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martes, diciembre 11, 2012

Ivonne Moreno Uscanga: Cisne Negro: EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA DE HÉCTOR OCHOA Y ARISSA HUERTA



CISNE NEGRO:
EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA DE HÉCTOR OCHOA Y ARISSA HUERTA
Ivonne Moreno Uscanga

La recurrencia y la hibridez  en el arte son  importantes  para retomar  la polivalencia de los discursos visuales. Este fue el caso de hace tres años del filme El Cisne Negro, de Darren Arofsky, protagonizada por Natalie Portman.
Debido al éxito de la película, la magia de la coreografía de Tchaikowski vuelve a nuestros sentidos con nuevos bríos. A pesar de la vigencia del ballet El Lago de los Cisnes por estar continuamente en carteleras mundiales y en nuestro  país en el Bosque de Chapultepec, no deja de atraparnos  la trama del popular cuento, donde el bien y el mal están envueltos de magia y excelente música.
 
No obstante es importante aclarar la libre adaptación de la película de  Aronofsky,para realizar el guión. En el original  ballet, no hay un cisne negro, sino la simulación de la protagónica Odette (hechizada junto con otras doncellas en el lago de un bosque) cuando el malvado mago Rothbart, crea la ilusión óptica de Odine y la suplanta, para confundir al príncipe Sigfrido, enamorado de una mujer encantada como cisne.
Estética y psicológicamente el público salimos ganando con la nueva versión, pues  se nos muestra la belleza maniquea por parte del  lado oscuro de una mujer por  alcanzar la perfección.  Se conforma así, a la  danza como el  motor de nuevas creaciones artísticas, cine, adaptaciones coreográficas y fotografías,  pues la trama de El Cisne Negro sigue subyugando mentes como la de Arissa Huerta y Héctor Ochoa quienes hoy nos abren  con su trabajo fotográfico, la ruta de la fantasía hilvanada  con los deslices de la obsesión.
Arrisa ha distinguido su propuesta en la fotografía con una amplia variedad. Empieza con la geografía veracruzana para perfilarse después a las experiencias de fotógrafa peregrina, atrapando el encanto de lagos, cascadas, montañas y senderos verdes y agrestes, en instantes donde la naturaleza se conjuga entre la aparente quietud  de atardeceres y el ojo avisor de las intromisiones de la cámara, hoy la inquieta realizadora, se vuelca a la mujer, a la danza y los bemoles del cuerpo y el deseo, constante donde  la sagacidad de Héctor Ochoa, así como de maquillistas y bailarinas se funden  en   exquisita complicidad.
De este modo la intervención de  la técnica fotográfica de Héctor,  afianza los recovecos de la psique femenina, cuando  captura y obtura,   los anhelos y metas esquizoides de mujeres-cisnes, tornados en  ansiedad y fijación. A guisa de  los instintos del malvado Rothbart. Ochoa- Huerta  revelan en contubernio con el ballet, las fortalezas del discurso fotográfico en constante caza de los seres humanos y sus vicisitudes.

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