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miércoles, agosto 17, 2011

Franz Kafka: El silencio de las sirenas

El silencio de las sirenas
Franz Kafka



Prueba de que también medios insuficientes y hasta pueriles puedan servir para la salvación:
Para guardarse de las sirenas, Ulises se tapó los oídos con cera y se hizo encadenar al mástil. Algo semejante podrían, naturalmente,  haber hecho desde tiempo antiguo los viajeros, con excepción de aquellos a quienes las sirenas atraían desde lejos, pero en el mundo de entero se reconocía que ese recurso no podía servir para nada. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, y la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas. Pero Ulises no pensó en ello, si bien quizá algo habría llegado ya a sus oídos. Confiaba por completo en los trocitos de cera y en la atadura de las cadenas y con la inocente alegría que le ocasionaba su estratagema marchó al encuentro de las sirenas. 
Pero éstas tienen un arma más terrible aún que el canto: su silencio.
Aunque no ha sucedido, es quizá imaginable la posibilidad de que alguien se haya salvado de su canto, pero de su silencio ciertamente no. Ningún poder terreno puede resistir a la soberbia arrolladora generada por el sentimiento de haberlas vencido con las propias fuerzas.
Y, en efecto, al llegar Ulises, no cantaron las cantantes poderosas; fuera porque creyesen que a aquel adversario sólo podía vencérselo con el silencio, o porque la contemplación de la felicidad reflejada en el rostro de Ulises, que no pensaba sino en cera y cadenas, les hiciera olvidar todo canto.
Pero Ulises, para expresarlo así, no oía su silencio, creía que cantaban y que sólo él se hallaba exento de oírlas. Fugazmente vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos arrasados en lágrimas, los labios entreabiertos, pero creyó que esto pertenecía a las melodías que se alzaban, inaudibles, en torno de él. Mas pronto todo se deslizó fuera del campo de sus miradas puestas en la lejanía, las sirenas desaparecieron ante su resolución, y, precisamente cuando mas próximo estaba, ya no supo de esos seres nada más.
Ellas , empero –mas hermosas que nunca-, se erguían y contoneaban, las chorreantes cabelleras ondulando libremente al viento y las garras abiertas sobre las rocas. No querían ya seducir, sino solo apresar, mientras fuese posible, el fulgor de los grandes ojos de Ulises.
De haber tenido conciencia, las sirenas habrían sido destruidas aquel día. Pero allí quedaron y sólo ocurrió que Ulises escapó de entre sus manos.
Aquí, por lo demás, se transmitido un agregado. Se dice que Ulises era tan rico en astucias, y tan zorruno, que las mismas deidades del destino no podían penetrar en lo más íntimo de su fuero interno. Aunque ello no sea ya concebible para el entendimiento humano, quiza noto realmente que las sirenas callaron, y opuso a sirenas y dioses, en cierta manera como escudo, el simulacro mencionado más arriba.


Traducción: Alejandro Ruiz Guiñazú

Bestiario, Franz Kafka 
Editorial Anagrama,1990

“El silencio de las sirenas
 se escribió el día 23 de octubre de 1917 y se editó por primera vez formando parte de la antología Ein Landarzt. Kleine Erzählungen (un médico rural. Narraciones breves) en la  editorial de Kurt Wolff, Munich y Leipzig, 1919” – Jordi Llovet.
 

1 comentario:

cristina caballero dijo...

tengo una sirena en casa -de papel maché-, y hace un buen rato ya,entendí cual es el simbolismo que representan esos seres de las profundidas para la búsqueda interna y para un escritor y sobre todo, para un poeta...pensar en el silencio de Ellas, es ciertamente, lo más terrible que podría sucederme...fantástico relato, y cuanto desenfado