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miércoles, abril 22, 2009

Gabriel Fuster: La Doncella del Mar Bete



LA DONCELLA DEL MAR BETE

Antes de que el equipo de rescate los localizara, por el entronque de espera de la iguana encubierta como meridiano en la isla Guanahani, donde la cápsula I Dream of Jeannie 1 del proyecto Gemini amarizó con larga ventura para los insensibles al recuento, si media escalera y medio andamio bastan hasta la recuperación coordinada de los tripulantes, tras un vuelo suborbital para probar el escudo térmico de reentrada con éxito, todo sueño hará su ola antes de ser olvidado. Velis nolis, simplemente corrige el rumbo y las playas de azules absurdos hierven con pulpa de guanábana, cuando los tres astronautas transparentes alcanzan la brisa y la corriente y clavan su bandera blanca al lado de una botella encorchada que no mira. El sueño se obstina en empapar a quien lo sueña, aunque el Mayor Nelson es el primero en levantar la vista y mirar a la mujer nacida con frío. Empero, el agua es el elemento clave para entender un batallón de espejismos apoyados en la confusión. Los náufragos dicen que si vacías tu mente, por fuerza te liberas de las formas. Así, te metes en una botella y serás botellas, luego te tiras al garete y serás mar, pero nunca detrás suyo, por ende nadie consigue mejores noticias durante el inclinado de las burbujas que un par de pedos puros. Ahora queda la sed mezclada con la brusca sensación del despertar ante un rostro femenino con mejillas de mal agüero. Ella es real, pero tan absolutamente distinta de una isleña. Pálido su cuerpo bajo el rojo vestido de bledeh y los brazos en lentos balanceos de libertad, al que un buen príncipe llama libertad de serpientes encantadas. Nelson se encuentra incapaz de quitar la vista de la espina dorsal en su baile, formando una crecida de niebla. Desde que vive dentro de una botella preñada con el mensaje de Arecibo, ve la vida como a través de un ojo de pescado. Todo es enorme y deforme, igual que innominado. Espera, no es recomendable ponerse nervioso dentro, pues se empaña el cristal y ya no se puede ver más, aunque se escucha el motor de un helicóptero a la distancia. El Mayor interpone la cuchilla de las aspas entre el cuello y el ruido para descubrir que Healy y el Coronel Bellows se encuentran en la playa, haciendo señales de emergencia contra el oleaje que dobla la escala de los suspiros. En pocos minutos, el rostro sudado de Bellows se vuelve al puesto de vigía que representa Nelson, sentado sobre la aniquilada balsa salvavidas. Camina en dirección suya. Todo es sumirse en la arena hasta sentirse pisar un astro vivo y contante que toma el paisaje de un cráneo luminoso.
-Es un pequeño paso para un hombre, pero, pero…pise una mierda. – Bellows recita a sí mismo y da un enorme salto en nombre de la humanidad.
-De modo que por esto los llaman “vuelos chárter” – saluda Nelson, cerrando el sarcasmo.
-Mayor, hablando claramente, estamos perdidos sin las letrinas adecuadas. Condición que nuestros saludables y pendencieros cosmonautas, y nuestros desaliñados taikonautas pueden usar diez veces mejor que… ¿Qué es todo esto?
-Probablemente la isla de Gilligan
-O Patmos
-Whatever, al menos las aguas infestadas de tiburones establecen un perímetro de seguridad. A salvo de Fidel Castro
-Mea Cuba, u otro cuadrante que parece la errata de su nombre. Ahora, ya que podríamos quedar aquí un buen rato, empecemos a escudriñar el lugar.
Bellows le indica por señas a Healy que se sume al grupo. A Bellows y a Healy le gusta jugar a ser niños cuando están juntos. Un día urdieron columpios con la primera caminata espacial y no pararon hasta que la nave pierde el rumbo. Al terminar las reparaciones de un cometa sin retorno, el mareo es tan grande cuando pasa la conexión llena de ruidos, que ambos ingresan al control de mando, vomitando. El momento que los dos están juntos, mirando y girando el botiquín como una caja yosegi para ser repartida entre tres personas, intercambian miradas pícaras. Healy expresa algo quejumbroso y maravillado, pero las aves migratorias se llevan las palabras. La marea alcanza la altura del fuego inverso de nueve cautelas y apaga la insubordinación. Espeso humo hace la noche extranjera, donde el bostezo deja a los contraídos al completo abandono y durmiendo las mil y una noches. Para saber la verdad, Nelson pregunta a la odalisca, aguardando ser visitada dentro del cordón militar.
-¿Quién eres?
-Souhaite, que significa deseo en francés.
-Bonito, pero ¿Cómo tú…?
-¿Cómo llegué aquí? Lo mismo dicen de las estatuas de la isla de Pascua. Mira, yo fui humana antes de ser transformada en genio por un ifrit.
Ah, un ifrit. Los monstruosos genios nacidos del mismísimo vaho de Allah y que desde entonces se negaron a postrarse ante Adán, por haber sido éste, creado de la arcilla. Al caso, Souhaite había conseguido su apodo por antífrasis dentro del rito, pero fue encontrada culpable de blasfemia al no usar una burka fuera del harem. De modo que su castigo mereció ser poseída por un ifrit. Nelson abraza la cintura a su encierro varias centurias después. Ella lo repele.
-Tus dos compañeros también me desean. Si me deseas únicamente para ti, tendrás que conquistarme. Tendrás que liberarte tú de igual modo y seré tuya.
En su bolsa de dormir, Bellows conversa sin ser despertado, pero se pone de pie y saluda con los hombros en alerta. En el lado erosionado de la cueva, Healy asoma la cabeza con ímpetu de lava, su pesadilla a punto de ser aplastada por los dientes. Cada uno tuvo el mismo sueño. Cada quien y cada cual se vio favorecido con los dones de la doncella del mar.
Nelson hace un reconocimiento de su alrededor y toma el remo de aluminio.
En un instante, todos tienen un arma en su poder.
Healy usa el hedor intenso de un par de frescos desechos fecales por la mano rápida de una pedrada y su casco de plexiglás para conservar la mente intacta. Bellows lanza pasta de dientes a presión, creyendo que el Colgate es su propelante por encima de la fuerza de la gravedad. De ser librada esta batalla treinta años más tarde, habría incluido, sin ninguna duda, la simulación de los juegos de video y muchas vidas de repuesto. Nelson ya no se detiene, ni se fía del afelio a la velocidad del trote de un caníbal derrotando y ganando la digestión de sus enemigos. Gosu destacable por su apetito, invisible por dentro y por fuera. El Capitán Healy y el Coronel Bellows quedan como muda reflexión de osamenta y sangre seca, menos la muerte del coral. El cuadro último se adelanta a la Ciencia como tal y muestra que sus cohetes siderales nunca dejaron de ser petardos, desde el chingo de vuelos fallidos que nos dieron de trayectoria ciega por ganar la carrera espacial. Y si en el espacio hubiera alguna imperfección severa, ésta envolvería al Valet Parking. Triunfante, Nelson regresa al lado de Souhaite.
Te conozco, Souhaite.
Cocodrilo enjoyado.
Hija de una constelación de un trillón de soles. Esclava.
Nelson se arrodilló ante la superficie vidriosa durante un sagrado momento, mirando fijamente el óvalo perfecto y ahogado de un rostro jugando con las formas de la telepatía. Los rizos negros de sus cabellos estaban helados, preservados, eternos. Por muchos siglos, ella ha sido la prisionera dentro de la botella. Colocada ahí por los magos caldeos, quienes conocieron las artes ocultas de los sacerdotes de Kumari Kandan y Lemuria y Mu y Atlántida y Edinu antes de ser llamada Mesopotamia. Los hombres sagrados la habían detenido, conociendo sus peligros. La estrategia de Friné para conmover a los jueces en su sentencia de muerte no prosperó. Pero se trataba de otro lugar y tiempo, donde no hay banderas que basten para la repetición de la infamia.
Quizás se trata de un truco de la mente. La isla y todos sus misterios son una apología de la mariguana y sus efectos. En la hora que se dilata, Nelson es el filatelista cuya suerte empieza adquiriendo los timbres postales de Yuri Gagarin y hace plática a una mujer con cara de aburrimiento como fruta de cera, que reduce todo comentario a frases en una lengua muerta, muy anterior al elamita y al acadio, en tanto deja caer el brazo ante una botella sin marbete. La puerta por donde tú seguías entrando, día y noche, es el diseño del humo de los enfadados. Los lavabos de los bares siempre están al fondo a la derecha. Ajajajá. Quizás todos los integrantes de la misión murieron en el accidente y están en el infierno dentro de la creencia y tierra de los Narakas. Si miras fijamente a la luna, ¿te conviertes en un lunático o en un genio?
Nelson cierra los párpados, colmado de ingenios.
-No voy a creer nada hasta escucharlo decir de ti – dice.
Souhite construye un hoyo en el aire, donde asomábamos los telescopios y espiábamos a Venus temblorosa, y enseguida empuja al hombre al interior del culo de Marte en celo. El cangrejo posee el segundo sumergimiento para la isla. No tiene importancia que gobierno o titular adecuado enseñe al mundo sobre el bien y el mal y la Ciencia. Souhaite es capaz de subyugarlos. Puesto que el deseo es su arma.
Concurrentemente y sin posible aviso de Mercurio, una columna de arena gira en torno del Djinn a cubrirle y, finalmente, queda dispersa, todo lo que alcanza, todo lo que resta sobre una escoba dominical en el horizonte límpido y desierto, dejando ni un solo rastro detrás.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gabo: Nuevamente haces mi cabeza estallar con estas inmersiones a lo mas denso de la ficcion que sueles escribir, pero que adoro. Has flojeado un poco ultimamente porque ya no te leo tan seguido. Ponte las pilas y no hagas caso de codazos. Un saludo

B.

Anónimo dijo...

¡Puuf! ¡Que viaje! Obscuro, pero tienes un subconciente facil de revelarse como una vieja polaroid. No es lo mejor que te leido, pero tampoco me parece deslucido para no merecer una segunda y tercera leida. Un abrazo

Andres Lopez

Anónimo dijo...

Mi bella Genio, la recuerdo pero ¿que tiene que ver todo lo demas? Ah, ya se. La madrina de las Fiestas de Santa Ana, pero sigo sin entender. ¿La botella es por escribir embriagado?