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miércoles, octubre 05, 2011

Gabriel Fuster: Última aparición en público

ÚLTIMA APARICIÓN EN PÚBLICO
 Gabriel Fuster


ULTIMA APARICION EN PUBLICO


Gracias por detenerse a contemplar mi cuerpo tirado a mitad de la calle.
Cubierto por una grotesca narcomanta, tú me has hallado justo encima de una pila de cadáveres frescos. Los muertos no hablan, pero sí que saben hacerse entender para asestar miedo. Al mismo tiempo, estoy seguro que de encontrarme en tu lugar, de igual manera me habría acercado a revisar los bolsillos del occiso en busca de una identificación, pero no comparto ese primer impulso de apoderarte los billetes en la cartera ni leer mis papeles doblados en sus divisiones. Nada en el aire invita al vuelo circular de rapiña ni son asuntos que te deban importar, además que existe una línea famosa sobre lo que has convenido poner tu mano. Recuerda esto, aunque deba parecer un maniquí que no vale una estatuilla del arte huasteco, puedo poner una maldición sobre ti y tus descendientes hasta la quinta generación.
Si acaso estoy cubierto por una capucha negra, por favor aflójala y revela mi cara. No se te ocurra ponértela, en un afán de extraño experimento de goce Emo, porque puedes entrar en sofocación. Por otro lado, si estoy desnudo, desata tu paliacate rojo y cubre mis partes nobles con la tela local. No te preocupes, se te regresará en menos de treinta días. En caso de no ser así, los rufianes que firman la narcomanta se pondrán en contacto contigo y te darán instrucciones. Si tengo los pies al aire, mira a la gente alrededor y cerciórate quién deba estar vistiendo los zapatos que no le corresponden. Probablemente, conservan jirones de la cinta canela con la que fui inmovilizado. Acércate a esa persona y solicítale de manera amable que devuelva el calzado sin armar un escándalo. Si este individuo insiste en negar su culpabilidad, dile que se prepare para tropezar con los cabos sueltos. Quizás sea por la mala publicidad, pero los carteles mexicanos pueden llegar a enormes bajezas para lucir como machos, hasta aguantarse las ganas de chillar cuando encuentran la horma de su zapato. La sabiduría popular refiere que el delatado, junto al sauce, es llorón y el zapato consuela, aunque llegado el momento de desenfundar la pieza izquierda o la ultraderecha, se desprenderá un vaho terrible que ahoga a todo ser vivo en un radio de diez metros. Los periodistas implicarán la broma mayor de la resistencia zapatista, pero siempre timoratos.
La ciudad es paranoica de las ambulancias y patrullas que pasan ululando. Por otro lado, debe tratarse del ringtone de mi celular, una vez activado por estos curiosos animados a tocar mi costado con una larga vara seca. Si éste suena, contéstalo. En el caso de que sea una mujer llamada Ivana, simula que soy yo y dile que das por terminada la relación que tenemos. Hay una Colt 38 Special y un tiro útil entre los pantalones manchados en la parte visible para exprimir el agua de antaño y mis orines. Sin prejuicio alguno, toma el arma y guárdala. Si las autoridades preguntan por ella, responde que es tuya con su tiro útil y que eres un ávido jugador de la ruleta rusa, porque una verdadera inclinación al suicidio es salir de tu domicilio todos los días. Mientras mi otro yo se deshace de mi yo con demonios propios, los japoneses recurren al harakiri, los americanos al daiquiri. No obstante, los servicios periciales de la Procuraduría del Estado son capaces de llevar adelante sus eficaces métodos de prueba y sofisticación a puertas cerradas, simplemente para transformar a cualquier incauto en un inimaginado chivo expiatorio de extensos antecedentes penales y vínculos comprobados con la mafia, en lugar del payaso con una pistola de agua o el rival cuya gracia acabó por equis o por zeta. Aquí, dícese también del apelativo para dirigirse a toda aquella persona calentando la plaza entre luto y circunstancia, por la cuestión que los carteles se pegan con engrudo bien duro. Por lo demás, el auge de la soledad, lo mismo que la ejecución de un hoyo en uno dentro del juego del Golf, se deben a la circunstancia de que exige mucho terreno y una forma de recuperar la economía del país es invariablemente ostensible, los políticos mandan a matar a cualquiera y le echan la culpa al narcotráfico.
El pánico está instalado: odio, crimen, pestes, desastres, maldad, profecías sobre el inminente final de los tiempos. Los animales huelen el miedo en los humanos, pero los calzones cagados aclaran la crecida del susto para el resto del mundo. En la terrible peste de descomposición, me dignifica la penetrante loción para después de afeitar, aunque el abdomen distendido sirve de aeropuerto a las moscas. Si me hallo a pleno sol, disuade a los niños exploradores de provocarme quemaduras con sus lupas superpuestas. Si estoy a la sombra y desmembrado, detenga esos bríos del cocinero japonés por incluirme en un teppanyaki. En todo momento, prohíba a esta clase decadente de fotógrafos accidentales de convertir mi rigor mortis en poses ridículas de Lady Gaga y subirlas a las redes sociales. Por último, si no eres una persona físicamente bonita al gusto renacentista, procura alejarte un poco, procurando que no sea la primera cosa que vea si llego a resucitar, a cambio de alguna ofrenda vudú, bajo la luna de sangre.  

Gracias por detenerse a contemplar mi cuerpo tirado a mitad de la calle. El olor de muerte puede poblar una pesadilla tan plural como el genocidio nazi o los campos camboyanos o la sala común de un hospital del ISSSTE. Todo en nombre del trasiego de las drogas, que los despliegues militares apenas consiguen hostigar, pero Némesis es generosa y una venturosa horda de zombies puede ganar terreno y dar término al preponderante lugar en la rígida pirámide de los sacrificios, que gozan los traficantes con sus escoltas sanguinarios. Otra vez, el sicario se propuso la excursión deliberadamente inexplicable que fuera un símbolo cabal de este mundo también inexplicable, pero la camioneta con su macabra carga es detenida por tener una calavera rota, luego su metralleta quiere crear una nueva posibilidad de zozobra en la huída, pero tristemente el conteo de bajas entre sobrenaturales es cosa de videojuego y tiene claro que tal equivocación le hará perder la cabeza. El que desespera, el que se arrastra baldado por los reglones de la ley penal, suda perplejo ante la multitud ascendente de figuras malditas y hambrientas detrás mío, durante mi última aparición en público, y de un modo indirecto declara que es del todo inexplicable. El día Z, inicial de corto sueño. Llamémosle justicia poética. 

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