Veracruz perdió a uno de sus personajes más emblemáticos: Luis de la Villa
Por Laura Haddad (publicado en Imagen de Veracruz)
Xalapa, Ver. 11 de enero 2011
I Said, Hey baby
Take a walk on the wild side
And the coloured girls go
Doo do doo do doo do do doo..
-Lou Reed
La primera vez que lo vi fue arriba de un escenario, en Xalapa. Su presencia recordaba el estilo más clásico y puro del rock. Acompañado de Ghislaine Bonnot, quienes los miraban y escuchaban pensaban en las emblemáticas parejas que este género ha tenido durante su historia: Linda y Paul McCartney; Stevie Nicks y Lindsey Buckingam; Debora Harry y Chris Stein... Parejas emblemáticas no sólo por las historias de amor y pasión que sus personajes protagonizaron, también por el talento que juntos aportaron al rock.
Era Luis de la Villa. Fue locutor, pintor, “hippie”, joven trotamundos, músico… Roquero. Aunque igualmente interpretaba bien las bluseras.
Años después de haberlo visto sobre escenarios Xalapeños (llamar “escenarios” a los lugares donde el rock se dejó escuchar en la última década del siglo pasado, en Xalapa, es llamar así lo que fueron, en realidad, bares, fiestas y uno que otro auditorio donde se llevaban a cabo las “tocadas”), encontré a Luis de la Villa en uno de los salones de música de la Escuela Veracruzana de Música del Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC), en Veracruz, su tierra natal. Ahí, me le acerqué tímida y pregunté si era él quien yo creía: El roquero jarocho con tremendo parecido al neoyorquino Lou Reed (según yo).
Sí, si era él.
La charla que vino después a mi pregunta derivó en varias anécdotas sobre la vida de roquero de Luis de la Villa. Vida de músico, de cierta rebeldía en un lugar donde los requintos estridentes del género parecen ser acallados por las notas y compases de la Salsa y el Son; vida de un locutor con ganas de contagiar sus gustos musicales a sus escuchas, sin tener certeza de ser escuchado.
También, finalmente, conocí a la dama que siempre lo acompañaba como cómplice de aventuras, proyectos, arte: Ghislaine Bonnot.
Por separado, Ghislaine y Luis lucían contrastantes: Ella, sonriente, amable, platicadora; él, taciturno por ratos, expresivo incomprensible por momentos. Pero ambos eran complementarios, musical y artísticamente, así como en la vida de cada uno, sin duda.
Tres años viví en el Puerto de Veracruz, tres años en los que vi, saludé y converse con Luis de la Villa en más de una ocasión. Las temáticas de las pláticas siempre fueron las mismas: la música, el rock, el blues.
En uno de esos encuentros, casi siempre enmarcados por la urbanidad del Puerto, me obsequió una de sus grabaciones, “Louis De la Villa and Band”.
Cada que miraba a Luis de la Villa caminar, una melodía pegajosa y emblemática venía a mi mente…
Doo do doo do doo do do doo… I Said, Hey baby… Take a walk on the wild side… Doo do doo do doo do do doo…
…Era Luis de la Villa, casi siempre vestido de mezclilla, chaqueta y prendas en color negro, aunque el clima de Veracruz no es uno (precisamente) para tal atuendo.
La pegajosa melodía ha callado. Luis de la Villa, a quien una vez dije “Maestro, para mí, Usted es el “Lou Reed de Veracruz””, murió el pasado 7 de enero.
Luis dejó como herencia para los roqueros veracruzanos sus composiciones, dos discos, muchas canciones sin grabar y sus cuadros, así como una semilla que ha crecido y echado raíces en la vida musical de más de un roquero jarocho.
1 comentario:
Gracias Laura por esa sentida crónica acerca de la vida de Luis de la Villa que incluye a Ghislaine. Recuerdo con afecto y respeto a Luis.
Manuel.
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