Encuentra a tus autores aquí

miércoles, marzo 10, 2010

Lilia Ramírez: Las azules uvas del demonio

LAS AZULES UVAS DEL DEMONIO
Lilia Ramírez

Michael, Michel, Michele, sonoras campanadas que derivan por la catedral de mi conciencia. Icono alado: Miguel, el de la refulgente espada, el combativo, el guerrero, el que vence a un demonio de retráctiles alas de murciélago, cuernos de toro, patas de macho cabrío y una barba de chivo que encona aún más su mirada. Dorados rizos y el mismo mítico nombre coronan los azules ojos del arcángel y del actor favorito de mi juventud. De maneras retorcidas, ciertos hechos me ligan con este seductor de película, el londinense Michael Caine, quien se enamoró, no de mí, sino de la sudamericana Shakira Baksh, Miss Guyana 1967. Se dice que al mirar Michael a la morena belleza en un comercial de televisión de la entonces famosa marca de café Maxwell House, solicitó a Ridley Scott (director del comercial) presentarlos, y así se casó con ella. En noviembre de 1978 (ya estaba yo prendada del desenfadado y rubio actor) otro producto de la misma firma que el revelador e internacional café, el refresco en polvo Kool-Aid (del cual yo desarrollaba entonces su fórmula) se hizo trágica y mundialmente famoso al ser usado, en la Guyana de Shakira Caine, como vehículo para que novecientos trece miembros de la secta Templo de las Personas (People´s Temple) cometieran suicidio colectivo bajo la presión del líder del grupo, Jim Jones, quien condujo al grupo a tomar cianuro de potasio mezclado con el licor sintético de uva marca Kool-Aid.

En ese mismo año, 1978, mientras Scott rodaba el famoso film: “Alien, el octavo pasajero”, yo me agotaba del laboratorio a la planta, pesando ingredientes, subiendo a las mezcladoras, tomando muestras, analizándolas, haciendo pruebas de anaquel. Un trabajo agotador para alguien con un embarazo de seis meses. La nueva formulación de Kool-Aid debía probarse y aprobarse a toda costa.

Ese día, un fino polvo se desprendía de las aspas de las mezcladoras a pesar de su cierre hermético, era una nube que impregnaba algo más que la conciencia. Por la noche de ese día, extenuada por los trabajos de la fábrica y el inmenso tráfico que provocó en la Cd. de México el estreno del thriller de Scott, al llegar a casa, el vapor caliente del cuarto de baño hizo brotar de mi cuerpo pegajosos hilos rojos, morados, verdes, amarillos. Hilillos que escurrieron por mis cabellos surcándome la espalda y el hinchado vientre; enredándose en mis tobillos, encegueciéndome con la flamígera espada de San Miguel… Michael… Alien, el octavo demonio… Pero en lo alto algo brillaba, y no era el ventanal filtrando la luna: era la rubia cabellera seduciéndome. Dorados rizos coronaban los azules ojos, ¿las agridulces uvas de los suicidas?




No hay comentarios.: