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viernes, abril 24, 2009

Jorge Luis Borges: El libro Total



BORGES, EL LIBRO TOTAL



El capricho o imaginación o utopía de la Biblioteca Total incluye ciertos rasgos, que no es difícil confundir con virtudes. Maravilla, en primer lugar, el mucho tiempo que tardaron los hombres en pensar esa idea. Ciertos ejemplos que Aristóteles atribuye a Demócrito y a Leucipo la prefiguran con claridad, pero su tardío inventor es Gustav Theodor Fechner y su primer expositor es Kurd Lasswitz. (Entre Demócrito de Abdera y Fechner de Leipzig fluyen —cargadamente— casi venticuatro siglos de Europa.) Sus conexiones son ilustres y múltiples: está relacionada con el atomismo y con el análisis combinatorio, con la tipografía y con el azar. En la obra El certamen con la tortuga (Berlín, 1929), el doctor Theodore Wolff juzga que que es una derivación, o parodia, de la máquina mental de Raimundo Lulio; yo agregaría que es un avatar tipográfico de esa doctrina del Eterno Regreso que prohijada por los estoicos o por Blanqui, por los pitagóricos o por Nietzsche, regresa eternamente.
El más antiguo de los textos que la vislumbran está en el prier libro de la Metafísica de Aristóteles. Hablo de aquel pasaje que expone la cosmogonía de Leucipo: la formación del mundo por la fortuita cojunción de los átomos. El escitor observa que lo átomos que esa conjetura requiere son homogéneos y que sus diferencias proceden de la posición, del orden o de la forma. Para ilustrar esas distinciones añade: «A difiere de N por la forma, AN de NA por el orden, Z de N por la posición.» En el tratado De la generación y corrupción, quiere acordar la variedad de las cosas visibles con la simplicidad de los átomos y razona que una tragedia consta de iguales elementos que una comedia —es decir, de las veinticuatro letras del alfabeto.
Pasan trescientos años y Marco Tulio Cicerón compone un indeciso diálogo escéptico y lo titula irónicamente De la naturaleza de los dioses. En el segundo libro, uno de los interlocutores arguye:»No me admiro que haya alguien que se persuada de que ciertos cuerpos sólidos e individuales son arrastrados por la fuerza de la gravedad, resultando del concurso fortuito de estos cuerpos el mundo hermosísimo que vemos. El que juzga posible esto, tambien podra creer que si arrojan a bulto innumerables caracteres de oro, con las veintiuna letras del alfabeto, pueden resultar estampados los Anales de Ennio. Ignoro si la casualidad podra hacer que se lea un solo verso.» [1)]
La imagen tipográfica de Cicerón logra una larga vida. A mediados del siglo XVII, figura en un discurso académico de Pascal; Swift, a principios del siglo XVIII, la destaca en el preámbulo de su indignado Ensayo trivial sobre las facultades del alma, que es un museo de lugares comunes —como el futuro Dictionnaire des idées reçues, de Flaubert.
Siglo y medio más tarde, tres hombres justifican a Demócrito y refutan a Cicerón. En tan desaforado espacio de tiempo, el vocabulario y las metáforas de la polémica son distintos. Huxley (que es uno de esos hombres) no dice que los «caracteres de oro» acabarán por componer un verso latino, si los arrojan un número suficiente de veces; dice que media docena de monos, provistos de máquinas de escribir, producirán en unas cuantas eternidades todos los libros que contiene el British Museum. [2] Lewis Carroll (que es otro de los refutadores) observa en la segunda parte de la extraordinaria novela onírica Sylvie and Bruno —año 1893— que siendo limitado el número de palabras que comprende un idioma, lo es asimismo el de sus combinaciones posibles o sea el de sus libros. «Muy pronto —dice— los literatos no se preguntarán, ‘¿qué libro escribiré?’, sino ‘¿cuál libro?’ «Lasswitz, animado por Fechner, imagina la Biblioteca Total. Publica su invención en el tomo de relatos fantásticos Traumkristalle.
La idea básica de Lasswitz es la de Carroll, pero los elementos de su juego son los universales símbolos ortográficos, no las palabras de un idioma. El número de tales elementos —letras, espacios, llaves, puntos suspensivos, guarismos— es reduciso y puede reducirse algo más. El alfabeto puede renunciar a la cu (que es del todo superflua), a la equis (que es una abreviatura) y a todas las letras mayúsculas. Pueden eliminarse los algoritmos del sistema decimal de numeración o reducirse a dos, como en la notación binaria de Leibniz. Puede limitarse la puntuación a la coma y al punto. Puede no haber acentos, como en latín. Afuerza de simplificaciones análogas, llega Kurd Lasswitz a veinticinco símbolos suficientes (veintidós letras, el espacio, el punto, la coma) cuyas variaciones con repetición abarcan todo lo que es dable expresar: en todas las lenguas. El conjunto de tales variaciones integraría una Biblioteca Total, de tamaño astronómico. Lasswitz insta a los hombres a producir mecánicamente esa Biblioteca inhumana, que organizaría el azar y que eliminaría a la inteligencia. (El certamen con la tortuga de Theodore Wolff expone la ejecución y las dimensiones de esa obra imposible.) Todo estará en sus ciegos volúmenes. Todo: la historia minuciosa del porvenir, Los egipcios de Esquilo, el número preciso de veces que las aguas de Ganges han reflejado el vuelo de un halcón, el secreto y verdadero nombre de Roma, la enciclopedia que hubiera edificado Novalis, mis sueños y entresueños en el alba del catorce de agosto de 1934, la demostración del teorema de Pierre Fermat, los no escritos capítulos de Edwin Drood, esos mismos capítulos traducidos al idioma que hablaron los garamantas, las paradojas que ideó Berkeley acerca del Tiempo y que no publicó, los libros de hierro de Urizen, las prematuras epifanías de Stephen Dedalus que antes de un ciclo de mil años nada querrán decir, el evangelio gnóstico de Basílides, el cantar que cantaron las sirenas, el catálogo fiel de la Biblioteca, la demostración de la falacia de ese catálogo. Todo, pero por una línea razonable o una justa noticia habrá millones de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. Todo, pero las generaciones de los hombres pueden pasar sin que los anaqueles vertiginosos —los anaqueles que obliteran el día y en los que habita el caos— les hayan otorgado una página tolerable.
Uno de los hábitos de la mente es la invención de imaginaciones horribles. Ha inventado el Infierno, ha inventado la predestinación al Infierno, ha imaginado las ideas platónicas, la quimera, la esfinge, los anormales números transfinitos (donde la parte no es menos copiosa que el todo), las máscaras, los espejos, las óperas, la teratológica Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espectro insoluble, articulados en un solo organismo... Yo he procurado rescatar del olvido un horror subalterno: la vasta Biblioteca contradictoria, cuyos desiertos verticales de libros corren el encesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira.



1 No teniendo a la vista el original, copio la versión española de Menéndez y Pelayo (Obras completas de Marco Tulio Cicerón, tomo tercero, p.88). Deussen y Mauthner hablan de una bolsa de letras y no dicen que éstas son de oro; no es imposible que el «ilustre bibliófago» haya donado el oro y haya retirado la bolsa.
2 Bastaría, en rigor, con un solo mono inmortal.

Jaime G. Velázquez: POEMAS





La lectura de estos textos se llevó a cabo el 23 de abril, con motivo de la celebración de El día del Libro, en el Campus La Bocana del CUHM.




Dìa del libro 2009


Ya leído, un libro no vale nada.
Tíralo, regálalo,
Pero, ¿lo vas a olvidar?

Va a dar vueltas en tu cerebro
empujado por la sangre
que pasa por tus ojos

Tù vales más
con el libro en la cabeza
si no olvidas lo que leíste.

¡Ah, ah, ya entiendo!
El libro es la señal de lo que leíste.
Guárdalo, recupéralo:
no lo vas a olvidar
aunque esté perdido en tu cerebro

Sí lo vas a olvidar
si no lo ves frente a ti.

Desmemoriados, los escritores
se dejan fotografiar
frente a los libros
porque sin ellos son muertos vivientes.


El futuro de Van Gogh


Van Gogh soñó que entraba en un cine
donde miles de coches
aullaban
y millones de televisiones
graznaban
y un celular en el suelo
gritaba
que había miles de cadáveres
retorcidos

Van Gogh salió del cine,
se cortó una oreja
y se sentó a esperar la muerte.


Parque Cazón

Estoy enfermo.
Me enfermé
oyendo estaciones de FM
con su música en inglés.
Entonces oigo
la Qué buena
en el 96.5
que transmite música del trópico
y me curo.

Ya no veo detrás de los árboles
a soldados gringos
que hacen películas
con sus invasiones.

El parque
quieto
se vuelve amable
hasta que llega
el camión de la basura
saurio
que ruge
al triturar
comida chatarra
hecha en Estados Unidos
o aquí, da igual.

Da vueltas la patrulla
por si acaso hay guerra,
nunca se sabe.

La reina en mi casa


Bellísima
junto a mis hijos
la miro, otra vez,
mi tesoro.

Me baño
con Givenchy,
me visto con Armani

Suspiro
la invito a mis sueños
pido un Navigator
a domicilio,
reservo en Las Vegas
una suite con jacuzzi.

Nunca se acabará su belleza
porque la tengo en DVD,
ganadora del Óscar de 1973,
¿o fue de 1975?


Oh, Bama; oh, Bama, Bama; oh, oh Bama blue


Camina como los que bailan rap
y se tiran al suelo;
usa traje negro
pero es mestizo
y piensa como anglo.

Tiene pelo pasita
y la gente creyó en él.
Voté por él
desde mi casa

El texano le dejó
una papa caliente.

Obama es gringo
cien por ciento.
No se preocupen
no le den el país

Más que demócrata
como Kennedy
en la basílica de Guadalupe
es un gringo cualquiera

Del imperio
y la guerra de las galaxias
¿hay alguien que nos prometa
una patria en el paraíso?


Dedicado a todos los mexicanos inocentes muertos en
las fronteras y en las ciudades de Estados Unidos.


Alarma en 1919-1920. Mitchell Palmer, demócrata, se refirió a “los subversivos y los agitadores de origen extranjero”.
Roosevelt, demócrata electo en 1932. Obtuvo en las elecciones el 90% del voto judío: no hizo nada por los judíos que estaba matando Hitler y los miles de alemanes.
Estos personajes están en el pasado del partido de Obama.

Asesino


Me dedico a matar el tiempo.
¿Algún juez dará la constancia
de mayoría?
Millones matan el tiempo
desempleados
mientras el país se pierde.

Está en TV el hospital de Whoopi Goldberg,
el sufrimiento dura menos de una hora.
Luego me golpeo
y pienso salir, buscar trabajo.

No chupo piedras,
como el personaje de Beckett,
pero casi.
No me chupo el dedo
y creo todo
el diluvio de voces
atarantadoras.

Es loco matar el tiempo
al borde de una tumba abierta.
Asesino de minutos, de días, de uñas.
Harán una película con mi fama,
donde salga yo
un tipo que mata el tiempo
y nada más.

¿Y el recuento?
Algunos mataron votos.
Todavía espero una nueva votación
si queda algo de México
que valga la pena.


El gordo Carstens

Lo imagino armado
con una dona
y una Mont Blanc.

Va en avión
haciendo números
cachetones
como crucigramas

Que sube
que baja
y se estremece
al recordar
cuando iba a la escuela
y rompía las calculadoras baratas
de los que se reían de él

Ay, qué fácil
tener un país que no se rompe
a la primera

Ay, qué fácil
hablar frente a reporteros
desvelados
Lo imagino
cuando su vientre
sube y baja
cuando se come otra dona
como patrullero de Los Ángeles.

Loba con piel de oveja

Desnuda
la mujer de Sarkozy
(sarcoma)
anduvo por Internet
de moda.

Bonita embajadora
para no verle
la nariz a su marido.

Parece Carlota
deslumbrando indios al galope
como lady Godiva

Adiós mamá
que luces en pelotas
de fuego en París
en barrios de inmigrantes
en calles de estudiantes.

Pirotecnia en EU

Quería el presidente un retrato de cada uno,
miles de humanos en el espacio festejado:
los patriotas serían estatuas vivas del cosmos.

El presidente ordenó secretamente
dispónganlos en tres secciones:
elegidos, necesarios, estorbos
O bien
electores, votantes, desempleados
O bien
ricos, pobres, huelguistas

Salieron miles de aviones automáticos
pintaban
ojos
rubores
y pensamientos.

Un avión radiactivo
saboteado
horadó el sielo
y asomaron millones de humanos difuntos

Y los de abajo
asombrados
tan tristes
lloraron al verse
como creyeron
que los veía
el presidente




1976






Piénsale


Me arrepiento, tía,
de haberte gritado irracional
después de tres maridos
y dos esposas.
justo era que sonrieras,
igual te vas a morir de tristeza
como yo,
tan irracional como yo.

Los gritos no ayudan,
correr a las parejas tampoco.

Si te pones alegre
yo te diré linda con razón,
vieja loca,
pues qué hiciste
que Dios te castigo.

Mira mi risa de viejo lobo
mi boca desdentada.
oye los recuerdos.

Eres irracional, sí, irracional
como yo
pero yo me río del mundo
y de mí.


A la de tres me duermo


La historia pasa
frente a nosotros
y no la vemos

Cumplí cuarenta años
De poeta
Y no lo supe

No he querido
escribir poemas
a diario
pero los vivo
como el que más

Me despierto
antes del amanecer
con un poema
escrito en la cabeza

Tomo agua
preparo una hoja
bostezo
y me regreso a dormir

No es fácil
ser poeta
prefiero irme al café
con mis amigos
hablamos de la historia
que no hemos escrito todavía.




Gabriel Fuster: Juzgando libros por la portada



JUZGANDO LIBROS POR LA PORTADA



Los libros fueron inventados al oprimir muchas hojas de papel entre dos cartones. Excepto por Cortázar, la mayoría consideró ortodoxo ordenarlas por numeración. Con los libros completamente establecidos, algunos dueños de imprenta se les ocurrió añadir un nuevo entretenimiento a los adquirentes de dicha novedad. Por ejemplo, apurarse a aprender a leer. Con el tiempo, los obstinados analfabetas se percataron que leer desarrolla poderes extraños dentro de la mente de sus semejantes para contradecir las burradas de su propia invención. Hoy en día, los libros cumplen un papel de soporte, más allá de la calza. Por ejemplo, se les encuentra en campos de concentración llamados colegios y muy comúnmente son usados como herramientas para mantener a la población ignorante bajo su control, mediante tareas varias de matemáticas o biología. Cabe decir que ciertos libros de matemáticas han cometido suicidio, porque están llenos de problemas. Algunos radicales postulan que los libros sirven para entretenerse en el retrete. En un apuro, para limpiarse con algunas hojas arrancadas. Sin importar la tasa de usuarios, su lugar indiscutible está entre los documentos sobre el estante de los comienzos, tales como las tabletas de greda húmeda de la antigua Babilonia, aquellos papiros de los egipcios, estos pergaminos de los romanos que al ser unidos por costura, condenaron a los cilindros de la Torah a permanecer ignorados en un rincón y, por otro lado, el visionario Kindle o e-book y el recurso del hipertexto en pequeñas bóvedas del porvenir. Lo débil de la tecnología es que Borges imaginó un libro de arena donde era imposible abrir dos veces la misma página y recobrar el marcador. Antes, los audio libros entran en funcionamiento, los mismos que acercaron un poco a nuestro tiempo la temeraria distopia en la novela de anticipación Fahrenheit 451, donde la historia termina con la misión de los hombres de memorizar un libro por persona para transmitirlos oralmente, hasta llegado el día que termine el control de la censura y vuelvan a ser impresos. El término Fahrenheit 451 hace referencia a la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde, equivalente a 233° C. Entonces, ¿Quién quema, pues, los libros condenados? Probablemente los tragalumbre del crucero de Flores Magón y Bolívar. No, el napalm de Dios que se deslía de la obscuridad. Todo libro contiene un índice para juzgar la luz prendida dentro de la habitación. Si es muy gordo, un pulgar. Un público lector demasiado exigente puede elegir una lista de al menos diez libros favoritos para ser desterrado en una isla desierta y cumplir este sueño poético de Bradbury, salvo el libro Diario y el libro Mayor para pagar impuestos. Bradbury se hace inaudible para los vírgenes, pero a lo largo de la historia, han sido destruidos por el fuego no pocos libros de contenido prodigioso, mientras que otros se hicieron inaccesibles al público, gracias a métodos de escritura cifrada y una edición limitada. Este es el caso del Libro de Toth, del ocultista Aleister Crowley, que se desmantela entre civilizaciones desaparecidas y un paquete sellado del tarot. O de las Estancias de Dzyan, texto reputado tibetano y base del Teosofismo del S. XIX, además del Manuscrito Voynich, misterioso libro ilustrado de origen desconocido y cuya redacción se discurre en enoquiano o el idioma que se dice era hablado por los humanos antes de la torre de Babel, aunque los metafísicos, asociados, similares y conexos tiemblan ante el Libro de Soyga o el Códice Rohonc, obras igualmente herméticas de las cuales no se conserva un ejemplar completo y que apenas pueden conseguirse en forma de fotocopias. En la actualidad, se nos interpone el plano superior del Libro de Urantia, obra anónima acerca de Dios y la humanidad indócil del amor consagrado, al igual que esta propaganda subversiva de Excalibur, el libro que vuelve loco y en poder del magnate Ron Hubbard, fundador de la Dianética y la Cienciología. Por supuesto, ya he oído conversar sobre la Atlántida desde Platón hasta Husserl y terminar ambos cantando un corrido mexicano, pero no puedo ignorar las fuerzas sobrenaturales para dictar en ciego un ficticio Necronomicrón, grimorio que prevalece en la cultura pop por amor de su nombre e ideado por H. P. Lovecraft en nombre de dioses olvidados. A propósito, el subestimado autor Arturo Perez-Reverte sabe algo más sobre el lujo del paganismo que nos toca a todos. En su novela El Club Dumas, la trama versa sobre la adquisición de dos libros conocidos por calígrafos medievales como Las nueve puertas, cuyo autor es el Diablo. Tal encargo es realizado por un excéntrico coleccionista de libros raros a un curador de Madrid, desencadenando una aventura patética. Más, con el permiso de Arturo Perez-Reverte, los libros condenados no son aquellos fantasmas elásticos de la extravagancia coleccionista, sino los libros a punto de desaparecer de la circulación o ya descontinuados: una, porque nadie quiere editarlos. Y dos, porque nadie se aviene a defenderlos. Por encima del motivo de las destrucciones masivas de obras arcanas, como en el caso del incendio de la Biblioteca de Alejandría. O los restos depositados en el Serapeum de Alejandría. Se impone una conclusión: existe una santa alianza contra cierto tipo de saber. Una conspiración que abarca todos los países y se manifiesta en todas las épocas. Una conspiración que convierte al complot del Código Da Vinci en el juego del desafuero al Peje. Mi día del libro significa principalmente convocar admiradores para los autores de ciertos libros prohibidos de la modernidad, contra los obscuros y malditos escribas de antaño. A saber, Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift, Sobre las revoluciones de las esferas celestes de Nicolás Copérnico, Lolita de Vladmir Nabokov, Versos Satánicos de Salman Rushdie, Archipiélago Gulag de Alexander Solzhenitsyn, La última tentación de Cristo de Nikos Kazantzakis, Naranja Mecánica de Anthony Burgess, Ulysses de James Joyce, Trópico de Cáncer de Henry Miller, Las cuitas del joven Wherter de J. W. Goethe, El mundo alucinante de Reynaldo Arenas, La cabaña del Tío Tom de Harriet Beecher, Las bodas de Fígaro de Pierre Beaumarchais, Justine de Donatien Alfonso Francois alias Marqués de Sade. En fin, si un gobierno declarara que mi libro Salmón es censurado porque sus cuentos producen muerte cerebral, se verían inmediatamente docenas y docenas de manos tendidas, luchando por procurarse una copia. Las malas portadas agravan el problema de la circulación. La Universidad Veracruzana tiene la culpa de todo lo pornográfico que son los números rojos de sus ventas en el rojo más rojo que todo el rojo de Fidel Herrera. La sola Colección Ficción me provoca pensar en una medida de emergencia, piadosa y purificante al ojo. O dicho en palabras de Joseph Goebbels, durante la noche de Bebelplatz: “Fue todo un placer quemarlos”. Ende.

miércoles, abril 22, 2009

Ignacio García: POEMAS


Poemas tomados del libro UTOP'IA DE LO IMPOSIBLE
que el autor publicará en breve, según el tiempo se deslice así: breve


1
Los días se fueron y el viento con ellos
No así la sangre, más antigua cada instante,
más inquieta: con poder y sin reposo.
Más adicta a la locura y al delirio

Y todo, por lo más vano
en el mundo:
un Paraíso prohibido
donde el tiempo se pierde en el tiempo
y eres tú quien con los labios dicta
la hora exacta
para amarte



2


El dibujo de Rorschach
pudo descifrar claramente
un ser y su desfallecimientoe de amor:
y tú ya lo sabías
No obstante, en vez de esas manchas
te mostré del corazón
sólo la parte más noble:
la que tú, pájaro y tarde
pudieron curar
sin saber
que lo elemental se revela
a ojos cerrados y
tibios silencios:
Es decir: con la imaginación cancelada


No sé si fue sólo el aletazo de mar en los ojos,
el vuelo raso de la golondrina a su paso,
el verbo del verbo con amar y amar hasta el cansancio
o la tarde que de pronto cerró sus párpados

3


No sé si
un poema se apaga y muere así,
cuando uno lo concibe
para ojos
que no son
tus ojos

Gabriel Fuster: La Doncella del Mar Bete



LA DONCELLA DEL MAR BETE

Antes de que el equipo de rescate los localizara, por el entronque de espera de la iguana encubierta como meridiano en la isla Guanahani, donde la cápsula I Dream of Jeannie 1 del proyecto Gemini amarizó con larga ventura para los insensibles al recuento, si media escalera y medio andamio bastan hasta la recuperación coordinada de los tripulantes, tras un vuelo suborbital para probar el escudo térmico de reentrada con éxito, todo sueño hará su ola antes de ser olvidado. Velis nolis, simplemente corrige el rumbo y las playas de azules absurdos hierven con pulpa de guanábana, cuando los tres astronautas transparentes alcanzan la brisa y la corriente y clavan su bandera blanca al lado de una botella encorchada que no mira. El sueño se obstina en empapar a quien lo sueña, aunque el Mayor Nelson es el primero en levantar la vista y mirar a la mujer nacida con frío. Empero, el agua es el elemento clave para entender un batallón de espejismos apoyados en la confusión. Los náufragos dicen que si vacías tu mente, por fuerza te liberas de las formas. Así, te metes en una botella y serás botellas, luego te tiras al garete y serás mar, pero nunca detrás suyo, por ende nadie consigue mejores noticias durante el inclinado de las burbujas que un par de pedos puros. Ahora queda la sed mezclada con la brusca sensación del despertar ante un rostro femenino con mejillas de mal agüero. Ella es real, pero tan absolutamente distinta de una isleña. Pálido su cuerpo bajo el rojo vestido de bledeh y los brazos en lentos balanceos de libertad, al que un buen príncipe llama libertad de serpientes encantadas. Nelson se encuentra incapaz de quitar la vista de la espina dorsal en su baile, formando una crecida de niebla. Desde que vive dentro de una botella preñada con el mensaje de Arecibo, ve la vida como a través de un ojo de pescado. Todo es enorme y deforme, igual que innominado. Espera, no es recomendable ponerse nervioso dentro, pues se empaña el cristal y ya no se puede ver más, aunque se escucha el motor de un helicóptero a la distancia. El Mayor interpone la cuchilla de las aspas entre el cuello y el ruido para descubrir que Healy y el Coronel Bellows se encuentran en la playa, haciendo señales de emergencia contra el oleaje que dobla la escala de los suspiros. En pocos minutos, el rostro sudado de Bellows se vuelve al puesto de vigía que representa Nelson, sentado sobre la aniquilada balsa salvavidas. Camina en dirección suya. Todo es sumirse en la arena hasta sentirse pisar un astro vivo y contante que toma el paisaje de un cráneo luminoso.
-Es un pequeño paso para un hombre, pero, pero…pise una mierda. – Bellows recita a sí mismo y da un enorme salto en nombre de la humanidad.
-De modo que por esto los llaman “vuelos chárter” – saluda Nelson, cerrando el sarcasmo.
-Mayor, hablando claramente, estamos perdidos sin las letrinas adecuadas. Condición que nuestros saludables y pendencieros cosmonautas, y nuestros desaliñados taikonautas pueden usar diez veces mejor que… ¿Qué es todo esto?
-Probablemente la isla de Gilligan
-O Patmos
-Whatever, al menos las aguas infestadas de tiburones establecen un perímetro de seguridad. A salvo de Fidel Castro
-Mea Cuba, u otro cuadrante que parece la errata de su nombre. Ahora, ya que podríamos quedar aquí un buen rato, empecemos a escudriñar el lugar.
Bellows le indica por señas a Healy que se sume al grupo. A Bellows y a Healy le gusta jugar a ser niños cuando están juntos. Un día urdieron columpios con la primera caminata espacial y no pararon hasta que la nave pierde el rumbo. Al terminar las reparaciones de un cometa sin retorno, el mareo es tan grande cuando pasa la conexión llena de ruidos, que ambos ingresan al control de mando, vomitando. El momento que los dos están juntos, mirando y girando el botiquín como una caja yosegi para ser repartida entre tres personas, intercambian miradas pícaras. Healy expresa algo quejumbroso y maravillado, pero las aves migratorias se llevan las palabras. La marea alcanza la altura del fuego inverso de nueve cautelas y apaga la insubordinación. Espeso humo hace la noche extranjera, donde el bostezo deja a los contraídos al completo abandono y durmiendo las mil y una noches. Para saber la verdad, Nelson pregunta a la odalisca, aguardando ser visitada dentro del cordón militar.
-¿Quién eres?
-Souhaite, que significa deseo en francés.
-Bonito, pero ¿Cómo tú…?
-¿Cómo llegué aquí? Lo mismo dicen de las estatuas de la isla de Pascua. Mira, yo fui humana antes de ser transformada en genio por un ifrit.
Ah, un ifrit. Los monstruosos genios nacidos del mismísimo vaho de Allah y que desde entonces se negaron a postrarse ante Adán, por haber sido éste, creado de la arcilla. Al caso, Souhaite había conseguido su apodo por antífrasis dentro del rito, pero fue encontrada culpable de blasfemia al no usar una burka fuera del harem. De modo que su castigo mereció ser poseída por un ifrit. Nelson abraza la cintura a su encierro varias centurias después. Ella lo repele.
-Tus dos compañeros también me desean. Si me deseas únicamente para ti, tendrás que conquistarme. Tendrás que liberarte tú de igual modo y seré tuya.
En su bolsa de dormir, Bellows conversa sin ser despertado, pero se pone de pie y saluda con los hombros en alerta. En el lado erosionado de la cueva, Healy asoma la cabeza con ímpetu de lava, su pesadilla a punto de ser aplastada por los dientes. Cada uno tuvo el mismo sueño. Cada quien y cada cual se vio favorecido con los dones de la doncella del mar.
Nelson hace un reconocimiento de su alrededor y toma el remo de aluminio.
En un instante, todos tienen un arma en su poder.
Healy usa el hedor intenso de un par de frescos desechos fecales por la mano rápida de una pedrada y su casco de plexiglás para conservar la mente intacta. Bellows lanza pasta de dientes a presión, creyendo que el Colgate es su propelante por encima de la fuerza de la gravedad. De ser librada esta batalla treinta años más tarde, habría incluido, sin ninguna duda, la simulación de los juegos de video y muchas vidas de repuesto. Nelson ya no se detiene, ni se fía del afelio a la velocidad del trote de un caníbal derrotando y ganando la digestión de sus enemigos. Gosu destacable por su apetito, invisible por dentro y por fuera. El Capitán Healy y el Coronel Bellows quedan como muda reflexión de osamenta y sangre seca, menos la muerte del coral. El cuadro último se adelanta a la Ciencia como tal y muestra que sus cohetes siderales nunca dejaron de ser petardos, desde el chingo de vuelos fallidos que nos dieron de trayectoria ciega por ganar la carrera espacial. Y si en el espacio hubiera alguna imperfección severa, ésta envolvería al Valet Parking. Triunfante, Nelson regresa al lado de Souhaite.
Te conozco, Souhaite.
Cocodrilo enjoyado.
Hija de una constelación de un trillón de soles. Esclava.
Nelson se arrodilló ante la superficie vidriosa durante un sagrado momento, mirando fijamente el óvalo perfecto y ahogado de un rostro jugando con las formas de la telepatía. Los rizos negros de sus cabellos estaban helados, preservados, eternos. Por muchos siglos, ella ha sido la prisionera dentro de la botella. Colocada ahí por los magos caldeos, quienes conocieron las artes ocultas de los sacerdotes de Kumari Kandan y Lemuria y Mu y Atlántida y Edinu antes de ser llamada Mesopotamia. Los hombres sagrados la habían detenido, conociendo sus peligros. La estrategia de Friné para conmover a los jueces en su sentencia de muerte no prosperó. Pero se trataba de otro lugar y tiempo, donde no hay banderas que basten para la repetición de la infamia.
Quizás se trata de un truco de la mente. La isla y todos sus misterios son una apología de la mariguana y sus efectos. En la hora que se dilata, Nelson es el filatelista cuya suerte empieza adquiriendo los timbres postales de Yuri Gagarin y hace plática a una mujer con cara de aburrimiento como fruta de cera, que reduce todo comentario a frases en una lengua muerta, muy anterior al elamita y al acadio, en tanto deja caer el brazo ante una botella sin marbete. La puerta por donde tú seguías entrando, día y noche, es el diseño del humo de los enfadados. Los lavabos de los bares siempre están al fondo a la derecha. Ajajajá. Quizás todos los integrantes de la misión murieron en el accidente y están en el infierno dentro de la creencia y tierra de los Narakas. Si miras fijamente a la luna, ¿te conviertes en un lunático o en un genio?
Nelson cierra los párpados, colmado de ingenios.
-No voy a creer nada hasta escucharlo decir de ti – dice.
Souhite construye un hoyo en el aire, donde asomábamos los telescopios y espiábamos a Venus temblorosa, y enseguida empuja al hombre al interior del culo de Marte en celo. El cangrejo posee el segundo sumergimiento para la isla. No tiene importancia que gobierno o titular adecuado enseñe al mundo sobre el bien y el mal y la Ciencia. Souhaite es capaz de subyugarlos. Puesto que el deseo es su arma.
Concurrentemente y sin posible aviso de Mercurio, una columna de arena gira en torno del Djinn a cubrirle y, finalmente, queda dispersa, todo lo que alcanza, todo lo que resta sobre una escoba dominical en el horizonte límpido y desierto, dejando ni un solo rastro detrás.

Gaby Velázquez: El libro



Una mañana, X se paseaba aburrido por la calle XX.
X no sabía que hacer: ir a un café, sentarse en el parque…No, no sabía. De pronto, se detuvo frente a una biblioteca y decidió entrar. Con pausada curiosidad, revisó los estantes y tomó el primer libro que le pareció interesante, más por la portada que por el desconocido tema. Grande fue su sorpresa cuando, al iniciar la lectura, se dio cuenta que ésta iniciaba así: “Una mañana X se paseaba por la calle XX…”. Cerró el libro de golpe. “Imposible, no se trata de mi, ¿una persona como yo?”. Pensó, y sonrió, volvió a abrir el libro en la misma página. “Imposible, no se trata de mi ¿una persona como yo? ¿Por qué alguien escribiría sobre una persona como yo? Se preguntó X”. Volvió a cerrar el libro, esta vez más consternado que asombrado, más preocupado que contento. La lectura es exactamente lo que estaba pensando. ¿Por qué no podría explicarse como una alucinación? Por principio de cuentas, el libro en sus manos era pesado y viejo. Volvió a pensar que no podía escribirse algo nuevo sobre él, pues era un libro viejo, o…¿tal vez parecía sólo un libro viejo? Ah…tendría que saberlo. Él no era un tonto. Tal vez aburrido, pero no tonto. X caminó hacia una mesa próxima para poder leer con calma. Ciertamente, este día no era como los anteriores, es decir, aburrido, largo, incoloro. Precisamente había encontrado un libro que no era sólo un montón de palabras hiladas en alguna forma y que, después de la primera línea, extraviaba el interés. Miro a su entorno y notó poca gente en la biblioteca. La mayoría universitarios consultando algún texto, además de la bibliotecaria, una joven simpática que estaba detrás de un escritorio siempre sentada, copiando algo. Había más personas, probablemente empleados, pero no es que le interesara mucho, a decir verdad él no se interesaba mucho por las cosas o la gente. En fin, X se sentó y el asiento le pareció cómodo, luego se recargó sobre el respaldo y estiró los pies. Abrió de nuevo el libro.
“… y estiró los pies, vestía como todos, unos jeans ya usados, y una camiseta de algodón, de un color incoloro como él. Vestirse no era su prioridad, así que cada mañana se ponía los mismos jeans, y una camiseta incolora…”. El corazón se le constriñe y comienza a pensar en sus amigos, pues ahora que leía se daba cuenta que él siempre vestía igual, y sus amigos no. Ellos siempre iban llenos de colores. Especialmente Evelina. Ah, esa chica era realmente algo hermoso, parecía un arco iris. Cuando vestía de rosa, parecía una niña. Cuando vestía de rojo, era hermosa y atractiva Y si vestía de azul, a él se le imaginaba que había iniciado la primavera. X la amaba en silencio, Evelina no miraría a un hombre como él tan equis, bueno, no que no lo miraría, eran amigos, pero si él le hubiera pedido una cita…No, Evelina no aceptaría, mejor no lo haría…
Ya pensó en Frank. Frank era otro amigo suyo y tenía una casa en las afueras, siempre llena de gente. X la conoció por mera casualidad, tratando de encontrar algún interés, y entró. La gente, hombres y mujeres saludaban a todos, sonreían. Algunos llegaban con pastel, o con frutas. Siempre llevaban algo en la mano. Otros, una botella de vino, esos eran sus favoritos, y él se acomedía a pasar los vasos para servirlo. Frank generalmente vestía de azul y usaba camisas de manta, algunas blancas, algunas de colores. Usaba lentes y hablaba de cosas interesantes. Sonreía siempre. Aunque, ¿Cómo no iba a sonreír, si todos le llevaban regalos? El sonriente Frank, como agradecimiento regalaba todos sus libros y todas sus experiencias. Por ello, X siempre se sentía bien cuando visitaba a Frank.
Luego pensó en Cecilia. Ella era artista. No muy diferente a Frank, siempre sonriente e igual rodeada de gente, pero hablaba de cosas más raras, por eso él no ponía atención. A ella la había conocido desde siempre, eran vecinos de casa, y ella un tiempo se había ido al extranjero, para regresar así: ¡pimpante! Llena de colores de tierras desconocidas y por ratos a X le era cómodo estar a la sombra de esos colores.
Después pensó en Sebastiana. Hasta ella tenía un color, negro. Siempre oscura. “Dark” de piel blanquísima. Su inusual vestimenta negra y de cuero era un contraste. La seguía por eso. Ella era un contraste de amargura y atractivo. Él era gris. Ese era su color, que realmente no era un color sino una sombra. Esta vez comenzaría una nueva historia. X repasa la página. “-Señor. Señor- decía la voz delicada, X se volvió a mirarla, pero no la reconoció”
-Señor, se quedó dormido y ya vamos a cerrar la biblioteca.
La voz de la joven bibliotecaria lo despertó. X sonrió como ido, el asiento era cómodo y tenía los pies estirados. Todo había sido un sueño. X se levantó se acomodó el pantalón desteñido. Caminó hacia la salida de la calle XX.
-Señor, no devolvió el libro al estante
-Oh, lo siento. Olvido que alguien más tiene que venir a reinventar su historia
-Por supuesto.
-Es un libro entre otros. Sin embargo, las dos primeras ediciones, Bruguera y Salvat, no coinciden plenamente en las ilustraciones XXX. ¿Lo sabía?
-Por cierto, ¿Sabe por qué se suicida un libro de matemáticas?
-No
-Porque tiene demasiados problemas
X Sonrió esta vez, guiñándole un ojo.




Enrique Patricio: De la(s) plástica(s) porteña(s)




De la(s) plástica(s) porteña(s)

Articularemos este sucinto comentario crítico a partir de dos preguntas fundamentales a considerar hoy día por parte de los creadores en torno a una adjetivación que se hace dentro de la plástica veracruzana, a la conocida ya en nuestros días como porteña. Estas interrogantes que hacemos son de un carácter, repito, toral para una pléyade de artistas de un signo u otro, e irían más o menos formuladas en el siguiente tenor:

Serían acerca de, a) ¿si es correcta la apreciación que generalmente poseemos en derredor a ella al decir, simple y llanamente, que hay una –y sólo una--- plástica porteña? O si, en su defecto, b) ¿sería prudente, por aconsejable para todos, hablar por ahora (justo en estos precisos instantes de discusión, análisis y reflexión, no sólo estrictamente artísticos en la materia), antes bien, en términos más particulares ya, no de una, sino de que coexisten dos plásticas porteñas perfectamente identificables por separado, en cuanto a su concepción, como productos culturales netamente porteños. O sea, por decirlo de alguna manera, estamos aludiendo directamente aquí a todos los bienes artísticos que salen desde esta ciudad y puerto de Veracruz, México, con el “sello aduanero” de lo veracruzano porteño.

Y, está claro, de otra parte, que a la cuestión anterior debería de hacérsele acompañar (obligadamente) de una pregunta mayormente punzante: ¿qué tan porteño (culturalmente hablando) sigue siendo en nuestros días el Puerto? Pero, por el momento, pues la cuestión abriría un debate bastante profundo, nada más concentrémonos en esa(s) plástica(s) en cuanto a su conceptualización de porteña, con un breviario cultural de cada una de ellas y rematando este comentario con una muy modesta propuesta de quien esto escribe. Y, es decir, lo mismo pero con otras palabras, sólo para pugnar por una mejor ymàs precisa conceptualización al respecto, para que nuestra plástica vaya incluso más allá de lo únicamente teórico.


LA UNA

Es la que podríamos contemplar, desde un punto de vista terminológico, como la propiamente dicha plástica porteña. La que basa su(s) temática(s) en lo que es lo vernáculo, poniendo así el énfasis en lo popular. La que tiene que ver con todo aquello que huella al porteño en su nativo y colorido entorno cotidiano. Es, pues, la que plasma lo típico. Y, ese imaginario es lo que la identifica. La idea espacio-temporal central de este signo, es preservar, promover y difundir, incluso explotar turísticamente –cuando no, y para mal, flolcklorizar su enfoque también— acerca de lo que se representa como calidad de esa vida (porteña). Pone así de relieve el patrimonio, tanto el tangible como el intangible, de esa su ubicua sociogeografía cultural. Y si bien esta particular manifestación –hecha por los menos—es más dable en autores nacidos en el Puerto (hay que decirlo, aunque suene a perogrullada) por cuanto a que se deben de conocer muy bien la tradición, las costumbres, las sutiles características que sustentan las relaciones en la cohesión sociocultural, etc., sin embargo, esta labor artística no es propia únicamente de los oriundos de estos lares, ya que así mismo, es muy bien observado el arte de la mirada del “otro” (para el caso, la del foráneo avecindado aquí) son para nosotros igual de importantes los intentos de esos “otros” artistas para desentrañarnos culturalmente –si bien nos va, o mejor dicho, si bien les va--, toda vez que nos dicen, de manera genuina, lo que no vemos o pasamos por alto de nosotros mismos; aunque la mayoría de las veces más bien nos digan tan sólo cómo se nos observa desde lejos, lo cual, como sabemos, no es más que una mirada alejada ya en mucho de lo que sería verdaderamente lo esencial. Y, por otra parte --algo obligadamente--, como que no pode4mos dejar pasar de largo ese otro renglón., en que bien señalábamos acerca del “enfoque” líneas arriba entre paréntesis, es decir, el tocante a las “escenificaciones” folcklorizantes; verbi gratia, sobre un decorado con peces u barquitos, o con sirenas y/o naves hundidas, o con playas, cocos y palmeras, por decir (que, exceptuando la pintura infantil, no es mucha la exageración en algunos desastrosos casos), como representación de la porteñidad… Pero, ojo, no estoy queriendo decir con esto, por ejemplo, que la pintura porteña exente de lo que hay en su hábitat, solamente subrayo lo que sería llegar sin ton ni son al exceso con ciertos elementos, al pintoresquismo, al afiche, a la folcklorización, pues. Quizás y fuese conveniente, además de investigar otras cosas, que se volteara de cuando en cuando un tanto de reojo y no, en cuanto a la escuela de artistas plásticos cubanos, por ser la que idiosincrática y culturalmente está más próxima a nosotros, para ver cómo es que en el mundo de hoy han logrado un realce en su pintura sin perder la impronta cubana y, entre otras cosas --y que es de lo que hablamos--, a partir de un extraordinario manejo en la combinación de elementos tropicales entre sí (monotemáticamente) o con otros muy diversos elementos. Mas, dejemos estas miradas por ahora, que no es en este momento el punto, para pasar a mencionar algunos de los tópicos abarcados en este tipo de pintura porteña por ciertos, desde luego, no todos sus creadores, y que resultan de sumo interés, ello antes de encaminar nuestros pasos al siguiente breviario: Así tenemos que, en la obra de Néstor Andrade encontramos lo carnavalesco como punta de lanza; que es donde subyace bastante de ese pensamiento mágico que es una constante en el porteño; materia de su sueño, materia de su realidad. En los trabajos de Francisco Galí tenemos lo afroide veracruzano porteño como rasgo distintivo; mismos en los que él ha podido narrar (aunque en muy contadas ocasiones) aún más allá de un semblante poblacional, sorprendiéndonos favorablemente con ese su estilo “acubanado” muy veracruzano. También rememoro de Milburgo Treviño en este instante, el contar igualmente –evocando una de sus pinturas-- entre otras, con la idea “proalista”, inquilinarista de un lado (como documento histórico porteño plástico) y, de otro lado, con la muestra de una típica barriada ( y es que por increíble que parezca, no sólo perviven algunos barrios populares con sabor porteño que prácticamente se han atrincherado a piedra y lodo, sino que también sobreviven unos cuantos patios de vecindad, ya deslocalizados hoy en esos sí barrios “comidos” de sus características porteñas). Igual, pero en el mural, Bruno Ferreira hace lo propio (un tanto a la manera de Teodoro Cano –toda proporción guardada-- que lo hace, acerca de los mitos y leyendas del Totonacapan), ejecutó con su pincel en función de los mitos y leyendas porteñas. (Y es que básicamente nada hay de prehispánico en la ciudad y puerto, salvo en sus proximidades y frente a Veracruz --casi a nivel “escultórico”— en la isla de Sacrificios y en lo que fue el islote de San Juan de Ulúa, algo hubo; de haber habido, no dudo en que Bruno lo hubiese plasmado). El muro se encuentra en un conocido y otrora zocalero y popular café del Malecón, con tal fama de democrático que se dice que en una de las tan disímbolas mesas podían estar departiendo pacífica y amistosamente policías y ladrones, y que una vez abandonando el lugar esos comensales, comenzaban las persecuciones. Valga la charada –no tan mentirosa--, por estar a tono con lo que nos expresa (entre otras cosas) la pintura mural en ese sitio; confluencia que fue de la veracruzanía porteña en su momento, en el Veracruz de ayer. Y hay más, otros autores con algún cuadro, pero sirvan estos modelos como botón de muestra de una “plástica autóctona” porteña. Tanto así, como podemos decir de un arte pictórico de la cultura de Sotavento por ejemplo, aquí sí jarocho, con figuras de la talla de un Alberto Fuster o de un “naif” como Ignacio Canela, et. al. tlacotalpeños, dignos e incuestionables creadores del “arte plástico jarocho”. Y, ya para concluir con este apartado terminemos, más que hablando en forma extensa, apuntando solamente acerca del muy trillado asunto de las representaciones (varias) de la “jarocha” como arquetipo de lo veracruzano porteño, puesto que han sido “usadas” (falsamente) –la imagen de la mujer campirana, que pertenece a la cultura sotaventina—como propias de la ciudad y puerto de Veracruz, también. Craso error histórico-cultural, pero que aquí ha sido y es empleado, únicamente con fines propagandísticos –económicamente es muy barato y, a su vez, es fácilmente folcklorizable—para turismo y comercio.

LA OTRA

Otra(s) fórmula(s) visual(es) la(s) tenemos con la apropiación o, tal vez sea mejor decir, mediante la influencia de elementos culturales distintos a los propios, amén claro está, de los incorporados por aquellos artistas que aquí se domicilian y que ya traen consigo su formación cultural, es decir, esos que viniendo de fuera, de lejos, también “nos llegan”. Estamos hablando entonces de “la otra plástica porteña” o, vamos a decirlo así, nos referimos con ello a “una plástica porteña diferente”, distinta de la que ya vimos. Y, en esta “plástica otra” porteña, hay una inmarcesible visión que apuesta por una propuesta más universalista que localista en el arte. En todo caso, en la multifocalidad de “lo otro”. Y es segida por los más, y sobre todo, es en donde se alistan y más afanan los jóvenes. Es aquí donde concurren las más variadas temáticas y tendencias formales y de estilo y las `modas´ del mundo actual, y alguna que otra del pasado (que lo “retro” idénticamente tiene hoy cabida). Y cabe preguntarse, ¿cuál es el contenido potencial de ese mundo de imágenes? E, ¿implícitamente, cuál es su cometido? Pasemos a tantear entonces, bajo el punto de vista de esa libertad de expresión del creador de este signo, o lo más cercano a él, toda vez que no podemos –aparentemente__ comprobar nada, ya que todo es aquí más subjetivo que objetivo, sin embargo, intentémoslo de nuestra parte, desde algo del figurativismo hasta indagar con lo no figurativo, igualmente. Y empezamos, digamos que comentando sobre la más reciente exhibición pictórica de Estrella Carmona en esta que es su tierra, su puerto, Veracruz, con “Posthumano”, donde expone una suerte de organismos cibernéticos (¿de un futuro cercano?) fuertemente pertrechados con armamento de alto poder, que si bien nos permite establecer un discurso visualmente impactante, en su contenido se observa, no obstante, una relación en tèrminos de hostilidad a la era tecnológica de parte de la autora. Mas, con este novedoso perfil “ideológico”, la pintora mucho le está “quedando a deber”, ante la urdida idea de la posibilidad –por otra parte siempre latente—de una deshumanización, a la historiadora de arte y ensayista del contemporáneo Luz María Sepúlveda con su libro La utopía de los seres posthumanos (Fondo Editorial Tierra Adentro, No. 276) al haber ilustrado su portada con Arquitectura Militar IV. Cabe el ver en esta reciente obra plástica la sospechosa influencia que de la obra literaria tuvo, no en el sentido de si comprendió del todo o no las argumentaciones textuales, sino en el de que engarzó perfectamente esta idea del futuro con su inmediatamente anterior línea argumental expuesta en “arquitectura militar”, es decir, independientemente de si coincidiera o no con su propia hipótesis futurista, concibió ahora una atmósfera posthumanamente bélica –que, no obstante, se corresponde más con una muy válida preocupación por el presente--, un ciclo de muerte y generación. (Sabemos, sin embargo, que el caer en alguno de los extremos, tanto en el de un “futurismo” como en el de un “primitivismo” , éstos siempre traerán aparejadas algunas de sus problemáticas internas, por ejemplo, el de la especulación filosófica y la del decadentismo, respectivamente). Mas, si ahora dejamos atrás lo figurativo y decimos de esos otros lenguajes plásticos (más aleatorios), como el conceptual, el abstracto, y demás etcéteras --cuando no hablamos de una pirotecnia pictórica o de un arte de pacotilla--, entonces tendremos que ir más despacio con esta breve y somera disquisición: y es que se trata de una pintura vista por sí misma, hecha con una inteligencia otra, que es la de la sensibilidad pura. (Pero no se trata de pintar por pintar, pues aunque en algunos casos se haya convertido en la imagen lujuriosa de sí misma, se trata de otra cosa). Aunque también es cierto que, por una parte, esa(s) nueva(s) narrativa(s) ha(n) manufacturado la sensibilidad de estos creadores con tal o cual sello, así como por otra parte, esta “plástica otra” porteña se ha “desterritorializado”, su entorno “físico” ya es “otro”; o hasta cierto punto es otro, como veremos. Y,
por otra parte, la ingente cuestión aquí sería averiguar, ante tan marcada y continua aceptación por “lo otro”, si efectivamente existe un esfuerzo por interpretar la naturaleza de “eso otro” o si se está trabajando con una simple mecánica que sólo hace copia de modelos extraños –es decir, o es nada más lo “otro” de los “otros”; o es, lo otro con los otros y nosotros—Ya que si sólo se hace copia, ello sería nada más “medianamente aceptable” en términos no artísticos sino culturales, o sea, pictóricamente valdría, pero no valdría más allá de una mera “apropiación” en cuanto a imágenes (y esto es una piratería), debida a insoslayables influencias tanto formales como decorativas o alegóricas (una “kitschificación”, igualmente, en el sentido corriente que se le da al término). Habrían, tal vez, de estudiarse a fondo y confrontarse tanto los contactos como los problemas artísticos y culturales derivados de influencias, copias y apropiaciones. O sea, sería necesario seguir paso a paso la compleja ruta de: la creación, el procesamiento, el almacenamiento, la transmisión y la asimilación (cuando menos) de la información cultural que se manipula. Y, así sea aun con las más marcadas diferencias identitarias respecto de otras culturas. En tanto que, de existir una auténtica “asimilación” de “eso otro”, sería por su parte, el tener hoy por hoy una visión comprometidamente globalizada (aunque en el fondo quizá no se pretenda, sin embargo, se puede conseguir sin querer). Pero, ¿cómo saber, en medio de la paradoja, qué es “bueno” y qué es “malo” en esta “plástica porteña otra” de ahora? Cuando al través de esa indefinición cultural en que se cae aquí es, decimos paradójicamente, como esta misma queda “definida”, de manera provisional en el concierto internacional como una plástica indeterminada en muchos aspectos. Así, comprobamos que en ella caben también, a diferencia de la anteriormente vista, lo sobrante, lo eliminable, lo inexpresivo, etc., incluso pueden ser los elementos claves a destacar por encima de técnicas y formas o estilos, o de la improvisación misma y hasta del azar. No hay parámetros ni medidas para arrojar ese “producto artístico novedoso”. Hay oferta y hay demanda. Podemos decir que si existe un consumismo, para mal, por qué no puede existir un “produccionismo”, también para mal, en el arte (una sobreoferta, así como la hay en la economía, cuya calidad puede dejar mucho que desear). Pues bien, todo vale. Además, si partimos de que es muy válido, al ir también de esta forma –como creadores, o sea, apelando entonces a esa referida libertad de expresión—en busca de una identidad artística en lo personal (o en lo grupal), no quiere decirse que deviene de esta manera forzasamente la asimilación identitaria respecto de una cultura a la cual, incluso, se puede aspirar (esto es más como un juego de espejos distorsionador únicamente del sentido visual). Lo que creas sólo es, virtualmente hablando, el espacio imaginario de “lo otro”. Nada más. No obstante, hay una representación, una composición y una comunicación, no las habitualmente conocidas, es otro el entretejido por que simple y sencillamente todo queda catalogado como arte aquí y por que el soporte tecnológico de nuestros días puede inmisericordemente engendrarlo a raudales.

NI LA UNA, NI LA OTRA
(…sino todo lo contrario)

Permítaseme comenzar la siguiente propuesta, pergeñada como una expolición, con una licencia poética de tan sólo seis versos (mismos que hace algunos ayeres escribiera el vate José Velarde), a modo de mostrar la idea vertebral a perseguir en ésta: Y es de ver la misma ola / que en la arena de la playa / rumorosa se desmaya, / cómo, no lejos, rugiente, / va a estrellarse en la rompiente / a los pies de la atalaya. Hasta aquí la poesía. De donde, concluyamos reflexionando entonces –grosso modo—con que es tan válida una plástica porteña como la otra. Sin embargo, es en el sentido “comunitario” que dan nuestros artistas plásticos a su libertad de expresión donde reside el meollo del asunto a resolver. Se trata de una libertad (¿libertina?) que no reflexiona en torno a lo que tuvo, tiene e, inclusive, tendrá que ver con su porteñidad. Así las cosas, hace falta –desde mi punto de vista— la cabal reconsideración de parte de todos ellos, en la noble idea de reconciliar ambas posturas. De tal suerte, la presente proposición no es cosa de otro mundo, y es la siguiente: que, para hacerse un favor, no hayan –veladamente— “dos plásticas porteñas”, la una localista, la otra universalista, sino una sola que sea, conjugémosla así, “la misma-diferente”; o sea que, una que llevara “lo mismo” (lo local), pero ya renovada y, también, que llevara “lo diferente” (lo universal), pero que estuviese enraizada de alguna manera. Y bueno, para ello sería pertinente se dé –considero que a estas alturas es cuando—un proceso aglutinador de ese arte con clara tendencia cosmopolita con el arte propiamente dicho porteño, a fin de que se permita evolucionar favorablemente a nuestra plástica, amalgamando un resultado (la “nueva plástica porteña”) que no esté apegado cien por ciento a lo propio, ni desvinculado del todo a él. Para lo cual hace falta, por supuesto, una recontextualización estética y no un eclecticismo. (Pareciera mentira, pero es que a la(s) actual(es) “plástica(s) porteña(s)” le(s) está haciendo falta algo más que una superficial cirugía plástica, le(s) está haciendo falta urgentemente una cirugía mayor). Por poner un ejemplo (y para hablar de México), ya la plástica oaxaqueña ha ido desarrollándose estéticamente en lo suyo… Pero, regresando a nuestra realidad, se ha de trasponer, es preciso, el subdesarrollo en que se encuentra(n) esta(s) plástica(s) porteña(s), o sea, en cuanto a su plena y muy, pero muy actual identificación porteñera (se está(n) desaporteñando nuestros artistas plásticos), produciéndose un arte “otro” porteño, respecto del que se está realizando –insistiría que en franca descomposición identitaria--, en el entendido de ubicar y consolidar el prototipo de lo porteño de hoy día, es decir, estamos hablando del aquí y ahora de ese “otro” arte porteño. Necesario es, pues, hacer práctica común de la interpretación de lo porteño –repito— de hoy (una reinterpretación de la anterior visión no bastaría), y misma que, desde luego, de cada forma particular arrojará una a una las interpretaciones objetivas-subjetivas (que cada cabeza es, finalmente, un mundo propio). Mas, esta tarea no deberá de confundirse con “construir una nueva realidad” (como ha sucedido con el mal llamado nuevo cine “nacional”, que pese a haber conseguido la estética que ahora proyecta, no obstante, el cambio fraguado identitariamente para su exhibición dentro del séptimo arte –mundialmente hablando--, se hizo “a la mexicana”, y por eso en su gran mayoría es un cine más bien chilango --hasta el acento—que en realidad uno nacional, más de megalópolis que de todo el territorio nacional –y que, aunque exagerando un poco con la ejemplificación siguiente ésta no está, sin embargo, exenta de verdad: es tanto como si quisieran convencernos, en las películas, de que en realidad un aborigen australiano es lo más parecido a un esquimal, culturalmente hablando--, los realizadores construyen así una realidad nacional que en modo alguno es la mexicana; o lo que es lo mismo, es bajo el pretexto de una autenticidad que se está dando una pretensión globalizante), sino que tan sólo se trata de ser fieles intérpretes (los motores del cambio), valga decir con creatividad, poniendo a trabajar ambos hemisferios cerebrales para asumir la porteñidad plástica del ahora (que, de otro lado, pareciera estarse distanciando en algunos momentos de la cultura tropical y, alejándose así mismo de la identidad caribeña, que son (¿todavía?; que si no, todo parece indicarnos que incluso convendría que sí hubiese una reconexión) sus principales características intrínsecas. Con lo cual, queda por lo pronto innovarse, reinventarse plásticamente, minuto a minuto en esa nueva identidad, la “identidad”; esa sería la consigna. Por lo tanto, se ha de atender a la producción, sí, pero sobre todo a cómo ésta se producirá (valga otra vez la redundancia), conjugándose de algún modo –que ya lo dijimos en términos más generales—lo “convencional porteño” con lo “no convencional porteño”; verbigracia, una específica representación (lírica o no) de nuestra realidad socio-cultural, con el discurso del mundo subjetivo en el mismo sentido (sin prevalencia de uno(a) sobre otra(o) ). Cabe realizarse, de primera mano, una “visión espejeada”, labor ésta tanto en “la una” como en “la otra” plástica(s), para conocer conociéndose, de “sus” asuntos. Ejercitar más que sólo un cruzamiento artístico en lo estricto, un entrecruzamiento de experiencias culturales porteñas. Y en este andar provocar el intercambio equitativo y no uno desigual. Estableciéndose, entonces, un camino que sea de ida y vuelta, en ambas direcciones a la vez y no en una sola. Todo ello visto como un proceso transformador, emancipador y liberador de lo que ata hoy día a nuestros artistas plásticos por igual a un bando; aparentemente de una manera irreconciliable. Pero no, no piensen que es algo fraudulento ni fuera de lugar la búsqueda de la identidad (porteña) hoy; no, es algo que sí tiene cabida y, antes bien, el fraude sería creer que está reñida con vanguardismos. Efectivamente, puede (¿debe?) ser el eje rector para nuestra plástica esa identidad, la que empapada en su raíz permeara así en las más variadas líneas de avanzada del arte visual que se tuviesen a bien considerar como rutas plásticas viables en lo futuro. En otras palabras, lo veracruzano porteño –como carta de prestación— inmerso en el oleaje pluriétnico y multicultural del mundo postmoderno que nos ha tocado en suerte vivir (diría uno, que sea plásticamente para bien). No se trata, por supuesto, de producir un arte plástico nada más de “exportación” o para el turista que nos visite, es decir, uno estereotipado, distante, o sea, una “arte otra” fuera del espíritu porteño y conformadora de mitos en ese tenor. La materia prima ha de ser la porteñidad si se pretende lo auténtico, la plasticidad y no una plastificación. Lo veracruzano porteño –como carta de presentación—inmerso en el concierto pluriétnico y multicultural del mundo postmoderno que nos ha tocado en suerte vivir (diría yo, que sea plásticamente para bien. Para contemporaneizar ventajosamente en el orbe, de contarse con esa unidad plástica porteña, es decir, con ese valor agregado, pero no en teoría, sino –y valga otra vez que redundo—hecha ya pintura. Hay que reapropiarse de “lo nuestro”, de la herencia cultural, si bien ya no de la “originalidad perdida” (lo idealizado) pues sería repetirse, sí con otra mística desde su esencia. Ahora mismo iba a escribir, “de otra parte”, pero no, según es el efecto de la “mundialización”, será de esta misma parte, o punto y seguido. Contemos con que la “visión” mundial no se sujeta, o mejor decir, no está sujeta por el momento a globalizadores estándares impuestos. (Pero, no nos confundamos, actualmente hay sí, una hegemonía de la cultura visual, mas no hay cánones marcados por una sola cultura hegemónica –llámese como se llamase—, que no es lo mismo. Una cultura “única”, aunque híbrida, paradójicamente correspondería más a un pensamiento unidimensional que a uno multidireccional com es el de la era Internet. Aún así, habría que que estar alerta y tener presente –que no necesariamente esperar— el que pudiese aparecer una insospechada “dictadura mediática” o de una índole parecida; esto en función de que se pretendiera una sola vista panorámica, un arcoiris global (un solo arcoiris). Entonces sí que perecerían las multipolares identidades en el planeta a causa dela unidimensionalidad (habría sólo una voz, sólo un ojo, etc.) Y decirlo con otras palabras, al desestimarse y, por ende, desplomarse toda la importancia regional, culturalmente hablando. ¿Habrá que esperar, acaso, el lamento postrero por la extinción de las culturas? ¿Aceptar sumisamente las “imposiciones globales” y resignarse al exterminio de sus manifestaciones? ¿Vale resistir, o aculturarse? ¿Contemplar, en forma pasiva el desplazamiento, la expoliación de las raíces o, actuar decididamente en la reapropiación, en la restitución de nuestra(s) historia(s)? ¿Estratégico sería el “repatriarse”, o el “expropiarse”, culturalmente? ¿Contentarse con las meras transferencias o asimilarse a ellas?¿Y, lo que consideramos que choca culturalmente, no lo incorporamos al nuevo bagaje? ¿Es, en vez, de un encuentro, un desencuentro? ¿Nos estaremos, de algún modo, desconectando de algo importante de esta manera? ¿Y, del lado opuesto, ante el implante habría que reaccionar con un explante? ¿Qué representaría, la fragmentación, la fractura?... Pero, ¿cómo ser realmente polifacético, o cómo ser polisémico así? Al parecer, el llegar a ser inidentificable, indefinido y fragmentado culturalmente, es el común denominador en ese maremagnum de imágenes –incluso para el “artista de mundo”--, y, quizá sea preferible el llevar a priori una carga semánticamente plástica-identitaria… Y son, por supuesto, muchas más las preguntas que nos haríamos, pero lléndonos por nuestro recorrido, por algo intermedio, a lomo entre lo racional y lo sensible, lo exquisito y lo popular, lo mundial y lo porteño, etc., ni academicista ni vulgar. Reinventarse plásticamente minuto a minuto, en esa identidad, la identidad, es la consigna. Por lo tanto, se ha de atender a la producción, sí, pero sobre todo, a cómo ésta se producirá, conjugándose de algún modo, “lo convencional porteño” con lo “no convencional porteño”; verbigracia, una específica representación de nuestra realidad socio-cultural, con el discurso del mundo subjetivo en ese sentido (sin prevalencia de uno(a) sobre la otra(o). Realizarse una “visión espejeada”. Labor tanto en ”la una” como en “la otra” plñástica(s), para conocer conociéndose, de “sus” asuntos. Provocando un intercambio equitativo y no uno desigual. Estableciéndose entonces un camino que sea de ida y vuelta, en ambas direcciones a la vez y no en una sola. Todo ello visto como un proceso transformador, emancipador y liberador de nuestros artistas plásticos porteños por igual a un bando: aparentemente de una manera irreconciliable.Vale el apostar por una plástica porteña “mutante”, un arte en “tránsito”, en lugar de por una(s) con más de “los otros” (lo exterior) o, más de “lo mismo” (lo interior). Proponer así, un ¡no! Al camuflaje camaleónico de los exotismos extremos y un ¡sí! A una metamorfosis fusionante que permita preservar la memoria y la identidad y que sea vanguardista al mismo tiempo. (Una memoria fragmentada, incompleta, inestable es, el olvido, la desmemoria y, para el caso, lo sería en forma de una amnesia cultural; sería el olvido acerca de donde uno proviene y, por lo tanto, el alejamiento del conocimiento del “sí mismo comunitario” para entregarse sin ton ni son a lo globalizante per se, para pasar a ser –“aquí-allá”—un ser cultural “fragmentariamente socializado en lo individual”). Sea mejor lograr que no haya una “pugna” entre lo convencional y lo extraordinario, lo “moderno” y lo “arcaico”, etc., al través de lo que sería una novísima síntesis visual en un neolenguaje plástico porteño para con el manejo en imágenes híbridas. Sea optar, ya finalmente diré, por lago más que sólo “actualizarse”, y sería menester que todos los creadores plásticos porteños dijeran al unísono, ni la una, ni la otra (plásticas porteñas) son hoy el camino para los artistas de la ciudad y puerto (pues por un lado, toda tradición evoluciona, tiene que hacerlo, es ley de vida, y por otro lado, los más variados productos de la sofisticada tecnología visual están continuamente moviendo a engaño nuestros sentidos –bombardeándolos-- y, así mismo, “cosificándonos”, “creándonos” mundos paralelos ajenos, aunque visualmente atractivos, mero artificio del engaño embellecedor), sino que más bien, todo lo contrario es lo viable, y sería hablar entonces de lo que aquí ya someramente vislumbramos para una plástica porteña, que tanto la una como la otra (conjuntamente) conformasen, simple y llanamente, el todo…

NOTA: Sirva esta modesta colaboración, como una contribución para el enriquecimiento de la discusión que se lleva al cabo y para decir además que creo sinceramente que ésta es una muy brillante oportunidad que se les presenta a los virtuales creadores plásticos porteños que no deben desaprovechar durmiéndose en sus laureles, justamente para aportar su sello en conjunto con una suigeneris porteñidad veracruzana dentro de este mundo en constante cambio. Siempre y cuando, claro está, si lo que se pretende es un verdadero “movimiento” en torno de de un arte plástico porteño que sea actual, de lo contrario todo lo anteriormente expuesto carecería de sentido y sería preferible decir, el artista a secas, de tal o cual lugar y punto. Pero son ustedes finalmente, y nadie más que ustedes, los propios creadores, quienes habrán de decidir por qué ruta(s) seguir su camino plástico. Mas, siempre intentenlo además, con arreglo a los valores tanto artísticos como mercantiles del momento. De todas maneras, a la par de estos dos últimos, apelen ustedes a que fuese, en lo posible, primeramente con un modo cultural. Así sea.

P.D.: Para Manolo…, puéblate de mucha fe y acompáñate siempre --cuando menos-- de ese mínimo ánimo necesario para bregar contra corriente, tú lo sabes.
Tu amigo en el dolor: E. P.

viernes, abril 17, 2009

Alejandra Rodríguez Peralta: LA CERDITA NATA



GRADO: BACHILLERATO.

La cerdita Nata.
Alejandra Rodríguez Peralta.

En una tarde de enero común y corriente, en un rancho nació una cerdita muy especial llamada Nata, ella creció siendo muy feliz.
Cerca de la granja donde vivía había una niña llamada Diana, huérfana de madre, que solo vivía con su padre y, era una gran bailarina con apenas doce años, la cerdita iba todos los días a verla cómo ensayaba.

Todos los amigos de Nata le decían que no podía ser una bailarina o se amiga de una de ellas, que nunca la aceptarían porque ella era un cerdo. Pero a Nata no le importaba, ella pensaba que sí podían ser amigas y que no tenía nada de malo.

Un día, Diana la descubrió, la cerdita estaba muy espantada porque creía que la iba a matar o algo por el estilo, pero la reacción de Diana fue acariciarla y darle de comer. Transcurrieron los días y ellas se hicieron muy amigas; Nata la veía todos los días bailar y Diana le daba de comer y le platicaba sus cosas, salían a caminar y pasaban muchas aventuras explorando lugares que existían en el rancho.

Una tarde, el papá de Diana salió a hacer las compras para la comida y de repente vio a Nata que estaba asomada por la ventana; se acercó paso a paso hacia la cerdita para poder agarrarla. Nata en vez de correr, pensó que el papá de Diana, no le iba a hacer nada, cuando el papá de Diana estaba muy cerca, ésta gritó y salió corriendo a agarrar a Nata, ella le dijo a su papá: -¿Qué es lo que pretendes?. No le puedes hacer nada, yo la quiero conmigo siempre, o también me la vas a quitar como a mamá. –Dijo Diana muy enojada y triste.
El padre le contestó: ¿Cómo puedes tener una amiga que es un cerdo?, ellos sirven sólo para matarlos y comerlos. Diana empezó a llorar y salió corriendo junto a Nata, pero ya era un poco tarde y estaba lloviendo, el papá trató de alcanzarla y le gritaba que volviera, que se podía perder, pero Diana sabía que tarde o temprano, su papá le iba a quitar a Nata y quién sabe qué le podría hacer. Entonces Diana salió corriendo y Nata detrás de ella cuando de repente Diana se cayó y se lastimó su pierna. Nata no sabía qué hacer porque si iba a pedir ayuda la iban a matar y si no pedía ayuda, Diana se podía poner peor; en ese instante aparecieron unos enanitos que salieron de los árboles. Nata y Diana se espantaron porque nunca habían visto algo así, los enanitos rápidamente empezaron a curar con sus manos la pierna de Diana, cuando terminaron, Diana ya no sentía dolor, así que les agradeció a los enanitos tal acto y les empezó a contar su historia. Los enanitos las invitaron a entrar a los árboles donde había un mundo extraordinario fuera de lo normal, había túneles, muchos enanitos trabajando, entre otras cosas. Cuando Diana terminó de contarles la historia de ella y Nata, los enanitos le respondieron que aunque los veían chiquitos, ellos ya tenían muchos años y que sabían demasiado porque siempre fueron rechazados por la gente y le mencionó que no debía dejar que eso pasara, que tenían que hacer entender a su papá, que aunque no sea bien visto el ser amiga de una cerdita, al fin y al cabo, no se sabe cómo viene envuelta la felicidad o cómo te llegue, lo importante es que hace bien estar cerca de ella. Es como las cosas de la vida, lo más difícil o lo que no tiene explicación es lo que más se aprecia, así pasa con las relaciones, y no se deben juzgar cómo sean vistos los cerdos, por sus antepasados y que la gente está acostumbrada a verlos como comida; así mismo le regalaron un amuleto de la buena suerte a la cerdita para que no le hicieran nada malo nunca.

Diana de regreso a su casa, su papá estaba muy preocupado porque llovía y ella había tardado demasiado, lo primero que hizo fue abrazar a Diana y decirle que no lo volviera a hacer. Ella le respondió que si Nata, la cerdita, se podía quedar con ellos a vivir, el papá de Diana le dijo “claro que sí”, si era lo que le hacía feliz, estaba bien, que él había dicho esas cosas feas porque comete errores como todo ser humano y no se dio cuenta del daño que le hacía.

Desde entonces Diana y Nata, siempre están juntas y no les importa lo que la gente piense porque antes de juzgar hay que preguntarse si somos perfectos para poder ver los defectos de los demás y no los nuestros primero. Nunca más en casa de Diana se comió carne de cerdo.

Daniela Rodríguez Ramos: ¿DÓNDE ESTÁN LOS REGALOS?




GRADO: SECUNDARIA.

¿Dónde están los regalos?.
Daniela Ramírez Ramos.

La fecha más esperada por todo niño había llegado. Ésa época en la que el alma de los hombres se ablanda y deja entrar la magia y fantasía a sus corazones; esa época en la que el ambiente se llena de paz y armonía, esa fecha en la que padres apresurados suben y bajan, bajan y suben de un lado a otro sin parar, comprando los esperados obsequios para sus pequeñines.

Sí mi querido lector, esa fecha tan esperada es la Navidad.

Déjame contarte aquella Navidad que recuerdo con el más mínimo detalle, ya que fue cuando resolví un caso de suma importancia, la historia comienza así…

-¡Hoy es Navidad, hoy es Navidad!- Ésas fueron las primeras palabras que pronuncié al despertarme. Estaba sumamente emocionado, puesto que ese día abriría mis obsequios. Bajé las escaleras con extremada cautela, con el fin de que mis padres escucharan mis pasos, pues las reglas eran que los regalos serían abiertos al anochecer, cuando tíos primos y abuelos estuviesen reunidos, sólo que mi curiosidad era mayor, como en todo niño de ocho años.

¡Había logrado mi objetivo!. Justo cuando me disponía a abrir la puerta de la sala, en donde se encontraba el pino de Navidad, junto con esos hermosos regalos esperando mi llegada, mi madre apareció.

-¡Ajá!, te atrapé Marco Antonio, pequeño escurridizo- dijo con una amplia sonrisa. -¿A dónde crees que vas?.
-¿Yo?. Pues iba por… -dudé un poco –por un vaso de agua, ¡sí, eso es!. Por un vaso de agua.
-¿A quién tratas de engañar, pequeñín? –Preguntó sonriente- Sé que ibas a ver tus obsequios.
-De acuerdo, de acuerdo, me descubriste –dije sin ninguna salida-. ¿Cómo es que lo sabes todo?- Pregunté asombrado.

Después de que mi plan no funcionó, sólo quedaba esperar y esperar hasta que por fin llegara la hora. Toda mi familia reunida, lista para entrar a la sala donde los regalos esperaban ser abiertos. Estaba tan entusiasmado que nada podía arruinarme esa Navidad. Entramos con unas enormes sonrisas en nuestros rostros, pero éstas se desvanecieron por completo cuando nuestras miradas se dirigieron bajo el pino de Navidad.

-¡No puede ser! –grité. ¿Dónde están los obsequios?.
-¿Cómo es posible? –preguntó mi mamá. Todos los regalos deberían estar bajo el pino.
-¡Queremos nuestros regalos!. Refunfuñaron los gemelos. Sus nombres eran Joel y Ricardo de nueve años de edad, por desgracia éramos primos, aunque aquí entre nos aún espero que mi familia acepte hacerse un examen de sangre. Para mí solo eran unos niños latosos, presumidos y egoístas que en cada Navidad se adueñaban de mis juguetes sin tan siquiera pedirlos prestados.

-¡Esto es una calamidad!. –dijo mi tía Carlota con su voz chillona –Lo que faltaba, un robo entre la familia –concluyó.

Mi tía Carlota era hermana de mi papá, no se parecían en nada. Mi tía era una señora amargada, a quién no le gustaba en lo absoluto la Navidad, tenía una enorme nariz puntiaguda, ojos separados y su vestimenta lucía del siglo pasado. En cambio, mi padre era un hombre gentil, amable y desde luego con un gran espíritu navideño.

-¿Un robo? –preguntó incrédulo mi tío Federico con su voz fuerte e imponente -¡Es inaceptable!. Gritó moviendo la cabeza en señal de negación. Mi tío Federico era un señor bien parecido, por dondequiera que se le viese, siempre vestía de traje. Él era estricto y rígido, además detestaba los juguetes por alguna extraña razón, la cual nunca tuve el valor de preguntar. Mi tío Federico era hermano de mi padre, con lo cual, lo único que tenían en común era el apellido, pues mi mamá era la persona más gentil que jamás he conocido con esa cálida voz que reconforta al instante. Mi tío, era además padre de Joel y Ricardo.

-¿Ahora qué haremos? –preguntó la tierna voz de mi abuela materna. Ella era sin lugar a dudas la clase de persona a la que puedes recurrir para compartir una exquisita taza de chocolate caliente y platicarle de las aventuras que te hayan sucedido.

-Investigar, hasta hallar el culpable- Mencionó mi abuelo materno en tono policíaco. Como siempre, tratando de hacer reír a sus nietos con chistes o bromas.

-¡Claro! Tienes razón camarada –Respondió mi abuelo paterno, encendiendo su pipa como todo un detective. Mi abuelo Miguel era igualito a Matías, el padre de mi mamá, pues los dos contaban con un grandioso sentido del humor. Miguel era una persona como ninguna otra, no se dejaba vencer, en especial desde que mi abuela había fallecido.

-Ustedes nunca se cansan- Comentó mi mamá sonriente.

Emocionado por lo que mis abuelos habían dicho, pensé en que yo también podría ayudar como todo un detective, así que le pregunté a mi madre:

-Mamá ¿puedo ayudar a mis abuelos en este caso detectivesco?.

Llegué al comedor desanimado, sin aun haber resuelto el misterio de los regalos, en ese preciso instante observé a todos en la mesa ¡faltaba un miembro importante de la familia!. No me había percatado por estar pensando en el robo. Ahora todo encajaba a la perfección, la escalera, el recibo, ¡hasta las sábanas!. Instantáneamente llevé a todos a la sala para explicarles con lujo de detalle lo sucedido.

¡Damas y caballeros!. He logrado resolver el misterio que nos ha perturbado. Ya sé quién es el culpable.
Todos se miraban unos a otros sorprendidos por tal anuncio.
¡Pista número uno!- Continué. Dos sábanas faltantes. Pista número dos, la escalera en el patio y pista número tres- hice una pausa como todo detective a punto de desenmascarara al culpable –un recibo de la compra de un traje de Santa Claus, talla 36. Así que el culpable es… -me detuve, observé a mi madre nerviosa, sus manos sudaban hasta que no pudo más y gritó:

-¡Para, para! –Se dirigió hacia mí –Muy bien hijo, has resuelto el misterio. ¡Felicidades!.
Los demás no lograban entender lo que sucedía.

-¡Amor, ya puedes bajar!. –Gritó.

De inmediato se escuchó un ruido proveniente de la chimenea, ¡era mi papá!. Como lo había sospechado. Ahora todos lo entendían. Mi padre era el supuesto ladrón de regalos. Primero él había envuelto todos los regalos con las dos sábanas que faltaban, después había subido por la escalera a la chimenea, para así bajar por ésta y sorprendernos vestido de Santa Claus, el misterio se había aclarado por completo.

En el momento en que papá bajó con todos los regalos, mis abuelos empezaron a reír, todos estaban sumamente sorprendidos y felices ante tal acontecimiento y por primera vez vi a mis tíos sonrientes.

-¡Qué buen detalle, papá, gracias! –Le dije mientras lo envolvía con mis brazos -¡Ésta es sin ninguna duda la mejor Navidad!. –Hice una pausa. Aunque te descubrí.

-Afirmativo hijo, eres un niño muy inteligente. Te quiero con todo mi corazón.

Así pasó esa formidable Navidad que nunca olvidaré. Llena de misterio, regalos y, lo más importante, llena de la familia. Parece que apenas fue ayer, pero ya han pasado setenta años, setenta preciosos y hermosos años. Bueno, querido amigo, ajalá haya sido de tu agrado y no me queda más que desearte una muy ¡Feliz Navidad!.

Cynthia Rosas Pegueros: LA FAMILIA



GRADO: PRIMARIA

La familia.
Cynthia Rosas Pegueros.

Todo niño necesita de amor, cariño, felicidad… pero la necesidad más grande es la familia.
Silvia era una niña de nueve años que no conocía estos sentimientos porque no tenía una familia, ya que sus padres fallecieron en un accidente; y al único que en verdad tenía era su tío paterno que vivía en el puerto de Veracruz con su esposa e hijos.
Silvia extrañaba los abrazos y besos que su madre le daba antes de dormir, su desayuno hecho con mucha delicadeza y amor, cada vez que se enfermaba o en los momentos más difíciles en su vida, ahí, a lado suyo, se encontraban sus padres, quiénes eran sus únicos amigos que sabía que la iban a querer a pesar de lo que pasara. Ella decidió irse del pueblo para poder vivir con su tío siempre y cuando ellos aceptaran, si no, podrían mandarla a un orfanato y Silvia no quería estar ahí.

Saliendo de su pueblo se encontró con un viejito que le preguntó: - ¿A dónde te diriges niñita si se pudiera decir?. Silvia contestó: -Me dirijo al puerto de Veracruz, el señor le respondió: -¿No crees que está muy lejos?. Son dos kilómetros, además, está peligroso el camino. –No importa, no tengo miedo porque llevo a mi perrita Kitty y sé que mis papás, que están en el cielo, me cuidan. Dijo Silvia.
-Si tú quieres, te puedo dar varios consejos para evitar uno que otro riesgo que te encuentres, pero cada consejo te costará una moneda.
-Está bien. Sólo quiero que me diga dos consejos porque no me quiero gastar las otras monedas, ya que las usaré para pagar el camión y la comida.

El primer consejo es: más vale camino real que por vereda, es decir, que aunque tengas prisa de llegar a un determinado lugar, evita usar atajos y el segundo es: ve, oye y calla, es decir, si ves o escuchas que están planeando algo inadecuado o están hablando cosas que no te interesan, sólo calla para que así te evites problemas.

Silvia le dio lo que correspondía al señor y así empezó su trayectoria; después de una larga hora se encontró con dos caminos: uno largo y uno corto, así que se decía: ¿por cuál camino me iré?. Y así estuvo bastante rato, hasta que pensó en el primer consejo y decidió irse por el camino largo. Minutos después se escucharon unos disparos de aquel camino corto. Silvia dijo: -¡Qué bueno que el señor me dio ese consejo, si no, qué nos hubiera pasado a Kitty y a mí.

Sólo nos falta una hora y llegamos, sabes, tengo hambre y el siguiente pueblo está a veinte minutos; Silvia siguió caminando cuando dice: - Shhhh!!!!. No ladres Kitty. Más adelante de nosotros están dos hombres, ¿serán malos?. Y si les pregunto, qué tal si ellos también se dirigen a la ciudad, ¿o no?, ¿qué hago?, y así se la pasó pensando, cuando empieza a recordar el segundo consejo que le dio el señor, así que mejor se quedó callada hasta que los hombres se detuvieron en un rancho. Silvia y su perrita comenzaron a correr hasta quedarse sin aliento, al fin llegaron al pueblito y se quedaron a comer.

¡Al fin llegamos!. Ahora sólo hay que comprar el boleto y esperar el camión, después de cinco minutos. ¡Levántate Kitty!. Allá viene el autobús. Silvia, por una parte quería seguir viviendo en su pueblo porque ahí estaban todos sus recuerdos. Luego de un buen largo camino llegaron, después tomaron otro carro para llegar a la casa de su tío. Al fin llegaron, tocó el timbre y le abrió la puerta su tía, esposa de Juan, su tío.
Llegó y saludó a todos, sentía pena porque jamás había estado en una casa tan elegante como ésa y se le podía notar en el rostro lo que sentía.
Le explicó todo a sus tíos y lo que pasaría si no se quedaran con ella. Juan y su esposa Jazmín lo pensaron y le dijeron que sería un honor recibirla como parte de esa familia. Silvia se hizo amiga de su hermana y su hermano postizo, por decirse así, porque si decimos hermanastra se escucharía feo.
Silvia compartía cuarto con Regina que tenía nueve años y Edgard de tan solo cinco añitos, tenía habitación aparte; hicieron el contrato con un abogado para que Silvia fuera identificada legalmente como una hija que viviría con esa familia.

Rebeca Sierra Muslera: LAS ABEJITAS JUGUETONAS



GRADO: PRIMARIA.

Las abejitas juguetonas.
Rebeca Sierra Muslera.

En un panal había tres abejitas que por primera vez, iban a buscar néctar de las flores del campo. La reina de las abejas les dio un cántaro vacío a cada una y les ordenó traerlos bien llenos al caer la tarde. Las abejitas partieron volando a cumplir su tarea.

La abeja mayor empezó inmediatamente. La de enmedio, se dedicó a escuchar las historias que le contaban las flores y los insectos. La más pequeña juntó muestras de todos los colores que encontraba en las florecillas.

Sin que se dieran cuenta, de lo entretenidas que estaban, llegó la hora de volver al panal. En la entrada las esperaba la reina y su corte.

La abejita mayor entregó su cántaro lleno y fue felicitada por todas las abejas.

Luego le tocó a la de enmedio. Cuando mostró su cántaro con solo la mitad del néctar, la reina le dijo enojada:
- ¿Eso es todo lo que traes?.
- No, dijo la abejita.
- Además tengo muchas noticias y chismes que me contaron las flores y los insectos.
Y así entretuvo a la reina y al panal por mucho tiempo. Las abejas también la felicitaron.

Al final le tocó a la más pequeña. La reina le preguntó:
- ¿Y tú, cuánto néctar traes?

La chiquita dijo:
Yo, traigo un tercio del cántaro de néctar y muchos colores para que todos nos pintemos y nos veamos muy lindas. Las abejas se pintaron e hicieron una fiesta.

Ese día aprendieron que todos los talentos son bienvenidos en el panal.

Milene del Puerto Reinert: ¡Y UN ÁNGEL LLEGÓ!



GRADO: KINDER.

¡Y un ángel llegó!.
Milene del Puerto Reinert


En una familia donde los papás planearon tener solamente dos hijos, así se lo pidieron a Diosito y él que es tan generoso se los mandó.

Primero un niño y luego una niña. El niño se llamaba Andrés y la niña Mariana, y así la familia que ya estaba completa era muy feliz.

Pero un buen día a la mamá le llegó una cartita donde decía que Diosito le iba a mandar otro bebé a su familia, y que escogió esa familia porque sabía que ahí la iban a cuidar muy bien y ella iba a ser muy feliz con sus hermanos.

Y desde ese día, ahora sí, esa familia está completa y todos empezando por su papá están felices con esa niña que todos dicen, es un ángel que Diosito les mandó.

ESE ANGELITO SE LLAMA MILENE.

viernes, abril 10, 2009

Ignacio García: Si algún día



Si algún día me olvidas, o un soplo dispersa mi recuerdo,
la memoria te es hoja de otoño
o las horas te dicen: “¡Basta!!”


Sabrás que tu libertad es proa de acero,
es quilla a la fuga sin límite alguno
y vale más que todo amor y ternura


No importa si a cicatriz abierta,
la herida al fogón se quema,
o torbellinos de luz sean el fuste
para golpear mi desolación

Si decir una plegaria es más difícil
a vendar lo irreparable
o ya no exista el sol para mis huesos
Si me olvidas o te marchas
no olvides llevar contigo ese atajo de nada


Si dices: ya basta – tendrás razón
Con barcas de batalla y labios partidos
ya sabré entonces qué hacer,


con esas dos palabras


que jamás inserté


en tu alma

Cristina Caballero: Por esa sombra


Esa sombra lleva tanto tiempo ahí…

(de Music and Lirics)


EN LA ESPIRAL DE LA VIDA

I

Como ráfaga sangrante
ese sol interno
devorado por sí mismo

en formas carcelarias
la ilusión del mundo nos envuelve

II

Niebla de arco iris
voy en pos de la quimera

rojas son las manos
que buscan tus fragmentos

pueblan de artificio
cada ruta
construida en la distancia

hoy
ya es mañana

III

Piel
alabastro misterioso

el sudor de nuestros cuerpos
olía a orquídeas negras

materia diluida
oro sólido
finito

boguemos por la estepa
de esa luna
para siempre muerta

en su hielo antiguo
huellas nuevas
abrirán el cielo

nadie volverá a negarnos
espejismos que anidar

cada día
morirán callados
en la espesura de otro bosque

cuentos de Comarca
seremos emigrantes
en rituales de cosecha

los esposos ciegos
que se amaron
sólo una jornada

IV

La capilla Rosslyne
con su música de risco
tras puertas fugitivas
obliga a las rameras

ellas
las ocultas
vestidas como arpías

semillas de dogones
cubren sus tobillos majestuosos

malva y heliconia
vuelven siempre
siempre
sobre los mismos pasos

pasos perdidos
como esa sombra
que se pierde solo
en el estío

V

Los cíclopes
nos miran con su triste ojo

se doblegan los anturios
que medrosos
sueñan fantasmas
de alhelí
de almizcle
en la cueva
donde aparcan las mujeres

ahí
sollozan ellas

ahí
murmuran ellas
malditas oraciones

murmuran para siemprelo que sólo ellas saben