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miércoles, diciembre 05, 2012

Raúl Arteaga Pérez: Sin remitente

SIN REMITENTE
Raúl Arteaga Pérez
 El día de hoy, un hombre vestido con playera azul, jeans y tenis blancos, ha dejado un sobre debajo de mi puerta; abrí, y el tipo echó la carrera; como todo un desgraciado y cobarde, no quiso dar la cara. El sobre tiene mi nombre escrito a máquina, pero sin remitente ni matasellos. Contiene varias hojas. Creo que no se trata de una invitación para una fiesta del maldito de la colonia. ¿Qué contiene el sobre? Malas noticias, no; esas vuelan. Además he recibido ya todas: las malas y las peores. La única buena noticia fue cuando del asesinato del que fuera mi padre; cocido a puñaladas, le dieron tantas como los sufrimientos causados en vida por él.  A lo mejor es una antigua novia; puede ser Ernestina, viuda reciente, o la Toña, que a fuerza me quería enredar entre sus piernas. O Rosa, la Rosita  a quien sí quise, pero Omacita dijo “No: será tu perdición; escoge, ella o yo”. Y la dejé de ver. Las otras, si es que me recuerdan, será con odio y resentimiento. Y para una mentada de madre, es mucho sobre y demasiado papel. No me atrevo a abrirlo. Prefiero esperar, voy a pensarlo, a recordar. No  sé, tengo miedo; el sobre me espanta más que una pistola en la frente. Tal vez encuentre respuesta en mis sueños: un vaso de leche caliente, un Diazepam, y a dormir.
Son las tres de la mañana y no puedo conciliar el sueño. Tengo miedo ¿Qué hago? Claro, pedir ayuda a Omacita, ella resuelve todas mis dudas; decide lo mejor  y lo que más me conviene.
─Omacita, disculpe que la moleste y entre sin permiso a su recámara, pero tengo un problema. Mire, me llegó este sobre. No sé quien lo envía, tiene mi nombre, pero sabe Dios quién lo manda. Un hombre lo echó debajo de mi puerta… tengo miedo de abrirlo, ayúdeme Omacita. No, no debo vidas, ni tengo amigos o enemigos. ¿Enamoradas? Usted las conoció…Sí, ya sé: ninguna me convenía. ¡Ayúdeme, Omacita! Ya me perdonó ¿verdad? Es más, agradeció que le quitara de penas y sufrimientos. “Te perdono porque me haces un favor”. Eso me dijo usted. Me lo gritó y yo apreté fuerte. Ande, ayúdeme por favor. Omacita… le pido que regrese, venga por mí; mire a su huérfano desesperado, al que la extraña. Vea mi soledad: no lloro por mí sino por usted, porque me ordenó abandonarla, librarla de la moserga de su hijo. Estoy solo, muy solo. Sabe,  Omacita: las lágrimas en solitario salen del alma, son ácidas y duras, no ruedan; se encajan en uno y ahí se quedan. Omacita, deje que la abrace y deje que duerma a su lado, como cuando niño.
Me quedé bien dormido. Estoy como trapeador exprimido. Gracias Omacita, ya sé qué hacer: compro un sobre grande, allí meto el que me llegó hoy, voy al correo, le pego las  estampillas, lo mando a mi nombre y dirección y lo echo en el buzón. Cuando el cartero me entregue la correspondencia, podré abrir los dos sobres. Sin miedo, tranquilo, pues ya sabré quién lo envía.
 FIN
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bastante bueno, aunque la foto de la portada se puede mejorar aún. saludos.

Adolfo