Páramos de sueños, Imágenes desterradas y Palabras en reposo. Ha publicado también una colección de ensayos titulada Los momentos críticos.
Entre los buenos lectores de poesía se comenta que sus poemas parecen siempre recién terminados. Por eso, Eduardo Lizalde se atreve a decir esto: «Alí Chumacero continúa con todo derecho y dignidad leyendo en todas sus comparecencias los perfectos poemas de la juventud como si fueran escritos ayer para convencernos de que el vivíparo que hoy celebramos nació de un golpe como un gran poeta y se encuentra de pie frente a nosotros para seguirnos asombrando con la exactitud y la música originalísima de sus versos».
El poeta cree que él es sólo un obrero que ha trabajado en los libros y ha sabido hacerlo. Que ha vivido tres minutos cada minuto sin dejar gozar la vida: «Yo sólo he practicado el afán de hermanar el sentimiento y el rigor a fin de mantener inalterable una vocación originada desde la adolescencia, fortalecida durante la madurez y siempre guiada a convertir en insólito lo cotidiano».
Su viejo amigo, el poeta argentino Juan Gelman, le deseó a Alí Chumacero en su 90 cumpleaños que muriera a los 500. Y, como es el sueño de muchos habitantes de aquellas tierras, con violencia y a manos de un implacable marido celoso.
Estos son sus versos: Porque soy mi enemigo sentenciado/ mi propia víctima, la orilla/ saciada entre sus límites, en un constante incesto/ o presagio de mar que requiere playa.
Alì Chumacero: La lenta consunción

Alí Chumacero nació en Acaponeta, Nayarit en 1918, murió el pasado viernes 20 de octubre. De muy joven se trasladó a la ciudad de México, donde en 1940 fundó la revista Tierra nueva.
Llegó a ser entre nosotros unos de los grandes poetas de nuestro tiempo sus versos donde denota una gran sensibilidad y un fino talento lírico, que lo señalan como uno de los precursores de la poesía moderna del país.
Algunas de sus obras más renombradas son: «Imágenes desterradas» 1948, «Palabras en reposo» 1956 y «Páramo de sueños» 1994. Ganó los premios "Xavier Villaurrutia", "Alfonso Reyes", "Nacional de Lingüística y Literatura", "Amado Nervo", "Nayarid" , y el "Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines-Gatine Lapointe" en 2003. Otra voz se apaga, otra votiva se enciende.
Amor es mar
Llegas, amor, cuando la vida ya nada me ofrecía
sino un duro sabor de lenta consunción
y un saberse dolor desamparado,
casi ceniza de tinieblas;
llega tu voz a destrozar la noche
y asciendes por mi cuerpo
como el cálido pulso hacia el latir postrero
de quien a solas sabe
que un abismo de duelo lo sostiene.
Nada había sin ti,
ni un sueño transformado en vida,
ni la certeza que nos precipita
hasta el total saberse consumido;
sólo un pavor entre mi noche
levantando su voz de precipicio;
era una sombra que se destrozaba,
incierta en húmedas tinieblas
y engañosas palabras destruidas,
trocadas en blasfemias que a los ojos
ni luz ni sombra daban:
era el temor a ser sólo una lágrima.
Mas el mundo renace al encontrarte,
y la luz es de nuevo
ascendiendo hacia el aire
la tersa calidez de sus alientos
lentamente erigidos;
brotan de fuerza y cólera
y de un aroma suave como espuma,
tal un leve recuerdo
que de pronto se hiciera un muro de dureza
o manantial de sombra.
Y en ti mi corazón no tiene forma
ni es un círculo en paz con su tristeza,
sino un pequeño fuego,
el grito que florece en medio de los labios
y torna a ser el fin
un sencillo reflejo de tu cuerpo,
el cristal que a tu imagen desafía,
el sueño que en tu sombra se aniquila.
Olas de luz tu voz, tu aliento y tu mirada
en la dolida playa de mi cuerpo;
olas que en mí desnúdanse como alas,
hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno,
cuando al sentirme junto a tu desnudo
se ilumina la forma de mi cuerpo.
Un mar de sombra eres, y entre tu sal oscura
hay un mundo de luz amanecido.
Desvelado amor
Cayó desnuda, virgen, la palabra;
cayó la virgen desnudada
bajo mi cuerpo, trémulo latir
que hoy apenas si me pertenece
y me embriaga con cálido rumor,
rodea mi epidermis,
se introduce letal bajo mi lengua,
y mis párpados no lo miran
pero lo sienten desalado,
desolado que busca entre la noche
la amarga conjunción
de dos manos eternamente unidas
en el estrecho abrazo de la muerte.
ciñéronse a la sombra
incendiando el incienso de su caída flor;
tan quietos como el sueño que también esperaban
con ansiedad de ciego sobre el tacto;
descansando angustiosos como el árbol sin fruto
bajo la primavera. Y mi cuerpo cayó
a un desesperado cuerpo,
y desde entonces siente
cómo crecen sus nervios en una dura ruina
hecha de sombra y voz estremecidas
por el vivo temor de estrecharse a la noche,
como el mar a las aguas que lo nutren
o la voz a los labios, fuente muda;
y en la quietud nacida
de este limpio silencio que por mi cuerpo corre,
destrozados los labios, la voz y la palabra,
anclado entre mí mismo,
el fuego de mi tacto se adormece
en esta soledad bajo la flor del sueño.
Mi amante
Desnuda, mi funesta amante
de piel vencida y casta como deshabitada,
sacudes sobre el lecho voces
y ternuras contrarias a mis manos,
y un crepúsculo escucho entre tu cuerpo
cuando al caer en ti agonizo
en un nacer marchito, sin el duelo
comparable al temor de tu agonía.
Contigo transparento la caída
de un alud o huracán de rosas:
suspiros de manzanas en tumulto
diciéndome que el hombre está vencido,
confuso en amarguras y vacías miradas.
En ti respondo al mundo, y en tu cuerpo
respiro ese sabor de los sepulcros;
una noche no más, y tu mirada
persiste, implora y vence entre mis ojos,
decidida a una lucha prolongada
donde el recuerdo se convierte
en esa área languidez del pensamiento,
como materia de tus ojos mismos.
Lloras a veces arrojando
fúnebres aguas de perfume ciego,
como si desprendida de una antigua idea
vinieras hasta mí, tan clara
como un ángel dormido en el espacio,
a dejar evidencia, luz y vida;
y en tus lágrimas miro surgir tu suave piel
como si en ellas prolongaras
o hicieras más probable tu existencia,
derramando el aroma de tu sueño
sobre esta soledad de tu desnudo.